miércoles, 24 de junio de 2009

EDWARD HOPPER: La Otra Cara del Sueño Americano

Automat, 1927. Oleo sobre Tela. Museo de Arte de la Universidad de Arizona


Edward Hopper nace el 22 de julio de 1882 en Nyack, estado de Nueva York, a los 17 años estudia dibujo en una escuela de diseño y luego estudia pintura en la Escuela de Arte de New York por cinco años para después viajar a Europa, donde se mantiene alejado de los nuevos movimientos artísticos y de todas las experimentaciones del mundo del arte que empezaban a florecer con los cubistas españoles y franceses, pero si influyeron en el Diego Velázquez, Francisco de Goya, Honoré Daumier y Édouard Manet. Hopper siempre se mantuvo al margen de las corrientes abstractas del siglo XX, sin embargo su legado para las nuevas generaciones del arte americano se encuentra en la forma de observar la realidad banal con una perspectiva cristalina e inquietante a la vez, su estilo limpio, simple y esquemático influyo enormemente en el arte figurativo de las últimas décadas del siglo XX y en el Pop Art. Edward Hopper muere en 1967 en la ciudad de New York.


La casa juno a la vía del tren, 1924/25. Oleo sobre Tela. Museo de Arte Moderno de Nueva York

Las primeras pinturas de Hopper siguen una línea realista y muestran algunas de las características básicas que mantendría durante toda su carrera artística, composición basada en formas geométricas grandes y sencillas, áreas de color planas y utilización de elementos arquitectónicos para introducir en sus escenas fuertes líneas verticales, horizontales y diagonales. En 1925 pintó La casa cercana a la estación (Museo de Arte Moderno, MOMA, Nueva York), obra clave del arte estadounidense que marca la madurez de su estilo y que el director de cine Alfred Hitchcock toma como modelo para la casa de Psicosis. A partir de entonces el modo sólido y directo de marcar formas y ángulos sobre el lienzo y la utilización resuelta de luces y sombras se mantienen dentro de la línea de su obra, sin embargo el tema esencial de sus nuevos trabajos expresan una atmósfera de aislamiento total y de soledad casi sobrecogedora. Hopper en su nueva pintura es un lúcido testigo de la gran Depresión, es además el primer pintor americano en plasmarla sobre el lienzo, todos sus cuadros parecen encerrarse en una impotencia tranquila, resignada, que fluye desde los rostros de las figuras solitarias o se disgrega por las escenas urbanas, sus personajes no pueden escapar, son prisioneros de una vida estéril, luego Hopper nos muestra la otra América, la triunfadora económica, sin embargo nos pinta inconscientemente a un hombre sin atributos, el ciudadano sin sueños, el ser humano sin horizontes, atado al tedio infinito y a las nuevas formas de vida del frio y despiadado capitalismo. La idea de soledad, la desesperada sensación de que todo se ha perdido, está en esos personajes, así nos muestra el reverso o el otro lado del sueño americano.
Por Félix Esteves

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