Reunidas en la noche oscura en el basural de la gran ciudad se encontraban todas las muñecas; unas sin piernas, otras sin cabellos, otras sin cabezas, desnudas con el frío nocturno ahogándoles las penas. Cada una contaba su triste historia, de años felices cuando nuevas y hermosas eran la alegría de las niñas. Empezó una muñequita de cara de porcelana: "Yo fui una linda princesa de traje azul y corona de brillantes piedras, fui la dulce compañera de una niña linda pero cruel, que después de quitarme la cabeza me desecho entre las ruinas". Hablo entonces un muñeca de rosado plástico: "Yo fui muy querido por una jovencita de largas trenzas, me daba de beber agua y una rica avena, dormía con ella, acompañándole en la noches frías y en las noches frescas, hasta que llego un nuevo juguete a suplantarme y fui arrojado sin la gloria de otras épocas". Así hablaron todos las muñecas, cada una contando sus desdichas y vergüenzas. Pero mientras conversaban se percataron que había una pequeña muñeca que no hablaba, solo despedía un fuerte olor a descomposición y de su boca abierta brotaban gusanos... entonces se dieron cuenta que su desdicha no era nada comparada con la suerte de esa muñequita de carne y hueso que nunca conoció el amor.
Por Félix Esteves
Terriblemente conmovedor relato que nos sacude con un final absolutamente inesperado. ¡Genial!
ResponderEliminarCarmen
esta chiido tu cuento
ResponderEliminar