Aun están los platos de aquella última cena
servilletas olvidadas… usadas como callejeras.
La botella de vino acostada apuntando hacia la nada
y todavía flota el aroma de tu despedida
tratando al igual que tu de escapar…
aunque por el quicio de la ventana.
La rosa en el florero, marchita y desmayada.
Y voy recogiendo las migajas
como siempre, como si no hubiese pasado nada
la costumbre de tus partidas
la emoción de tus fugaces llegadas.
Y rompo en llanto cuando veo reflejada
en el fino cristal… tu bella marca sellada.
Y trato de retener nuestra historia ya acabada
besando los labios… aunque sea aquella boca
que quedo en tu copa tristemente atrapada.
Por Félix Esteves
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