LOS AÑOS.
En la soledad de su hogar contaba los años, eran cientos y cientos de miles, pero aún se sentía joven y con fuerza, era fuerte y aunque suene contradictorio estaba llena de vitalidad, es la Muerte.
LA ROSA Y EL NUBARRÓN.
La rosa contenta miraba el firmamento, vanagloriándose de su belleza y exquisito aroma. Un nubarrón lascivo se enamoro de ella y al querer poseerla la volvió nada entre sus brazos.
En la soledad de su hogar contaba los años, eran cientos y cientos de miles, pero aún se sentía joven y con fuerza, era fuerte y aunque suene contradictorio estaba llena de vitalidad, es la Muerte.
LA ROSA Y EL NUBARRÓN.
La rosa contenta miraba el firmamento, vanagloriándose de su belleza y exquisito aroma. Un nubarrón lascivo se enamoro de ella y al querer poseerla la volvió nada entre sus brazos.
ESO ES AMOR.
Se besaron y se entregaron en el frenesí de sus sensualidades hasta que de amor desaparecieron.
BLANCANIEVES.
Los enanitos estaban contentos, por fin una mujer en la casa, solo faltaba que quisiera compartir el lecho, justo eran siete, una noche para cada uno.
ODIOSELF
No existían los espejos, se odiaba demasiado para soportar su propia presencia.
AFORTUNADO.
El cielo despotricaba su suerte, no podía partir a ningún lado. Entonces miró hacia la tierra, y vio que existía la guerra, luchaban y se mataban entre hermanos, enfermedades y plagas atacaban aldeas completas, había hambre, sed, codicia y ambición de poder… y comprendió que era afortunado.
MIEDO.
Sentado esperaba el golpe asesino o quizás la bala trapera atravesando su nuca, temblaba su cuerpo y el corazón en disconformes latidos le hacia doler el pecho, pero nada llego, ni el golpe ni la bala, les gano el miedo… sentado con los ojos abiertos pero muertos, parecía mirar a sus supuestos asesinos.
LA VENDEDORA DE FLORES.
Sucia y descalza entro al café a vender sus flores, no le hice caso a su suplica. Un mesonero la saco a la calle y en ese instante pensé en mis hijos y su suerte si yo por un motivo moría. Salí dispuesto a expiar mi actitud, pero era tarde, se arremolinaban alrededor de la niña una muchedumbre, yacía muerta, un automóvil la había atropellado.
EL NOVIO ALEMAN.
Caminaba de lunes a viernes de su casa al trabajo y viceversa, llevaba quince años haciendo la misma ruta. Un día sin recordar perdió el camino, todo era diferente, más nunca volvió hacer los mismo.
BORRADO.
La lluvia cayó y las lágrimas del cielo borraron mis pasos.
Por Félix Esteves
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