La norma moral viene proporcionada por las costumbres. Los aspectos
morales de la homosexualidad están emanados de la legislación, la psiquiatría y
la vida social. Cuando la ley juzga como delito la relación homosexual entre
adultos libres y conscientes de sus actos, está claro que no intenta proteger
la moral pública ni la seguridad de sus individuos, sino que tiene una
finalidad moralizadora. La actual cultura, sigue todavía una línea represiva de
la sexualidad en general. Las leyes sobre conducta sexual, son clara prueba de
ello. Hemos visto que la mayoría de las leyes que prohíben la homosexualidad, prohíben
también otros tipos de conducta heterosexuales. Se considera todavía que la sexualidad
es algo básicamente “malo” y que sólo se justifica cuando es “natural”, es
decir cuando esta es heterosexualidad,
genital, y procreativa.
Al definir la conducta heterosexual como “normal” y la homosexual como “anormal”,
se parte de un juicio de valor previo. Este valor previo es el de la
procreación, que a través de la heterosexualidad permite la conservación de la
especie humana. Nuestra cultura estimula la heterosexualidad desde muchos
ángulos. Desde la publicidad hasta la exaltación del matrimonio.
Según muchos estudiosos la homosexualidad priva del gozo de la
complementariedad que se da entre hombre y mujer, pero esta complementariedad
viene adscrita a la tradición bíblica,
que nos dice que el hombre fue creado “a imagen de Dios los creó, hombre y
mujer los creó”. (Gen 1, 27). Está claro que este axioma moral se fundamenta en
la teoría creacionista o creacionismo, de lo cual sabemos es obsoleta y alejada
de la realidad científica.
Muchos son las investigaciones y estudios que desde los más diversos
campos se han realizado sobre la homosexualidad en sus más variados aspectos en
los últimos años. Se ha de reconocer que las ciencias (la psicología, la sociología,
la medicina, etc.) han contribuido a tratar el tema de la homosexualidad de un modo
preciso, a eliminar injustas discriminaciones y a acercarse a los homosexuales
con la comprensión que merece su dignidad de personas humanas, sin el
aditamento de enfermos mentales, desequilibrados
o desviados sexuales. En el debate sobre la valoración de la condición homosexual,
aunque no son pocos los autores, mayormente psicólogos, que defienden que “la
homosexualidad es un desorden sólo cuando no es querida por la persona.”[1]
Partiendo que la homosexualidad no es un desorden y que cada vez somos
más, según datos experimentales podemos llegar al 5% de la población mundial,
enfoquemos este artículo en los cambios que se han producido a lo largo de la
historia humana rápidamente, al principio éramos aceptados en la antigüedad clásica,
después vino el monoteísmo judío y el cristiano para tacharnos de delito luego
a pecado (vitium nefandum), más tarde en una sociedad más moderna trastocada
por el racionalismo nos estigmatizaron como “enfermos”, vinieron los nazi y nos
pusieron unos singulares triángulos rosados por “débiles mentales”, en los
cincuentas hasta bien entrados los setenta llegamos a “condición”, para que a
principio de los ochenta por supuesto del siglo pasado el SIDA nos volviera a
estigmatizar y la sociedad neófita nos viera de nuevo como enfermos
contagiosos, después de esto yo aseguraría que somos más del 5% como lo indican
las estadísticas, pues este triste historial hace que muchos sigan en el closet
y se nieguen a contestar con la verdad las encuestas. Lo que si podemos
asegurar es que la homosexualidad hoy día es una opción libremente elegida del
autodescubrimiento de nuestra sexualidad. ¿Cómo pasa esa autodeterminación y
autodescubrimiento? Cada quién tiene su historia, lo importante es que es un
ejercicio de la libertad humana por elegir lo que queremos ser.
VALORACIÓN DE LA HOMOSEXUALIDAD EN LA MORAL OCCIDENTAL.
Los valores éticos y morales de las sociedades occidentales están fundamentados en los enunciados básicos del cristianismo y en especial de la Iglesia Católica. |
La moral de la sociedad occidental esta cimentada en la tradición cristiana,
por eso es necesario hacer reseña clara a la valoración de la homosexualidad desde
un punto de vista religioso, pero especialmente en la moral impuesta por la educastradora
iglesia católica.
La valoración de la homosexualidad por parte de la Iglesia Católica, aún
cuando el Concilio Vaticano II[2]
supuso un cambio en la valoración de la sexualidad, hasta 1975 no se originó
una nueva declaración oficial sobre la homosexualidad, Declaración Persona
humana de la Congregación para la Doctrina de la Fe, donde se afirma:
"Según el orden moral objetivo, las relaciones homosexuales son
actos privados de su regla esencial e indispensable. En las Sagradas Escrituras
están condenados como graves depravaciones e incluso presentados como la triste
consecuencia de una repulsa de Dios"[3]
La Iglesia, no obstante, diferencia entre la maldad objetiva de la
actividad homosexual y la responsabilidad subjetiva de quien la realiza. En esa
misma declaración antes citada se nos enseña que:
"Este juicio de la Escritura no permite concluir que todos los que
padecen de esta anomalía son del todo responsables, personalmente, de sus manifestaciones;
pero atestigua que los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados y
que no pueden recibir aprobación en ningún caso"[4]
Esto no quiere decir que los individuos que obran en estos actos siempre
sean subjetivamente excusables, sino que a veces la ignorancia, el abuso de
otras personas, las influencias ambientales muy fuertes, entre otras cosas,
pueden conducirlas a realizar actos no totalmente libres. Sin embargo, tales
actos son gravemente malos en sí mismos, pues ofenden a Dios y van en contra del
bien auténtico de la persona humana. Es decir que para los Padres de la Iglesia
Católica existe una homosexualidad "adquirida" que considera como "transitoria y
curable", y otra producida por "cierto instinto innato", que
"se supone incurable". En consecuencia se concluye que no puede
afirmarse que "todos cuantos padecen esta anomalía son personalmente
responsables de ella". Tal como lo afirma Gafo en la siguiente cita:
“Al tratar este último tema, el documento hace una distinción «que
aparece con algún fundamento» entre dos tipos de homosexualidad: ‘la que
procede de una falsa educación, de falta de desarrollo sexual normal, de hábito
adquirido, de mal ejemplo y otras causas semejantes’, a la que califica de ‘transitoria
o, al menos, curable’ y, por otra parte, la homosexualidad definitiva ‘a causa
de cierto instinto innato o constitución patológica que se suponen incurables’.
Por eso no puede decirse que ‘todos cuantos padecen esta anomalía son personalmente
responsables de ella’. Según la Declaración Persona humana, al referirse a esa
homosexualidad definitiva, es donde surgen voces que justifican las relaciones
homosexuales ‘dentro de una sincera comunión de vida y amor análoga al
matrimonio, en la medida en que estos homosexuales se sienten incapaces de
soportar una vida en soledad’.”[5]
Once años despues, en 1986, la misma Congregación para la Doctrina de la
Fe volvió a tratar el lema de la homosexualidad en la Carta a los Obispos de la
Iglesia Católica sobre la atención pastoral a las personas homosexuales para
salir al paso de "interpretaciones excesivamente benévolas de la condición
homosexual" surgidas a partir de la Declaración Persona humana de 1975,
afirmando que:
...“la particular inclinación de la persona homosexual, aunque en sí no sea
pecado, constituye sin embargo una tendencia, más o menos fuerte, hacia un
comportamiento intrínsecamente malo desde el punto de vista moral. Por este
motivo la inclinación misma debe ser considerada como objetivamente desordenada”[6]
En todo caso, la Carta deplora que las personas homosexuales hayan sido
objeto de expresiones malévolas y de acciones violentas, afirmando
que la dignidad propia de toda persona siempre debe ser respetada en las
palabras, en las acciones y en las legislaciones.
Después en 1992, el Catecismo de la Iglesia Católica nos dice:
“2357 La homosexualidad designa las relaciones entre hombres o mujeres
que experimentan una atracción sexual, exclusiva o predominante, hacia personas
del mismo sexo. Reviste formas muy variadas a través de los siglos y las
culturas. Su origen psíquico permanece en gran medida inexplicado. Apoyándose
en la Sagrada Escritura que los presenta como depravaciones graves (cf Gn 19,
1-29; Rm 1, 24-27; 1 Co 6, 10; 1 Tm 1, 10), la Tradición ha declarado siempre
que ‘los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados’ (CDF, decl.
“Persona humana” 8). Son contrarios a la ley natural. Cierran el acto sexual al
don de la vida. No proceden de una verdadera complementariedad afectiva y
sexual. No pueden recibir aprobación en ningún caso.
2358 Un número apreciable de hombres y mujeres presentan tendencias
homosexuales instintivas. No eligen su condición homosexual; ésta constituye
para la mayoría de ellos una auténtica prueba. Deben ser acogidos con respeto,
compasión y delicadeza. Se evitará, respecto a ellos, todo signo de
discriminación injusta. Estas personas están llamadas a realizar la voluntad de
Dios en su vida, y, si son cristianas, a unir al sacrificio de la cruz del
Señor las dificultades que pueden encontrar a causa de su condición.
2359 Las personas homosexuales están llamadas a la castidad. Mediante
virtudes de dominio de sí mismo que eduquen la libertad interior, y a veces
mediante el apoyo de una amistad desinteresada, de la oración y la gracia
sacramental, pueden y deben acercarse gradual y resueltamente a la perfección
cristiana.”[7]
Las consideraciones anteriormente referidas o citadas la doctrina
oficial de la Iglesia católica en su debate teológico actual pone de manifiesto
la existencia en el seno de la Iglesia cuatro posturas o istmos sobre la
homosexualidad:
Primero: los que rechazan la orientación y el comportamiento homosexual.
Segundo: los que rechazan las acciones y el estilo de vida homosexual,
pero no la orientación (el tener la condición homosexual) y apoyan
incondicionalmente a la persona homosexual.
Tercero: los que, no sólo no descalifican la orientación homosexual,
sino que aceptan éticamente el mismo comportamiento homosexual cuando se dan
las mismas condiciones que legitiman el comportamiento heterosexual.
Cuarto: los que no descalifican la orientación homosexual, pero sin
ponerla al mismo nivel que la heterosexualidad, y afirman una aceptación ética,
aunque matizada, del comportamiento homosexual. Esta cuarta postura a su vez tiene dos
vertientes:
Primera Vertiente: la del teólogo
P.S. Keane que acepta que en las acciones homosexuales de una persona gay que obra
responsablemente y en las medidas de sus posibilidades hay un mal “óntico” pero
no necesariamente un mal moral. Al fundamentar esa posición, Keane subraya que
existen muchas acciones humanas que no llegan al nivel de su pleno potencial de
bien, ya que el quehacer humano nunca puede actualizar la plenitud de sus
potencialidades existentes. Por ello, el mal óntico significa que el mal forma
parte del ser de una acción, pero sin que sea posible una condena moral. Es lo
que otros autores califican como mal pre-moral o no-moral, planteamiento que
fue rechazado por la Encíclica Veritatis Splendor.[8]
Segunda Vertiente: El teólogo Charles Curran llega a afirmar que
considera moralmente justificadas las acciones homosexuales para el homosexual
irreversible en el contexto de una relación amorosa que aspira a la estabilidad.
Tal como se establece en la siguiente cita:
“Formula una «teoría del compromiso» entre las dos afirmaciones
siguientes: “Todos los actos homosexuales son objetivamente malos”… “los actos
homosexuales son neutros.”… “Sin duda, las relaciones heterosexuales
matrimoniales constituyen el ideal. Pero, dado que el homosexual no es
responsable de su orientación, de que no es posible el cambio hacia la
heterosexualidad y que la sublimación celibataria no es siempre posible”… “las
relaciones homosexuales estables, que proporcionen plenitud y satisfacción, son
mejores que la promiscuidad sexual”. [9]
El empuje de los teólogos que hacen una reevaluación de la
homosexualidad y el interés de la Iglesia Católica por evaluarla no es más que
un reconocimiento de la práctica de la homosexualidad como una variante
legítima de la experiencia del hombre desde el primer momento que piso la
tierra, sea este primer momento por “Evolución” o por “Creación”. La Iglesia
por lo tanto considera la homosexualidad como un hecho, que claro no repercute
en la procreación de la raza humana, pero hay mecanismos científicos que abren
el camino de la evolución humana.
La prohibición de los actos homosexuales por parte de la moral existente
en Occidente y casi todo el mundo, por no decir todo, es más que la interpretación
de una norma puramente eclesiástica, religiosa, que no obedece al deseo
individual de autodeterminación sexual y a la cual todos tenemos el derecho de
elegir. De esta manera, la inversión de la tradición bíblica y teológica sobre la
moral, pierde fuerza al actual espíritu de los tiempos de la
transpostmodernidad que abre un mundo de posibilidades a la libertad de
autoexpresarse según nuestra identidad sexual. La homosexualidad es una variante
de la naturaleza, pero lo que es mejor aún una variante del deseo por
expresarnos como lo que queremos ser.
Hay una importante distinción entre el ámbito jurídico y el nivel de
conducta moral. No podemos negar que la moral y de la ética basada en la
religión como “No matarás”, “No robarás”, entre otros muchos son de gran
importancia para el mantenimiento sano de la sociedad, porque dichos lemas están
subyugados o amarrados al hecho de no hacer daño al prójimo.
El “Amor
Homosexual” es un amor que no se diferencia de otro “Amor”, con él no le
hacemos daño a nadie. El “Amor Homosexual”, al igual que nosotros como
individuos no le hacemos daño a nadie y no se puede estigmatizar nuestra conducta o nuestro simple obrar como
amoral. El Estado debe proteger por ley los valores que garantizan el
mantenimiento de la ley y la política con respecto a los fundamentos de la
sociedad, al respeto ciudadano, a las libertades. Los delitos de matar, violar,
robar, seducción de menores de edad, todos aquellos que vienen a dañar al otro
son cometidos por un variante tipo de personas, entre heterosexuales y
homosexuales, pero les aseguro que las estadísticas son mayores en los casos de
los heterosexuales, lo que pasa que cuando son cometidos por algún miembro de
nuestra comunidad LGTB son más sonados por los medios de comunicación, debido a
que estamos tachados por la moral de una sociedad que desde hace tiempo pero
mucho tiempo nos ha llamado y acusado de “Amorales”.
[1] American Psychiatric Association,
Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders, Third edition, A.P.A.,
Washington D.C., 1980. p. 281-282.
[3] Congregación para la Doctrina de la Fe (CDF), Declaración
"Persona humana" sobre algunas cuestiones de ética sexual, 29 de
diciembre de 1975, número 8.
[5] Gafo Fernández, Javier, Cristianismo
y homosexualidad. En La homosexualidad: Un debate abierto (J.Gafo ed.), Desclée
de Brouwer, Bilbao, 1987. p.196
[6] Congregación para la Doctrina de la Fe (CDF), Carta a los obispos de
la Iglesia Católica sobre la atención pastoral a las personas homosexuales,
1ro. de octubre de 1986, número 3.
[8] Encíclica Veritatis Splendor. http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_06081993_veritatis-splendor_sp.html
[9] CURRAN, Ch. E. «Homosexuality and Moral
Theology, methodological and substantive Considerations», en The Tomist 35
(1971) 447-481; Catholic Moral Theology in Dialogue, University of Notre Dame
Press, Notre Dame 1976, 184-219.
Por Félix Esteves
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