Yo siempre se lo pedía, su alma no se resignaba.
Atada a sus pensamientos, no decía una palabra.
Se iba por el senderito, ese que lleva a su casa,
rodeado de madreselvas de verbenas y de malvas.
Cuando sentía su voz, recién llegada a su casa,
se terminaba la angustia que mi alegría opacaba.
Siempre me rondaba el miedo, el miedo y la desconfianza
de saber que estaba sola, solita en aquella casa,
donde amor, luz y alegría, hace tiempo no moraban
Recuerdos que se diluyen con el agua de las lágrimas,
de saber que ya no está, que se fue muy de mañana.
Atada a ese sueño eterno en que sumen las sustancias,
cuando se busca evadir la realidad que traspasa.
Sobre la mesa de noche, un vaso con algo de agua,
frascos vacíos, algunos, abiertos sobre su cama
y ella, aferrada a una foto que en su pecho, reposaba.
Así la encontré esa tarde, fría y blanca, fría y blanca.
La arrebujé entre mis brazos, con mi cuerpo la hamacaba.
Le cantaba las canciones que de niña le gustaban.
No sonreían sus labios, ni sus ojos me miraban.
Fría y blanca, de mi abrazo, vinieron a despegarla.
Por Haydée.
Sobre Haydée.
Gracias Felix...!! Viniendo de ti es todo un honor el comentario que me has dejado en "Si los espejos hablaran..."
ResponderEliminarTe leo. Un abrazo.