domingo, 1 de abril de 2012

EL MARQUÉS DE SADE... Una defensa muy personal.

Donatien Alphonse François fue el nombre de pila del Marqués de Sade, cuyo título heredó de su padre. Este autor maldito del siglo XVIII, pasó prácticamente la mitad de su vida entre rejas. Tres distintos regímenes lo tuvieron encerrado: primero la Monarquía, luego la Revolución y para finalizar el imperio napoleónico. Durante mucho tiempo su leyenda negra fue aumentando y su obra no circulaba más que en ediciones clandestinas. Tuvo que llegar el siglo XX para que el mundo conociera a Sade en plenitud.

El Marqués de Sade nació en 1740, en el seno de una familia de la nobleza provenzal. Participó, muy joven, en la guerra de los Siete Años (1756-1763) como capitán de caballería. Regresado a París, donde se casó en matrimonio arreglado por su padre con Renée-Pelagie de Montreuil. El joven Sade con veintres años, recién casado, ya se vio envuelto en varios escándalos, pero nada que por entonces no fuese casi habitual en algunos sectores de la alta nobleza, como escándalos en fiestas, prostíbulos y exceso de alcohol.

Su primera detención que ocurre el 15 de octubre de 1763, se desconoce los motivos últimos de este arresto; en todo caso el arresto está relacionado con una o varias jornadas de desenfreno y un misterioso manuscrito. En el año 1965, el poeta surrealista y biógrafo de Sade, Gilbert Lely, recibió de un bibliófilo un documento policial de una prostituta que, con fecha de 19 de octubre de 1763, denunciaba a un cliente que por la apariencia bien podría ser el Marqués de Sade. El historial policial  incluye las blasfemias y los sacrilegios que el supuesto Marques de Sade profirió y describe una cámara dedicada a la práctica del sadismo. La declarante se llama Jeanne Testard:

“October 15, Sade returns to Paris alone on business, but on October 18 hires a prostitute, Jeanne Testard, who the next day complains to the police about his sacrilegious conversation. She did not claim to have been assaulted in any other way but verbally.”[1]

En la cita anterior el autor Neil Schaeffer declara que Jeanne Testard acusa a Sade de sacrilegio y blasfemia más no de tortura o asalto, igualmente el texto policial que fue entregado a Gilbert Lely solo describe los actos contra la religión obrados por Sade y las características de la habitación donde fueron ocurridos los actos sacrílegos. Jamás se le acusa de violencia física.[2]

Su segunda detención ocurre el tres de abril de 1768. Sade tenía un apartamento en Arcueil, donde llevaba a las prostitutas y amantes. Los hechos supuestamente suceden así: Sade recoge a una prostituta, Rose Keller, que declara estar mendigando en la plaza las Victorias de París (en aquel tiempo lugar frecuentado por prostitutas para vender sus servicios); al llevarla a su casa  de Arcueil, pasadas unas horas, la mujer vestida se lanza por una ventana del primer piso y trepa por la lata valla de la finca. saltandola, produciendose varios arañazos en los brazos y desgarrándose el vestido. La mujer es ayudada por unas vecinas que inmediatamente son informadas de la versión de Rosa Keller, quién les dice que fue martirizada, y que Sade le sajó reiteradamente la espalda con algún objeto cortante y de otros muchos abusos; éstas vecinas declaran atrocidades contra Sade, y el médico, en primera instancia, al día siguiente de los hechos, certifica heridas en la espalda de la mujer.

La denuncia sigue su curso y los hechos se han convertido en un escándalo que recorre París, se conocen por la versión de Rose Keller. Cuatro días después, el 7 de abril, la familia Sade se dispone a hacer frente al escándalo: el que fuera preceptor de Sade, el Padre Amblet y el maestro Sohier se desplazan a Arcueil donde se encuentra Rosé Keller, se entrevistan con ella para intentar que retire la denuncia. Rosé Keller pide 3.000 libras y, al final, llegan a un acuerdo y se le entrega 2.400 libras, que para la época era una importantísima suma de dinero, para que retire la denuncia. Pero la rumorología ya ha hecho efecto y las acciones  de la familia no impiden que el escándalo continúe extendiéndose y al día siguiente, el 8 de abril, apenas cinco días después de los sucesos, llega la carta de detención del rey ordenando su encierro.  Al día siguiente Sade ingresa en el castillo se Saumur. El escándalo es tal que el parlamento francés ordena a la justicia local que se inhiba, pasando el proceso a la jurisdicción de la Cámara de lo criminal del Parlamento de París.

La Cámara de lo criminal del Parlamento de París inicia el proceso con inusual rapidez. El 19 de abril Rose Keller es inspeccionada sin que se le encontraran las heridas descritas en el informe médico. Al día siguiente se realiza un minucioso registro en el domicilio de Sade, igualmente se registra la casa alquilada por el marqués en Arcueil, sin que, en ningún caso, se encuentre algo destacable fuera del uso cotidiano. El 21, otro día después, testifican Rose Keller y las vecinas que la atendieron reafirmándose en las acusaciones, también lo hacen testigos a favor de Sade.
El 23 de abril es el médico que redactó el informe, quien declara bajo sospecha: Se le pregunta si observó heridas que hubiesen podido ser causadas por bastonazos, respondiendo que únicamente vio dos huellas por encima de la región lumbar y sobre la espina dorsal, sin sangrado y sólo con coloración roja.

Se le pregunta sobre cuántos cortes observó y su forma, respondiendo que observó una docena de excoriaciones de forma redonda y del tamaño de una moneda que no iban más allá de la epidermis. Se le advierte sobre la contradicción entre el informe y las presentes declaraciones. En el informe se describen cortes fuertes y largos en la espalda. Alega que el calificativo de fuerte y larga se refería a una contusión. Para culminar todo lo declarado primeramente en la denuncia es rechazado por el mismo declarante. Y en segundo término la mujer no presento cicatrices de alto impacto, los raspones y moretones lo más seguro es que se los haya hecho cuando se lanzó del primer piso y cuando trepó la alta verja en la huída. Tercero y con respecto a la cicatrices de Rose Keller, si fue atacada el 3 de abril y ella es inspeccionada 16 días después por el tribunal, y no presenta cicatrices de gran magnitud como fueron primeramente declaradas como laceraciones importantes, cómo puede ser posible que hayan cicatrizado tan rápidamente en una época donde los avances médicos eran paupérrimos.

Entre tanto, el Marqués de Sade recorre varias cárceles (Saumur, Pierre-Encize y la Conciergerie) sin poder declarar y responder al tribunal que lo reclama en dos ocasiones. El 10 de junio presta declaración, asegurando que Rose Keller sabía que se trataba de un encuentro sexual a cambio de dinero, aunque no habían convenido una cantidad en concreto, admitiendo que la había azotado con una cuerda anudada. La familia Sade consigue una carta de abolición del rey y la cámara ratifica la decisión del rey e impone a Sade una multa de cien libras que irán destinadas a la alimentación de los presos. Sade todavía permanecerá en la cárcel hasta el 16 de noviembre de ese mismo año.[3]

La tercera detención del Marqués de Sade es conocida como caso de Marsella, porque los hechos  ocurrieron en la ciudad del mismo nombre el 23 de junio de 1772, cuatro años después del escándalo de Arcueil. Sade se desplaza a Marsella en compañía de su sirviente Latour. El 27 de junio solicita los servicios de cuatro prostitutas y pasan, él y su criado, el día en su compañía en la casa de una de ellas. A la mañana siguiente una de las muchachas y pasados unos días otra, las dos sufrieron una indisposición. Desde un principio se investigó como un supuesto envenenamiento. Se sospechó de unos caramelos que Sade ofreció a las mujeres, se analizaron y no se descubrió rastro de veneno; también, pasados los días las muchachas se repusieron de su indisposición. El proceso continuo y los rumores se extendieron por toda Francia. Sade y su criado, iniciado el proceso, huyeron a Italia siendo condenados en rebeldía a la pena de muerte por sodomía y envenenamiento.
Ciertamente Sade y su criado pasan ese día y esa noche con cuatros prostitutas que se enferman por consumir caramelos de anís, que ligadas al alcohol pudieron producir la indigestión, todos sabemos como se siente el cuerpo cuando se abusa.

El proceso se inició, aun sin conocerse el análisis de los caramelos, el 4 de julio se decreta el arresto de Sade y su criado, pero ambos advertidos huyen a Italia. El 11 de julio los alguaciles se presentan en su castillo de La Coste, Sade y su criado ya no se encuentran allí. Los bienes del Márquez  son embargados  y a partir de entonces, Renèe, su mujer, asume su defensa.

Las jóvenes son indemnizadas por Renèe y las denuncias son retiradas. Pero el proceso continúa y a pesar de los esfuerzos familiares Sade es condenado a dos penas de muerte una por envenenamiento y otra por sodomía; y su criado a otra por sodomía. El tribunal de Marsella dictó sentencia el 3 de septiembre, siendo ratificada el día 11 por el parlamento de Aix de Provenza. Al día siguiente, día 12, esta sentencia se cumple en rebeldía, siendo quemados en efigie en una plaza pública. Aunque la ejecución de la sentencia fue un acto simbólico, las consecuencias para Sade fueron importantes, ya que desde ese momento dejaba de existir para el estado francés, perdía todos sus bienes, que pasaron a ser propiedad de Renèe, así como la patria potestad de sus hijos.[4]
Desde que se dicta sentencia, Renèe recurre a todas las instancias tratando de que la causa contra su marido sea revisada. En 1778 consigue que se reabra la causa y demostrándose numerosas irregularidades en el proceso, la sentencia es anulada. 

La historia junto con documentos señalan que este juicio fue más una maniobra política contra el suegro de Sade y su padre. Sade pudo verse envuelto en una lucha entre los nuevos poderes provinciales y el nacional de París. También se ha especulado sobre la posible injerencia de personajes públicos (el canciller Maupeou), por entonces enemigos declarados de su padre, Jean-Baptiste de Sade, como consecuencia de su actividad diplomática, o enfrentados a su suegro el presidente Montreuil.

SADE Y SU ÉPOCA.

El siglo XVIII francés se caracterizó por una moral pía y revolucionaria pero muy hipócrita y a su vez por una sociedad muy libertina y entregada excesivamente a los placeres. La aristocracia no se mostraba interesada en acrecentar la productividad de la nación, su único propósito era buscar nuevas formas de entretenimiento mientras la mayoría de la población luchaba por sobrevivir. Lo distintivo y admirable del comportamiento de Sade  es su falta de hipocresía y en su radical ateísmo. Y ese obrar distinto le produjo muchos enemigos en una sociedad que por un lado tiraba la piedra y por otro lado escondía la mano, y que además refugiaba todos sus desmanes y pecados detrás del poder de la religión y la iglesia.

La leyenda del Marqués de Sade crece con el puritanismo del siglo XIX, acrecentándose como un  monstruo solitario, un hombre muy desequilibrado, quien escribió la más sucia especie de erotismo extremo producto de sus aventuras, cosa que no fue así.  Sade vivió en una Europa, y en una Francia de agitación social y de la decadencia de una sociedad ultra corrompida. Donde la clase campesina sufrió la insensatez y desvaríos de toda la clase privilegiada que tenía como único leit  motiv “un plaisir tout prix”: el placer a cualquier precio.

Por el ejemplo el rey de Francia, Luis XV (1710 - 1774), era famoso por su extraordinario número de amantes, yendo tan lejos como para haber construido sus propios burdeles privados en su Parc-aux-cerfs (Parque de los Ciervos) donde niñas de doce a dieciséis  años eran desfloradas por el monarca, y donde una serie de sirvientes se encargaban de prepararle a las adolescentes más pobres de Francia –que compraban por una ínfima cantidad de dinero a sus familias–, hasta que llegara el gran día en que el Borbón decidiera robarles su virginidad. Se calculó más tarde que el mantenimiento de cada niña costaba una fortuna al erario público. Y en promedio llegaban  dos niñas a la semana (una estimación baja), esto equivale a casi 1000 en el transcurso de diez años, por lo que el costo total para el público durante este período se calculaba de más de mil millones de libras.

El Rey, incluso tenía un ministro específico, los Intendente De Menus-Plaisirs (el Ministro de los Placeres Dainty), cuyo único deber era organizar orgías del rey en los burdeles en el Parque de los Ciervos. Se dice que estos eventos superaban los Saturnales romanos, incluso aquellos bajo los auspicios de decadentes como Nerón y Calígula.

El rey era el que tenía que poner la pauta moral y las tendencias sociales de su país, todo lo que él hizo, la nobleza lo siguió como ejemplo. Después de la nobleza, la clase de los comerciantes hicieron lo que pudieron imitar y así sucesivamente. El final del siglo 18 en Francia, fue una época de libertinaje extrema - una sociedad fascinada, o mejor aún, obsesionado con el sexo. Hay informes de puestos de libros y librerías inundados de literatura erótica.

Igualmente el arte durante este período fue fascinado con el cuerpo humano, y la sensualidad. Moda y vestido también había ido a su forma extrema, y la escena que el Marqués de Sade describe en Juliette, en el que se recomienda que la protagonista se mostrase semidesnuda en las calles al público si quería eliminar los últimos vestigios de su modestia , está lejos de ser ficción. Durante el año quinto de la Revolución, dos mujeres desfilaban arriba y abajo de los Campos Elíseos, completamente desnuda excepto por una gasa fina.

Ni siquiera los clérigos estaban exentos de la corrupción de la época. Contemporáneo registros de la policía de París muestran numerosos (cientos) los arrestos de los monjes, curas y otros trabajadores religiosos atrapados en actos de indecencia. Un ejemplo promedio de este tipo de delitos se ilustra a través de la confesión firmada de un Honoré Regnard de 1765:

“October 26, 1785: ‘I, the undersigned, Honoré Regnard, 53 years old, canon of the Holy Augustine Order, procurator, House of St. Catherine, confirm that inspector Marais found me at the St. Louis, rue du Figuier, to wich I went yesterday of my own desire, in order to satisfy myself with Félix. I had her undress and caressed her with my hand cancealed under the cloak. And today I played with Félix and her friend Julie, who took off my vestment and dressed and painted me as a women. The inspector surprised me in this condition. I declare that I have had this desire for many years but which I have never been able to satisfy until today. As proof of authenticity I sign the following declaration, which contains the whole truth and nothing but the truth, with my name Honoré Regnard.’ Com. Mutel, etc.”[5]

Durante el reinado de Luis XV, la prostitución alcanzó una enorme popularidad y la tolerancia fue  generalizada en París. Muchas de los prostíbulos  estaban bajo la protección policial directa. Sin embargo, hay leyes en los libros que rigen estas actividades, y hubo casos de prostitutas detenidas que se enviaron a las colonias de ultramar, especialmente Nueva Orleans. A pesar de ello, se estimó que había más de 20.000 prostitutas en París, en una población de 600.000 (3,3%) .
La prostitución entró en su "época dorada" en el inicio de la Revolución Francesa en 1789. Durante este tiempo, se estima que el número de prostitutas aumentó a 30.000. En 1791, todas las reglas y reglamentos relativos a la prostitución fueron eliminados, quedando reconocida como una empresa que todo el mundo tuvo el privilegio de la práctica y sostuvo que las restricciones acto seguido sería una afrenta a la libertad personal.

El menú de delicias disponibles en los burdeles parisinos, como  describe el Marqués de Sade en cada uno de sus libros parecen bastante extremo, sin embargo la realidad no distaba dela ficción o imaginación del marqués, no hay duda, hay que consultar y leer  otras fuentes de la época en que estas actividades clasificadas estaban disponibles y que se ofrecían con bastante frecuencia por todo París.

A Sade le perseguirá toda su vida y hasta ahora después de muerto la fama que cosechó tras el escándalo de Arcueil y de Marsella. Como consecuencia de aquellos escándalo, Sade adquiriría fama de loco aristócrata, monstruo cruel,  preocupado en experimentar el dolor y la tortura. No podemos negar que el Marqués de Sade fue un hombre promiscuo, libertino al extremo y algo tocado de la cabeza, pero tal comportamiento era muy típico de la época y más en la aristocracia francesa.

Sade durante unos años, fugitivo, vivió escondiéndose entre Francia e Italia. En 1777 fue detenido y recluido sucesivamente en Vincennes y en la Bastilla. En realidad, era ahora cuando comenzaba el mito: imposibilitado de experimentar sus deseos eróticos, se dedica a imaginar y por supuesto a escribir. Y aunque en 1790 fue liberado (la revolución había estallado en 1789), pronto se lo volvió a encarcelar, nuevamente es liberado,  y ya en 1801, Napoleón lo mandó arrestar, pasando sus últimos años en el manicomio de Charenton.

Pero el autor maldito renació en el siglo XX. Por una parte, a la sombra de los campos de concentración y la zozobra moral que significó la Segunda Guerra Mundial, en una reflexión general sobre el concepto del mal, muchos filósofos y escritores de fijaron en Sade. Algunas de sus conclusiones fueron llamativas, viendo en Sade un hijo de la Ilustración tan legítimo como el propio Kant.

LA IMPORTANCIA DEL MARQUÉS DE SADE.

Marqués de Sade. Man Ray. 
La imaginación de Sade a menudo vista como escandalosa, es el deseo de liberar a la gente de sus limitaciones. Se puede considerar como uno de los grandes escritores franceses y un filósofo que va hasta el final de sus pensamientos y los límites de sus consecuencias lógicas.

El que quiera leer puramente pornografía del siglo XVIII y los desenfrenos típicos de la sexualidad francesa durante ese período puede encontrar en la obra de Sade grandes satisfacciones. Pero Sade fue más allá: fríamente  desnudo el comportamiento erótico de una época, logró plasmar el clímax sexual y el clímax del crimen en una sola acción. Esta unión de sexo, crimen y del destructivo proceso por el cual pasan los humanos entregados a sus placeres como uno fin va mas allá de la mera pornografía o erotismo. En su obra no sólo se describe el acto o la acción erótica, él siempre interrumpe la acción o se rompe el clímax erótico  con largas discusiones filosóficas y diálogos que invitan a la reflexión, reflexión a menudo más horrible en sus efectos que las acciones que escribía.

Sade para lograr el efecto de asco y terror erótico se valió una y mil veces de su inigualable imaginación, pero esta imaginación no era producto absoluto de su mente, aquel cerebro estaba alimentado por la sociedad que le toco vivir, y por el aprendizaje que tuvo en su formación educativa católica de sus preceptores y maestros que fueron tan promiscuos y terribles como él. Quiero dejar claro,  que hubo hombres peores que él, porque de seguro sus acciones descritas en su obra son productos más de su infatigable imaginación que de hechos.

El Marqués de Sade baso su peculiar filosofía en una simple y natural premisa, nadie ni nada hay más importante que uno mismo. Es absurdo e irracional pues negarse ningún placer, ninguna experiencia, ninguna satisfacción. Mientras nos sintamos satisfechos y complacidos ya sea en nuestros sentidos como en nuestras ideas, todo nos es válido. Nada de buscar escusas en la moral, la religión, o las costumbres. Solo disponemos de esta vida para complacer nuestros deseos y no es cuestión de desaprovecharla, en aras de los deseos o necesidades ajenos. Seguir los dictados de la moral establecida, si esta no coincide con nuestros deseos, no es más que actuar de manera hipócrita hacia nosotros mismos. Sade nunca llego a vivir de manera plena de acuerdo con todas sus teorías, como ser social hubo de limitarse a plasmarlas en sus escritos.

Así el pensamiento sadiano irrumpe en la historia y marca un neologismo influenciado no solo por su situación personal, sino también por el pensamiento intelectual de aquella época. Como lo indicamos Sade es un pensamiento, un lenguaje, el cual se ubica del lado opuesto de la ley, o al menos intenta negarla. La ley de Sade da paso a la ley de la naturaleza al afirmar que sólo nos debemos a nuestros impulsos. Sade intenta matar la ley impuesta o símbolo (Ley de los Hombres y Dios), abolir lo existente, pero lo hace igualmente a través del símbolo y en ese intento crea y causa un lenguaje infinitesimal de combinatoria erótica.

Las obras de Marqués de Sade son muy importantes e instructivas para la historia y la cultura de la raza humana. Sin embargo, siguen siendo repugnantes y repulsivas para un grupo de personas, no obstante mucha de sus obras no superan la violencia que vemos por ejemplo en el cine o la televisión de hoy día, o lo que es peor aun la violencia real en que viven muchos países y culturas.
Por ejemplo la ablación femenina que se sigue practicando en la actualidad en muchos países me parece más horrible que las aventuras sexuales de Justine y Juliette. O la violencia contra las mujeres en ciudad Juárez en México y de muchas mujeres de la Europa Oriental que son llevadas por engaño a España y Francia para trabajar como prostitutas y someterlas a las más bajas vejaciones.

Marqués de Sade fue el primer filósofo de los vicios. Pero su importancia va más allá de eso. Sus trabajos analizan detenidamente todo en la vida que se relaciona con los instintos sexuales que, como se ha demostrado con claridad evidente, influye de alguna manera u otra, en todos los asuntos humanos. Pero la gran virtud de Sade reside en haber dicho su verdad, de haberse confesado cual es a la sociedad, y el haber elegido vivir sin hipocresías. Contra la abulia y pereza de muchos coetáneos frente a la sociedad, Sade prefirió la maldad y el horror para descuartizar su mundo y su entorno que tanto amaba y al mismo tiempo odiaba, a ese mundo que lo hizo sufrir pero que él sin embargo supo disfrutar y hacerlo un placer. Pero tal vez lo que intento explicar se pueda entender mejor bajo las palabras sabias de Simone de Beauvoir:

“El mérito de Sade reside no solamente en haber gritado lo que cada uno se confiesa vergonzosamente, sino en no haber elegido esa actitud. Contra la indiferencia, prefirió la crueldad. Por eso sin duda encuentra hoy tanto eco, en momentos en que el individuo se sabe menos la víctima de la maldad de los hombres que de su conciencia limpia. Es acudir en su socorro el herir a ese terrorífico optimismo. En la soledad de los calabozos, Sade tuvo también su noche ética parecida a la noche intelectual con que se envolvió Descartes. No logró el surgimiento de una evidencia, pero por lo menos discutió todas las respuestas demasiado fáciles. Si es posible superar la soledad de los individuos es a condición de no desconocerla. En el caso contrario, las promesas de dicha y de justicia envuelven las peores amenazas. Sade ha vivido hasta las heces el momento del egoísmo, de la injusticia, de la desdicha y clama por la verdad. Lo que constituye el valor supremo de su testimonio es que nos inquieta. Nos obliga a volver a plantearnos el problema esencial, que bajo otras apariencias obsesiona nuestro tiempo: las verdaderas relaciones del hombre con el hombre.”[6]

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