Está el columpio vacío, donde solía encontrarte,
con la mirada perdida y la mente en cualquier parte.
Impulsaba tu columpio para volverte de Marte
y pasado el breve susto, me pedías que te hamaque.
Me subyugó, tantas veces la dulce paz que emanaba,
del gorjeo de tu risa, del entorno que creaba,
esa atmósfera sutil, el aura que te rodeaba,
el candor de tu mirar, que todo lo iluminaba.
Pero no eras de este mundo, lo sabías, lo aceptabas
Ibas sembrando alegrías, por el lugar que pasabas,
las disfruté y aún cosecho de tu ejemplo y tus palabras.
Tan silencioso, tan triste, ha quedado este lugar,
los árboles y las plantas, tu hamaca, el viejo rosal,
los lugares cotidianos que solimos frecuentar
La tarde se volvió noche, el ave, muda quedó
tu columpio se detuvo y nadie más lo impulsó.
Las sombras se han adueñado del parque, ya oscureció.
La luna, tras una nube, triste, quizás, se ocultó.
Meció al columpio, la brisa, leve rechinar, se oyó.
La ilusión de que volvieras y ocuparas tu lugar,
puso un nudo en mi garganta y me impidió respirar.
Es más de lo que resisto y no quisiera llorar.
Por Haydée (Argentina)
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