Todo comenzó como si nada. Una protesta débil para cambiar el uso de
internet. Poco a poco los ciudadanos se fueron convenciendo que lo mejor era
controlar la información que corría por la red. Se hizo un referéndum universal donde
salieron vencedores los conservadores casi por un ochenta por ciento. Se legislo el uso de internet. Más adelante
una nueva ley dispuso que sólo hubiera una computadora por familia. También regularon el uso de teléfonos celulares, más tarde,
pero no tanto, la televisión fue más que juzgada. Los libros así tomaron de
nuevo el lugar que les correspondía, pero no duro mucho tiempo, los
conservadores empezaron a rumiar sobre algunos contenidos de los libros, del
uso de ciertas palabras… las bibliotecas empezaron a cerrar sus puertas y las librerías
quedaron arruinadas ante tanto estupor y extraña moralidad. Muchos escritores
fueron encarcelados junto con otros profesionales de la palabra. Los
conservadores, que ya eran casi todos, encontraron un nuevo uso de la única sapiencia
que les quedaba, comenzaron a utilizar los libros como combustible, pues necesitaban
mucho fuego para quemar a los nuevos brujos y sus temibles y mágicos instrumentos.
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