DESEO Y CASTIGO
Dejemos que el deseo
haga lo suyo
no te niegues a ello.
Seamos solo eso…
animales de amor.
Seamos solo eso… una efímera
pasión.
Que la vida nos
transcurra toda en ese instante…
Apresurado
Fugaz
Malvado y tierno a la
vez.
¿Qué seamos
descubiertos?
Entonces castígame de
una vez
con tu lengua… que se
haga látigo
con tus manos… que se
conviertan en tenazas.
con tus muslos… para
que me asfixien
que tu pene se haga
daga…
apuñálame
castígame…
mátame ahora
que no tengo todo el
tiempo para amarte...
¡Qué más quisiera!
TUS OLORES.
Todos los rincones apestan
a orín, semen y mierda
aquí estuviste, lo sé
porque puedo olerte
condones usados,
papeles llenos de todas tus inmundicias y delicias.
(y de los que fueron
tuyos)
Aún oigo tus resoplidos
en las esquinas perdidas
tus gemidos que se
quedaron atrapados en las grietas.
La oscuridad de todas
esas esferas perdidas
son tu sombra que todavía
no logra escapar de ellas.
Llevo las manos en los
bolsillos
Manoseando mis dolores
y deseos contenidos
por si te consigo y te
persuado a que vengas conmigo.
Aquí estoy, bajo el
farol apagado de esta calle perdida
buscándote entre ellos
o ellas, entre todos los fantasmas
de unos sueños que ahora se hacen quimera.
Entre las soledades
inquietas de todas estas aciagas y tristes estrellas.
No te culpo… por
haberte ido.
Tu desesperación se ha
hecho mía
tu mal se anexó a mi locura.
Y por fin cae el día
y el sol me vuelve a revelar
que te
halle ya hace tiempo
en los nichos helados
de la morgue y el dedo de tu pie amarrado a una funesta etiqueta.
Y saco por fin mis
manos de los raídos bolsillos
y las encuentro
mojadas, húmedas
porque como mis ojos
ellas han llorado por ti y contigo.
Aún hiede a orin,
semen y mierda
me llevo tus olores
para convencerme que
sigues aún vivo
entre los mortificados adoquines
de estas calles heridas y ciegas.
LA REVELACIÓN
Entró apresurado al cuarto para ver si lo conseguía infraganti, revolcándose
en sus sabanas, en su lecho. Pero lo consiguió dormido y en solitario, como un
niño. Su corazón dejo de latir apresuradamente y la calma volvió a su mente y a
su alma. No quiso despertarlo, se fue al baño y se duchó pensando en lo
maravilloso de su amor. Salió de la ducha y se miró un largo rato en el espejo. ¡Es mío! se dijo.
Y sonriendo y feliz tomó unos hisopos y limpió sus oídos, abrió la papelera
para depositar allí los hisopos y descubrió el vil engaño. En el fondo se veían
los condones repletos de semen, aun
frescos, que gritaban su traición. ¡Ya
no me ama! Se repetía en el más duro silencio.
Súbitamente vino una luz… como una revelación… ¡Si me quiere! Lo hace
para cuidarse y cuidarme... De repente sintió una bofetada y le vino a la mente
las tantas veces que el mismo lo engañó en esa misma cama, en los callejones, en el cuarto oscuro del bar, y en otros tantos lugares y que nunca, pero nunca utilizó protección… entonces se advirtió que no lo amaba, y que él
tampoco se amaba.
Por Félix Esteves
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