Titilan los cristales de la lámpara, es la brisa coqueta que juega con ella, la luz se divide y se transforma en un paisaje abstracto que divide en diferentes claroscuros nuestra gélida sala donde ambos sentados y mirando nuestras copas nos tornamos más lejanos y distantes a pesar que llevamos en este barco muchísimos años, remando, alzando las velas...
Y el mar esta en calma
parece un espejo nocturno
donde nada desnudo mi alma
... nos servimos más vino y miramos ahora el paisaje invernal a través del cristal de la ventana, la lluvia, la luna que lucha asustada con los grises nubarrones y la hojarasca que frenética baila la atormentada danza de la tormenta...
El mar enfurecido
en el medio un remolino ennegrecido
donde se hunde sin remedio
nuestro agotado navío.
... muy silenciosamente te apartas, te retiras con el sigilo de una gata asustada, yo mirando aún el paisaje triste de la noche, hago como si no hubiese sentido tus pasos huidizos, como si no hubiese pasado nada y la sala ahora que no estas permanece tan fría y gélida como cuando estabas, como cuando empezamos nuestra rutina nocturna, la luz y sus claroscuros, la lámpara, la brisa, todo igual, queda lo mismo si tu mueres o yo no existo...
Y en el mar del olvido
naufragamos
tu una isla
yo otra isla
Y en este inmenso océano
ningún istmo.
Por Félix Esteves
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