Vivía para espiar y fisgar lo que sucedía en el vecindario, desde su silla colocada estratégicamente en la ventana que daba a la calle veía todo lo que sucedía en el barrio. Su cama también estaba cerca de la ventana y con un solo movimiento de su cuello asomaba su cara y veía lo que sus oídos escuchaban, así se mantenía al tanto de la vida de los otros. Tenía mucho tiempo practicando ese estilo de vida, su cuello se había alargado más de lo común, sus músculos tomaron formar sorprendentes, en especial el esternocleiodomastoideo y los escalenos que le permitían alargar y girar la cabeza a extremos casi apocalípticos. Los vecinos le tenían tirria a la mujer que vivía del cotilleo y del chisme, tanto era ese odio que entre ellos se tramaba un complot para terminar con la mujer de cuello de cisne. Una noche, se escucho un extraño ruido, la mujer despertó enseguida y alargo el cuello sacando su cabeza por la ventana... y se oyó el silbido del hacha en el viento y la cabeza rodó por el pavimento. La policía llegó en la mañana, recogieron la cabeza de la mujer y luego subieron al piso para recoger el resto del cuerpo. Su sorpresa fue que la mujer los esperaba sentada lista para informar lo que había ocurrido. Le había crecido una nueva cabeza.
Por Félix Esteves
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