Una pequeña presentación

Los Mínimos y Máximos de Félix Esteves es una casa, un hogar, construido con amor, esfuerzo, dedicación y hasta con aburrimiento. Tiene muchas puertas donde todos pueden entrar. Tiene muchas habitaciones, donde de seguro en algunas podrás sentirte cómodo, y en otras, tal vez contrariado y hasta… por qué no… molesto. Sin embargo su propósito no es agradar ni molestar, no es ganar amigos ni enemigos… de todas maneras ambos son bienvenidos; su fin es mostrar y demostrar lo variopinto de una mirada, la pluralidad de una cosmogonía a través de mi “micromundo”, de lo exterior visto y sentido desde mi interioridad… es un grito contra la discriminación, es un arrullo de amor a la diversidad, es mi tarjeta de presentación como ser humano, como hombre, como gay y miembro de la comunidad LGBT... tal vez es algo más… no lo sé… aún lo estoy averiguando.

Félix Esteves

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jueves, 30 de mayo de 2013

HOMOEROTISMO FOTOGRÁFICO Y PORNOGRAFÍA GAY DURANTE LA ÉPOCA VICTORIANA.

Arthur Schultz.

La moral victoriana consistió  en una destilación de los valores morales de la gente que vivió durante el reinado de la Reina Victoria (1837 a 1901), pero más que unos valores morales fue el clima añejo y parco puritano que dominó toda la Gran Bretaña durante el siglo XIX que se extendió hasta el reinado de su hijo y que sobrepaso sus límites e impregnó todas su colonias y países vecinos. La moral victoriana fue  un conjunto de valores que propugnó la moderación sexual, baja la tolerancia de la delincuencia y un estricto código social.

Wilhelm Von Gloeden.

Wilhelm Von Gloeden.

Wilhelm Von Gloeden.
La época victoriana, como ningún otro período anterior, llegó a ser dominada por la creencia de que el sexo y la sexualidad de un individuo forman la base más básica de su identidad, potencialidad, posición social/política y libertad. Empero, es irónico que dicha sociedad cargada de un alto puritanismo haya enfocado toda su existencia sobre la sexualidad humana. La burguesía victoriana puede haber cubierto sus piernas con modestia, pero muy en el fondo las fuerzas sociales y políticas eligieron la sexualidad como la base para delinear la identidad de la aristocracia, del campesinado y de las clases populares emergentes. Ya a finales del siglo XVIII y a principios del XIX había una necesidad imperante de mezclar el sexo con todo, o mejor dicho de buscarle un enfoque sexual a todo en especial a los comportamientos morales y sociales tal como indica Michel Foucault:

“Hacia principios del siglo XVIII, surgió una incitación política, económica y técnica por hablar sobre el sexo.” ... “Esta necesidad de tener ‘en cuenta’ el sexo, se pronunció en un discurso en el que el sexo no derivaría solamente de la moralidad, sino de la racionalidad”… (1)

La sociedad victoriana aumento así la intensidad de su mirada sobre todo bajo la creciente “luz objetiva de la ciencia”, creando una multitud de especies sexuales distintivas: El pervertido, el masturbador, el homosexual, la histérica, la prostituta, la ninfómana, el sádico, y pare de contar; y todos surgieron como especies sexuales claramente clasificadas que poseían su propio secreto interno.

Anónimo.

Anónimo.

Anónimo.
Esta nueva manera de ver la existencia se convirtió en la constructora de las esferas públicas y privadas, y en la base fundamental sobre la cual la burguesía ascendente construyó la familia y su sexualidad, de esta manera la esposa (mujer no pasional dedicada únicamente a  la reproducción  y  confinada a la domesticidad) junto con su público y competitivo orientador marido se convirtieron en el punto de referencia central para los debates relativos a la sexualidad. La prostituta, el homosexual y el masturbador solitario surgieron como entidades que representaron la mayor amenaza para la reproducción heterosexual, la moralidad burguesa y el orden social.

Wilhelm Plüschow

Wilhelm Plüschow
La revista médica The Lancet en 1887 estimó que habían aproximadamente ochenta mil prostitutas en Londres, es decir que sobre la población total de 2.360.000 de habitantes, aquellas “viciosas y corruptas mujeres” representaban el 3%. La prostitución fue considerada como perjudicial para el Imperio, sin embargo el imperio británico alcanzó en aquel entonces su mayor esplendor, y dicha actividad fue elevada a un “mal social” de proporciones gigantescas, no obstante el alcoholismo, los asesinatos y el robo que eran muy frecuente durante el reinado de Victoria pasaron por debajo de la mesa. (2)

Anónimo.

Vicenzo Galdi.


Anónimo.
La masturbación o lo que se denominó el “vicio solitario” u “onanismo” surgió como una verdadera epidemia, especialmente entre los niños. Esto constituyó el núcleo alrededor del cual el niño victoriano se convirtió en parte del eje de la sexualización de la sociedad moderna. Se libró una campaña médica y moral en la sexualidad de los infantes y preadolescentes. Los padres, educadores, médicos fueron alertados a la caza de cualquier rastro de la sexualidad infantil a través de una gran variedad de técnicas de vigilancia y de una variedad aparentemente inagotable de medidas correctivas. Un médico de siglo XIX inventó un dispositivo que administraba electrochoques al pene erecto de un niño dormido. Volvieron los cinturones de castidad que eran colocados a los niños y jóvenes especialmente en las noches para evitar la estimulación, los juegos nocturnos en solitario y por supuesto cualquiera actividad sexual.

Vicenzo Galdi.

Anónimo.

Anónimo.
Durante la época victoriana la actividad lésbica no era ilegal, pero la actividad homosexual masculina fue definitivamente un terrible delito. Sin embargo, la mayoría uniones del mismo sexo fueron toleradas mientras se mantuvieron discretas y, cuando sea posible, en absoluto secreto. Ejemplos de ello serían la unión entre los pintores Charles Shannon y Charles Ricketts, sin embargo, las relaciones homosexuales explicitas y los hombres abiertamente homosexuales encontrarían durante este período una ley muy estricta y una sociedad altamente condenatoria.

La Ley británica en su sombra, mantuvo una vehemente condena de la actividad homosexual a lo largo del siglo, a pesar de que las reformas relajaron las medidas que habían oprimido otras minorías durante siglos. Por ejemplo, se abolió la esclavitud en todo el Reino Unido en 1833, y se revocó la pena de muerte para muchos delitos, como la violación, en la reforma de la ley de 1836, pero el “delito sin nombre”, es decir la homosexualidad, seguía siendo castigada con la pena de muerte y muchos homosexuales fueron a la horca por practicar dicha actividad. Cuando la pena de muerte fue abolida en 1861, fue substituida por el encarcelamiento de por vida.

Fred Holland Day.

Anónimo.

Vicenzo Galdi.
A pesar de todo esto, todavía había una escena underground gay en las grandes ciudades inglesas, especialmente en Londres donde el colectivo gay tenía su propio vocabulario, códigos, lugares de cruising  y de centros de prostitutos, como el caso del prostíbulo masculino de Cleveland Street en Londres, narrado en esta oportunidad por Leopold Estapé en su blog “L’armari obert”:

“Corría el mes de julio de 1889, en Inglaterra aun reinaba la incombustible reina Victoria, cuando un día por casualidad la policía detuvo a un joven mensajero con quince chelines en su bolsillo.” …
La policía sospechó que era fruto de un robo y empezó el interrogatorio.”… “Admitió que cobró por tener relaciones sexuales con dos caballeros y suministró a la policía los nombres de otros dos chicos que ganaban dinero trabajando como prostitutos para un hombre llamado Charles Hammond. Éste tenía un burdel masculino en la calle Cleveland n° 19. En la Inglaterra victoriana  de fin de siglo la prostitución y la homosexualidad estaban penadas y perseguidas implacablemente.” (3)


Por otra parte, mucho de los honorables hombres de la sociedad victoriana, y que vivían felizmente casados, huían en muchas ocasiones a “veranear” a ciudades continentales europeas como Paris, Marsella, Roma, Nápoles, Sicilia y hasta Berlín para calmar sus inclinaciones homoeróticas. Otros más osados, recurrían a ciudades del norte de África y la lejana Turquía donde hacían realidad sus fantasías homosexuales bajo el manto de “Las mil y un noche”.

Anónimo.

Vicenzo Galdi
La imaginación homoerótica se hizo así más fructífera que nunca, aunado al descubrimiento tecnológico del daguerrotipo o el nacimiento de la fotografía, surgieron decenas de fotógrafos y artistas que plasmaron los cuerpos de carne y hueso de modelos masculinos que fueron las delicias de muchos más que de muchas.    De esta manera, en la época victoriana, resurgió el desnudo masculino como no se había visto antes desde el Renacimiento. Si bien el Renacimiento bajo el disfraz de la mitología hizo delirar a muchos con sus musculosos Apolos, sus dulces Narcisos, y raptados Ganímedes, los victorianos encendieron sus braguetas y derriére con las fotos de Wilhelm Von Gloeden, Guglielmo Plüschow, Emile Bayard, Gaudenzio Marconi,  Arthur Schultz, Fred Holland Day  y Vicenzo Galdi, entre otros fotógrafos muchos de ellos anónimos que hicieron de las suyas y que a mi parecer le dieron el tono deliciosamente “pornográfico” al arte.

Bajo la sombra de la moral victoriana creció toda una imaginería homoerótica que resplandeció o tuvo su mayor auge ya a finales del siglo XIX y a principios del siglo XX, o lo que muchos autores han llamado “Los Años Felices”, que desgraciadamente terminaron con el inicio de la Primera Guerra Mundial. Durante más de veinte años (1890-1914) tantos artistas plásticos como escritores, coleccionistas y mecenas se avocaron a redescubrir la sexualidad masculina, a reinventar el homoerotismo como forma de arte, como forma de vida. Muchos de estos personajes sin medir las consecuencias plasmaron en sus obras el amor entre hombres, el deseo homoerótico y al desnudo masculino lo “vistieron” de osadía, insolencia, descomedimiento y de exquisita indecencia, y en especial aquellos que usaron el lente como modo de expresión, dándonos un adelanto de los llamados Beefcake y un antecedente de toda la variedad de las publicaciones  de pornografía y erotismo gay.  

Vicenzo Galdi.

Anónimo.
Esos años intermedios que comprendieron el final de los victorianos y “los años felices” fueron también de estudios médicos y sociológicos sobre la homosexualidad, se empezaron a explicar desde un punto científico y social la existencia de los homosexuales, ya no se veía el hecho de la homosexualidad como un pecado sino como una enfermedad y como un defecto de la sociedad. Los artistas no se quedaron atrás, y tomaron la batuta para plasmar el cuerpo masculino desnudo, hablaron en sus obras de la homosexualidad, si bien pocos salieron del closet  y prefirieron permanecer ocultos dejaron un legado importante en sus trabajos, cito aquí a Cecile Beurdeley:

“Durante los años que precedieron la I guerra mundial, los homosexuales eran considerados ‘desviados’, cobardes, maricas, de pensamiento invertido o, en palabras del escritor francés Charles Louis Philippe, ‘ovejas de cinco patas” (la expresión francesa mouton una cinq pattes, señala una persona anormal o extraordinaria). Aunque novelistas psicológicos como Robert Musil, Thomas Mann y Marcel Proust representaron las ‘perversiones’ como una forma de la sociedad decadente, escritores como Stefan George celebraron los  diversos tipos de afectos Platónicos  para los muchachos, pero es realmente sólo después de la guerra de 1914-1918 que un pequeño número de intelectuales encontraron el valor para hablar y proclamar su homosexualidad." (4)


Todas estas imagenes son una pequeña parte de esa historia fotográfica “subterránea”, de aquellos “recuerdos” sexualmente explícitos que formaban parte de un gusto victoriano por la pornografía y la homosexualidad. Fueron muchos los escaparates, los colchones, y cofres bien cerrados que guardaron aquellas imágenes que nos llegan o sobrevivieron hasta hoy, y que con su destello sepia y su delicada morbosidad homoerótica siguen despertando “el divino monstruo encerrado en las braguetas”.

Referencias:
(1) Foucault, Michel. The History of Sexuality. – London : Penguin Books, 1976. – Vol. 1, p. 25.
(2) Laqueur, T.  The social Evil, the Solitary Vice and Pouring Tea // En :  Zone, Fragments for a History of the Human Body. – Feher, Michel, Naddaff, Ramona. y Tazi, Nadia, eds. -- New York :  Urzone, 1989. -- Volume 3, p. 337.
(4) Beurdeley, Cecile. L’amour bleu. – Kôln : Taschen, 1994. – p. 206.


Por Félix Esteves 

sábado, 30 de marzo de 2013

EROTISMO Y PORNOGRAFÍA GAY: Ciertas consideraciones muy básicas.




Hablar de erotismo y pornografía es muy difícil porque entre ellas existe una delgada línea que fácilmente puede romperse; los límites entre estos dos conceptos u hechos casi son inexistentes y existen diferencias culturales o tabúes que hacen un hecho erótico en cierta parte del mundo y en otro algo pornográfico, pues los criterios utilizados para distinguir entre lo erótico y lo pornográfico están llenos de elementos personales, morales, estéticos y valores religiosos.


Lo que si podemos decir de facto es que el erotismo es una forma de arte y que la infamada y vilipendiada pornografía es un fenómeno sociológico bastante complicado, atractivo y necesario; por otra parte como todos los fenómenos sociológicos, es idóneo a lecturas frecuentemente desmañadas o sectarias. También podemos asegurar que si el erotismo o lo erótico hace nuestra vida más bonita, la pornografía la hace menos tensa, ya que lo erótico nos eleva el espíritu y la pornografía nos libera físicamente.

Pero muchos estudiosos, científicos, sociólogos, políticos, religiosos y gran parte de la sociedad occidental debate acaloradamente sobre dicho tema, llegando siempre a un debate frustrado e inútil, condenado claramente por todas las ideas nacidas del cristianismo, donde el sexo es solo una forma de procreación y destinada a perpetuar las “formas o maneras” heterosexistas. Así, si lo erótico y lo pornográfico de la heterosexualidad es motivo de lucha y conflicto, es de suponer que lo homoerótico y la pornografía gay es inspiración de “Guerras y Batallas” entre la sociedad de la heteronormativa, que ve su modus vivendi como la única forma de vida honesta y juiciosa.

El psicoanálisis, contrariamente de tener la virtud de ordenar científicamente el alma y la sexualidad invocando a la libido, las propensiones de los sentidos, las energías psíquicas del ego o el “yo”, sigue expresando de hecho ideas vagas o abstractas sobre el erotismo y la pornografía, y las grandes civilizaciones o culturas de “avanzada” y dizque llamadas “modernas” han acogido  y patrocinado el erotismo desde una perspectiva engañosa e hipócrita, donde se halaga por una parte la forma erótica de la heteronormativa y catapultando de obsceno y grotesco todo lo erótico-gay u homoerotismo.

La sexualidad  sigue siendo un tabú cuando debería ser todo lo contrario, pues en realidad es inherente e inseparable a la naturaleza humana, pero la educastración de la sociedad la ha encerrado o cuadriculado a los límites  de las normas judeo-islámicas-cristianas basadas en el binarismo sexual y de la procreación. Y en la medida que nos despojamos de los prejuicios de la educastración podemos apreciar, analizar y hasta disfrutar de los elementos eróticos y pornográficos de un objeto, una obra de arte, un film o una fotografía, entre otros tantas maneras que se utilizan para estimular lo sexo-sensorial. Por lo tanto es nuestra percepción y discernimiento lo que hace que una cosa sea erótica o pornográfica.

En ese sentido la perspectiva sociológica, sugiere el estudio del erotismo como componente de la comunicación y elemento estructurante del lenguaje gestual típico de los varios grupos sociales. Los cambios sociales en su carrera perpetua, a veces fácil y otras veces complicada, hacia la construcción igualitaria de los sexos y de las sexualidades, va  influenciando nuestra capacidad de determinar los significados de lo erótico y de lo porno, así como las funciones de estos en el amalgamiento o fusión social.  

La antropología cultural afirma que cada tradición cultural y cada civilización poseen su interpretación del erotismo, además nos dice que dentro de una misma cultura como la occidental existen al menos dos estándares de referencia al erotismo: uno que se sirve de él en función de “tapadera”, según el cual la expresión de la sexualidad humana debe encontrar obligatoriamente desahogo a través de la genitalidad y la liberación de las pulsiones, forjando lo que podríamos llamar las perversiones y las aclaraciones frustradas en la naturaleza de la sexualidad. La cultura de la imagen, al enervar la capacidad fantástica e imaginativa, nivela los comportamientos y crea los nuevos sistemas normativos y de anomalías derivados de criterios superficiales de masificación; siendo la pornografía su corolario más directo.

Las directrices presentes, que abordan el tema del erotismo desde una configuración interdisciplinar, diferencian erotismo y pornografía, aunque la una no existiría sin el otro; es necesario afirmar que se debería restablecer o incluso abrir un legítimo debate sobre el erotismo partiendo de la historia comparada de las religiones y del análisis de los supuestos culturales presentes en las varias mentalidades, actitudes y comportamientos humanos, así como de las diferentes sexualidades.

Por lo general la diferencia entre erotismo y pornografía suele construirse hipotéticamente diciendo que lo erótico “sugiere” y lo pornográfico “exhibe” y que el erotismo es arte y la pornografía es mera obscenidad, que el erotismo es propio del amor y la pornografía del negocio del sexo, que  el erotismo es distinguido y sublime, mientras lo porno posee una naturaleza mísera e inaceptable.

Sin embargo y a mi parecer el erotismo está inmerso en todo, mientras lo porno es directo, lo erótico es oculto y subyacente y su objetivo es la búsqueda, sublimada o no, del máximo placer, que puede ser sexual o no. El erotismo es la representación de cuerpos bellos y de situaciones sensuales, mientras que lo porno es más despiadado, más descarnado, y la obscenidad es su valor supremo o virtud máxima; pero dicha virtud no es mala,  ya que como según afirma Aristóteles en su “Poética” cuando el crimen se convierte en teatro se produce la catarsis. De esa manera, en una sociedad que suprime las otras sexualidades, discrimina la diferencia y sustrae los espacios para los encuentros de la comunidad gay, la homoerótica y la pornografía es un aliciente para aplacar nuestras fantasías y demonios, para controlar nuestras pasiones y complejos, para alimentar nuestras almas y borrar nuestras inseguridades.

Lo erótico se separa de lo pornográfico en su actitud hacia el sexo y la sexualidad humana que se desprende de la mirada de cada uno en el producto final. Ciertas imágenes pueden para nosotros los gays ser eróticas,  por ejemplo una simple fotografía de un beso entre dos hermosos hombres, no obstante, esa inane foto para “muchos” está llena de obscenidad.

No podemos negar que la industria de la pornografía gay se ha desarrollado en los últimos años más que la heterosexual y que los gays somos un público cautivo de este género de “Arte y Comercio”, pero este fenómeno tiene su explicación básica y pura: primeramente los homosexuales somos hombres y por lo tanto somos muy visuales y carnales, somos directos y vamos al punto de complacer nuestros instintos básicos. Por otra parte, como hombres que pertenecemos a otras masculinidades, somos discriminados y no tenemos las mismas libertades de demostrar nuestra sexualidad tal como quisiéramos en la sociedad de la heteronormativa,  y la pornografía nos permite, quizás más que lo homoerótico, de demostrar que estamos aquí y que existimos, es una forma de lucha o de discurso social en la medida que se nos cercenan nuestras libertades.

La pornografía y lo erótico han existido desde los primeros pasos del hombre, y puedo asegurar que fueron primero que la escritura. Lo que fue pornográfico antier, ayer fue erótico y hoy es simple bobería. Tal vez, ese beso dado por dos bigotudos, o los cuerpos desnudos de dos guapos jóvenes haciendo el amor sea hoy día pornografía para la sociedad, esperemos que mañana sea aceptada como erótica y que nuestros derechos avancen con la misma ligereza o rapidez como viajan las imágenes eróticas o pornográficas por Internet. 

Por Félix Esteves

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