sábado, 27 de marzo de 2010
A LA NANA NEGRA
Tu voz oscura
De playa y de palmera
Como si tuvieras un tambor
En tu corazón de reina
Me arrullabas con canciones blancas
Porque no te dejaban cantar
Tus canciones negras.
Tu voz de madera
Con que me cantabas con tristeza
Mientras con dulzura me mecías
Pensando que a lo lejos
A tus negritos mecías
Y yo abrazado a tu cuerpo
Me alimentabas con tu canto
Y con tus azabaches senos.
Te has ido negrita mía
Te me has ido solita segurito al cielo
Pero me quedo tu canto
Apretado aquí en mi pecho
Y yo entonces cantare tu canto
Tu canto bello, bruno y moreno
Que despertaron mi amor
A los reinos de tu querido Barlovento.
Por Félix Esteves
lunes, 22 de marzo de 2010
LA FRANCESITA
Toinette de Chérnier recordaba siempre sus bellos años de juventud en París paseando por Montmartre con sus vestiditos de Ives Saint Laurent o Dior, con su caniche mientras despertaba la curiosidad de los demás transeúntes con su exquisito aroma de Coco Chanel. Ahora sus últimos años en tierras más calidas, de sol ardiente, de palmeras embriagadas por el movimiento sublime del mar, la pequeña y pobre Toinette revivía aquellos años ya idos leyendo a Molière, Corneille, Balzac, Flaubert, Sagat, Youcenar, Sartre, Proust, Gide entre otros, desdeñaba a Sor Juana Inés de la Cruz, Jorge Isaac, y a Gallegos, a Rubén Darío nunca leyó, a Miguel Angel Asturias no lo soporto jamás, a Cortázar a pesar que convivieron en la hermosa Ciudad Luz, siempre lo tomó por charlatán. Pasaba largas horas escuchando solo música de Debussy , Bizet, Gould, Gabriel Fauré, Jean-Philippe Rameau, porque sus delicados oídos jamás aguantaron a un Lecuona, un Alberto Ginastera nunca llego a sus afinados tímpanos, y no hablar del tango o de la samba, del joropo o de la cumbia, los mariachi los tenia prohibido y la guaracha estaba desterrada de su casa y de su mente. Su boquita de Rosa de Francia, solo probaba bocaditos diminutos preparados por su exquisito chef traído desde la tierra de la Torre Eiffel, aborrecía las carimañolas, el puchero nunca probó, los tamales le causaban asco, los moros y cristianos fueron eliminados de su menú y solo bebía agua evian, vino por supuesto francés y no faltaba en su mano una copa del original champagne.
Toinette murió. A su funeral nadie asistió, sus verdaderos amigos en Paris celebraron su muerte en Mouline Rouge o en el Lido, no recuerdo bien, pero si puedo recordar que revisando sus papeles para finiquitar los arreglos funerarios descubrí que aquella mujer de tan passez d'exquises français era realmente Antonia Chacón, nacida en estas tierras calidas, del aroma del ron y del café, de las tortas de maíz y del tequila, de palmeras enormes y de la música de Gardel, de los sueños de Bolívar, del mundo del cacao y del tomate también. Lastima por Toinette que quizás siendo Antonia se negó a saber y a conocer lo bello que esta tierra hermosa le podía ofrecer y descubrí también que "No hay peor francés que aquel que no lo es".
lunes, 1 de marzo de 2010
LA VISITA O CONOCIENDO A JESUS
Salieron alas de su espalda, sus cachetes se tornaron más rosados de lo común, su cabello liso se rizó como por arte de magia… ahora estaba con él, siempre lo había soñado. Recuerda que desde muy pequeñito, veía la bella figurita del niño en el pesebre y deseaba conocerlo en persona, trataba de permanecer despierto toda la nochebuena pero el sueño lo vencía; esta vez era diferente, el niño había crecido y brotaba sangre de su frente que estaba coronada con espinas, sus manos también sangraban, pero sus ojos eran dulces, de perdón y de paz. Se tomaron de la mano y prosiguieron su camino.
La lluvia caía con furia y en aquella cama del hospital el jovencito parecía mirar el cielo llorar, pero sus ojos sin vida y fríos como el cristal de la ventana solo reflejaban la tristeza de la tarde y la sombra de la muerte al pasar.
Por Félix Esteves
EL TRISTE PRISIONERO
Intranquilo y triste veía la noche pasar, no había estrellas en el oscuro firmamento, la luna era la gran ausente y el disminuido sonido de un desafinado violín de un grillo adornaba el silencio nocturno. Entre las rejas trataba de ubicar un lucero, una estrellita fugaz, quizás algún movimiento interestelar que le recordara la belleza del vuelo, lo dócil de la elevación y la permanencia del cuerpo suspendido en el aire… pero la noche era muy negra, tan negra que termino de cubrir sus sueños de libertad.
A la mañana siguiente, los niños vieron al pajarito muerto en su aula de oro y plata, mientras sus padres les consolaban y le prometían volver al bosque para atrapar a un nuevo prisionero amarillito con su fina garganta de cristal.
Por Felix Esteves