Es difícil abarcar en pocas
palabras la esencia del mundo poético
tan complejo de Federico García Lorca.
Enfrente del estudio objetivo se nos muestra una gloria extraliteraria, alegada
en el magia que el poeta producía como persona en vida, apoyado además en el
absurdo crimen de que fue víctima y que lo transfiguró en un símbolo mitificado
de una cultura asolada por la España
Franquista. Pero hay que penetrar en el mundo lorquiano dotado de otras
herramientas a las fabuladas. Hay que
abogar por la investigación objetiva, tarea compleja para mí que amo
profundamente sus letras, no obstante he de ser analítico para excavar y
atravesar lentamente la liadísima médula lírica de este poeta que, junto con
Juan Ramón Giménez, Luis Cernuda y Rafael Alberti, es la clave de la poética
castellana del siglo XX. Borrando lo
anecdótico y lo sentimental, encontramos
sedimentado una esencia poética única que lo hace libre de su
popularidad, en los textos que nos dejó en tan corta vida.
La obra que, vista en acumulado,
supone una gran trayectoria, pero realmente fueron dieciocho años, desde los
retumbos románticos y modernistas que ensamblan los primeros título poéticos y
en prosa como “Libro de Poemas” e “Impresiones y Paisajes”, (1918-1921), hasta los libros finales, “Poeta
en Nueva York”, “Tierra y Luna” y “Diwán del Tamarit”, donde Lorca se imbuye
por una poética de riesgos y audacias, hay un largo transcurso, mucha distancia
que parece ilógica. Y nos preguntamos en dónde reside la unidad lorquiana, esa
uniformidad que permite adjudicar a alguien la paternidad de un libro sin
necesidad de saber su nombre. En Lorca ese camino es inútil, porque su unidad
radica en la diferencia, lo diverso, en no repetir lo ya hecho.
Poéticamente, Lorca es ante todo
movimiento y variación, tanteo constante, disolución y rompimiento con lo
anterior, lo editado ya está olvidado, para partir a la búsqueda de desconocidos signos, de
ritmos nuevos, que hacen de su labor literaria una continua novedad de formas y
tonos hasta confluir en el modo de expresión más impresionante, desgarrado y
angustiado de la lírica española de su tiempo.
La unida lorquiana está en el
mundo poético interior, en la igual violencia que el poeta propone para
personajes y voces, para la arquitectura metafórica. La unidad se da en lo global, no existe la unidad de
verso a verso, sino completa e integral: un denominador común en la poetización
de varios temas persistentes, en la fijación de unos mismos símbolos que crean
de este modo su propia clave de significaciones.
Desde sus primeros libros, por
ejemplo “Libro de Poemas”, aparecen en tonos románticos y modernistas, los
elementos de sus libros mayores, como la luna, el amor frustrado, los azahares,
la sangre, los metales. Claro, en sus primeras obras esos elementos son
suavizados por su ingenuidad y popularismo, pero al mismo tiempo están lleno de
escepticismo y desilusión. Un ejemplo son los poemas "Ritmo de Otoño"
y "El nido" expuestos a continuación:
Desde sus primeros textos vemos
una pompa de estilos y la improvisación metafórica, por ejemplo “Elegía Doña
Juana la Loca” y “La sombra de mi alma”, además de una estampa creacionista hay
que ver un empeño de originalidad y de riesgo, una articulación de figuras
retóricas que lentamente va a preparar en Lorca la plasticidad necesaria para
establecer un sistema de referencias cuyo punto de partida, la realidad, está
sublimado a tal extremo que esa realidad deja de ser natural y sencilla, para
convertirse en amaneramientos violentos y oscuros, al más puro estilo
gongorista.
Igualmente estas formas enredadas
y amaneradas típicas del gongorismo las vemos en sus poemas póstumos,
donde la realidad, enteramente
esquivada, se oculta bajo una doble o triple capa a modo de veta secreta,
impenetrable, pero que no se evade del análisis disgregado de la superficie
metafórica. Así vemos en textos de “Poeta en Nueva York” elementos de ese
clasicismo ligado a las vanguardias de entonces; Surrealismo y Gongorismo, no
parecieran llevarse de la mano, pero Lorca logra conjugar con ellos uno trabajo
osado, diferente, substancialmente
poético.
En García Lorca no hay vanguardia
sin tradición, pues su vanguardia es el acarreo de su tradición. El poeta
asumió el clasicismo aprendido, la tradición culta y la popular, la conceptista
y la culterana, para reinventarla, asumirla y desbaratarla y volverla a
reconstruir para entregarnos con sus aportaciones vanguardistas una nueva
poesía, prístina, intacta, que no pertenece3 a ningún istmo o escuela alguna.
Por eso Federico García Lorca es único e inimitable.
Lorca elaboró poco a poco una
poética y una obra variada: cada libro renueva métodos, innova modos y ritmos:
aunque oculto y furtivo, subyace el mismo mundo temático que va
engrandeciéndose, matizándose, profundizándose en filones cada vez más ricos
hasta llegar a los tres libros póstumos “Poeta en Nueva York”, “Tierra y Luna”
y “Diwán del Tamarit”. Esto se debe a que Lorca es un poeta intuitivo, pero al
mismo tiempo coherente. Y esa intuición y coherencia provenía de su búsqueda
sistemática, racional y reflexiva. En los borradores y documentos manuales del
escritor se hace palpable su ardua búsqueda y sus reflexiones, su meditada
seguridad, donde las tachaduras, correcciones constantes, substituciones y
notas muestran el trabajo del poeta que escribe y rescribe una y otra vez,
buscando y rastreando en el lenguaje, precisándolo para alcanzar la mayor
riqueza conceptual, ritmos más acabados, y la fineza del estilo.
Federico García Lorca figuró a
manera de símbolo la generación del 27, término que, aunque inexacto por esa
idea de igualdad o semejanza que reconoce para el grupo generacional, resulta
cómodo a la hora de calificar ese momento en que germina un manojo de poderosos
poetas de distinto origen y trayectoria, pero con un calificativo común: las
aportaciones realizadas por los escritores inmediatos, sobre todo Gómez de la
Serna, Juan Ramón, Huidobro, o por grupos como el ultraísta, que habían
proyectado los fundamentos en que iban a educarse el grupo: un impoluto
clasicismo al lado de una atrevida vanguardia.
A partir de esos estímulos, todos
lograrán una poesía de gran valor por distintos y personalísimos caminos, como
es el caso de la vanguardia de Gerardo Diego y Juan Larrea en la creación de un
mundo propio, alejado a los demás, o la experimental poesía desnuda y pura de
Salinas, o por los popularistas afanes de Alberti y Lorca, o el conceptualismo
de Cernuda, o el surrealismo sui generis de Vicente Aleixandre o los
creacionistas clásicos de Gerardo Diego Y Dámaso Alonso. Su denominador común
de todos ellos es su arranque apasionado es el clasicismo, la lírica española,
tanto la culta como la popular, Garcilaso de la Vega, Góngora, Quevedo, Juan de
la Cruz, Gil Vicente y Lope de Vega hasta llegar a las letras de Juan Ramón.
Entre 1920 y 1936 las revistas poéticas asaltan toda la
geografía ibérica para dar a conocer la lírica de todos estos jóvenes, que
partiendo de las alejadas y disimiles regiones terminan por confluir en Madrid.
Lorca había de unir a varios de estos poetas con la atracción de su persona; él
fue quien rompió fuego y quien, con su muerte, pareció marcar el principio de
la disolución general. Hasta cierto punto él fue el guía del grupo aunque cada
cual siguiera sus caminos tan personales y distintos.
Dejando al lado “Impresiones y
paisajes”, la obra lorquiana se inicia con “Libro de Poemas”, allí se amalgaman
el romanticismo con toques de vanguardia, búsqueda de un popularismo sencillo y
tonos reflexivos de escepticismo juvenil, germen de la visión dramática
posterior sobre el mundo. A poco de concluido, Lorca se embarca en la escritura
de las suites que interrumpe en noviembre de 1921 para entregarse durante tres
meses de profunda concentración al “Poema del Cante Jondo”. Aunque aparecerá en
1931, en enero de 1922 está casi terminado.
Lorca en este libro concentra a
la Andalucía dolida, a la tierra de gitanos con sus guitarras, con sus reyertas
y pasiones, de unas ciudades de civiles y gitanos, de la marginación de un
pueblo que sufre la opresión. Lorca pudo haber resuelto el libro en una poesía
narrativa, más prefirió metaforizar la
realidad, depurar y adornar esa realidad, sublimizando lo anecdótico, para
llegar al lirismo puro; de esta manera Lorca enlaza el popularismo del tema
andaluz y el lenguaje nuevo. Une toda su cosmogonía con versos impresionistas
en metro corto, preferiblemente el octosílabo. Lorca conocía el orientalismo
que había llegado a la lírica castellana por los modernistas, y en su poemario
incluye ciertos rasgos del hai-ku. Temáticamente, es un rasgo relevante la
presencia de la muerte, el dolor de la perdida, que más tarde poblara su obra
teatral. También veremos en el “Poema
del Cante Jondo” la denuncia de la marginación y de la opresión sufrida por los
gitanos.
Entre sus “Canciones”, que
estudiaremos más tarde, y el “Poemas del Cante Jondo” se insertan las “Suites”,
cuya publicación fue póstuma. En estas hermosas composiciones poéticas
encontramos un gran jardín con noches luneras por el cual las voces del poeta deambulan.
Desde allí nos muestran los objetos y lugares del mundo del que se apartan para
acceder a esa otra vida que puede vivir en el territorio onírico de la infancia
y de lo no vivido, sin embargo, también las voces renunciarán a preguntar y
apostarán a vivir todo aquello "que no pudo ser y que debió haber
sido", a dejar salir a los hijos que golpean el corazón, a encontrarse con
el gran amor desconocido y crear caminos nunca vistos y transitar ese jardín
donde todo puede (y debe) ser posible. A pesar de que “Suites” está escrito en
un tono muy popular, la concentración subjetiva es más honda que en “Poemas de
Cante Jondo”.
En “Canciones” el tono parece más leve, más jovial, un claro
avance hacia una alegría delicada por su recuerdo de experiencias y ritmos
infantiles, por juegos que recuerdan el romancero. No obstante debajo corre lo
agridulce, la añoranza que ya aparecía en las “Suites”.
La gracia de poemas como “El
lagarto está llorando” deja paso en seguida a una penetración hacia las profundidades
oscuras: como de la muerte, como los abismos al sexo en el poema “Eros con
bastón”, como las fosas de sombras misteriosas como en la “Canción del naranjo
seco” donde aparece obsesivamente la esterilidad.
Tanto en “Poemas de Cante Jondo”, “Suites” y
“Cancionero”, Lorca se ha hecho dueño de unas herramientas expresivas que le
han permitido cerrar su mundo simbólico. Desde ese instante van a comenzar los
grandes poemarios perfectos, acabados pulcramente, en 1928 aparece “Romancero
Gitano” que contiene la personal visión de Lorca del mundo gitano o, con más
propiedad, su personal invención de un mundo gitano que es autónomo,
inconfundible, no identificable ni homologable con ninguna realidad existente.
En “Romancero Gitano” Lorca logra
una mixtura sabia e inteligente de rasgos clásicos con elementos vanguardistas.
Por un lado, recoge la tradición de los romanceros españoles, comenzando sus
poemas en mitad de la historia, en vez de en el comienzo de la misma, lo que
se conoce como “in medias res”, dejando
en muchos casos un final abierto o inacabado, haciendo uso del narrador para
sus descripciones y dando voz a los personajes, con diálogos de estilo directo
que no están introducidos por verba dicendi.
Se debe destacar los múltiples
elementos clásicos utilizados como las anáforas, repeticiones y formas
paralelísticas que inundan todo el poemario, así como el tema y las maneras,
muy populares o tradicionales, al igual que la simbología: el caballo como
paradigma de la pasión, la luna como alegoría de la muerte o el uso de la
flora, como las rosas o las siemprevivas como símbolos de la sangre y la muerte,
respectivamente. En cuanto a los elementos
vanguardista, destaca sobre todo su sin par uso de la metáfora como base de la
imagen, elemento principal de todos los poemas. Todo ello da como resultado un
romancero del siglo XX, uniendo los romances tradicionales y del Siglo de Oro
(sobre todo de su admirado Góngora) con las rompedoras vanguardias de comienzos
de siglo.
La tensión dramática en
“Romancero Gitano” progresa octosílabo a octosílabo mientras lo lírico va
punteando, como en los viejos romanceros, el progreso de la acción. Amor,
sangre, sueño y muerte serán los temas que pautaran esos romances por medio de
elementos que Lorca enfrenta hábil y discriminadamente: realidad e irrealidad,
emotividad y crudeza realista, colorido y musicalidad.
“Poeta en Nueva York” es un libro
escrito desde una estética que desborda el surrealismo y como un acto
voluntario que no aniquila al autor sino que lo proyecta a nuevos planos de
creación. En 1929 Lorca viaja a la gran
manzana lo cual le impacta la realidad contemplada entre el asfalto y los
rascacielos. Pero tenemos que considerar
que Lorca fuera incapaz de "soportar" su experiencia neoyorkina, su
mirada, su percepción, y en consecuencia, sus escritos sobre Nueva York, fueron
el resultado de una decisión de “ver” y “escribir” el otro lado de la realidad,
el otro mundo que se escondía bajo la belleza aparente de la gran manzana. No se puede negar que las “luces”
andaluzas desaparecieron en esta nueva obra poética, Lorca es envuelto por una
realidad de acero, humo, hormigón y mataderos, un mundo donde la violencia deja
de ser gitana, para ser la violencia del mercado, donde el amor no se siente y
la pasión erótica se minimiza bajo los mundos violentos de las finanzas, bajo
el erotismo de un dólar quebrado. Por ello el poeta adopta el grito, la
denuncia, el desafío a esa realidad que, la mayoría de las veces, se nos muestra
como show, y decide jugar con ese show, para degradarlo, acusarlo y, de alguna
manera, destruirlo.
En este nuevo poemario, escrito
de sus vivencias neoyorkinas, se nota el cambio en la poética del autor en la
influencia del verso libre de Walt Whitman. Se percibe también una nueva
interpretación de los temas que su poética ya conocía: el recuerdo de la
infancia, la tragedia del amor no correspondido, el sufrimiento injusto y la
muerte violenta. Todos ellos se agudizan una vez expuestos dentro del contexto
de la gran ciudad y la crisis económica internacional, y la poética de Lorca se
abre más hacia lo social. Así, lejos de lo que algunos han
llamado el fin de su poesía, los poemas de este libro constituyen la
prefiguración de una poética con resonancias verdaderamente universales, de
largo aliento estético y cofundadora de una estética emergente que llevaba en su
seno los signos que, hoy, 70 años después, podríamos denominar protopoética de
la escritura posmoderna.
“Poeta en Nueva York” se ha
convertido en uno de los mayores problemas bibliográficos del siglo XX por el
estado caótico en que quedo el manuscrito; este poemario, es un libro
inacabado, Lorca quizás presintiendo lo peor se lo entrega a José Bergamín,
quién lo hace editar después de la muerte del autor. De allí nace el otro libro
también póstumo “Tierra y Luna”, y algo semejante ocurre con “Diwán del
Tamarit”, también póstumo, formado por veintiún poemas divididos en gacelas y
casidas, centrados en los dos grandes temas lorquianos: el amor y la muerte.
Antes de estos poemarios apareció “Llanto por Ignacio Sánchez Mejías”, que
narra la cogida y muerte del torero en 1934 y realizado en algo más de 200 versos
divididos en cuatro partes.
La obra poética de García Lorca
se cierra con “Seis poemas gallegos” y la serie de once poemas amorosos
titulada “Sonetos del amor oscuro”. Lorca siempre ha contado con el respeto y
admiración incondicional de los poetas de generaciones posteriores a la Guerra
Civil. Considerado un poeta maldito, su influencia se ha dejado sentir entre
los poetas españoles del malditismo.
No hay que olvidar el teatro de
García Lorca, que es, con el de Valle-Inclán, el de mayor importancia escrito
en castellano en el siglo XX. La carrera teatral de Lorca se inicia con
apoyaturas líricas que apenas contienen dramatismo, pero que en sus últimos
años, éste se irá imponiendo tanto en la escena como en la poesía. Su primer
trabajo teatral “El maleficio de la mariposa” fue un fracaso, y pasan seis años
para que el poeta vuelva a garrar una pluma para escribir para los escenarios,
nace “María Pineda”, obra débil donde se mezcla tragedia y lírica, pero que no
logra alcanzar la perfección de obras posteriores como su excelente trilogía en
“Bodas de Sangre”, “Yerma” y “La casa de Bernarda Alba”. Sangre, sexo y la maternidad, tres fuerzas
constantes, protagonizan estos dramas que conjugan a la perfección popularismo
con el primitivismo de las pasiones, además que llevan consigo el sabor trágico
de unos personajes esquemáticos que parecen surgir del más puro teatro clásico
griego.
Entre las farsas, escritas entre
destacan “La zapatera prodigiosa”, en la que el ambiente andaluz sirve de
soporte al conflicto, cervantino, entre imaginación y realidad, y “Amor de don
Perlimplín con Belisa en su jardín”, complejo ritual de iniciación al amor.
Tenemos también la patética solterona española hecha tablas en “Doña Rosita la
soltera”. Estan “El público” y “Así que
pasen cinco años”, sus dos obras más herméticas, son una indagación en el hecho
del teatro, la revolución y la presunta homosexualidad —la primera— y una
exploración —la segunda— en la persona humana y en el sentido del vivir. Y su
drama inacabado “Comedia sin título”, conectada con “El público”, donde Lorca
logra crear un mundo absurdo, ilógico e irracional, anunciando lo que años más
tarde sería el teatro del absurdo.
Siento que me quedo inconcluso,
lleno de huecos, de elementos sin explorar, Federico García Lorca es demasiado
grande en su forma, en su lírica y en su oscura cosmogonía, habría que leer
más, investigar y adentrarse a todos sus mundos, el de los gitanos, el de los
oscuros huecos y abismos neoyorkinos, en sus apostolados cancioneros, habría que convertirse en sangre
y agua, o imaginarse caballo y luna, tendría que nacer de nuevo Lorca para
saber lo que sus duendes y monstruos gritan aún después de su trágica partida.
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http://catedradepoesiaespanolacontemporanea.blogspot.com/2010/03/poemas-de-federico-garcia-lorca-i.html
http://critica.cl/literatura/aproximaciones-a-la-poetica-de-federico-garcia-lorca
http://es.wikipedia.org/wiki/Federico_Garc%C3%ADa_Lorca
http://personal.telefonica.terra.es/web/apuntesasr/JoseCarlosCarrillo/LitJCCCarGen27.htmhttp://www.biografiasyvidas.com/biografia/g/garcia_lorca.htm
http://www.fuesp.com/revistas/documentos/CILH_11/CILH_11_055%20l%F3pez.pdf
http://www.gibralfaro.uma.es/criticalit/pag_1528.htm
http://www.los-poetas.com/a/biolorca.htm
Por Félix Esteves
Para colección este articulo. Muchos poemas que no conocía de Lorca llegaron a mi gracias a tu post.
ResponderEliminarChao