Edgar Degas es considerado por muchos como un pintor impresionista, no
obstante la similitud o afinidad del arte de este pintor francés con los
impresionistas no implica la cohesión y la devoción al paradigma o arquetipo
ideal de aquel grupo. Degas tuvo una formación académica y fue un magnifico
dibujante, en su naturalismo partió del estilo de Manet y jamás empleó la
técnica ideada por Monet y Renoir en sus pinturas púberes al aire libre. Sin
embargo, las innovaciones impresionistas ampliaron su paleta; porque Degas que
no pintó paisajes se propuso a captar lo momentáneo, lo efímero… lo breve.
Degas, así, en su afán de captar lo efímero y lo fugaz se interesó en las
carreras de caballos, el ballet y las bailarinas, y aunque también cultivo el
retrato y una gama de temas intensamente realistas, su gran obra reside en el
movimiento, en captar, percibir, alcanzar y lograr plasmar en el lienzo el
instante inmediato en que se mueven o se dirigen los objetos de su afecto
pictórico.
Y es allí donde entra a jugar un papel importante la mujer y lo femenino
en la obra de Edgar Degas; el pintor se propuso conquistar el instante sutil,
sensual y elegante del movimiento femenino. Sus bailarinas y sus desnudos femíneos
son un ejemplo de lo anteriormente dicho. En ellas se conjuga la agilidad de una
pincelada capaz de plasmar en cada toque de color la dirección del movimiento o
la pasividad contenida de un miembro, un gesto o una mirada que “muere” por
moverse, menearse, agitarse, desplazarse o ser sentida.
La mujer se convierte en protagonista de gran parte de la obra de Degas,
y ocupando un lugar privilegiado hallamos a las bailarinas. Degas tiene hasta 600
obras basadas en el ballet. Pero además,
Degas fue capaz de plasmar la mujer como elemento de una sociedad en
crecimiento y que se incorporaba a la vida económica, Edgar no sólo pintó a la
mujer como objeto de deseo (Bailarinas y desnudos) pintó a la mujer que
trabaja, que tiene la necesidad de llevar el pan a la casa, a la mujer que
tiene que sobrevivir en mundo de hombres.
Curiosamente el momento en el que Degas decide pintar a sus bailarinas,
éstas junto con el ballet se encuentran en un momento de decadencia. Las
bailarinas de ballet dejaron de ser objeto de deseo de la realeza y los
aristócratas, el ballet en aquel entonces abre sus puertas al público
heterogéneo de París, y cada vez más el adjetivo de bailarina se liga o se
confunde con el de prostituta. En aquel entonces las bailarinas eran objeto de
placer para la aristocracia. No obstante Degas pudo imprimir en su pintura más
que eso, y las vistió de independencia y de seres capaces de trabajar en una
sociedad que se construía y al mismo tiempo se desmoronaba en los necesarios
pero también crueles frutos de la industrialización. Degas nos muestra a una
bailarina perturbada y frenética que parece no prestar atención al espectador,
una bailarina que se aplica en sus ensayos y a su trabajo.
Su período de desnudos es sin duda uno de los más conocidos de la
historia de la pintura. Sus mujeres están carentes de obscenidad y parecen
cercanas, cordiales, de una sensualidad cadenciosa y sosegada. Están retratadas
en situaciones cotidianas, en poses naturales, como ajenas a la mirada del
pintor. Ellas se bañan, se desvisten en pleno silencio, como si desconocieran
la presencia del artista, Degas es simple ejecutor y pintor, su presencia no
afecta a la modelo, como sí se escondiera y las dejara hacer su aseo personal,
y solo él es capaz de capturar, como si fuera una cámara fotográfica, el
instante erótico pero sutil de la desnudez femenina.
La mujer trabajadora y la burguesa en Degas parecieran estar unidas por
la soledad en que parecen estar inmersas; en ambas la atmosfera es de
tranquilidad perturbadora, nunca miran al pintor o al espectador, están como
ausentes o demasiado ocupadas en sus faenas o en sus pensamientos.
La femineidad en la obra de Edgar Degas ocupo un lugar destacado, para
no decir el primer motivo de su arte, y fue representado mediante todas las
técnicas que el artista practicó, desde la pintura al dibujo, desde la escultura
y la estampa, y por supuesto el pastel, técnica que llevo a la perfección.
Las variaciones sobre un mismo tema, como las bailarinas, como el
desnudo femenino, que repitió tanto en pintura como en escultura, son una
muestra de esa obsesión por observar y reproducir el ritmo y las posturas de lo
femenino. Ahora bien, el artista aportó una original invención compositiva e
iconográfica que otorgó a su pintura una nueva visión del mundo más profana.
Eliminó el encuadre tradicional y lo sustituyó por una composición descentrada,
dominada por las nuevas leyes de la instantaneidad, la fotografía empezaba a
descollar en las artes visuales que vino además a descomponer las bases del academicismo
y dar pie a la revuelta moderna, pero eso es ya otro tema que es necesario
discutir en otra entrada.
Por Félix Esteves
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