Por lo general cuando hablamos de
homofobia de estado lo primero que se nos viene
a la mente son aquellos países muy atrasados, con religiones
fundamentalistas, países pobres, como
Yemen o Sudán, donde por lo general la homosexualidad es castigada con la
flagelación, lapidación, la horca, y donde los miembros de la comunidad LGBT
sufren las más terribles humillaciones. Pero no es así, la homofobia de estado,
no simplemente es la ignorancia de los gobernantes o el miedo a la diferencia,
también es una forma de controlar la oposición, una forma de aniquilar todo
aquello que pueda romper el hilo conductor de establishment, o socavar las
bases del poder oficial.
Los ojos del mundo están puestos
en Rusia debido a la homofobia de estado, precisamente a un año de realizarse
los próximos Juegos Olímpicos de 2014 en Sochi, y donde ya desde varias décadas
en dichas competiciones deportivas mundiales se hacen más visibles atletas y
deportistas de la diversidad sexual. Para el público en general o mejor dicho
para el público externo, es inconcebible que una sociedad que “fue” de
avanzada, no religiosa, sea tan intolerante. Rusia es uno de los países más
seculares del mundo, y donde las relaciones prematrimoniales, extramaritales y
el aborto son tolerados, por lo tanto es inesperado y confuso que sea una sociedad
homofóbica.
¿Está utilizando Vladimir Putin
la homofobia de estado para controlar la población de avanzada rusa? ¿Es una
forma de someter a sus enemigos? ¿O son las dumas homofóbicas una cortina de
humo para distraer al pueblo y tapar su fracaso económico?
Existen muchas preguntas sobre la
actitud de Putin y su gobierno hacia tan terrible discriminación, principalmente
cuando el mundo cada vez más se abre a la diferencia, y se acepta la diversidad
sexual. Tal vez Putin tenga miles de razones, pero él no es Rusia. Explicar
como un país llega ser homofóbico es difícil, probablemente existan cientos, o
incluso miles, de razones históricas para que una nación crezca con tal odio, aquí
resumiremos algunos acontecimientos del pasado ruso desde el siglo XIX que tal
vez nos ayuden a comprender mejor lo que está pasando en la tierra del Bolshoi y
Tchaikovsky.
El Emperador Nicolás I promulgó
la primera ley contra la homosexualidad en Rusia en 1832. Aunque la pena máxima
para tal delito era el exilio a Siberia, casi nunca se utilizó la ley. De
hecho, las relaciones homosexuales entre los artistas y la nobleza no eran
raras, eran muy frecuentes e incluso los miembros de la familia real la
practicaban como es el caso del Príncipe Sergey Alexandrovich y del Príncipe
Konstantin Konstantinovich. No fue sino hasta la Revolución Bolchevique y el
establecimiento de la Unión Soviética en la década de 1920 que las actitudes
comenzaron a cambiar. Bajo el velo del comunismo, el comportamiento homosexual
llegó a ser visto como una actividad llevada a cabo por la élite de la sociedad
sin un lugar en el nuevo Estado soviético. El acto de la sodomía fue prohibido
específicamente en 1934 cuando los homosexuales atrapados eran sometidos a
prisión y trabajos forzados a cinco a ocho años en una colonia penitenciaria.
El investigador norteamericano Dan Healey ha tratado de recopilar datos sobre
el número de personas condenadas en virtud de esta ley, pero no encontraron los
registros anteriores a la década de 1960 para ser clasificado, fragmentada, o
no del todo. Sin embargo, un total de 22.163 personas fueron condenadas entre
los años 1961 y 1981. El número de condenas anuales luego comenzó a caer hasta
que la ley fue abolida en 1993. Pero cuando la ley anti-homosexual Stalin fue
derogada, no hubo amnistía para los que todavía se estaban en prisión por ser
homosexuales, según las palabras el profesor de historia de Dan Healey ,
experto sobre la homosexualidad en Rusia.
Además de la penalización a los
homosexuales, el gobierno estalinista y su gobierno comunista también afectó a
la forma como los individuos homosexuales eran vistos por los académicos y los
profesionales médicos. Aislados del resto del mundo, los científicos rusos
seguían creyendo que la homosexualidad es una condición temporal que se podría
curar con el tratamiento adecuado, así como los de los países occidentales
comenzaron a llegar a la conclusión de que la orientación sexual es un estado
permanente del ser; por ejemplo la homosexualidad fue retirada del Manual de
Diagnóstico y Estadística de los Trastornos Mentales (DSM) en 1974, pero sigue
siendo una enfermedad psiquiátrica oficial en Rusia hasta finales de 1999. La
socióloga y profesora de la misma cátedra en Middlebury College, Laurie Essig, además autora de “Queer in Russia: A Story of
Sex, Self, and the Other”, informa que muchas mujeres lesbianas jóvenes siguen siendo
hospitalizadas en psiquiátricos contra su voluntad. Esta actitud sigue
reflejándose en la población general rusa.
En una encuesta reciente, abril
2013, realizada por la agencia encuestadora Levada Center mostró que el 35 por
ciento de los encuestados siguen creyendo que la homosexualidad es una
enfermedad, y el 43 por ciento cree que es un mal hábito. Sólo el 12 por ciento
considera la orientación homosexual como normal, muy diferente a la opinión por
ejemplo de los canadienses, que según Pew Research, el 80 por ciento creen que
la sociedad debe aceptar la homosexualidad.
Por último, a pesar de que la mayoría
de los rusos son en gran medida seculares en sus creencias personales, la Iglesia
ortodoxa rusa sigue ejerciendo un inmenso poder político. Aproximadamente 80 a
90 por ciento de los rusos siguen identificándose como cristianos ortodoxos, a
pesar de que muy pocos asisten a misa o practican la religión. El problema es
que la Iglesia Ortodoxa no se ve como una religión sino como una forma de
identidad nacional y por lo tanto los designios dictados por los jefes de dicha
iglesia son vistos no como enunciados místicos-religiosos, sino como una forma
de ser ruso. ¿Chauvinismo? ¿Nacionalismo?
La Iglesia Ortodoxa es la aliada
más poderosa del gobierno de Putin. Aunque el período de post-comunismo
introdujo inicialmente nuevas libertades para los gays y lesbianas, la Iglesia
tiene cada vez más abiertamente su oposición a la homosexualidad. El Patriarca Ruso
Kirill, jefe de la Iglesia, ha ido tan lejos como para declarar que la
legalización del matrimonio gay como una señal temprana del apocalipsis.
Estas influencias se han
combinado para crear una cultura de la homofobia que es único en Rusia, y
presenta un entorno muy difícil para los defensores y activistas externos. Al
igual que la Gran Purga de Stalin y de los procesos de Moscú de la década de 1930,
los que tienen autoridad están utilizando este tema para promover su propia
causa y aumentar su base de poder. Es comprobado que la población rusa LGBT está
en gran parte comprendida por gente joven profesional, científicos,
intelectuales, estudiantes que miran al futuro y que desean una Rusia abierta a
la comunidad mundial. Pero para el gobierno de Putin siempre ha existido el
concepto de “Nosotros contra Ellos”, es decir los “Verdaderos Rusos” contra los
individuos LGBT y sus amigos, que son vistos como enemigos de Rusia, parias, occidentalizados
que quieren acabar con el sentir “Rossíiskaya”.
Por otra parte, Vladimir Putin, que
ya había ejercido anteriormente por dos mandatos consecutivos (2000-2004 y
2004-2008), lo que lo convierte en el que más tiempo ha estado en ese cargo
desde la caída de la URSS, su gobierno gozó de amplio apoyo popular y fue
reelegido con el 71,31% de los votos, debido a que su primer gobierno estuvo
sostenido gracias a las políticas de apertura económica traída por la Perestroika.
En 2008, no pudiendo presentarse a un
tercer mandato por no permitirlo la Constitución, Putin impuso la candidatura
del entonces viceprimer ministro Dmitri Medvédev en las presidenciales de 2008,
que este ganó. Putin se convirtió entonces en primer ministro. Putin, como buen
dictador no quiere aflojar el poder y una forma de lograr tal permanencia
eterna es llevarse por medio a cualquiera que se oponga.
Putin ha sido criticado por las
violaciones de Derechos Humanos en Rusia, las reformas políticas que
significaron un retroceso en las conquistas democráticas rusas, como el fin de
las elecciones por voto universal y directo de los presidentes de las
repúblicas de la Federación Rusa, los gobernadores y los alcaldes de Moscú y
San Petersburgo. aunque no se opuso a que el presidente Dmitri Medvédev
impulsara una ley, a principios de 2012, por la que se vuelve a las elecciones
directas de estos cargos—, y por sus actuaciones y/o declaraciones en ciertos
acontecimientos como el hundimiento del submarino Kursk, la tragedia en el
Teatro Dubrovka, la masacre de la escuela de Beslán, el asesinato de la
periodista Ana Politkóvskaya y otros. Se le ha acusado de utilizar
selectivamente la justicia para acabar con sus adversarios, como en el caso del
magnate petrolero Mijaíl Jodorkovski, y de haber impuesto el control sobre la
televisión, cuyos principales canales han vuelto a manos del Estado o de
empresas cercanas o controladas por este. En las elecciones de marzo de 2012
fue elegido nuevamente presidente (63,60% de los votos), en medio de
acusaciones de fraude por parte de la oposición. Sin embargo, nadie dudaba y
así lo demostraban las encuestas, que Putin, debido al apoyo real con que
contaba, sería el vencedor independientemente de las irregularidades que
pudieran cometerse.
Sean heredadas de los tiempo
pasados o resultado de legislaciones conformadas de acuerdo a creencias
religiosas, cuando no directamente derivadas de una interpretación conservadora
de los textos religiosos, estas leyes homófobas son fruto de un tiempo y de un
contexto determinados de la historia. La Homofobia es cultural. Ningún ser
humano nace siendo homófobo, sino que aprende a serlo según va creciendo.
En muchos casos, el “prejuicio
contra las personas homosexuales” es el resultado de la ignorancia y el miedo.
Sin embargo, la homofobia de estado de la Rusia de Putin no es meramente un síntoma de su historia
colectivista y tiránica, Putin sabe bien eso, y utiliza las Dumas homofóbicas para
tener el control sobre sus adversarios. Rusia hoy vive una lucha ya no de
clases, sino una lucha de pensamiento e ideología, los que quieren una Rusia
cerrada y medieval, y los que prefieren una Rusia libre, abierta y progresista.
En algunos países, esta ley puede parecer un signo de la influencia religiosa
fuera de control. Pero en Rusia, es parte de un amplio empuje contra la
oposición y la represión de una amplia gama de libertades civiles.
La homofobia de estado rusa es
una manera de aniquilar la oposición, tal como lo asegura Masha Lipman:
“La homofobia con mayor frecuencia”... no se deriva de la propia fe,
sino de ser esencialmente antiliberal. Rusia es un país no liberal, y el
gobierno de Putin aprovecha los sentimientos no liberales, sobre todo durante
el último año - después de que el Kremlin se enfrentó a las protestas masivas
de la minoría liberal.” (1)