Una pequeña presentación

Los Mínimos y Máximos de Félix Esteves es una casa, un hogar, construido con amor, esfuerzo, dedicación y hasta con aburrimiento. Tiene muchas puertas donde todos pueden entrar. Tiene muchas habitaciones, donde de seguro en algunas podrás sentirte cómodo, y en otras, tal vez contrariado y hasta… por qué no… molesto. Sin embargo su propósito no es agradar ni molestar, no es ganar amigos ni enemigos… de todas maneras ambos son bienvenidos; su fin es mostrar y demostrar lo variopinto de una mirada, la pluralidad de una cosmogonía a través de mi “micromundo”, de lo exterior visto y sentido desde mi interioridad… es un grito contra la discriminación, es un arrullo de amor a la diversidad, es mi tarjeta de presentación como ser humano, como hombre, como gay y miembro de la comunidad LGBT... tal vez es algo más… no lo sé… aún lo estoy averiguando.

Félix Esteves

Amigos de Los Mínimos y Máximos

jueves, 1 de marzo de 2012

LA FEMINEIDAD DESNUDADA EN EDGAR DEGAS... de bailarinas, desnudos, burguesas y trabajadoras.



Edgar Degas es considerado por muchos como un pintor impresionista, no obstante la similitud o afinidad del arte de este pintor francés con los impresionistas no implica la cohesión y la devoción al paradigma o arquetipo ideal de aquel grupo. Degas tuvo una formación académica y fue un magnifico dibujante, en su naturalismo partió del estilo de Manet y jamás empleó la técnica ideada por Monet y Renoir en sus pinturas púberes al aire libre. Sin embargo, las innovaciones impresionistas ampliaron su paleta; porque Degas que no pintó paisajes se propuso a captar lo momentáneo, lo efímero… lo breve.




Degas, así, en su afán de captar lo efímero y lo fugaz se interesó en las carreras de caballos, el ballet y las bailarinas, y aunque también cultivo el retrato y una gama de temas intensamente realistas, su gran obra reside en el movimiento, en captar, percibir, alcanzar y lograr plasmar en el lienzo el instante inmediato en que se mueven o se dirigen los objetos de su afecto pictórico.

Y es allí donde entra a jugar un papel importante la mujer y lo femenino en la obra de Edgar Degas; el pintor se propuso conquistar el instante sutil, sensual y elegante del movimiento femenino. Sus bailarinas y sus desnudos femíneos son un ejemplo de lo anteriormente dicho. En ellas se conjuga la agilidad de una pincelada capaz de plasmar en cada toque de color la dirección del movimiento o la pasividad contenida de un miembro, un gesto o una mirada que “muere” por moverse, menearse, agitarse, desplazarse o ser sentida.
La mujer se convierte en protagonista de gran parte de la obra de Degas, y ocupando un lugar privilegiado hallamos a las bailarinas. Degas tiene hasta 600 obras basadas en el ballet.  Pero además, Degas fue capaz de plasmar la mujer como elemento de una sociedad en crecimiento y que se incorporaba a la vida económica, Edgar no sólo pintó a la mujer como objeto de deseo (Bailarinas y desnudos) pintó a la mujer que trabaja, que tiene la necesidad de llevar el pan a la casa, a la mujer que tiene que sobrevivir en mundo de hombres.




Curiosamente el momento en el que Degas decide pintar a sus bailarinas, éstas junto con el ballet se encuentran en un momento de decadencia. Las bailarinas de ballet dejaron de ser objeto de deseo de la realeza y los aristócratas, el ballet en aquel entonces abre sus puertas al público heterogéneo de París, y cada vez más el adjetivo de bailarina se liga o se confunde con el de prostituta. En aquel entonces las bailarinas eran objeto de placer para la aristocracia. No obstante Degas pudo imprimir en su pintura más que eso, y las vistió de independencia y de seres capaces de trabajar en una sociedad que se construía y al mismo tiempo se desmoronaba en los necesarios pero también crueles frutos de la industrialización. Degas nos muestra a una bailarina perturbada y frenética que parece no prestar atención al espectador, una bailarina que se aplica en sus ensayos y a su trabajo.




Su período de desnudos es sin duda uno de los más conocidos de la historia de la pintura. Sus mujeres están carentes de obscenidad y parecen cercanas, cordiales, de una sensualidad cadenciosa y sosegada. Están retratadas en situaciones cotidianas, en poses naturales, como ajenas a la mirada del pintor. Ellas se bañan, se desvisten en pleno silencio, como si desconocieran la presencia del artista, Degas es simple ejecutor y pintor, su presencia no afecta a la modelo, como sí se escondiera y las dejara hacer su aseo personal, y solo él es capaz de capturar, como si fuera una cámara fotográfica, el instante erótico pero sutil de la desnudez femenina.



La mujer trabajadora y la burguesa en Degas parecieran estar unidas por la soledad en que parecen estar inmersas; en ambas la atmosfera es de tranquilidad perturbadora, nunca miran al pintor o al espectador, están como ausentes o demasiado ocupadas en sus faenas o en sus pensamientos.

La femineidad en la obra de Edgar Degas ocupo un lugar destacado, para no decir el primer motivo de su arte, y fue representado mediante todas las técnicas que el artista practicó, desde la pintura al dibujo, desde la escultura y la estampa, y por supuesto el pastel, técnica que llevo a la perfección.


Las variaciones sobre un mismo tema, como las bailarinas, como el desnudo femenino, que repitió tanto en pintura como en escultura, son una muestra de esa obsesión por observar y reproducir el ritmo y las posturas de lo femenino. Ahora bien, el artista aportó una original invención compositiva e iconográfica que otorgó a su pintura una nueva visión del mundo más profana. Eliminó el encuadre tradicional y lo sustituyó por una composición descentrada, dominada por las nuevas leyes de la instantaneidad, la fotografía empezaba a descollar en las artes visuales que vino además a descomponer las bases del academicismo y dar pie a la revuelta moderna, pero eso es ya otro tema que es necesario discutir en otra entrada.

Por Félix Esteves

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