miércoles, 21 de marzo de 2012

LA NORMA MORAL, LA IGLESIA Y LA HOMOSEXUALIDAD. Valores morales occidentales y la homosexualidad.


La norma moral viene proporcionada por las costumbres. Los aspectos morales de la homosexualidad están emanados de la legislación, la psiquiatría y la vida social. Cuando la ley juzga como delito la relación homosexual entre adultos libres y conscientes de sus actos, está claro que no intenta proteger la moral pública ni la seguridad de sus individuos, sino que tiene una finalidad moralizadora. La actual cultura, sigue todavía una línea represiva de la sexualidad en general. Las leyes sobre conducta sexual, son clara prueba de ello. Hemos visto que la mayoría de las leyes que prohíben la homosexualidad, prohíben también otros tipos de conducta heterosexuales. Se considera todavía que la sexualidad es algo básicamente “malo” y que sólo se justifica cuando es “natural”, es decir  cuando esta es heterosexualidad, genital, y procreativa.

Al definir la conducta heterosexual como “normal” y la homosexual como “anormal”, se parte de un juicio de valor previo. Este valor previo es el de la procreación, que a través de la heterosexualidad permite la conservación de la especie humana. Nuestra cultura estimula la heterosexualidad desde muchos ángulos. Desde la publicidad hasta la exaltación del matrimonio.

Según muchos estudiosos la homosexualidad priva del gozo de la complementariedad que se da entre hombre y mujer, pero esta complementariedad viene adscrita  a la tradición bíblica, que nos dice que el hombre fue creado “a imagen de Dios los creó, hombre y mujer los creó”. (Gen 1, 27). Está claro que este axioma moral se fundamenta en la teoría creacionista o creacionismo, de lo cual sabemos es obsoleta y alejada de la realidad científica.

Muchos son las investigaciones y estudios que desde los más diversos campos se han realizado sobre la homosexualidad en sus más variados aspectos en los últimos años. Se ha de reconocer que las ciencias (la psicología, la sociología, la medicina, etc.) han contribuido a tratar el tema de la homosexualidad de un modo preciso, a eliminar injustas discriminaciones y a acercarse a los homosexuales con la comprensión que merece su dignidad de personas humanas, sin el aditamento  de enfermos mentales, desequilibrados o desviados sexuales. En el debate sobre la valoración de la condición homosexual, aunque no son pocos los autores, mayormente psicólogos, que defienden que “la homosexualidad es un desorden sólo cuando no es querida por la persona.”[1]

Partiendo que la homosexualidad no es un desorden y que cada vez somos más, según datos experimentales podemos llegar al 5% de la población mundial, enfoquemos este artículo en los cambios que se han producido a lo largo de la historia humana rápidamente, al principio éramos aceptados en la antigüedad clásica, después vino el monoteísmo judío y el cristiano para tacharnos de delito luego a pecado (vitium nefandum), más tarde en una sociedad más moderna trastocada por el racionalismo nos estigmatizaron como “enfermos”, vinieron los nazi y nos pusieron unos singulares triángulos rosados por “débiles mentales”, en los cincuentas hasta bien entrados los setenta llegamos a “condición”, para que a principio de los ochenta por supuesto del siglo pasado el SIDA nos volviera a estigmatizar y la sociedad neófita nos viera de nuevo como enfermos contagiosos, después de esto yo aseguraría que somos más del 5% como lo indican las estadísticas, pues este triste historial hace que muchos sigan en el closet y se nieguen a contestar con la verdad las encuestas. Lo que si podemos asegurar es que la homosexualidad hoy día es una opción libremente elegida del autodescubrimiento de nuestra sexualidad. ¿Cómo pasa esa autodeterminación y autodescubrimiento? Cada quién tiene su historia, lo importante es que es un ejercicio de la libertad humana por elegir lo que queremos ser.

VALORACIÓN DE LA HOMOSEXUALIDAD EN LA MORAL OCCIDENTAL.

Los valores éticos y morales de las sociedades occidentales están fundamentados
en los enunciados básicos del cristianismo y en especial de la Iglesia Católica.
La moral de la sociedad occidental esta cimentada en la tradición cristiana, por eso es necesario hacer reseña clara a la valoración de la homosexualidad desde un punto de vista religioso, pero especialmente en la moral impuesta por la educastradora iglesia católica.

La valoración de la homosexualidad por parte de la Iglesia Católica, aún cuando el Concilio Vaticano II[2] supuso un cambio en la valoración de la sexualidad, hasta 1975 no se originó una nueva declaración oficial sobre la homosexualidad, Declaración Persona humana de la Congregación para la Doctrina de la Fe, donde se afirma:

"Según el orden moral objetivo, las relaciones homosexuales son actos privados de su regla esencial e indispensable. En las Sagradas Escrituras están condenados como graves depravaciones e incluso presentados como la triste consecuencia de una repulsa de Dios"[3]

La Iglesia, no obstante, diferencia entre la maldad objetiva de la actividad homosexual y la responsabilidad subjetiva de quien la realiza. En esa misma declaración antes citada se nos enseña que:

"Este juicio de la Escritura no permite concluir que todos los que padecen de esta anomalía son del todo responsables, personalmente, de sus manifestaciones; pero atestigua que los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados y que no pueden recibir aprobación en ningún caso"[4]

Esto no quiere decir que los individuos que obran en estos actos siempre sean subjetivamente excusables, sino que a veces la ignorancia, el abuso de otras personas, las influencias ambientales muy fuertes, entre otras cosas, pueden conducirlas a realizar actos no totalmente libres. Sin embargo, tales actos son gravemente malos en sí mismos, pues ofenden a Dios y van en contra del bien auténtico de la persona humana. Es decir que para los Padres de la Iglesia Católica existe una homosexualidad "adquirida"  que considera como "transitoria y curable", y otra producida por "cierto instinto innato", que "se supone incurable". En consecuencia se concluye que no puede afirmarse que "todos cuantos padecen esta anomalía son personalmente responsables de ella". Tal como lo afirma Gafo en la siguiente cita:

“Al tratar este último tema, el documento hace una distinción «que aparece con algún fundamento» entre dos tipos de homosexualidad: ‘la que procede de una falsa educación, de falta de desarrollo sexual normal, de hábito adquirido, de mal ejemplo y otras causas semejantes’, a la que califica de ‘transitoria o, al menos, curable’ y, por otra parte, la homosexualidad definitiva ‘a causa de cierto instinto innato o constitución patológica que se suponen incurables’. Por eso no puede decirse que ‘todos cuantos padecen esta anomalía son personalmente responsables de ella’. Según la Declaración Persona humana, al referirse a esa homosexualidad definitiva, es donde surgen voces que justifican las relaciones homosexuales ‘dentro de una sincera comunión de vida y amor análoga al matrimonio, en la medida en que estos homosexuales se sienten incapaces de soportar una vida en soledad’.”[5]

Once años despues, en 1986, la misma Congregación para la Doctrina de la Fe volvió a tratar el lema de la homosexualidad en la Carta a los Obispos de la Iglesia Católica sobre la atención pastoral a las personas homosexuales para salir al paso de "interpretaciones excesivamente benévolas de la condición homosexual" surgidas a partir de la Declaración Persona humana de 1975, afirmando que:

...“la particular inclinación de la persona homosexual, aunque en sí no sea pecado, constituye sin embargo una tendencia, más o menos fuerte, hacia un comportamiento intrínsecamente malo desde el punto de vista moral. Por este motivo la inclinación misma debe ser considerada como objetivamente desordenada”[6]

En todo caso, la Carta deplora que las personas homosexuales hayan sido objeto de expresiones malévolas y de acciones violentas, afirmando que la dignidad propia de toda persona siempre debe ser respetada en las palabras, en las acciones y en las legislaciones.

Después en 1992, el Catecismo de la Iglesia Católica nos dice:

“2357 La homosexualidad designa las relaciones entre hombres o mujeres que experimentan una atracción sexual, exclusiva o predominante, hacia personas del mismo sexo. Reviste formas muy variadas a través de los siglos y las culturas. Su origen psíquico permanece en gran medida inexplicado. Apoyándose en la Sagrada Escritura que los presenta como depravaciones graves (cf Gn 19, 1-29; Rm 1, 24-27; 1 Co 6, 10; 1 Tm 1, 10), la Tradición ha declarado siempre que ‘los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados’ (CDF, decl. “Persona humana” 8). Son contrarios a la ley natural. Cierran el acto sexual al don de la vida. No proceden de una verdadera complementariedad afectiva y sexual. No pueden recibir aprobación en ningún caso.
2358 Un número apreciable de hombres y mujeres presentan tendencias homosexuales instintivas. No eligen su condición homosexual; ésta constituye para la mayoría de ellos una auténtica prueba. Deben ser acogidos con respeto, compasión y delicadeza. Se evitará, respecto a ellos, todo signo de discriminación injusta. Estas personas están llamadas a realizar la voluntad de Dios en su vida, y, si son cristianas, a unir al sacrificio de la cruz del Señor las dificultades que pueden encontrar a causa de su condición.
2359 Las personas homosexuales están llamadas a la castidad. Mediante virtudes de dominio de sí mismo que eduquen la libertad interior, y a veces mediante el apoyo de una amistad desinteresada, de la oración y la gracia sacramental, pueden y deben acercarse gradual y resueltamente a la perfección cristiana.”[7]

Las consideraciones anteriormente referidas o citadas la doctrina oficial de la Iglesia católica en su debate teológico actual pone de manifiesto la existencia en el seno de la Iglesia cuatro posturas o istmos sobre la homosexualidad:

Primero: los que rechazan la orientación y el comportamiento homosexual.

Segundo: los que rechazan las acciones y el estilo de vida homosexual, pero no la orientación (el tener la condición homosexual) y apoyan incondicionalmente a la persona homosexual.

Tercero: los que, no sólo no descalifican la orientación homosexual, sino que aceptan éticamente el mismo comportamiento homosexual cuando se dan las mismas condiciones que legitiman el comportamiento heterosexual.

Cuarto: los que no descalifican la orientación homosexual, pero sin ponerla al mismo nivel que la heterosexualidad, y afirman una aceptación ética, aunque matizada, del comportamiento homosexual.  Esta cuarta postura a su vez tiene dos vertientes:

 Primera Vertiente: la del teólogo P.S. Keane que acepta que en las acciones homosexuales de una persona gay que obra responsablemente y en las medidas de sus posibilidades hay un mal “óntico” pero no necesariamente un mal moral. Al fundamentar esa posición, Keane subraya que existen muchas acciones humanas que no llegan al nivel de su pleno potencial de bien, ya que el quehacer humano nunca puede actualizar la plenitud de sus potencialidades existentes. Por ello, el mal óntico significa que el mal forma parte del ser de una acción, pero sin que sea posible una condena moral. Es lo que otros autores califican como mal pre-moral o no-moral, planteamiento que fue rechazado por la Encíclica Veritatis Splendor.[8]

Segunda Vertiente: El teólogo Charles Curran llega a afirmar que considera moralmente justificadas las acciones homosexuales para el homosexual irreversible en el contexto de una relación amorosa que aspira a la estabilidad. Tal como se establece en la siguiente cita:

“Formula una «teoría del compromiso» entre las dos afirmaciones siguientes: “Todos los actos homosexuales son objetivamente malos”… “los actos homosexuales son neutros.”… “Sin duda, las relaciones heterosexuales matrimoniales constituyen el ideal. Pero, dado que el homosexual no es responsable de su orientación, de que no es posible el cambio hacia la heterosexualidad y que la sublimación celibataria no es siempre posible”… “las relaciones homosexuales estables, que proporcionen plenitud y satisfacción, son mejores que la promiscuidad sexual”. [9]

El empuje de los teólogos que hacen una reevaluación de la homosexualidad y el interés de la Iglesia Católica por evaluarla no es más que un reconocimiento de la práctica de la homosexualidad como una variante legítima de la experiencia del hombre desde el primer momento que piso la tierra, sea este primer momento por “Evolución” o por “Creación”. La Iglesia por lo tanto considera la homosexualidad como un hecho, que claro no repercute en la procreación de la raza humana, pero hay mecanismos científicos que abren el camino de la evolución humana.

La prohibición de los actos homosexuales por parte de la moral existente en Occidente y casi todo el mundo, por no decir todo, es más que la interpretación de una norma puramente eclesiástica, religiosa, que no obedece al deseo individual de autodeterminación sexual y a la cual todos tenemos el derecho de elegir. De esta manera, la inversión de la tradición bíblica y teológica sobre la moral, pierde fuerza al actual espíritu de los tiempos de la transpostmodernidad que abre un mundo de posibilidades a la libertad de autoexpresarse según nuestra identidad sexual. La homosexualidad es una variante de la naturaleza, pero lo que es mejor aún una variante del deseo por expresarnos como lo que queremos ser.

Hay una importante distinción entre el ámbito jurídico y el nivel de conducta moral. No podemos negar que la moral y de la ética basada en la religión como “No matarás”, “No robarás”, entre otros muchos son de gran importancia para el mantenimiento sano de la sociedad, porque dichos lemas están subyugados o amarrados al hecho de no hacer daño al prójimo. 

El “Amor Homosexual” es un amor que no se diferencia de otro “Amor”, con él no le hacemos daño a nadie. El “Amor Homosexual”, al igual que nosotros como individuos no le hacemos daño a nadie y no se puede estigmatizar nuestra conducta o nuestro simple obrar como amoral. El Estado debe proteger por ley los valores que garantizan el mantenimiento de la ley y la política con respecto a los fundamentos de la sociedad, al respeto ciudadano, a las libertades. Los delitos de matar, violar, robar, seducción de menores de edad, todos aquellos que vienen a dañar al otro son cometidos por un variante tipo de personas, entre heterosexuales y homosexuales, pero les aseguro que las estadísticas son mayores en los casos de los heterosexuales, lo que pasa que cuando son cometidos por algún miembro de nuestra comunidad LGTB son más sonados por los medios de comunicación, debido a que estamos tachados por la moral de una sociedad que desde hace tiempo pero mucho tiempo nos ha llamado y acusado de “Amorales”.


[1] American Psychiatric Association, Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders, Third edition, A.P.A., Washington D.C., 1980. p. 281-282.
[3] Congregación para la Doctrina de la Fe (CDF), Declaración "Persona humana" sobre algunas cuestiones de ética sexual, 29 de diciembre de 1975, número 8.
[4] Ibídem.  
[5] Gafo Fernández, Javier, Cristianismo y homosexualidad. En La homosexualidad: Un debate abierto (J.Gafo ed.), Desclée de Brouwer, Bilbao, 1987. p.196
[6] Congregación para la Doctrina de la Fe (CDF), Carta a los obispos de la Iglesia Católica sobre la atención pastoral a las personas homosexuales, 1ro. de octubre de 1986, número 3.
[9] CURRAN, Ch. E. «Homosexuality and Moral Theology, methodological and substantive Considerations», en The Tomist 35 (1971) 447-481; Catholic Moral Theology in Dialogue, University of Notre Dame Press, Notre Dame 1976, 184-219.

Por Félix Esteves

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