viernes, 25 de marzo de 2011

EL SÍNDROME.

Una extraña enfermedad ha estado afectando a una importante suma de la población mundial; el mal en cuestión origina un estado de felicidad y alegría poco usual, se ríe por cualquier cosa, la despreocupación y los estados de buen humor son perennes y se llega a estar conforme con cualquier cosa, con un simple hola, una sonrisa, el canto de un pájaro y hasta con la casi imperceptible caricia de la brisa, no se pierde el apetito, pero el estado de felicidad de los enfermos es tal que se conforman con comer cualquier cosa. Los afectados por tan terrible padecimiento no objetan el desnudo, su despreocupación llega al grado de no utilizar vestimenta, se pasean desnudos por doquier y solo se dibujan en sus rostros radiantes de alegría bellos sonrojos por la belleza de la vida.

Los grandes gobiernos organizaron un congreso internacional donde asistieron los más eminentes científicos, los más excelsos cerebros de la medicina, premios nobel y demás mentes sabias para explicar, comprender, estudiar y corregir tan peligroso mal, quieren parar por todas la propagación de la insólita y rara infección, descubrir el virus maligno y conseguir una rápida vacuna para controlarlo. Ya le pusieron nombre, en el primer día del evento el director de la Organización Mundial de la Salud junto con el primer erudito que describió la nueva anormalidad humana arrojaron la designación o patronímico del mal que dejaba felices a un gran número de los pobladores mundiales: Síndrome de Autocomplacencia y Felicidad Adquirida SAFA.

Enseguida la maquinaria farmacéutica, el gremio medico y las economías mundiales arrojaron todos sus esfuerzos por eliminar del panorama humano aquel virus tan terrible. Se dejo de investigar sobre el cáncer, sobre el SIDA y otros males, todo lo avanzado y experimentado en las anteriores enfermedades fueron relegados, casi olvidados por no decir otra cosa. El mundo se avocaba a exterminar el síndrome de la alegría.

En menos de un año, un grupo de científicos de diferentes países aislaron el virus, y lo que es mejor aún consiguieron construir una vacuna capaz de eliminarlo por completo. Ese mismo año fueron objeto de halagos por parte de toda la comunidad internacional y lograron recoger el premio Nobel en Medicina. En un acto de caridad, amor humanitario y desinteresado altruismo las grandes compañías farmacéuticas decidieron crear las vacunas necesarias para inocular gratuitamente contra el mal a todos los afectados, pero también a todos los habitantes de la tierra para lograr la inmunidad total a la alegría.

El mundo seguirá así el rumbo al que por un instante fue desviado, volvieron los rostros duros a los hombres, las guerras que parecían estar acabándose surgieron de nuevo, las lágrimas surcaron otra vez los cachetes de los niños, la irritabilidad comenzó a ser el pan de cada día como lo fue antes, la intolerancia, la hipocresía, la maldad, el desinterés por el prójimo pobló de nuevamente el corazón de los humanos. El síndrome de la alegría fue borrado de la faz de la tierra y dicen por allí que se crearon guetos y campos de concentración para aquellos que muestran síntomas de euforia que pueda acarrear una variante o un mutante del virus SAFA. Pero lo que es peor todavía, hay grupos extremistas que trabajan en la clandestinidad para devolver a todos una mágica sonrisa.

Por Félix Esteves

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