Me angustia el sonido
del reloj…
Palpitar de tristeza y
agonía.
Hipnotizado me quedo
mirando sus agujas
tratando de detener mi
propia vida.
Me come la madrugada…
Es el tiempo que vuela.
El reloj me hace
sombra,
los negros romanos me
hieren a muerte
y su caja sonora se
hace mi tumba.
Aquellas agujas que
marcaron mi destino
ahora crecen como
lirios oscuros sobre mi frente.
Soy arena atrapada.
Soy agua que se
descanta en la clepsidra.
Soy el péndulo oxidado
que perece
en la propia cárcel de
una locura.
Por Félix Esteves
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