sábado, 21 de enero de 2012

LA GUSANERA


Con tus lentes oscuros en la noche me entregue a ti sin saber quien eras. Se volaron mis pudores y mis cerraduras, tu mirada incierta fue de fuego, yo fui yesca. Quise ver tus ojos mientras me poseías, mirarme en tus pupilas, ver mi reflejo yaciendo de placer, quise besar tus labios pero así como te negaste a quitarte los lentes me privaste de tu boca que permanecía inmutable, era yo sólo el que gemía, el que jadeaba, el que gritaba, el que suplicaba “piedad” y rogaba por más. No sé cuánto tiempo estuvimos haciendo el amor, apenas se que después de media hora ya estaba extasiado, mi cuerpo entonces no era mío, era tuyo, completamente tuyo. Tú seguías explorando mis rincones, mis esquinas, mis montículos y mis cuevas, no hubo nada de mí que se salvara de tu hambre, pasaron varias lunas y seguías ultrajándome, quería parar tu lascivia, pero ya no era yo, era como un muñeco a la cual tu jugabas a tu antojo, me convertiste en trapo, en suciedad, en piltrafa… Por fin acabaste y una inundación fría me pobló por completo. Te mire mientras me ahogaba en tu seminal líquido que me llenaba por dentro y al mismo tiempo me cubría. Te aletargaste y aproveche en ese instante con la poca fuerza que me quedaba arrebatarte los lentes oscuros, dos cuencas vacías y profundas aparecieron y como en un abismo me vi cayendo en ellas, entonces reaccionaste y por fin tu boca se abrió y tocaron mis labios que se abrieron más por el susto que por recibir tu aliento, una lengua bífida, seca, escamosa se introdujo y expulso sus gusanos que desde entonces viven conmigo.

Desde aquellas noches no te veo. Ya no duermo, tus gusanos encuban por todo mi cuerpo, y van brotando nuevos gusanos de mis entrañas, de mi piel, por todo mi cuerpo; los he aprendido a querer y en las noches voy al cementerio a desenterrar cadáveres frescos para alimentar mi gusanera.

Por Félix Esteves

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