Solo quiero ese abrazo
que me calme de mi espíritu el hambre.
El sonido de un leve ronquido
que arrulle mi espiga
que solitaria se yergue
en mis madrugadas.
Quiero ese aroma de
aliento nocturno
que embriague mi campo,
ahora yermo
que llueva sobre mí de
nuevo
garúa de mis mil
deseos
o como los torrenciales
que surgen en un
invierno feroz.
Quiero dormir… no a solas…
que importa que como
las estrellas
en la aurora también
se marche
que arrope mi sueño de
apego
que aunque con
mentiras alimente
esta vaga ilusión.
No quiero la carne
ni el beso lascivo
quiero el tierno abrazo
aquel que quieto y
sereno
aunque sea pagado… me llene
de amor.
Por Félix Esteves
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