Una pequeña presentación

Los Mínimos y Máximos de Félix Esteves es una casa, un hogar, construido con amor, esfuerzo, dedicación y hasta con aburrimiento. Tiene muchas puertas donde todos pueden entrar. Tiene muchas habitaciones, donde de seguro en algunas podrás sentirte cómodo, y en otras, tal vez contrariado y hasta… por qué no… molesto. Sin embargo su propósito no es agradar ni molestar, no es ganar amigos ni enemigos… de todas maneras ambos son bienvenidos; su fin es mostrar y demostrar lo variopinto de una mirada, la pluralidad de una cosmogonía a través de mi “micromundo”, de lo exterior visto y sentido desde mi interioridad… es un grito contra la discriminación, es un arrullo de amor a la diversidad, es mi tarjeta de presentación como ser humano, como hombre, como gay y miembro de la comunidad LGBT... tal vez es algo más… no lo sé… aún lo estoy averiguando.

Félix Esteves

Amigos de Los Mínimos y Máximos

miércoles, 4 de enero de 2012

EL LLANTO DEL PÁJARO.


Su madre que murió de amor le insistió siempre que los pájaros no lloraban. Creció creyendo aquel enunciado que le atormento por algún tiempo cuando era niña, pero que después olvido cuando conoció el amor de aquel hombre que le revolvió la vida. Al nacer su primer y única hija le enseño que los pájaros no sufrían por la partida del amado  del nido, que no padecían la muerte de sus polluelos y que por lo tanto no lloraban.

En una noche oscura y sin brisa su hija se murió en su regazo, pálida y esquelética miraba ahora con sus fallecidos ojos opacos los ojos de la madre que era incapaz de soltar una lágrima. Sólo se escucho el grito ahogado y seco, que más parecía un murmullo lánguido y escueto de aquellos que se tragan las penas y desgracias.

El hombre no soporto la muerte de la niña de sus ojos y lleno de tristeza partió del nido, buscando quizás otra alegría que le devolviera a su alma la vida. La mujer permanecía inmutable ante la partida del marido, del amor de su vida, de ese hombre que le revolvió la vida. Fue incapaz de llorar, ni una lágrima brotó de sus ojos, ni por el hombre, ni por la hija.

Se trago todo el dolor, todo el sufrimiento fue creciendo como la riada cuando llueve por siglos, pero todo quedo atrapado en su carne trémula, el cruel padecimiento se injerto en sus huesos, pero sus ojos permanecían secos, estériles. Se fue secando como se secan los nidos de los pájaros que son abandonados. Como se secan los polluelos cuando arrecia el verano. Poco a poco el hogar se fue deteriorando y lo que antes era una casa de bellos colores, se convertía ahora en un rancho donde no florecía el jardín, donde el vergel dejó de dar frutos, y las paredes de su interior se tiñeron de marrones y ocres, cuales ramas secas, cuales nidos abandonados. Aún así no lloraba, el llanto se negó a salir y seco todo por dentro… seco todo por fuera.

La madre de la madre de la madre de la madre de la madre de la madre le enseño que los pájaros no lloran, así esa madre de la madre de la madre de la madre… que murió de amor, le enseño que los pájaros no lloran, que no sufren, que no padecen… el nido se seco, aquel pájaro lleno de tristeza murió sin sentir el alivio del llanto, tal vez el lamento al que tanto se negó sería la salvación de su alma, la salvación de su nido. 

Por Félix Esteves

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