Asi llegaron cientos de perlas a sus manos en un solo día, a penas en un mes de su estadía logro almacenar dos barriles de blancas perlas que consumo cuidado iba tejiendo cada hora, cada día. Pasaron dos años y la mujer convertida en una tirana obligaba a sumergir hasta niños en las profundas y azules aguas con la misma intención de su alocada psicosis perlífera. No se cansaba de tejer y tejer las perlas, y no se daba cuenta que poco a poco el peso de las albinas y níveas piedrecitas iban hundiendo la isla, y que además los cansados iceberg contribuían a que las aguas crecieran y comieran cada segundo más arena, más tierra. Pero lo que más deterioraba la estabilidad de la isla era que por cada perla tejida la condesa arrojaba una lágrima que al juntarse de las nacarinas y argentinas perlas tropicales se convertían en otra perla de igual valor.
Una pequeña presentación
Los Mínimos y Máximos de Félix Esteves es una casa, un hogar, construido con amor, esfuerzo, dedicación y hasta con aburrimiento. Tiene muchas puertas donde todos pueden entrar. Tiene muchas habitaciones, donde de seguro en algunas podrás sentirte cómodo, y en otras, tal vez contrariado y hasta… por qué no… molesto. Sin embargo su propósito no es agradar ni molestar, no es ganar amigos ni enemigos… de todas maneras ambos son bienvenidos; su fin es mostrar y demostrar lo variopinto de una mirada, la pluralidad de una cosmogonía a través de mi “micromundo”, de lo exterior visto y sentido desde mi interioridad… es un grito contra la discriminación, es un arrullo de amor a la diversidad, es mi tarjeta de presentación como ser humano, como hombre, como gay y miembro de la comunidad LGBT... tal vez es algo más… no lo sé… aún lo estoy averiguando.
Félix Esteves
Amigos de Los Mínimos y Máximos
lunes, 16 de abril de 2012
LA CONDESA DE LAS PERLAS
Asi llegaron cientos de perlas a sus manos en un solo día, a penas en un mes de su estadía logro almacenar dos barriles de blancas perlas que consumo cuidado iba tejiendo cada hora, cada día. Pasaron dos años y la mujer convertida en una tirana obligaba a sumergir hasta niños en las profundas y azules aguas con la misma intención de su alocada psicosis perlífera. No se cansaba de tejer y tejer las perlas, y no se daba cuenta que poco a poco el peso de las albinas y níveas piedrecitas iban hundiendo la isla, y que además los cansados iceberg contribuían a que las aguas crecieran y comieran cada segundo más arena, más tierra. Pero lo que más deterioraba la estabilidad de la isla era que por cada perla tejida la condesa arrojaba una lágrima que al juntarse de las nacarinas y argentinas perlas tropicales se convertían en otra perla de igual valor.
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