EL DESNUDO MASCULINO EN DANIEL BARKLEY. El descubrimiento de nuestra propia desnudez.

Daniel Barkley es un joven artista, nacido en Quebec en 1962, que obtuvo su Máster en Bellas Artes en la Universidad Concordia. A su vez Barkley ha sido receptor de varios premios de pintura y ha expuesto en solitario y en muestras colectivas en diferentes galerías y museos de Quebec, Ontario, Terranova, Nueva York y México, desde 1980.

La pintura de Daniel Barkley es más un híbrido de lo que parece a primera vista. Aunque técnicamente, sigue siendo convencional, el enfoque, el lenguaje y, sobre todo el espíritu que emerge de sus obras le da a este aspecto singular. Y es que sus desnudos son como una bofetada a la mar serena de las costumbres, no porque ellos sean desnudos vulgares y grotescos, sino porque su realismo nos atrapa dentro de su encantamiento y nos sentimos como ellos también desnudos.

Barkley pinta en su mayoría en gran tamaño contribuyendo a este gran efecto. El artista  claramente se siente muy cómodo en la realización de obras monumentales, sus lienzos parecen enormes escenografías. Sin embargo, el aspecto más interesante de su trabajo sigue siendo su representación de la realidad. Tendiendo hacia la alegoría y la sátira, manteniendo una medida saludable, Barkley es inspirado por grandes maestros, como Géricault o Rodin, y es que la anatomía de sus personajes, parecen amplificar ciertos rasgos de las formas románticas de Géricault, al mismo tiempo que sus pinceladas parecen teñir las texturas violentas de la escultura del maestro francés Auguste Rodin.

La primera impresión que nos envuelve los sentidos al ver el arte de Daniel Barkley es abrumadora debido a la multitud de desnudos, pero esto no es por ser simples cuerpos mostrando su desnudez, sino por la energía de color que ellos ofrecen. Las pieles de los hombres de Barkley están llenas de un poder hipnotizador y divino que no podemos dejar de mirar y admirar.

No podemos negar que la desnudez masculina hoy día aun causa cierta consternación y vergüenza, sin embargo en el trabajo pictórico de Daniel Barkley ese estupor y sonrojo se convierte en circunspección analítica hacia el descubrimiento de nuestra propia desnudez. Los hombres de sus pinturas no muestran sus cuerpos desnudos porque les causa placer o porque simplemente ellos quieren estar desnudos… su desnudez es el reflejo de nuestro sentir, de ese sentimiento que nos hace reticentes y graves frente a nuestra propia gnosis del cuerpo humano en su plenitud y en la manera que nos relacionamos con nuestra piel y la de aquellos que nos rodean.

Quizás por eso, aquellos hombres despojados de toda vestimenta nos son tan familiares, tan cercanos. Sus desnudos parecen fantasmas del pasado, esotéricos recuerdos, que nos vulneran el alma y nos hacen descifrar nuestras más recónditas filigranas del subconsciente.

Las pinturas de nuestro artista emanan una intensidad dramática que atrae y retiene nuestra mirada, a veces se mezclan cierta fascinación o molestia en nosotros creando ciertos conflictos de apetencia y aversión. Pero aún así es imposible quitarles el ojo de encima, porque queremos ser participes de ese sueño, de esa pesadilla, tratamos de comprender lo que pasa en el lienzo, en las mentes de sus personajes,  examinamos las expresiones de las figuras, para conectar con lo que están experimentando. A veces, queremos estar ahí, para tomar parte en el ritual, de ese drama que parece ser el mismo drama que se desarrolla ante y en nosotros. 

Por Félix Esteves