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San Benito. (480-547), según Fray Angélico. |
Sin ser una época brillante desde el punto de vista de la cultura, la época medieval presenta algunas manifestaciones de actividad espiritual que merecen señalarse; y no solamente por el valor que tienen es sí mismas, sino también porque constituyen los primeros pasos de las culturas nacionales de Europa occidental. La época feudal ofrece como rasgo primordial el de ser de neta inspiración cristiana; de ese origen son las preocupaciones, los temas, las ideas, las directrices, todo cuanto contribuye a caracterizarla de alguna manera. Sin duda había en el fondo reminiscencias clásicas, especialmente romanas o latinas; pero los elementos heredados aparecen filtrados a través de la mentalidad cristiana, que los conforma según sus propios ideales y sus principios de valor.
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Monasterio de Monte Cassino, fundado por San Benito.
Este centro monacal como muchos otros fue un hervidero de estudio, meditación y reflexión del
saber clásico y antiguo y en él se tradujeron y copiaron todas aquellas obras que fueron el lazo
más relevante entre la Edad Media y el resplandor del Renacimiento y el pensamiento Humanista. |
Las abadías o claustros religiosos fueron los hogares más importantes de la vida espiritual y por lo tanto cultural; no obstante, los ambientes caballeresco fueron propicios a ciertas formas de creación estética, la cual, naturalmente, adoptaba allí otro aspecto que la diferenciaba de la que surgía en los centros de vida ascética y encerrada dentro de las exigencias de la ortodoxia religiosa. Acaso el rasgo más señalado de esta nueva línea de creación sea, en lo literario, el uso de la lengua vulgar en vez de la latina. Así aparecieron los primeros monumentos de las literaturas en lenguas romances, tras los cuales se desarrollaron ricamente las formas nacionales.
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San Agustín de Hipona. (354-430)
Los Clásicos Griegos como Platón consiguieron en San Agustín uno de sus grandes
seguidores. San Agustín estudio profundamente las doctrinas filosóficas antiguas y
supo adaptarlas a la Fe Cristiana, conservando así este importante pensamiento. |
Pero no hay ninguna duda en decir que los monasterios y la cultura monacal fueron lo ejes y el nido donde se preparó y se cocinó el caldo cultural que alimento a Europa y que la nutrió para alcanzar el resplandor que fue el Renacimiento.
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Dentro de los monasterios los copistas o amanuenses conservaron el saber que origino la cultura occidental
imperante hoy día. |
Los monasterios – que aparecen en Europa desde el siglo VI – atrajeron a todos los espíritus reflexivos y ascéticos. San Benito había establecido para el que fundo Monte Cassino, cerca de Nápoles, una regla muy severa, según ella, una de las actividades a que se debían dedicarse los monjes era el estudio y la copia de manuscritos; a sí resultó que, al poco tiempo, y mientras desaparecía todo ambiente propicio para el saber en la vida civil, los monasterios se transformaron en los únicos centros de estudio. Y no sólo porque era propio de los monjes el dedicarse a la lectura y la reflexión, sino porque los monasterios fueron los únicos lugares donde se guardaron y salvaguardaron los escasos manuscritos de la antigüedad; allí se custodiaban con amor y, como los monjes apreciaban su valor y conocían el deseo de poseer copias que abrigaban otras comunidades, se dedicaron a hacer copias, gracias a lo cual aseguró la subsistencia de muchas obras antiguas que, de otro modo, se hubieran perdido.
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Santo Tomas de Aquino, (1225-1274).
Su trabajo más conocido es Summa Theologiae, y es considerado uno de los
padres del conocimiento occidental y creador de las universidades. |
La Edad Media, aunque pocos lo crean y siga creyéndose que fue una época de total ignorancia y de gran “oscurantismo”, fue en realidad un hervidero de saber; durante este período la sabiduría de los monjes alcanzo un vasto conocimiento y aunque declinara en algunas regiones, abundaron muchos monasterios y monjes contraídos al estudio, la meditación, y reflexión de los clásicos, además traduciendo las obras antiguas al latín y cuyo prolijo y esmerado esfuerzo, si no cuajó siempre en obras, aseguró la conservación del saber para épocas más propicias, preparando al mundo para el devenir humanista y renacentista. Gracias a ellos conocemos a los clásicos greco-latinos, los antiguos egipcios y los tratados árabes, que quedaron luego de la Caída del Imperio Romano y el saqueo de las Invasiones Bárbaras, estos hombres de vida mística y dedicados al estudio forjaron las nuevas bases de la civilización occidental.
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San Bernando de Clairvaux. (1090-1153).
El pensamiento de Bernardo tuvo su mayor polémica con la filosofía escolástica de Pedro Abelardo. |
Una de las actividades importantes de los monasterios fue, frecuentemente, la redacción de anales señoriales o reales, compuestos por encargo de quienes querían dejar memoria de sus hazañas; gracias a eso – y a los simples anales de los propios monasterios – se posee una rica colección de noticias sobre la vida de la época. Además solía haber en los conventos escuelas en las que se enseñaban las artes liberales, la teología y la filosofía. Muchos de ellos salieron grandes estudiosos que al apartarse de la vida monastica y asumir una nueva vida laica enseñaron en las emergentes ciudades el conocimiento adquirido en sus años de encierro monacal como fue el caso de Pedro Abelardo (1079-1142), uno de los grandes genios de la Historia de la Lógica, aunque se conoce más a este pensador por su romance con Eloísa.
Entre los grandes pensadores y hombres de la Edad Media tenemos a San Agustín, como dije antes, a San Benito, luego a Santo Tomas de Aquino, Bernardo de Clairvaux, Suger de Saint Denis, San Anselmo de Canterbury, Roger Bacon, entre otros muchos.
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Roger Bacon (1214-1294)
Filosofo y hombre de vida monacal fue un padre del empirismo y del moderno Método Científico. |
Por Félix Esteves