La palabra
“homosexualidad” fue utilizada por primera vez a mediados del siglo XIX. Etimológicamente
homosexualidad proviene del griego ὁμο,
homo “igual”, y del latín sexus “sexo”. La homosexualidad es una orientación
sexual y se define como la interacción o atracción sexual, afectiva, emocional
y sentimental hacia individuos del mismo sexo.[1] El término homosexual nació de Karoly
M. Benkert en 1869, pero fue el libro Psychopathia Sexualis de Richard Freiherr
von Krafft-Ebing el que popularizó el concepto en 1886.
Aunque el
término y la misma homosexualidad han generado muchos
debates y estudios, entre ellos médicos, antropológicos y sociales, han
ocasionado un debate filosófico que va desde “El Simposio” de Platón hasta la “teoría
queer”[2]
contemporánea. La historia de las formas en que cada cultura o pueblo intenta
comprender la atracción del mismo sexo es importante para los temas filosóficos
suscitados por esas mismas formas de comprender; por lo tanto, es necesario
reseñar brevemente algo de la historia social de la homosexualidad.
Un poco de Historia Reciente.
En los siglos XVIII
y XIX el sello claramente teológico ya no era dominante para el discurso sobre
la atracción del mismo sexo. En su lugar se volvieron cada vez más comunes los
argumentos e interpretaciones seculares. El siglo XVIII nos trajo la Era de la
Razón o Las Luces y con ella un nueva forma de ver la vida, ya Dios ni el
pensamiento religioso era importante para determinar la sexualidad, así el
dominio secular que probablemente tuvo más importancia en el discurrir sobre
homosexualidad fue la medicina, que incluía a la psicología.
Las cortes
convocaban a médicos para examinar a los acusados de crímenes sexuales, no se
buscaba el juicio divino, la ciencia y la razón eran los nuevas herramientas de
los juzgados. Al mismo tiempo, el incremento en las tasas de escolaridad y en
el promedio de tiempo que se pasaba en la escuela redujo el contacto
intergeneracional y esto supeditó también la reducción de la frecuencia del
sexo intergeneracional y se hizo más habitual que las relaciones del mismo sexo
se dieran entre personas de aproximadamente la misma edad.
El aumento de la
reputación de la medicina arrancó en parte de que la ciencia se hizo cada vez
más capaz de explicar los fenómenos naturales a través del “mecanicismo”.[3] La aplicación de este pensamiento a
los seres humanos condujo a explicar la sexualidad como algo innato o impulsado
biológicamente. Desde ese punto la sodomía, como se le decía en aquel entonces,
no se observo como una conducta amoral,
y se dejó paso a la idea “mecanicista” de que la homosexualidad es una
característica profunda y no elegida de las personas, y que obedece a la
biología. En lugar de defender que los actos específicos concretaban a la
persona, como lo hacía la visión medieval, a la categoría moderna de
“homosexual” se le adscribió una dotación íntegra de rasgos físicos y mentales,
generalmente descrita como en cierto modo defectuosa o patológica.
Aunque había
precursores históricos de estas ideas como Aristóteles que le dio una
explicación fisiológica de la
homosexualidad pasiva:
“En uno de los problemas atribuidos a Aristóteles se
pregunta por las razones del placer sexual experimentado por algunos hombres en
las relaciones pasivas. Rápidamente aflora que estos individuos sufren un
defecto congénito en los órganos sexuales: su esperma, que no puede ser
expulsado debido a la atrofia de los órganos, se concentra en la región del
ano, como les ocurre a las mujeres; y esta concentración provoca el deseo de
gozar en relaciones pasivas.”[4]
La medicina de
aquel entonces les dio mayor exposición
y credibilidad públicas a estas teorías y como se creyó que la
homosexualidad no es elegida, tenía
menos sentido criminalizarla. Pero no todo fue color de rosa, pues la
homosexualidad se empezó a ver como un estado mental enfermo o patológico. Como
secuela los médicos, especialmente los psiquiatras, hicieron campaña por la
derogación de las penalizaciones criminales en relación con la sodomía homosexual
consensual y al mismo tiempo intervinieron para “rehabilitar” a los
homosexuales.
En el siglo XX los roles
sexuales fueron redefinidos una vez más. Las relaciones premaritales lentamente
se volvieron más comunes y eventualmente llegaron a ser aceptables. Con la
declinación de las prohibiciones al sexo por placer, incluso fuera del
matrimonio, se hizo más difícil construir argumentaciones contra el sexo gay.
Estas tendencias fueron especialmente fuertes en la década del sesenta y fue en
este contexto que el movimiento de liberación gay comenzó su arduo viaje. Los
grupos de derechos gays y lésbicos ya llevaban décadas de existencia, ya desde
finales del siglo XIX habían ciertos grupos que manifestaban su compromiso
social y médico sobre el tema, no obstante la Segunda Guerra Mundial opaco y
desintegro a estos movimientos y los que se dieron inmediatamente después de
1945 no dieron frutos inmediatos.
Fue solo hasta el 28
de junio de 1969, cuando los clientes de un bar gay del Greenwich Village de
Nueva York, el Stonewall Inn, iniciaron una revuelta después de una incursión
policial. Como consecuencia de ese evento comenzaron a organizarse grupos gays
y lésbicos en toda Norteamérica y el mundo. Las grandes comunidades gays
urbanas se volvieron habituales en las ciudades. La homosexualidad dejó de ser
una enfermedad y la Asociación Psiquiátrica Norteamericana (American
Psychiatric Association, APA) borró a la homosexualidad de su listado oficial
de desórdenes mentales:
“En 1973 la Asociación Americana de Psiquiatría (APA)
decidió eliminar la homosexualidad del ‘Manual de Diagnóstico de los trastornos
mentales’ (DSM) y urgió a rechazar toda legislación discriminatoria contra gays
y lesbianas. La acción vino motivada tras una completa revisión científica
sobre el tema. Éste sólo fue el primer paso de un lento proceso de cambio que
tardaría en llegar al resto del mundo, pues hubo que esperar aún dos décadas,
hasta 1990, para que la Organización Mundial de la Salud (OMS), retirara la
homosexualidad de su lista de enfermedades mentales.”[5]
La visibilidad
incrementada de gays y lesbianas se ha vuelto un rasgo permanente de la vida, cada
vez son más los países que legalizan la homosexualidad y la comunidad LGBT gana
terreno en la búsqueda de sus derechos civiles. En muchos países se acepta el
matrimonio gay y las familias homoparentales. No podemos negar que la epidemia
del SIDA trajo algún retroceso, pero el movimiento gay ha dado grandes pasos a
finales del siglo XX y este nuevo siglo ha abierto muchas puertas a los
homosexuales, falta mucho por lograr y por que luchar, como derogar las leyes
antisodomítas y garantizar la igualdad legal en relación con gays y lesbianas
en muchos países.
La Homosexualidad y Ley Natural.
En la actualidad la
teoría de la ley natural ofrece el resguardo y la defensa intelectual más habitual
y usual que se utiliza para demostrar y justificar el dar tratamiento
diferencial a gays y lesbianas. El desarrollo de la ley natural es una historia
extensa y compleja, por lo tanto se nos hace necesario abrir el tema con su
concepto:
“La ley natural es un orden normativo armónico (o
sistemático) y unas relaciones de interdependencia derivadas de él, a los que
todos los seres visibles están ligados por el mero hecho de existir. Dentro de
este encontramos las nociones de orden, interrelación y armonía. Una ley
natural también se puede definir como la ley que crea la naturaleza de
cualquier cosa para protegerse de lo que amenace su tranquilidad en su
entorno.”[6]
Para Francisco-Manuel
Nácher la ley natural es:
… “la existencia de una sucesión de hechos, entrelazados,
en series sucesivas, de modo que unos siguen a otros inevitablemente. Al no ser
un mandato, la Ley Natural no castiga, ni su infracción es delito. Y, al no ser
humana, no se puede infringir. Y, al no prever castigos, no hay que considerar
como tales los efectos de su no observación. Porque, la Ley Natural, o se
observa y todo va bien, o se infringe, y acaecen los efectos previstos por ella
para esa no observación, y entonces surgen el dolor, el sufrimiento, las
desgracias, las enfermedades, etc. Pero, no como castigo previsto, sino como
consecuencia inevitable, incluída ya en su semilla, que era el quebrantamiento
de la ley.”[7]
No obstante podemos
discernir mejor sobre Homosexualidad y ley natural partiendo de los Diálogos de
Platón, porque es allí donde resultan moduladas y enunciadas por primera vez
algunas de sus ideas medulares y lo que es muy significativo se las emplea y
designa incontinenti al dominio sexual.
Para los sofistas,
el mundo humano es el reino de la conformidad y el cambio, y no la verdad moral
inmutable. En oposición, Platón deducía y alegaba que las verdades inmutables
subyacen en el flujo del mundo material. La realidad, incluyendo las verdades
morales eternas, es asunto de physis. Aunque es evidente que hay un grado
amplio de variedad en las convenciones de una ciudad a la otra, sigue todavía
existiendo un estándar no escrito, o ley, bajo el cual deben vivir los seres
humanos.
En las Leyes,
Platón aplica al sexo la idea de una ley natural fija, y adopta una línea de
pensamiento mucho más severa que la que sigue en el Simposio o el Fedro. En el
Libro Primero escribe que los actos sexuales del sexo opuesto causan placer por
naturaleza, en tanto que la sexualidad del mismo sexo es “antinatural”:
“A la naturaleza femenina y a la varonil parece haberles
sido entregado un placer natural para que se unan para la generación, pero la
unión de los varones con los varones y de las mujeres con las mujeres es la
primera osadía por la incontinencia del deseo”[8]
En el Libro Octavo,
se considera que se dicte legislación que prohíba los actos homosexuales, la
masturbación y el sexo procreativo ilegítimo. Después afirma que esta ley está
de acuerdo con la naturaleza. Probablemente el mejor modo de entender el modo
de discurrir de Platón aquí es en el contexto de su interés general por la
parte apetitiva del alma y por averiguar cuál es el mejor modo de controlarla.
Platón ve con claridad que las pasiones del mismo sexo son especialmente
fuertes y por lo tanto particularmente problemáticas. Pero Platón parece
contradecirse porque en el Simposio esa atracción erótica puede ser la base de
una vida dedicada a la filosofía:
“Por lo que sé, no hay mayor bendición para un hombre
joven que está empezando a vivir que un amante virtuoso, o para un amante que
un joven amado. Por principio, digo que ningún lazo, honor, riqueza ni ninguna
otra cosa es digno de implantarse como el amor. ¿De qué estoy hablando? Del
sentido de honor y del deshonor, sin el cual ningún estado o individuo podría
haber hecho alguna labor buena o grande... Y si pudiera inventarse algo para
que un estado o un ejército se compusiera de los amantes y sus amados, serían
los mejores gobernantes de sus ciudades, corrigiéndose sus defectos y emulando
sus virtudes, y es una exageración pequeña decir que si lucharan los unos junto
a los otros, aunque fuera solo con las manos, conseguirían conquistar el
mundo.”[9]
Otros personajes
jugaron un papel importante en el desarrollo de la teoría de la ley natural.
Aristóteles, con su énfasis en la razón como la función distintiva del ser
humano, y los estoicos, con su énfasis en que los seres humanos son parte del
orden natural del cosmos, ayudaron ambos a dar forma a la perspectiva de la ley
natural que dice que la verdadera ley es la justa razón en acuerdo con la
naturaleza. Aristóteles admitía que el cambio se producía en concordancia con
la naturaleza y por lo tanto el modo mismo en que se corporizaba la ley natural
podía cambiar con el tiempo; más tarde Santo Tomás de Aquino incorporó esta
idea en su propia teoría de la ley natural. Aristóteles no escribió mucho sobre
temas sexuales, porque estaba menos preocupado que Platón con los apetitos.
Probablemente la mejor reconstrucción de sus ideas lo coloca dentro de la
opinión dominante y aceptada de la sociedad griega; el tema principal es el del
rol activo versus el rol pasivo y solamente este último era problemático para
los que o bien ya son ciudadanos o bien llegarán a serlo.
Zenón, el fundador
del estoicismo, de acuerdo con sus contemporáneos, solamente se sintió atraído
por los hombres, y su pensamiento no incluyó prohibiciones contra la sexualidad
del mismo sexo. En contraste, Cicerón, un estoico posterior, era desdeñoso en
relación con la sexualidad en general y reservaba algunas observaciones más
ásperas para el interés por el propio sexo.
La más prestigiosa
formulación de la teoría de la ley natural fue la de Santo Tomás de Aquino (siglo
XIII) que constituyó el abordaje aristotélico con la teología cristiana y así
enfatizó la centralidad de ciertos bienes humanos. Sin bien Santo Tomás no
escribió mucho sobre las relaciones del mismo sexo, sí lo hizo extensamente
sobre varios actos sexuales que consideraba pecados.
Para Santo Tomás,
la sexualidad que se da dentro del casamiento y que ayuda a suscitar lo que él discurre
como los bienes distintivos del casamiento, que son el amor, la compañía y la
descendencia legítima, era permisible e incluso buena. Santo Tomás no argumentó
sobre si la procreación era una parte necesaria de la moral o si era
simplemente sexo; para este filosofo cristiano las parejas casadas podían
disfrutar del sexo sin tener como motivo principal el tener hijos, y el sexo en
los matrimonios donde un integrante es estéril, también es potencialmente
justo, pues el motivo esencial es expresar amor. Tal como lo afirma la
siguiente cita:
“San Agustín es consciente no sólo de la ordenación
procreativa del matrimonio, sino también de su valor unitivo”… “La bondad y
valor de la fidelidad es obvio. ‘Tú eres único para mí’: es la primera
afirmación verdaderamente personalizada del amor conyugal, que es un eco de las
palabras que Dios dirige a cada hombre”... “La bondad y valor del vínculo
indisoluble resulta también claro: poseer un hogar y un refugio estables; saber
que el mutuo pertenecerse ha de durar toda la vida. Todo esto resulta natural y
altamente atrayente para la persona humana”…[10]
En este contexto
Santo Tomás no descarta necesariamente el sexo homosexual. Por ejemplo, si un
tomista tomara partido por el casamiento del mismo sexo, podría después
aplicarle el mismo razonamiento, simplemente considerando que la pareja es
reproductivamente estéril, pero que sigue siendo una unión plena de amor y
compañerismo.
Pero Santo Tomas
sólo habla de la copulación vaginal y del sexo generativo. La secuela de esta
adición es descartar la posibilidad de que el sexo homosexual pudiera en ningún
caso ser moral, incluso si se hiciera dentro de un casamiento amoroso, además
de prohibir a las parejas casadas de sexos opuestos cualquier sexo no vaginal. No
obstante Santo Tomás admite que las reglas morales son muy amplias y que, al
aplicarse a los individuos, pueden variar considerablemente, ya que también la
naturaleza de las personas varía hasta cierto punto. Es decir que, como Santo
Tomás admite que las naturalezas de los individuos varían, puede simplemente argüir
que uno está, por naturaleza, emocional y físicamente atraído a personas del
mismo género que uno y que por lo tanto buscar relaciones del mismo sexo es
“natural”. Desgraciadamente, Santo Tomás no describe cuál es la justificación
de su requerimiento generativo.
Para algunos
filósofos actuales, que defienden el requerimiento del “tipo generativo” hecho
por Santo Tomás, han intentado seguir un par de líneas de demonstración
diferentes. La primera es aseverar que los actos sexuales que implican o bien
homosexualidad o sodomía heterosexual o que usan la contraconcepción frustran
el propósito de los órganos sexuales, que es el reproductivo. Este argumento es
llamado el “argumento de la facultad pervertida” según John Finnis. Tal
argumentación explica:
…“visión monolítica donde hay acciones malas simplemente
porque no son naturales, entendiéndose por no natural lo que viola los
principios del funcionamiento biológico humano. Por ejemplo, sin vida biológica
no hay ser humano, por tanto cualquier interferencia al curso libre de la vida
biológica humana -matar a alguien con electroencefalograma plano, abortar-
sería malo se mire como se mire. Otro ejemplo parecido es sobre la conducta
sexual: aunque la conducta sexual pueda dar placer no sería para el placer,
sino una forma de llevar a la procreación humana que, según esta posición,
sería el objetivo de la conducta sexual. Por tanto, el sexo solo podría
ejercerse para la procreación. Pero esta forma de entender el Derecho natural
hace depender la conducta ética del aspecto biológico cuando, en sus orígenes,
la teoría del Derecho natural subrayaba la racionalidad humana por encima de la
biología.”[11]
Sin embargo los
mejores defensores recientes del abordaje tomístico de la ley natural están
intentando superar esa visión monolítica. Pero, si sus argumentaciones fallan
estos estudiosos deberán admitir que algunos actos sexuales homosexuales son
moralmente permisibles, incluso positivamente buenos, aunque todavía tendrán
recursos para argumentar en contra del sexo gay o heterosexual casual.
La segunda
argumentación que ofrecen varios teóricos contemporáneos de la ley natural
varían, pero los elementos comunes son fuertes. Como todos son tomistas, también
son católicos y su tesis se apoya en gran medida en una enumeración de los
bienes humanos. Los dos que más importan para argumentar contra el sexo
homosexual (aunque no contra la homosexualidad como orientación a partir de la
cual no se actúa; por tanto, en esto tales teóricos siguen la doctrina oficial
católica) son la integración personal y el casamiento. La integración personal,
en esta visión, es la idea de que los seres humanos, como agentes, necesitan
integración entre sus intenciones en cuanto agentes y sus yos corporizados. Por
esto, usar el cuerpo de uno u otro como un mero medio para el propio placer,
como argumentan que sucede con la masturbación, causa “desintegración” del yo.
Esto es, la intención de uno entonces es solamente usar un cuerpo (el propio o
el de otro) como medio para el fin del placer y esto va en detrimento de la
integración personal.
No obstante, se podría
objetar fácilmente que dos personas del mismo sexo envueltas en unión sexual no
implican necesariamente ningún tipo de “uso” del otro como mero medio para el
propio placer. Por lo tanto, los teóricos de la ley natural responden que la
unión sexual en el contexto de la realización del casamiento en cuanto
importante bien humano es la única expresión permisible de la sexualidad. Sin
embargo, este razonamiento requiere especificar cómo y por qué el casamiento es
un bien importante de un modo tan particular, ya que pone la procreación en el
corazón del casamiento, afirmando que es su “completitud natural”.
Los teóricos de la
ley natural, si quieren dar bases a su objeción contra el sexo homosexual,
tienen que enfatizar la procreación. Si, por ejemplo, colocaran en el centro
del casamiento el amor y el apoyo mutuo para el florecimiento humano, resulta
claro que muchas parejas del mismo sexo cumplirían con este requisito. Por lo
tanto, sus actos sexuales serían moralmente justos.
Pero existen varias
objeciones que se presentan contra esta explicación, que sostiene que el
casamiento es un bien humano central. Una es que al colocar la procreación como
la “completitud natural” del casamiento, los casamientos estériles quedan por
ello denigrados.
El sexo en un casamiento
entre sexos opuestos donde los integrantes saben que uno es estéril o que ambos
lo son no se ejecuta para la procreación. Y sin embargo con certeza no es malo.
¿Por qué, entonces, el sexo homosexual en el mismo contexto de largo tiempo
estaría mal?
La respuesta de la
ley natural es que mientras la relación vaginal es un acto sexual
potencialmente procreativo, considerado en sí mismo, aunque se admite la
posibilidad de que pueda ser imposible para una pareja en particular, los actos
sexuales orales y anales nunca son potencialmente procreativos, sean
homosexuales o heterosexuales.
¿Pero es esta
distinción biológica también relevante en lo moral y del modo que los teóricos
de la ley natural presumen que lo es?
Los teóricos de la
ley natural, en sus lidias sobre estos temas, parecen fluctuar entre dos
posturas. Por un lado, quieren defender un ideal de casamiento como unión
amorosa donde dos personas se comprometen a su florecimiento mutuo y en la que
el sexo es un complemento de ese ideal. Sin embargo esto abre la posibilidad de
sexo gay permisible, o de sodomía heterosexual, y ellos desean oponerse a ambas
cosas. Así que tienden a defender una explicación de la sexualidad que parece
ser crudamente reduccionista, en la que se acentúa la procreación hasta el
punto de que literalmente resulta imposible permitir un orgasmo de varón en
cualquier lado excepto en la vagina de la propia cónyuge amorosa.
En la actualidad,
la teoría de la ley natural ha hecho consentimientos y aprobaciones significativas
al pensamiento liberal aceptado por la mayoría. La mayoría de los teóricos
contemporáneos de la ley natural argumentan en favor de poner límites al poder
gubernamental y no creen que intentar prevenir todos los hechos moralmente
malos deba ser interés del estado. Pero a pesar de todo, ellos siguen
argumentando contra la homosexualidad y contra las protecciones legales de gays
y lesbianas en términos de empleo y alojamiento e incluso llegan al punto de
prestar testimonio como testigos expertos en casos judiciales o ayudar a
redactar informes de amicus curiae[12]
y también argumentan en contra del casamiento del mismo sexo.
La Construcción Social de la Sexualidad y la
Teoría Queer.
Con el fenómeno del movimiento de liberación gay en los setenta del
siglo pasado, comenzaron a exponerse en la política, la filosofía y la teoría
literaria, perspectivas abiertamente gays y lésbicas. Originalmente a menudo
estaban explícitamente vinculadas con los análisis feministas del patriarcado o
con otros abordajes teóricos más tempranos. Sin embargo, en los últimos años de
la década de 1980 y en los primeros de la década del noventa se desarrolló la
teoría queer, aunque existen antecedentes obviamente importantes que hacen
difícil fecharla con precisión.
La teoría queer es una hipótesis sobre el género que afirma que la
orientación sexual y la identidad sexual o de género de las personas son el
resultado de una construcción social y que, por lo tanto, no existen papeles
sexuales esenciales o biológicamente inscritos en la naturaleza humana, sino
formas socialmente variables de desempeñar uno o varios papeles sexuales.[13]
Esta transpostmoderna teoría difiere de la teoría de liberación gay temprana en
varios aspectos, pero se puede percibir una importante diferencia inicial en
las razones por las que se elige el término queer como alternativa a “gay y
lésbico”. Por ejemplo, algunas versiones de la teoría lésbica retrataban la
esencia de la identidad y sexualidad de las lesbianas en términos muy
específicos: se la pintaba como no jerárquica, consensual, y, en términos
específicos de sexualidad, como no necesariamente enfocada en los genitales.
Las lesbianas que construían sus argumentaciones a partir de este marco
teórico, por ejemplo, muy bien podrían haber criticado a los teóricos de la ley
natural por inscribir en la propia “ley de la naturaleza” una sexualidad
esencialmente de varón, concentrada y centrada en los genitales, la penetración
y el estatus del orgasmo varonil, ya que los teóricos de la ley natural nunca
mencionan los orgasmos de la mujer.
Este abordaje, basado en caracterizaciones de la identidad y la
sexualidad “lésbica” y “gay” presenta sin embargo tres dificultades.
En primer lugar, es evidente que aunque la meta sea criticar al régimen
heterosexista porque excluye y marginaliza a aquellos cuya sexualidad es
diferente, cualquier explicación específica o “esencialista” de la sexualidad
gay o lésbica surte el mismo efecto. Si nos quedarnos con el ejemplo presentado
más arriba acerca de la conceptualización específica de la identidad lésbica,
vemos que denigra a las mujeres que sexual y emocionalmente se sienten atraídas
a otras mujeres, pero que no encajan en la descripción.
Un segundo problema es que al colocar tal énfasis sobre el género de la
propia pareja sexual o parejas, se marginalizan otras importantes fuentes de
identidad, tales como la raza y la etnicidad. Por ejemplo, para una lesbiana
negra lo que tiene máxima importancia es su lesbianismo y no su raza. Muchos
gays y lesbianas de color atacaron este abordaje, acusándolo de reinscribir una
identidad esencialmente blanca en el centro mismo de la identidad gay o lésbica.
El problema tercero y final que enfrenta el abordaje de la liberación
gay es que a menudo parece tomar la propia categoría de “identidad’” como algo
no problemático y no histórico. Sin embargo, esta visión, en gran parte a causa
de los argumentos desarrollados dentro del pos-estructuralismo, parece ser cada
vez más insostenible. La figura clave en el ataque contra la identidad en cuanto
ente ahistórico es Michel Foucault.
Foucault en una serie de obras se dedicó a analizar la historia de la
sexualidad desde la Antigua Grecia hasta la edad moderna y en dichos estudios
ataca la idea de que identidades sexuales tales como la homosexualidad, la
heterosexualidad o la bisexualidad tengan cualquier existencia objetiva. Dice,
en su lugar, que son construcciones sociales. Un argumento frecuente es que la
homosexualidad premoderna era diferente de la homosexualidad moderna, pues era
estructurada por edad, por sexo o por clase, en vez de igualitaria. No
obstante, los críticos contestaron que, aunque la homosexualidad de épocas
distintas haya tenido rasgos distintos, el fenómeno básico ha existido siempre
y no es una creación de la sociedad actual.
El trabajo de Michel Foucault fue segado trágicamente por su muerte en
1984 por complicaciones surgidas del SIDA, pero Foucault hizo una pronunciada
formulación que mostró qué intensamente pueden variar las formas de comprender
la sexualidad a lo largo del tiempo y el espacio, y sus argumentos e hipótesis han
resultado tener mucha influencia en la teorización gay y lésbica en general, y
en la teoría queer en particular.
Pero ¿Qué es la Construcción Social de la Sexualidad? Según Jeffrey Weeks:
"Las posibilidades
eróticas del animal humano, su capacidad de ternura, intimidad y placer nunca
pueden ser expresadas ‘espontáneamente’, sin transformaciones muy complejas: se
organizan en una intrincada red de creencias, conceptos y actividades sociales,
en una historia compleja y cambiante".[14]
Las prácticas
sexuales constituyen un producto histórico y social, y son un producto
altamente específico de nuestras relaciones sociales, mucho más que una
consecuencia universal de nuestra biología común. La sociedad opera como el
principio indispensable de producción de conductas sexuales, y de las
significaciones que les están ligadas.
La experiencia
subjetiva de la vida sexual es un producto de los significados y símbolos
intersubjetivos, asociados con la sexualidad en diferentes situaciones sociales
y culturales. De este modo, la sexualidad es una experiencia histórica y
personal, a la vez.
La fisiología y la
morfología del cuerpo proporcionan las condiciones previas para la sexualidad
humana. La biología condiciona y limita lo que es posible: pero no es la causa
de las formas de vida sexual. Así las diferencias fisiológicas entre hombres y
mujeres son importantes; pero en sí mismas, ellas no determinan qué o quién
seremos, tanto en nuestra identidad personal como social excepto por el hecho
de que las sociedades tienen tradiciones e instituciones que imponen
conformidad. Los cuerpos y la sexualidad no tienen significados intrínsecos
sino que se debe concebir como un conjunto de creencias, relaciones e
identidades históricamente conformadas y socialmente construidas. Las culturas
han creado un lazo entre la identidad genérica y la sexual, pero este lazo es
histórico.
Weeks dice además:
“No quiero negar la importancia de la
biología. La filosofía y la morfología del cuerpo proporcionan las condiciones
previas para la sexualidad humana. La
biología condiciona y limita lo que es posible. Pero no es la causa de las
formas de vida sexual. No podemos reducir la conducta humana al funcionamiento
misterioso del ADN o a lo que dos escritores contemporáneos recientemente
denominaron ‘la danza de los cromosomas’. Prefiero ver en la biología una serie
de potenciales que se transforman y adquieren significado sólo en las
relaciones sociales. La conciencia y la historia humanas son fenómenos muy
complejos.”… “Ya no podemos hablar de ‘el sexo’ y ‘la sociedad’ como si
fuesen campos separados.”[15]
Pero veamos de
nuevo un poco de historia y para
no prejuzgar en el tema de socio-construccionismo versus esencialismo tenemos
que evitar aplicar el término “homosexual” a las eras antigua o medieval. En la
antigua Grecia el género de la pareja o parejas de uno no era importante, y en
cambio sí era importante determinar si uno tomaba el papel activo o el pasivo. Más adelante, en la visión medieval, un “sodomita” era una persona que
sucumbía a la tentación y se veía envuelto en ciertos actos sexuales no
procreativos. Aunque el género de la pareja era más importante que en el enfoque
de la Antigüedad, el señalamiento teológico acentuaba énfasis en la dicotomía
pecado versus abstenerse-del-pecado.
Con la llegada de la idea de “homosexualidad” en la era moderna, una
persona es ubicada en una categoría específica incluso si uno no actúa
siguiendo esas inclinaciones. Entonces, ¿Qué es la sexualidad común, natural,
expresada a lo largo de estas tres muy diferentes culturas?
La respuesta del socioconstruccionismo es que no existe sexualidad
“natural”; todas las comprensiones del sexo se construyen dentro de y son
mediadas por comprensiones culturales. Los ejemplos pueden ser llevados mucho
más lejos al incorporar datos antropológicos ajenos a la tradición occidental.
Al decir que la sexualidad es una construcción social, estos teóricos no
están diciendo que estas comprensiones no sean reales. Como las personas
también son construcciones de sus culturas, en esta perspectiva, se nos
construye en estas categorías. Por lo tanto hoy en día las personas por
supuesto se entienden a sí mismas como héteros o gays o quizás bisexuales, y es
muy difícil salirse de estas categorías, incluso cuando uno llega a verlas como
las construcciones históricas que son.
La teoría gay lésbica fue así comparada y cotejada con tres problemas indicadores,
todos los cuales involucran conflictos con la noción de “identidad”. La teoría
queer por tanto nació en parte como un intento de superarlos. En discordancia
con gay o lesbiana, “queer”, según se arguye, no se refiere a una esencia, sea
de naturaleza sexual o no. En lugar de eso, es puramente relacional, ya que se
postula como un término indefinido que recibe su significado justamente de ser
lo que está fuera de la norma, sea como sea que pueda detallar esa norma misma.
Como dice David Halperin:
“Queer is … whatever
is at odds with the normal, the legitimate, the dominant. There is nothing in
particular to which it necessarily refers. It is an identity without an
essence”[16]
“Queer es… cualquier cosa que vaya o sea contrario a lo normal, lo
legítimo, lo dominante. No hay nada en particular a lo que se refiera
necesariamente. Es una identidad sin una esencia”.[17]
Entonces podemos decir que al faltarle toda esencia, lo queer no marginaliza a
aquellos cuya sexualidad está fuera de las normas gays o lésbicas, tales como
los leather, los sadomasoquistas, las camioneras, bears, transexuales, es decir entra todo aquello que
la norma heterosexual a marginado:
… “la teoría queer rechaza la
clasificación de los individuos en categorías universales”… “las cuales
considera que están sujetas a restricciones conceptuales propias de la cultura
heterosexual y sostiene que éstas realmente esconden un número enorme de
variaciones culturales, ninguna de las cuales sería más fundamental o natural
que las otras.”[18]
Como lo “queer” evita las conceptualizaciones específicas de la
sexualidad, permite mucha más libertad de autoidentificación para que así, por
ejemplo, las lesbianas negras se identifiquen con su raza tanto o más que con
el lesbianismo, o que los hombres bears se identifiquen más con su contextura
que con su homosexualidad y esto se aplica a todo otro rasgo. En conclusión,
incorpora las ideas base del post-estructuralismo sobre las dificultades de anexar,
adjuntar y abscribir cualquier esencia o aspecto no histórico a la identidad.
Esta hecho básico de los teóricos queer que las categorías e identidades
son todas construcciones sociales y no entes dados a nosotros por natura, abre
una cantidad de posibilidades de análisis. Los teóricos queer creen que al
poner etiquetas tales como gay, hétero, cómo las ideas fundamentales del género
y del sexo, que parecen tan naturales y evidentes por sí mismas son construidas
y reforzadas a través de las acciones cotidianas, y muestran que esto ocurre en
modos que privilegian a la heterosexualidad. Para los “queer” todas las
identidades son anómalas y construcciones sociales.
Como la suma de los argumentos anti-gay y anti-lésbicos se fundamentan sobre
la hipotética naturalidad de la heterosexualidad, los ideólogos queer tratan de
mostrar cómo estas categorías en sí mismas son construcciones profundamente
sociales. Por ejemplo, en un ensayo contra el matrimonio gay, “Against
Homosexual Marriage”[19]
de James Q. Wilson, el sociólogo sostiene que los hombres gay tienen una gran
tendencia a ser promiscuos. En contraste, presenta al casamiento monógamo y
amoroso como la condición natural de la heterosexualidad.
En su retrograda argumentación, Wilson, requiere una disyunción radical
entre la heterosexualidad y la homosexualidad. Si la “gaytud” (gayness) es
radicalmente diferente, es legítimo suprimirla. Wilson tiene la audacia de ser
directo en este elemento de su argumentación; se manifiesta en contra de “la
imposición política de la tolerancia” en relación con gays y lesbianas.
En defensa, los ideólogos o filósofos queer suspenden la consideración, al menos
temporariamente, de la verdad y la falsedad. En su lugar, el análisis se encauza
en la función social del discurso. Este enfoque revela que ocultada debajo de
la obra de Wilson y otras obras anti-gays hay una significativa jugada
epistemológica. Como la heterosexualidad es la condición natural, es un lugar
sobre el que se habla, pero sobre el que no se indaga. En contraste con ello,
la homosexualidad es la aberración y por tanto necesita ser estudiada, pero no
es un lugar de autoridad desde el que uno pueda hablar. En virtud de este privilegio
hétero, a Wilson se le confiere la voz del experto imparcial y de espíritu
justo.
No obstante, como lo demuestra la
historia, hay suspensiones sorprendentes en las formas de comprender la
sexualidad, y esto es verdad hasta el punto de que, de acuerdo con los teóricos
queer, no deberíamos pensar que la sexualidad tienen ninguna naturaleza en
particular. El teórico queer va deshaciendo el enamoramiento con cualquier
concepción específica de la sexualidad, y así abre paso a las forma marginalizadas.
La teoría queer ha sido criticada en una infinidad de modos. Un conjunto
de críticas viene de teóricos que sienten simpatía por la liberación gay
concebida como proyecto de cambio social radical. Una crítica inicial y más
importantes es que precisamente porque “queer” no se refiere a ningún estatus
sexual o elección de objeto genérico específicos, les quita a gays y lesbianas
la distintividad que los hace marginales.
La teoría queer también recibe críticas de parte de los que rechazan la
deseabilidad del cambio social radical. Por ejemplo, los gays y lesbianas conservadores
han criticado al abordaje queer argumentando que sería desastrosamente contraproducente.
Si “queer” sigue teniendo su connotación de algo perverso y a contramano de la
mayoría de la sociedad, que es precisamente lo que desean la mayoría de los
teóricos queer, parecería que solamente sirve para dar validez a los ataques
contra gays y lesbianas montados por los conservadores.
Para Terminar…
Los debates sobre la homosexualidad tienden a mostrarse agudamente
polarizados. Las personas que más se ocupan de la homosexualidad, positiva o
negativamente, son también las más comprometidas con el tema, y de un lado
están los teóricos de la ley natural, que argumentan a favor de que se mantenga
a gays y lesbianas en un estatus legal reducido, y del otro los teóricos queer,
que emprenden la crítica y reconstrucción de lo que ven como un régimen
heterosexista.
Sin embargo, unos y otros no dialogan lo suficiente, y cuando lo hacen
parece que solo arguyen se gritan pero no llegan nunca a acuerdos o similitudes
teóricas.
En lo personal creo que todos tenemos el “Derecho Natural” de amar y
elegir como objeto de nuestro afecto y de deseo a la personas que queremos.
Desgraciadamente, la norma, la moral y la ética en la actualidad están hechas y
sostenidas sobre la heterosexualidad. Pero creo profundamente que las
relaciones gay y lésbicas pueden hacer reales los mismos bienes que se hacen
reales en las relaciones heterosexuales.
Todos somos humanos, ciudadanos del mundo, tenemos las mismas
necesidades, y por lo tanto debemos ser tratados como iguales, sin
discriminación. Todos tenemos el derecho
a la plena igualdad legal, lo que es bueno para los heterosexuales es bueno
para los gays y lesbianas. Sin embargo, como lo anterior lo muestra claramente,
los combates políticos y legales que rodean a la homosexualidad involucran
temas fundamentales de moralidad y justicia, y muchas veces sus teorías y
discusiones están llenas de identidad e historias personales que envuelve todo
en polarizaciones muy profundas que a veces no llegan a nada.
Por Félix Esteves
[3] Sistema biológico y médico que pretende explicar los fenómenos vitales
por las leyes de la mecánica de los cuerpos inorgánicos.
[14] Moncrieff, Henry. Sexualidad y sociedad moderna: el saber de que aún
no somos del todo “libres” / En : A parte reí, Revista de Filosofía. Marzo
2007. – p. 1,2.
[15] Weeks , Jeffrey. La
invención de la sexualidad / En: Sexualidad. – México: Paidos-UNAM, 1998.—p.
63.
[16] Halperin, David M. Saint Foucault: Towards a
Gay Hagiography / New York: Oxford University Press, 1995.—p. 62
excelentes ts publicaciones................................
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