Donatien Alphonse
François fue el nombre de pila del Marqués de Sade, cuyo título heredó de su
padre. Este autor maldito del siglo XVIII, pasó prácticamente la mitad de su
vida entre rejas. Tres distintos regímenes lo tuvieron encerrado: primero la
Monarquía, luego la Revolución y para finalizar el imperio napoleónico. Durante
mucho tiempo su leyenda negra fue aumentando y su obra no circulaba más que en
ediciones clandestinas. Tuvo que llegar el siglo XX para que el mundo conociera
a Sade en plenitud.
El Marqués de Sade
nació en 1740, en el seno de una familia de la nobleza provenzal. Participó,
muy joven, en la guerra de los Siete Años (1756-1763) como capitán de
caballería. Regresado a París, donde se casó en matrimonio arreglado por su
padre con Renée-Pelagie de Montreuil. El joven Sade con veintres años, recién
casado, ya se vio envuelto en varios escándalos, pero nada que por entonces no
fuese casi habitual en algunos sectores de la alta nobleza, como escándalos en fiestas,
prostíbulos y exceso de alcohol.
Su primera
detención que ocurre el 15 de octubre de 1763, se desconoce los motivos últimos
de este arresto; en todo caso el arresto está relacionado con una o varias
jornadas de desenfreno y un misterioso manuscrito. En el año 1965, el poeta
surrealista y biógrafo de Sade, Gilbert Lely, recibió de un bibliófilo un documento
policial de una prostituta que, con fecha de 19 de octubre de 1763, denunciaba
a un cliente que por la apariencia bien podría ser el Marqués de Sade. El
historial policial incluye las blasfemias
y los sacrilegios que el supuesto Marques de Sade profirió y describe una
cámara dedicada a la práctica del sadismo. La declarante se llama Jeanne Testard:
“October 15, Sade returns to Paris alone on
business, but on October 18 hires a prostitute, Jeanne Testard, who the next
day complains to the police about his sacrilegious conversation. She did not
claim to have been assaulted in any other way but verbally.”[1]
En la cita anterior el autor Neil Schaeffer declara que Jeanne Testard
acusa a Sade de sacrilegio y blasfemia más no de tortura o asalto, igualmente
el texto policial que fue entregado a Gilbert Lely solo describe los actos
contra la religión obrados por Sade y las características de la habitación
donde fueron ocurridos los actos sacrílegos. Jamás se le acusa de violencia
física.[2]
Su segunda
detención ocurre el tres de abril de 1768. Sade tenía un apartamento en
Arcueil, donde llevaba a las prostitutas y amantes. Los hechos supuestamente
suceden así: Sade recoge a una prostituta, Rose Keller, que declara estar
mendigando en la plaza las Victorias de París (en aquel tiempo lugar
frecuentado por prostitutas para vender sus servicios); al llevarla a su
casa de Arcueil, pasadas unas horas, la
mujer vestida se lanza por una ventana del primer piso y trepa por la lata valla de la finca. saltandola, produciendose varios arañazos en los brazos y desgarrándose el vestido. La mujer es ayudada por unas vecinas que inmediatamente son informadas de la versión de Rosa Keller, quién les dice que fue martirizada, y que
Sade le sajó reiteradamente la espalda con algún objeto cortante y de otros
muchos abusos; éstas vecinas declaran atrocidades contra Sade, y el médico, en
primera instancia, al día siguiente de los hechos, certifica heridas en la
espalda de la mujer.
La denuncia sigue su curso y los hechos se han convertido en un
escándalo que recorre París, se conocen por la versión de Rose Keller. Cuatro
días después, el 7 de abril, la familia Sade se dispone a hacer frente al
escándalo: el que fuera preceptor de Sade, el Padre Amblet y el maestro Sohier
se desplazan a Arcueil donde se encuentra Rosé Keller, se entrevistan con ella
para intentar que retire la denuncia. Rosé Keller pide 3.000 libras y, al
final, llegan a un acuerdo y se le entrega 2.400 libras, que para la época era
una importantísima suma de dinero, para que retire la denuncia. Pero la
rumorología ya ha hecho efecto y las acciones
de la familia no impiden que el escándalo continúe extendiéndose y al
día siguiente, el 8 de abril, apenas cinco días después de los sucesos, llega
la carta de detención del rey ordenando su encierro. Al día siguiente Sade ingresa en el castillo
se Saumur. El escándalo es tal que el parlamento francés ordena a la justicia
local que se inhiba, pasando el proceso a la jurisdicción de la Cámara de lo
criminal del Parlamento de París.
La Cámara de lo criminal del Parlamento de París inicia el proceso con
inusual rapidez. El 19 de abril Rose Keller es inspeccionada sin que se le
encontraran las heridas descritas en el informe médico. Al día siguiente se
realiza un minucioso registro en el domicilio de Sade, igualmente se registra
la casa alquilada por el marqués en Arcueil, sin que, en ningún caso, se
encuentre algo destacable fuera del uso cotidiano. El 21, otro día después,
testifican Rose Keller y las vecinas que la atendieron reafirmándose en las
acusaciones, también lo hacen testigos a favor de Sade.
El 23 de abril es el médico que redactó el informe, quien declara bajo
sospecha: Se le pregunta si observó heridas que hubiesen podido ser causadas
por bastonazos, respondiendo que únicamente vio dos huellas por encima de la
región lumbar y sobre la espina dorsal, sin sangrado y sólo con coloración
roja.
Se le pregunta sobre cuántos cortes observó y su forma, respondiendo que
observó una docena de excoriaciones de forma redonda y del tamaño de una moneda
que no iban más allá de la epidermis. Se le advierte sobre la contradicción
entre el informe y las presentes declaraciones. En el informe se describen
cortes fuertes y largos en la espalda. Alega que el calificativo de fuerte y
larga se refería a una contusión. Para culminar todo lo declarado primeramente
en la denuncia es rechazado por el mismo declarante. Y en segundo término la
mujer no presento cicatrices de alto impacto, los raspones y moretones lo más
seguro es que se los haya hecho cuando se lanzó del primer piso y cuando trepó
la alta verja en la huída. Tercero y con respecto a la cicatrices de Rose
Keller, si fue atacada el 3 de abril y ella es inspeccionada 16 días después
por el tribunal, y no presenta cicatrices de gran magnitud como fueron
primeramente declaradas como laceraciones importantes, cómo puede ser posible
que hayan cicatrizado tan rápidamente en una época donde los avances médicos
eran paupérrimos.
Entre tanto, el Marqués de Sade recorre varias cárceles (Saumur,
Pierre-Encize y la Conciergerie) sin poder declarar y responder al tribunal que
lo reclama en dos ocasiones. El 10 de junio presta declaración, asegurando que
Rose Keller sabía que se trataba de un encuentro sexual a cambio de dinero,
aunque no habían convenido una cantidad en concreto, admitiendo que la había
azotado con una cuerda anudada. La familia Sade consigue una carta de abolición
del rey y la cámara ratifica la decisión del rey e impone a Sade una multa de
cien libras que irán destinadas a la alimentación de los presos. Sade todavía
permanecerá en la cárcel hasta el 16 de noviembre de ese mismo año.[3]
La tercera
detención del Marqués de Sade es conocida como caso de Marsella, porque los
hechos ocurrieron en la ciudad del mismo
nombre el 23 de junio de 1772, cuatro años después del escándalo de Arcueil.
Sade se desplaza a Marsella en compañía de su sirviente Latour. El 27 de junio
solicita los servicios de cuatro prostitutas y pasan, él y su criado, el día en
su compañía en la casa de una de ellas. A la mañana siguiente una de las
muchachas y pasados unos días otra, las dos sufrieron una indisposición. Desde
un principio se investigó como un supuesto envenenamiento. Se sospechó de unos
caramelos que Sade ofreció a las mujeres, se analizaron y no se descubrió
rastro de veneno; también, pasados los días las muchachas se repusieron de su
indisposición. El proceso continuo y los rumores se extendieron por toda
Francia. Sade y su criado, iniciado el proceso, huyeron a Italia siendo
condenados en rebeldía a la pena de muerte por sodomía y envenenamiento.
Ciertamente Sade y
su criado pasan ese día y esa noche con cuatros prostitutas que se enferman por
consumir caramelos de anís, que ligadas al alcohol pudieron producir la
indigestión, todos sabemos como se siente el cuerpo cuando se abusa.
El proceso se inició, aun sin conocerse el análisis de los caramelos, el
4 de julio se decreta el arresto de Sade y su criado, pero ambos advertidos
huyen a Italia. El 11 de julio los alguaciles se presentan en su castillo de La
Coste, Sade y su criado ya no se encuentran allí. Los bienes del Márquez son embargados y a partir de entonces, Renèe, su mujer, asume
su defensa.
Las jóvenes son indemnizadas por Renèe y las denuncias son retiradas. Pero
el proceso continúa y a pesar de los esfuerzos familiares Sade es condenado a
dos penas de muerte una por envenenamiento y otra por sodomía; y su criado a
otra por sodomía. El tribunal de Marsella dictó sentencia el 3 de septiembre,
siendo ratificada el día 11 por el parlamento de Aix de Provenza. Al día
siguiente, día 12, esta sentencia se cumple en rebeldía, siendo quemados en
efigie en una plaza pública. Aunque la ejecución de la sentencia fue un acto
simbólico, las consecuencias para Sade fueron importantes, ya que desde ese
momento dejaba de existir para el estado francés, perdía todos sus bienes, que
pasaron a ser propiedad de Renèe, así como la patria potestad de sus hijos.[4]
Desde que se dicta sentencia, Renèe recurre a todas las instancias
tratando de que la causa contra su marido sea revisada. En 1778 consigue que se
reabra la causa y demostrándose numerosas irregularidades en el proceso, la
sentencia es anulada.
La historia junto con documentos señalan que este juicio fue más una
maniobra política contra el suegro de Sade y su padre. Sade pudo verse envuelto
en una lucha entre los nuevos poderes provinciales y el nacional de París.
También se ha especulado sobre la posible injerencia de personajes públicos (el
canciller Maupeou), por entonces enemigos declarados de su padre, Jean-Baptiste
de Sade, como consecuencia de su actividad diplomática, o enfrentados a su
suegro el presidente Montreuil.
SADE Y SU ÉPOCA.
El siglo XVIII
francés se caracterizó por una moral pía y revolucionaria pero muy hipócrita y
a su vez por una sociedad muy libertina y entregada excesivamente a los
placeres. La aristocracia no se mostraba interesada en acrecentar la
productividad de la nación, su único propósito era buscar nuevas formas de
entretenimiento mientras la mayoría de la población luchaba por sobrevivir. Lo distintivo
y admirable del comportamiento de Sade es su falta de hipocresía y en su radical
ateísmo. Y ese obrar distinto le produjo muchos enemigos en una sociedad que
por un lado tiraba la piedra y por otro lado escondía la mano, y que además
refugiaba todos sus desmanes y pecados detrás del poder de la religión y la
iglesia.
La leyenda del Marqués de Sade crece con el puritanismo del siglo XIX,
acrecentándose como un monstruo
solitario, un hombre muy desequilibrado, quien escribió la más sucia especie de
erotismo extremo producto de sus aventuras, cosa que no fue así. Sade vivió en una Europa, y en una Francia de
agitación social y de la decadencia de una sociedad ultra corrompida. Donde la
clase campesina sufrió la insensatez y desvaríos de toda la clase privilegiada
que tenía como único leit motiv “un
plaisir tout prix”: el placer a cualquier precio.
Por el ejemplo el rey de Francia, Luis XV (1710 - 1774), era famoso por
su extraordinario número de amantes, yendo tan lejos como para haber construido
sus propios burdeles privados en su Parc-aux-cerfs (Parque de los Ciervos)
donde niñas de doce a dieciséis años eran
desfloradas por el monarca, y donde una serie de sirvientes se encargaban de
prepararle a las adolescentes más pobres de Francia –que compraban por una
ínfima cantidad de dinero a sus familias–, hasta que llegara el gran día en que
el Borbón decidiera robarles su virginidad. Se calculó más tarde que el
mantenimiento de cada niña costaba una fortuna al erario público. Y en promedio
llegaban dos niñas a la semana (una
estimación baja), esto equivale a casi 1000 en el transcurso de diez años, por
lo que el costo total para el público durante este período se calculaba de más
de mil millones de libras.
El Rey, incluso tenía un ministro específico, los Intendente De
Menus-Plaisirs (el Ministro de los Placeres Dainty), cuyo único deber era
organizar orgías del rey en los burdeles en el Parque de los Ciervos. Se dice
que estos eventos superaban los Saturnales romanos, incluso aquellos bajo los
auspicios de decadentes como Nerón y Calígula.
El rey era el que tenía que poner la pauta moral y las tendencias sociales
de su país, todo lo que él hizo, la nobleza lo siguió como ejemplo. Después de
la nobleza, la clase de los comerciantes hicieron lo que pudieron imitar y así
sucesivamente. El final del siglo 18 en Francia, fue una época de libertinaje
extrema - una sociedad fascinada, o mejor aún, obsesionado con el sexo. Hay
informes de puestos de libros y librerías inundados de literatura erótica.
Igualmente el arte durante este período fue fascinado con el cuerpo
humano, y la sensualidad. Moda y vestido también había ido a su forma extrema,
y la escena que el Marqués de Sade describe en Juliette, en el que se
recomienda que la protagonista se mostrase semidesnuda en las calles al público
si quería eliminar los últimos vestigios de su modestia , está lejos de ser ficción.
Durante el año quinto de la Revolución, dos mujeres desfilaban arriba y abajo
de los Campos Elíseos, completamente desnuda excepto por una gasa fina.
Ni siquiera los clérigos estaban exentos de la corrupción de la época.
Contemporáneo registros de la policía de París muestran numerosos (cientos) los
arrestos de los monjes, curas y otros trabajadores religiosos atrapados en
actos de indecencia. Un ejemplo promedio de este tipo de delitos se ilustra a
través de la confesión firmada de un Honoré Regnard de 1765:
“October 26, 1785: ‘I, the undersigned, Honoré
Regnard, 53 years old, canon of the Holy Augustine Order, procurator, House of
St. Catherine, confirm that inspector Marais found me at the St. Louis, rue du
Figuier, to wich I went yesterday of my own desire, in order to satisfy myself
with Félix. I had her undress and caressed her with my hand cancealed under the
cloak. And today I played with Félix and her friend Julie, who took off my
vestment and dressed and painted me as a women. The inspector surprised me in
this condition. I declare that I have had this desire for many years but which
I have never been able to satisfy until today. As proof of authenticity I sign
the following declaration, which contains the whole truth and nothing but the
truth, with my name Honoré Regnard.’ Com. Mutel, etc.”[5]
Durante el reinado de Luis XV, la prostitución alcanzó una enorme
popularidad y la tolerancia fue
generalizada en París. Muchas de los prostíbulos estaban bajo la protección policial directa.
Sin embargo, hay leyes en los libros que rigen estas actividades, y hubo casos
de prostitutas detenidas que se enviaron a las colonias de ultramar,
especialmente Nueva Orleans. A pesar de ello, se estimó que había más de 20.000
prostitutas en París, en una población de 600.000 (3,3%) .
La prostitución entró en su "época dorada" en el inicio de la
Revolución Francesa en 1789. Durante este tiempo, se estima que el número de
prostitutas aumentó a 30.000. En 1791, todas las reglas y reglamentos relativos
a la prostitución fueron eliminados, quedando reconocida como una empresa que
todo el mundo tuvo el privilegio de la práctica y sostuvo que las restricciones
acto seguido sería una afrenta a la libertad personal.
El menú de delicias disponibles en los burdeles parisinos, como describe el Marqués de Sade en cada uno de
sus libros parecen bastante extremo, sin embargo la realidad no distaba dela
ficción o imaginación del marqués, no hay duda, hay que consultar y leer otras fuentes de la época en que estas
actividades clasificadas estaban disponibles y que se ofrecían con bastante
frecuencia por todo París.
A Sade le
perseguirá toda su vida y hasta ahora después de muerto la fama que cosechó
tras el escándalo de Arcueil y de Marsella. Como consecuencia de aquellos
escándalo, Sade adquiriría fama de loco aristócrata, monstruo cruel, preocupado en experimentar el dolor y la
tortura. No podemos negar que el Marqués de Sade fue un hombre promiscuo,
libertino al extremo y algo tocado de la cabeza, pero tal comportamiento era
muy típico de la época y más en la aristocracia francesa.
Sade durante unos
años, fugitivo, vivió escondiéndose entre Francia e Italia. En 1777 fue
detenido y recluido sucesivamente en Vincennes y en la Bastilla. En realidad,
era ahora cuando comenzaba el mito: imposibilitado de experimentar sus deseos
eróticos, se dedica a imaginar y por supuesto a escribir. Y aunque en 1790 fue
liberado (la revolución había estallado en 1789), pronto se lo volvió a encarcelar,
nuevamente es liberado, y ya en 1801,
Napoleón lo mandó arrestar, pasando sus últimos años en el manicomio de
Charenton.
Pero el autor
maldito renació en el siglo XX. Por una parte, a la sombra de los campos de
concentración y la zozobra moral que significó la Segunda Guerra Mundial, en
una reflexión general sobre el concepto del mal, muchos filósofos y escritores
de fijaron en Sade. Algunas de sus conclusiones fueron llamativas, viendo en
Sade un hijo de la Ilustración tan legítimo como el propio Kant.
LA IMPORTANCIA DEL MARQUÉS DE SADE.
Marqués de Sade. Man Ray. |
La imaginación de
Sade a menudo vista como escandalosa, es el deseo de liberar a la gente de sus
limitaciones. Se puede considerar como uno de los grandes escritores franceses
y un filósofo que va hasta el final de sus pensamientos y los límites de sus
consecuencias lógicas.
El que quiera leer puramente pornografía del siglo XVIII y los
desenfrenos típicos de la sexualidad francesa durante ese período puede
encontrar en la obra de Sade grandes satisfacciones. Pero Sade fue más allá:
fríamente desnudo el comportamiento
erótico de una época, logró plasmar el clímax sexual y el clímax del crimen en
una sola acción. Esta unión de sexo, crimen y del destructivo proceso por el
cual pasan los humanos entregados a sus placeres como uno fin va mas allá de la
mera pornografía o erotismo. En su obra no sólo se describe el acto o la acción
erótica, él siempre interrumpe la acción o se rompe el clímax erótico con largas discusiones filosóficas y diálogos
que invitan a la reflexión, reflexión a menudo más horrible en sus efectos que
las acciones que escribía.
Sade para lograr el efecto de asco y terror erótico se valió una y mil veces de su inigualable imaginación, pero esta imaginación no era producto absoluto de su mente, aquel cerebro estaba alimentado por la sociedad que le toco vivir, y por el aprendizaje que tuvo en su formación educativa católica de sus preceptores y maestros que fueron tan promiscuos y terribles como él. Quiero dejar claro, que hubo hombres peores que él, porque de seguro sus acciones descritas en su obra son productos más de su infatigable imaginación que de hechos.
El Marqués de Sade baso su peculiar filosofía en una simple y natural premisa, nadie ni
nada hay más importante que uno mismo. Es absurdo e irracional pues negarse ningún placer,
ninguna experiencia, ninguna satisfacción. Mientras nos sintamos satisfechos y complacidos ya
sea en nuestros sentidos como en nuestras ideas, todo nos es válido. Nada de
buscar escusas en la moral, la religión, o las costumbres. Solo disponemos de
esta vida para complacer nuestros deseos y no es cuestión de desaprovecharla,
en aras de los deseos o necesidades ajenos. Seguir los dictados de la moral
establecida, si esta no coincide con nuestros deseos, no es más que actuar de
manera hipócrita hacia nosotros mismos. Sade nunca llego a vivir de manera
plena de acuerdo con todas sus teorías, como ser social hubo de limitarse a
plasmarlas en sus escritos.
Así el pensamiento sadiano irrumpe en la historia y marca un neologismo
influenciado no solo por su situación personal, sino también por el pensamiento
intelectual de aquella época. Como lo indicamos Sade es un pensamiento, un
lenguaje, el cual se ubica del lado opuesto de la ley, o al menos intenta
negarla. La ley de Sade da paso a la ley de la naturaleza al afirmar que sólo
nos debemos a nuestros impulsos. Sade intenta matar la ley impuesta o símbolo
(Ley de los Hombres y Dios), abolir lo existente, pero lo hace igualmente a
través del símbolo y en ese intento crea y causa un lenguaje infinitesimal de
combinatoria erótica.
Las obras de Marqués de Sade son muy importantes e instructivas para la
historia y la cultura de la raza humana. Sin embargo, siguen siendo repugnantes
y repulsivas para un grupo de personas, no obstante mucha de sus obras no
superan la violencia que vemos por ejemplo en el cine o la televisión de hoy
día, o lo que es peor aun la violencia real en que viven muchos países y
culturas.
Por ejemplo la ablación femenina que se sigue practicando en la
actualidad en muchos países me parece más horrible que las aventuras sexuales
de Justine y Juliette. O la violencia contra las mujeres en ciudad Juárez en
México y de muchas mujeres de la Europa Oriental que son llevadas por engaño a España
y Francia para trabajar como prostitutas y someterlas a las más bajas vejaciones.
Marqués de Sade fue el primer filósofo de los vicios. Pero su
importancia va más allá de eso. Sus trabajos analizan detenidamente todo en la
vida que se relaciona con los instintos sexuales que, como se ha demostrado con
claridad evidente, influye de alguna manera u otra, en todos los asuntos
humanos. Pero la gran virtud de Sade reside en haber dicho su verdad, de haberse
confesado cual es a la sociedad, y el haber elegido vivir sin hipocresías.
Contra la abulia y pereza de muchos coetáneos frente a la sociedad, Sade
prefirió la maldad y el horror para descuartizar su mundo y su entorno que
tanto amaba y al mismo tiempo odiaba, a ese mundo que lo hizo sufrir pero que
él sin embargo supo disfrutar y hacerlo un placer. Pero tal vez lo que intento
explicar se pueda entender mejor bajo las palabras sabias de Simone de
Beauvoir:
“El mérito de Sade reside no solamente en haber gritado lo que cada uno
se confiesa vergonzosamente, sino en no haber elegido esa actitud. Contra la
indiferencia, prefirió la crueldad. Por eso sin duda encuentra hoy tanto eco,
en momentos en que el individuo se sabe menos la víctima de la maldad de los
hombres que de su conciencia limpia. Es acudir en su socorro el herir a ese
terrorífico optimismo. En la soledad de los calabozos, Sade tuvo también su
noche ética parecida a la noche intelectual con que se envolvió Descartes. No
logró el surgimiento de una evidencia, pero por lo menos discutió todas las
respuestas demasiado fáciles. Si es posible superar la soledad de los
individuos es a condición de no desconocerla. En el caso contrario, las
promesas de dicha y de justicia envuelven las peores amenazas. Sade ha vivido
hasta las heces el momento del egoísmo, de la injusticia, de la desdicha y
clama por la verdad. Lo que constituye el valor supremo de su testimonio es que
nos inquieta. Nos obliga a volver a plantearnos el problema esencial, que bajo
otras apariencias obsesiona nuestro tiempo: las verdaderas relaciones del
hombre con el hombre.”[6]
No hay comentarios:
Publicar un comentario