miércoles, 9 de mayo de 2012

DOS POEMAS HOMOERÓTICOS Y UNA REVELACIÓN


DESEO Y CASTIGO

Dejemos que el deseo haga lo suyo
no te niegues a ello.
Seamos solo eso… animales de amor.
Seamos solo eso… una efímera pasión.
Que la vida nos transcurra toda en ese instante…
Apresurado
Fugaz
Malvado y tierno a la vez.
¿Qué seamos descubiertos?
Entonces castígame de una vez
con tu lengua… que se haga látigo
con tus manos… que se conviertan en tenazas.
con tus muslos… para que me asfixien
que tu pene se haga daga…
apuñálame
castígame…
mátame ahora
que no tengo todo el tiempo para amarte...
¡Qué más quisiera!


TUS OLORES.

Todos los rincones apestan a orín, semen y mierda
aquí estuviste, lo sé porque puedo olerte
condones usados, papeles llenos de todas tus inmundicias y delicias.
(y de los que fueron tuyos)
Aún oigo tus resoplidos en las esquinas perdidas
tus gemidos que se quedaron atrapados en las grietas.
La oscuridad de todas esas esferas perdidas
son tu sombra que todavía no logra escapar de ellas.
Llevo las manos en los bolsillos
Manoseando mis dolores y deseos contenidos
por si te consigo y te persuado a que vengas conmigo.
Aquí estoy, bajo el farol apagado de esta calle perdida
buscándote entre ellos o ellas, entre todos los fantasmas
de unos sueños que ahora se hacen quimera.
Entre las soledades inquietas de todas estas aciagas y tristes estrellas.
No te culpo… por haberte ido.
Tu desesperación se ha hecho mía
tu mal se anexó a mi locura.
Y por fin cae el día
y el sol me vuelve a revelar
que te halle ya hace tiempo
en los nichos helados de la morgue y el dedo de tu pie amarrado a una funesta etiqueta.
Y saco por fin mis manos de los raídos bolsillos
y las encuentro mojadas, húmedas
porque como mis ojos ellas han llorado por ti y contigo.
Aún hiede a orin, semen y mierda
me llevo tus olores
para convencerme que sigues  aún vivo
entre los mortificados adoquines
de estas calles heridas y ciegas.


LA REVELACIÓN

Entró apresurado al cuarto para ver si lo conseguía infraganti, revolcándose en sus sabanas, en su lecho. Pero lo consiguió dormido y en solitario, como un niño. Su corazón dejo de latir apresuradamente y la calma volvió a su mente y a su alma. No quiso despertarlo, se fue al baño y se duchó pensando en lo maravilloso de su amor. Salió de la ducha y se miró un largo rato en el espejo. ¡Es mío! se dijo. Y sonriendo y feliz tomó unos hisopos y limpió sus oídos, abrió la papelera para depositar allí los hisopos y descubrió el vil engaño. En el fondo se veían  los condones repletos de semen, aun frescos, que  gritaban su traición. ¡Ya no me ama! Se repetía en el más duro silencio.

Súbitamente vino una luz… como una revelación… ¡Si me quiere! Lo hace para cuidarse y cuidarme... De repente sintió una bofetada y le vino a la mente las tantas veces que  el mismo lo engañó en esa misma cama, en los callejones, en el cuarto oscuro del bar, y en otros tantos lugares  y que nunca, pero nunca utilizó protección… entonces se advirtió que no lo amaba, y que él tampoco se amaba.



Por Félix Esteves

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