En los años 60 un fotógrafo
cubano empieza a plasmar con su mágica mirada y su lente la belleza del cuerpo
masculino en una España que nadaba en
las turbias aguas del Franquismo. Esta valentía artística le valió la persecución
del régimen y huye a París. Hablo del excelente fotógrafo Herman Puig que ya
desde aquella turbulenta década empezó a redescubrir para el mundo la expresión
del cuerpo masculino, que se mantenía al margen de las galerías y museos y solo
se podía disfrutar a través de revistas del underground o en aislados submundos
del arte.
Puig nace en Sagua
La Grande, Cuba, el 25 de febrero de 1928. Fue fundador de la Cinemateca de
Cuba, aunque este hecho quiso ser borrado por el régimen castrista por mucho
tiempo. Herman Puig estudio artes, especializándose en pintura y escultura, y
trabajo exitosamente también como cineasta, carrera que estudio en París. Su
primer cortometraje “Sarna” lo filmo antes de cumplir los 20 años, lo que lo
motivo a estudiar Técnicas Audiovisuales, como dije antes en “La Ciudad Luz”.
En 1950, en París se encuentra con Henri Langlois, director y cofundador de la
Cinémathèque française. Este primer encuentro fue decisivo ya que Langlois
aceptó enviar filmes franceses para el Cine-Club de La Habana (antecedente de
la Cinemateca de Cuba), pero con la condición de que aquel pequeño Cine-club se
convirtiera en una institución oficial, puesto que la Cinémathèque Française
podía solamente intercambiar filmes con un organismo similar. Ese mismo año junto con Ricardo Vigón, funda la original
Cinemateca de Cuba, oficializada como institución en 1948, institución que
renacería con el mismo nombre en 1961 por iniciativa de Alfredo Guevara y el
recientemente creado Instituto Cubano de Arte e Industrias Cinematográficos
(ICAIC). El legado de Puig y Vigón sería luego negado y hasta silenciado.
Puig se muda a Madrid y empieza a trabajar como fotógrafo publicitario y
es allí donde empieza a experimentar con el desnudo masculino pero fue
arrestado y acusado de pornógrafo, durante la dictadura de Francisco Franco.
Para evitar el detención y la condena, Puig huye a París, donde, con su arte,
gana fama como artista en contra de toda acusación de pornografía. A la muerte
de Franco, se muda a Barcelona donde vive actualmente.
En la fotografía de desnudo masculino de Herman Puig podemos disfrutar
no sólo de la belleza del cuerpo del hombre, de ese ideal que desde los tiempos
griegos fue motivo de culto, la fotografía de Puig va más allá del simple desnudo,
porque quizás la importancia de su trabajo no es lo que muestra sino lo que
esconde o lo que sutilmente nos muestra en su entusiasta juego de luces y
sombras que se van mareando y ahogando entre los vértices, puntos, ángulos, espacios,
extremos, y espacios de la piel de sus modelos.
En la obra fotográfica de Herman Puig no existen las expresiones
faciales, no existe el rostro, toda expresión viene dada por la pose, el
movimiento, la tensión única del cuerpo. Puig no muestra las emociones o
sentimientos del hombre con sus rostros sino a través y solamente con su cuerpo. De esta manera el fotógrafo desmitifica
o derrumba la tradición judeocristiana de
la ocultación del cuerpo masculino, se libera de los tabúes, del pudor y de las
culpas y muestra en todo su esplendor la belleza de la desnudez del varón, del eterno
Adán y el Apolo.
Por Félix Esteves
Fue un hombre muy aventurado y adelantado a su epóca, por suerte se guardan muchos de sus trabajos-
ResponderEliminaramigo Félix, vuestro artículo es realmente interesante. Mil gracias por publicarlo.
ResponderEliminarFélix, muchas gracias por tus trabajos...No conocía a este fotógrafo, sus obras son impresionantes y sus modelos verdaderamente hermosos,disfruté de ellos con mi esposa que quedó encantada también.
ResponderEliminarmuy buenas fotos ya me gustaría poder posar desnudo para ti
ResponderEliminar