viernes, 18 de enero de 2013

MEL ODOM... el homoerotismo se viste de Art Deco.


Mel Odom nace el 02 de septiembre 1950, es un artista estadounidense que ha creado portadas de libros para numerosas novelas, en especial varios libros de fantasía, en la cual se encuentra el autor Guy Gavriel Kay, tales como la trilogía de Fionavar Tapestry, Tigana, A Song for Arbonne, y Los Leones de Al -Rassan. Odom fue también el diseñador de la muñeca de Gene Marshall Collectible Fashion.



Odom nació en Richmond, Virginia, y creció en Ahoskie, Carolina del Norte, donde sus padres nutrieron  sus intereses en el dibujo, las muñecas y el arte en general desde muy temprana edad pues desde muy pequeño fue adicto a los libros de arte que poblaban la biblioteca del hogar. Con su visible amor al arte y con la venia de sus padres se especializó en ilustración de moda en la Virginia Commonwealth University y realizó algunos estudios de posgrado en Inglaterra antes de mudarse a Nueva York en 1975.



Su arte distintivamente elegante que nos recuerda fuertemente al Art Deco y en especial a los trazos de Tamara de Lempicka, fue acogido rápidamente en los salones de New York y tuvo un éxito rotundo como un artista comercial, en un primer momento a través de ilustraciones eróticas para revistas de orientación sexual como Blueboy, Viva, y Playboy, el último de los cuales lo nombraron “Ilustrador del Año” en 1980. En el mismo año, realiza la portada del libro  Nocturnos para el Rey de Nápoles de Edmund White, que le abrió las puertas de un público más amplio.



Durante la década de 1980, su obra logró un éxito en muchos medios de comunicación comerciales. Él creó portadas de discos para el sello CBS y portadas de libros para numerosas otras novelas, por lo general en los géneros de fantasía, misterio y horror.  Realizó también  ilustraciones para revistas científicas y para el magazine de ciencia-ficción OMNI y en 1989 una portada para la revista Time. También recibió el reconocimiento profesional de sus compañeros, recibiendo la Medalla de Oro de la Sociedad de Ilustradores (categoría Editorial) en 1982 y una medalla de plata (categoría Libro) en 1987. Ha expuesto su obra en la ciudad de Nueva York, en el Museo Cooper-Hewitt y la Sociedad de Ilustradores.



Edmund White escribió en su Introducción a Dreamer: “El trabajo de Mel Odom representa una síntesis original de” ... “dos momentos en la historia del gusto: una recuperación del Art-Nouveau del pasado, sino en un brillante, espacio sin sombras, inocentemente hedonista. En el mundo Mel Odom  ha convertido la perversidad en un placer sincero ... una visión de la utopía”.



En 1990, diseñó un facepaint para Mdvanii, una muñeca 25cm de edición limitada de colección de moda. Aunque su diseño no se utiliza en última instancia para la producción real Mdvanii, la experiencia le renovó su interés infantil en las muñecas y lo llevó a crear una muñeca llamada Gene Marshall y que mide 15,5 pulgadas. La aparición de Gene Marshall, con sus armarios empotrados, se inspiran en el glamour de la época dorada de Hollywood de la década de 1920 hasta 1950. La muñeca hizo su debut comercial en la Feria del Juguete 1995 y fue un éxito inmediato, creando un mercado más amplio para las muñecas grandes de moda totalmente articulada en contraste con la muñeca Barbie ligeramente más pequeña y menos flexible. Desde entonces, Odom ha concentrado sus actividades profesionales en la muñeca de Gene Marshall, regularmente modifica su diseño para crear nuevas variaciones y la creación de muñecas similares compañero para compartir su mundo, como Lord Madra, Waters Violet, y Trent Osborn.

Odom sigue asistiendo a convenciones de coleccionistas de muñecas para hacer presentaciones personales y comprar muñecas para su propia colección, así como para apoyar las causas benéficas. De sus primeros amigos en el mundo del arte, se estima que dos tercios de ellos murieron de sida en la década de 1980. En una convención de muñeca de 1997 dedicado por completo a Gene Marshall, se realizó una subasta benéfica de muñecas de Odom  recaudando más de 30.000 dólares para la Crisis de Salud de Hombres Gay, una organización de servicios para el SIDA.



Volviendo a sus ilustraciones hay que recalcar que los rostros de sus dibujos o pinturas son inolvidables: sus miradas indelebles y fascinantes, están imbuidos de misterio y erotismo. Sus ojos, sobre todo, parecen el vórtice donde las emociones se identifican y se revela. Estas caras de singular belleza parecen retener historias adentro. Estas hermosas ilustraciones aparecieron en las portadas de las novelas y carteles en Nueva York, en un momento en que la ciudad necesitaba belleza para contemplar. Hoy día sus figuras y rostros siguen siendo excesivamente hipnóticos. Uno puede detectar un Odom inmediatamente, los rostros son diferentes a cualquier otro.

Para culminar quiero agregar que su ideal de belleza masculina refleja un divino "amaneramiento" que hace que sus hombres destellen un homoerotismo que se pasea entre la singularidad de un gigolo  de los años 30 hasta los fuertes jóvenes de las ilustraciones de la propaganda de los soviets. Sus hombres se lucen a veces con una masculinidad animal pero al mismo tiempo destilan la dulzura femenina en lo encarnado de sus labios, en las miradas felinas y seductoras. Odom igualmente ha realizado ilustraciones de contenido explicitamente gay como la serie de besos masculinos.


Mel Odom ha logrado crear todo un mundo icónico contemporáneo basado en un arte del pasado como lo es el Art Deco y Nouveau mezclado sutilmente con el mundo excéntrico del Hollywood y la sensualidad pre-Rafaelita estableciendo un nuevo ideal de belleza.

Por Félix Esteves.

jueves, 17 de enero de 2013

CRAWFORD BARTON Y EL AMERICAN GAY DREAM.


Crawford Barton fue uno de los tantos de miles de gays y lesbianas que llegaron a la ciudad de San Francisco en las décadas de los 60 y 70 en busca de refugio, tolerancia y respeto por su estilo de vida. En su rol como fotógrafo, capturó la esencia de ese extraordinario lugar y de su  tiempo, su fotografía se convirtió en los testigos del florecimiento de una cultura abiertamente gay en una de las ciudades más importantes de los Estados unidos. Su trabajo fotográfico es la crónica del nacimiento del movimiento gay al oeste de Norteamérica y la historia visual del “Gay American Dream”. Su archivo fotográfico desdibuja las líneas entre el Arte  y el Documental, entre lo “bellamente pornográfico” y lo explicito sexual hasta la más tímida intimidad erótica, entre lo personal y lo político,




Barton nace el 2 de junio de 1943, criándose en una comunidad rural fundamentalista en Georgia. Sus padres eran granjeros y en su mundo la homosexualidad no era aceptada y mucho menos si un hijo “padecía” de aquella “enfermedad” y pecado. El padre de Barton tratando de masculinizar a su hijo que era al muy estilo “Sissy” (maricón o marica) lo incitaba a los deportes, pero el niño termino odiando y temiendo las actividades físicas. Su madre una ferviente mujer religiosa creía que el rezo y la oración eran la solución para el delicado niño y lo asustaba diciéndole que todos los pecadores arderían en el infierno. De esa manera, la infancia y pubertad la pasó entre los temores religiosos, el maltrato paterno por su amanerado comportamiento, que lo convirtió en un ser tímido e introspectivo, escapando de la dura realidad sumergiéndose en un mundo imaginario donde empezó su maravilloso viaje con el arte. Después de graduarse de la escuela secundaria con excelentes notas, recibió una pequeña beca que le permitió estudiar Arte en la Universidad de Georgia. Por fin sería libre.

En la universidad, Barton se enamoró de un hombre por primera vez, ilusionado hizo todo lo posible por conseguir aquel “objeto de su afecto” pero no fue así, ese amor no fue nunca correspondido. Barton tuvo algunos encuentros sexuales con algunos de los tantos estudiantes de la universidad más vieja y más poblada de Georgia, pero aquel desaire hecho por el primer amor lo mantuvo en una terrible depresión y después de un semestre, desilusionado el joven se retira de la universidad y regresa a la granja  de sus padres.




Pero Barton ya había conocido el mundo y después de dos años infernales en el hogar paterno, bajo la mirada crítica de sus padres que le reprochaban su abandono a la universidad, a los 21 años se matriculó en la escuela de arte en Atlanta, allí hizo nuevos amigos y encontró para su energía sexual reprimida un escape en los bares gay de esa ciudad y clubes. Atlanta si bien era heredera de una cultura sureña racista y homofóbica, en todos los Estados Unidos estaba levantándose un movimiento gay importante que dieron luz y mayor esplendor en San Francisco en la costa oeste y en New York en el otro extremo. Barton no quiso esperar más, con su pequeña maleta, y una cámara de 35mm regalada por uno de sus amantes, emprende su viaje al “Sangri-La Gay”, es decir San Francisco, y parecía que lo estaban esperando, pues las calles, y bares, y la comunidad LGBT de aquel paraíso homoerótico se rindió a su lente y a su magia.




Barton se trasladó a la asoleada California a finales de la década de los 60 para dedicarse y entregarse a su arte y a su vida como un hombre abiertamente gay. A principios de 1970 fue establecido como fotógrafo principal de lo que se ha llamado la “Edad de Oro” del despertar gay en San Francisco. Él era tanto participante de ese despertar como un cronista de las aventuras de los hombres y mujeres homosexuales que luchaban por el derecho a una vida digna. Muchas de sus imágenes documentan la lucha de los homosexuales en San Francisco, las primeras protestas del movimiento gay, los desfiles del Orgullo Gay, las campañas políticas de Harvey Milk, así como artistas abiertamente gays como Sal Mineo y Winfield Paul o poetas como Lawrence Ferlinghetti. Barton también fotografío las zonas de cruising de San Francisco, los sensuales chicos que se amaban en los parques, o aquellos que sin pudor se vendían, todo era posible en la “Abierta” San Francisco. Barton documento con su fotografía a los hombres que se entregaban con furia a sus instintos homoeróticos entre las esquinas de Castro Street, en los frescos ventíscales de los diques de la ciudad, perpetuó con su lente los aguerridos o dóciles leader, a los travestis, y a los “bellos fantasmas y ángeles” que merodeaban por la noche en la ciudad; Barton y su cámara fueron testigo de los bares underground de Folsom Street, de los insistentes caminadores en busca de ardientes aventuras, de aquellos hombres gays en busca de un amor furtivo o duradero.




Pero Barton también utilizó a su círculo de amigos y conocidos como el objetivo de su arte, aquellos seres queribles y amados le inspiró su fotografía erótica más íntima y tal vez la más hermosa y erótica. El principal de estos sujetos fue su amante y compañero, Larry Lara. Así el fotógrafo supo captar la belleza masculina, la plenitud, la riqueza  y complejidad del homoerotismo con el hombre que más amaba, Larry Lara se convirtió en su musa o mejor dicho en su Apolo, y lo retrato en diferentes formas captando la forma del amor gay y el estilo de vida de aquellas décadas de libertad sexual.

En 1974, el Young Museum presentó el trabajo de Barton en un exposición titulada “Nueva Fotografía, San Francisco y el Área de la Bahía”. Su obra atrevida, audas y sin complejos fue elogiada por el New York Times. Otros críticos, sin embargo, lo etiquetaron como escandaloso y vulgar, entre otros tantos descalificativos, pues muchos críticos como el público que en general que fue a ver dicha exposición no estaba preparada culturalmente y socialmente al franco homoerotismo y a la celebración insolente y fresca de la comunidad gay que ofendió las sensibilidades de una sociedad puritana y reaccionaria.




Además de su fotografía artística, Barton trabajó para el Advocate y el Bay Area Reporter, así como el San Francisco Examiner, Newsday, y Los Angeles Times. Un libro del trabajo de Barton, donde la figura masculina es la protagonista, y por supuesto el homoerotismo fue publicado en 1976. Sus fotografías también se utilizaron para ilustrar una colección de reminiscencias del Reverendo gay Malcolm Boyd, “Mirando hacia atrás con alegría” de 1990. Después de la muerte del fotógrafo se publicó  “Days of Hope” por Ediciones Aubrey Walter.

Con más de sesenta fotografías en blanco y negro, Days of Hope destila la esencia de la contribución de Barton como fotógrafo. En estas bellas imágenes, tomadas en ese mágico pero corto período, el artista demarca la línea de tiempo entre Stonewall y el comienzo de la liberación gay y, por el otro, por el asesinato de Harvey Milk y la aparición del SIDA. Barton supo presentar a San Francisco en la década de 1970 como una época de esperanza y posibilidad, de gran diversión y la libertad duramente ganada, pero todavía en peligro. La intensidad de las fotografías proviene de su conocimiento de las personas que retrato y fotografió, de la lucha política por reivindicar los derechos gays, muchos de esos fotografiados están muertos víctimas de la agitación política y la pandemia del SIDA que caracterizó los finales de 1970 y 1980.

Barton una vez comentó como su propósito en el arte de la fotografía:

“He tratado de servir como un cronista, como un vigilante de la gente”... “de mi gente”… “para alimentar de nuevo la imagen de un estilo de vida positivo, agradable - para ofrecer no sólo placer sino también orgullo.”


Mark Thompson, en su prólogo a “Days of Hope”, elocuentemente resume la contribución única de Barton y señala: “Crawford Barton nos deja un retrato de un momento seminal, bruñida con el pulido fino de la sensibilidad - un instinto al que nunca renunció”.

A principios de 1980, la inocencia y el optimismo de los años 1960 y 1970 se esfumaron para siempre. La era del Sida y la dura mano homofóbica de la era Reagan acabaron con el “Sangri-La” Gay San Franciscano. El presidente estadounidense Ronald Reagan, cuyo mandato coincidió con un bandazo general hacia la derecha de la política en EE. UU. y con el aumento de la influencia del evangelicanismo, sólo comenzó a hablar en público sobre el sida y la homosexualidad en 1987. A mediados de los años ochenta, las actividades gays eran ilegales todavía en la mitad de los estados y los esfuerzos de los activistas estaban tan concentrados en la crisis del sida, y la descriminalización de la homosexualidad pasó temporalmente a segundo plano y sólo se volvería a tratar el tema a finales de los años 1990.


Barton sucumbido a la edad de 50 años, el 12 de junio de 1993 por complicaciones a causa del sida, pero el artista aún sigue vivo en su trabajo fotográfico que nos dejó, tal vez sea su obra fotográfica el mejor testimonio de aquel sueño de tantos luchadores, de aquellos hombres y mujeres que se atrevieron a dar el salto para afianzar las libertades homosexuales, puede ser que el Sida y los conservadores hayan logrado opacar dicho movimiento LGBT por algún tiempo, pero quedaron estampados gracias al ingenio y arte de Barton que resurgen como el ave Fenix de sus cenizas. Hoy cada vez más su trabajo es valorizado, no solo como obras de arte sino también por el valor histórico-documental de una historia que siempre y muchos querrán borrar.

Por Félix Esteves

sábado, 12 de enero de 2013

TENNESSEE WILLIAMS: El Deseo Homoerótico Atrapado en su Período Pre-Stonewall.


Pequeño Preámbulo.


Thomas Lanier Williams, mejor conocido como Tennessee Williams, nació el 26 de marzo de 1911 en Columbus, Mississippi. Su madre Edwina Dakin, era una maestra de piano, hija de un ministro de Prim; su padre Cornelius Coffin Williams, un vendedor de zapatos,  alcohólico, que maltrataba a su esposa e hijos y que llamaba a Tennessee en forma de burla “Miss Nancy” debido al amaneramiento del niño. Tennessee pasó así sus años de formación en St. Louis, Missouri.

Tennessee tuvo una hermana, Rose, un año mayor que él, y fue muy importante en la formación psicológica del escritor, tal como nos señala la escritora Eunice Castro Orchillés en su reseña biográfica  novelada “Tennessee Williams. Las pasiones y amarguras del gran dramaturgo”:

“A principios del año 1906, Rose tenía 6 años de edad, Thomas casi 5 y eran tan unidos, que actuaban como si fuesen gemelos. La afinidad psicológica entre ambos era tan intensa, que cuando Rose tenía gripe, amigdalitis o paperas, Thomas estaba convencido de que él también estaba enfermo.” (Castro: 2012)

Tennessee Williams de pequeño con su madre y su hermana.
El escritor pasó su infancia y pubertad entre el amor de una madre sobreprotectora y una hermana que lo guiaba en todos su pasos, bajo el maltrato de la figura paterna y las enseñanzas religiosas episcopales de sus abuelos, además de oír las canciones, leyendas y cuentos de Ozzie, la sirvienta negra. Tal vez esa forma de vida excesivamente amorosa entre las faldas de su madre, hermana y criada, ayudaron a Tennessee a decidir sobre su sexualidad, pues era homosexual, pero siempre estuvo en el closet debido a los parámetros sociales existentes en una época homofóbica y una sociedad que aunque abierta a los cambios no se deslastraba de su puritanismo religioso que condenaba a los gays que llevaban una vida abierta.

Su vida como estudiante pasó de las letras al periodismo, pero su pasión oculta era escribir. Con varias obras escritas desde su temprana adolescencia, desde que su madre le regalara su primera máquina de escribir,  a los 29 años pudo tener su primer éxito en Broadway con “Batalla de ángeles” de  1940, pero el fracaso lo persiguió inclementemente. No obstante, durante los años que duró la Segunda Guerra Mundial, maduró su espíritu y su estilo, en un entorno atemorizado y angustiante como el que se vivía en gran parte de los Estados Unidos. Tras ese clima bélico, recién empezó a ser visto y reconocido por el público y la crítica, lo que le dio valor para probar nuevamente suerte en Broadway  y en 1945 se estrena “El zoológico de cristal”, teniendo la obra un éxito total.

Tennessee supo filtrar sus temores y miedos de su infancia y de su primera juventud y toda la imperfección del sur norteamericano con su belleza y también sus injusticias sociales en su obra, como ningún autor y dramaturgo ha hecho:

“El sur estadounidense donde creció y empezó a amasar sus temores, se convirtió en el escenario perfecto para descubrir lo imperfecto en una sociedad cuyas marcas de soledad, miedo y violencia se habían acumulado con los años en una especie de olla de presión. Él, un autor prolífico, fue uno de los artistas que supo abrir esa olla y hallar en ella la manera de expresar ese concentrado humano y explosivo.”  (Batalla: 2011)

La obra de Williams se pobló de conflictos humanos, de monstruos, pero no seres de deformaciones físicas sino emocionales y psíquicas, de seres solitarios, fracasados, corrompidos y decadentes. Nacieron así en el más puro ambiente escatológico, lleno de dolor y de frustraciones humanas obras como “Un tranvía llamado deseo” (1947), “La gata montada sobre el tejado caliente” (1954), “La rosa tatuada” (1952), y “De repente, el último verano” (1958) entre otras muchas.

En conflicto sobre su propia sexualidad, en decir o callar sobre su homosexualidad, Tennessee Williams escribió directamente sobre el mundo gay en sus cuentos y poesías, pero sólo rara vez en sus obras teatrales. Aquí no haremos un análisis muy profundo ni muy extenso de sus escritos, sin embargo, en general, señalaremos puntos importantes sobre cómo es tratada la homosexualidad en sus obras de teatro, cuentos y poesía, y en especial en aquellas obras más conocidas por el público en general asiduo y fanático del teatro y el cine; de igual manera señalaremos aquellos cuentos o relatos que enmarcan la época homosexual pre-Stonewall.

Tennessee Williams: sus formas de ver y sentir sobre la homosexualidad.


Homosexualidad en la Obra Teatral


La homosexualidad de Tennessee Williams era un secreto a voces,  que fue públicamente confirmada hasta la era post-Stonewall cuando los críticos gay le reprendieron por no salir del closet, lo que hizo que el dramaturgo declarará en sus “Memorias” de 1975 su homosexualidad. A partir de entonces su obra teatral comienza a tocar la homosexualidad de una manera más directa y ser la protagonista. Sin embargo, cualquiera que hubiera leído sus cuentos y poemas, en los que Williams podría ser más sincero de lo que podía estar en las obras escritas para un público de Broadway, tuvo una amplia evidencia de su homosexualidad.

La obra de Tennessee Williams plantea problemas interesantes para el lector gay. En su mejor momento, Williams escribió algunas de las más grandes obras americanas, no obstante los homosexuales que se mencionan en sus obras más famosas, están muertos, o encerrados en sus herméticos closets, pero nunca aparecen en escena directamente, quizás el personaje más directo que alude a la homosexualidad en su época pre-Stonewall es  Brick Pollit de “La gata montada sobre el tejado caliente”, y puede considerarse el personaje más atormentado de todos los de la producción  literaria de Williams; este joven deportista, perteneciente a una familia adinerada del sur y casado con una bella mujer que lo ama, no es feliz aunque aparentemente lo tenga todo, y es que su principal problema está en lo más profundo de su interior, en algo muy íntimo que sólo  él sabe, su homosexualidad, y que si se descubre supone el escandalo social y su ruina como deportista, como marido y como hijo.

Brick Pollit está enamorado de su compañero de universidad Skipper aunque él “no lo sabe”, Skipper se suicida, y esto lo hunde en una depresión lo que hace tambalear su ya falso matrimonio.  Skipper era un homosexual que vivía su sexualidad abiertamente y poco antes de suicidarse le confiesa a Maggie (esposa de Brick) sus sentimientos hacia Brick, una realidad que atormenta al protagonista pues toma conciencia de su propia sexualidad gay, pero a diferencia de Skipper, que se atreve a reconocer su identidad, Brick no es capaz de asumir su condición, En este caso, el personaje no sufre tanto porque la sociedad critique y desapruebe su comportamiento, sino porque sabiendo la respuesta de su entorno, no puede permitirse asimilar la realidad  y,  mucho  menos,  comunicarla.  Brick  tiene  miedo  de  reconocerse  a  sí mismo pues en su mente no cabe otro comportamiento que no sea el heterosexual y, además, su posición social se lo impide. Esto lo lleva en caer en la falsedad, el disimulo, y en la mentira, ese concepto que él tanto critica, y a no poder evitar rechazar a su esposa a la que desprecia porque considera responsable de la muerte de su amigo.

Si en “En el zoológico de cristal” el  centro era la castración materna, en  “La gata montada sobre el tejado caliente” el eje simbólico es la amistad homoerótica. Skipper y Brick componen un marco de  solidaridad y amor que  rompe  la  imagen  femenina,  pero  en  el  subconsciente  de Brick, ahora alcoholizado,  queda  una  deuda  hacia  su amigo muerto,  de  tal modo que  no  puede  realizar  ninguna  intimidad  sexual, ni siquiera con su esposa.  Brick el homosexual vivo vive reprimido, Skipper, el homosexual “liberado por si mismo” de las cadenas de la sociedad puritana, sin embargo está muerto.

Aunque Tennessee no plantea una solución efectiva al problema de Brick, le va dando  en la medida que la obra avanza  la  posibilidad  de  reconciliarse  con  su  entorno  para poder llevar una vida más fácil, pero no más placentera. Desde el principio, él está siempre desaliñado, en pijama, recluido en su habitación debido al reposo que tiene que guardar tras una fractura que le ha ocasionado una lesión en la pierna, no obstante el yeso en su pierna no es más que el símbolo de la  mutilación  sexual  que  padece,  de  la  que  sólo  puede  reponerse bebiendo  alcohol,  una  forma  de  evadirse  de  la  realidad  que  no  le  reporta  la felicidad, pues le da pánico reconocer su homosexualidad.

En “De repente, el último verano”, quizás su obra más dura y cruda, se aborda igualmente la homosexualidad, pero desde un punto altamente homofóbico. La homosexualidad de Sebastián (personaje muerto pero que sin embargo mueve y origina la trama) es algo más que claro; según el personaje de su madre Violeta, era completamente casto pero las revelaciones que hace su prima Katherine permiten que esto se ponga en duda. Y muy en duda en cuanto que utilizaba a las mujeres de su entorno (su madre y prima) para atraer hacia sí jóvenes muchachos de los que rápidamente se cansaba y a los que tenía que sustituir por otros platos del menú (así se expresaba Sebastián respecto a las personas). Así, homosexualidad y canibalismo, dos elementos de la obra que supusieron un gran escándalo en su época, no son más que metáforas del mundo de Sebastián. Este joven es un hombre que se cree “Dios”, es rico, hermoso, maneja a su antojo a todos, claro él es producto de su madre. Sebastián posee a los hombres y los “devora” metafóricamente, es el gay insaciable, cruel y promiscuo, el prototipo de la imagen hecha por la heteronormativa para descalificar la homosexualidad masculina.

“De repente, el último verano”, vale la pena señalar que Sebastián tiene tendencias de mártir al igual que su tocayo (San Sebastián, siendo por supuesto el santo gay por excelencia). Pero esto no impide en absoluto que su muerte sea el resultado de la homofobia. Si la sociedad hubiera sido más abierta, Sebastián podría haber encontrado el amor en la puerta de su casa en Nueva Orleans, y a lo mejor no se habría convertido en el gay neurótico autodestructivo, y tal vez la última jugada repente en ese último verano no existiría. En su lugar, es asesinado por caníbales heterosexuales que son simplemente el símbolo de las tendencias homofóbicas del heterosexismo, a la cual Tennessee Williams siempre se vio sometido, como todos los homosexuales de su época. Recordemos que Tennessee sufrió del maltrato homofóbico desde muy pequeño, y en especial por parte de su propio padre.

Estas contradicciones (siendo gay y sin embargo creador del “bad gay”) es el producto de la homofobia interiorizada, no podemos condenar a Williams por no tener una sensibilidad gay contemporánea, pero podemos decir que su actitud hacia su propia homosexualidad refleja la época en que vivió. A fines de 1940 y principios de 1950, la era de McCarthy, en la que Williams escribió su mejor obra, la homosexualidad era rechazada, era la marca de traidor y la imagen de la “degeneración”.

En “Un tranvía llamado deseo” Blanche Dubois se presenta como una mujer soltera, no obstante es una mentira, pues ella se casó con Allan Grey. Este personaje, el cual nunca aparece en escena, sólo es nombrado, es un personaje gay, y explico el por qué: en 1947, hubiera sido mucho más cómodo, respetable, ir con el sello de viuda. Sin embargo Blanche prefiere omitir ese pasado, Allan Grey se suicida porque no soporta la presión homofóbica de la sociedad y se mete un tiro cuando Blanche lo enfrenta con su homosexualidad. Al final de la primera escena, cuando Stanley pide a Blanche confirmar que se casó una vez y pregunta lo que pasó, ella responde angustiada por revelar su pasado que  “El muchacho: el muchacho murió”. En 1947, una viuda simplemente no llama a su marido muerto un “muchacho”. Esta palabra es evidentemente contraria a la palabra esposo u hombre. Así que puede significar una o ambas de estas dos cosas: primero, que era muy joven cuando murió, en efecto, no estaba aun completamente desarrollado, por decirlo así, y en segundo lugar, era menos que un “hombre”.  Esto ayuda a desarrollar la oposición que Tennessee Williams logra entre antagonizar el muertos Allan “Homosexual” y el vivo Stanley “Macho” u “Hombre”.

Más adelante Stella, la hermana de Blanche y mujer de Stanley, le dice a este: “La gente como tú abusó de ella y la obligó a cambiar”… “Allan, también, era una criatura frágil”. Su fragilidad, claramente femenina al ser análoga con la de Blanche, se opone a la fuerza brutal y masculina de Stanley. En otra escena, Stanley se apodera de un fajo de papel que pertenece a Blanche. Blanche le dice: "Estas son cartas de amor” pero nunca se dice que son de ella, simplemente que son del muchacho, cuestión que sugiere que son cartas de amor de Allan dirigidas a otro hombre, o poemas escritos por Allan a su amor masculino. Aquí Williams utiliza el recurso, muy utilizado en toda su obra literaria la ecuación: poeta/artista/creador = monstruo/freak o estrafalario/hombre gay/ Mujer extraña. Stanley es sinónimo de normalidad en comparación con el refinamiento o extravagancia de Allan (y de Blanche).
Stella prosigue también con su discurso:

“Se casó con un muchacho que escribía poesía” ... “Era muy guapo” … “Creo que Blanche no sólo le encanta, adoraba el suelo que pisaba!”… “Pero luego descubrió” …  “que este joven hermoso y talentoso era un degenerado” (A Streetcar Named Desire. New York: Signet, 1972. p. 189-190)

Stella, en contraposición a Blanche, le gustan los hombres, los machos, como su marido Stanley, ella es, en todo caso, una mujer machista y su elección de adjetivo (degenerado al referirse a Allan) muestra sus tendencias homofóbicas, y en la  práctica, la homofobia es una de las mejores maneras de hacer respetar el patriarcado, de fomentar el machismo.
Blanche se refiere a Allan de esta manera:

Él era un niño, sólo un niño, y yo era una muchacha muy joven. Cuando yo tenía dieciséis años, hice el descubrimiento del amor”… “Era como si de repente se convirtiera en una luz cegadora algo que siempre había sido mitad sombra, así es como golpeó el mundo para mí. Pero no tuve suerte. Estaba cegada… fui engañada. Había algo diferente en el niño, un nerviosismo, una suavidad y ternura, que no era como la de un hombre, aunque él no era afeminado, existía algo, esa cosa estaba allí”... (Ibídem, 182-183)

Claramente, la homosexualidad está presente en la obra teatral de Tennessee Williams sin embargo, sería simplista ver a Williams como una especie de militante gay. Él mismo tiempo sufría de un caso severo de la homofobia internalizada. En la mayoría de los casos, incluido el suyo, él se mantuvo virgen hasta los 26 años (1937), y después de algunos asuntos heterosexuales cedió a sus deseos homosexuales de mala gana, de manera progresiva y tardía, posiblemente a partir de 1939. Salió del clóset muy lentamente, y sólo salió públicamente en el Show de David Frost a la avanzada edad de cincuenta y nueve años, a raíz de Stonewall, por entonces, su sexualidad era prácticamente un secreto a voces.

Homosexualidad en los cuentos o relatos cortos.


Si bien Tennessee Williams es conocido por su obra teatral, fue un escritor prolífico que no sólo indago y creo excelentes obras para el teatro, su talento le hizo crear innumerables cuentos, no obstante estos relatos son pocos conocidos y sólo se han editado pocas veces. Muchos de estos cuentos fueron escritos entre 1941 y 1953; es decir, en el plazo o ínterin en que el escritor pasaba de ser un autor de piezas de Broadway a un popular y solicitado adaptador de su propias obras para el cine hollywoodense. 

Estos relatos, son obras “terriblemente” autobiográficos donde Tennessee recorre de cabo a rabo los vericuetos de sus vivencias y de la sociedad para la cual escribió. Así vemos una jauría de personajes que caminan en la delgada línea de la desesperación, personajes que se encuentran en los límites de la “normalidad” y la “locura”. Los personajes de estas nueve historias cortas viven atrapados en las lacradas y obtusas normas sociales que los rechazan, los marginan y los atormentan, pero aún a pesar del panorama cernícalo y gris en que se encuentran no dejan de vivir apasionadamente, de reírse de sus fracasos, de sus miedos y de sus mortificadas vidas. Personajes que ríen y ríen a carcajadas excéntricas, trastornadas y frenéticas, que se entregan sin medir a la poca alegría que les ofrece las mezquinas formas de la normativa social tal vez para no llorar y sucumbir en el dolor.

Por ejemplo en el relato corto “Fiesta para dos” Tennessee nos entrega dos personajes que viven al límite donde su única analogía es la misma desesperación que nos trae la soledad, el miedo de no tener a nadie: Billy y Cora, un matrimonio integrado por un fracasado escritor homosexual y su esposa  una mujer alcohólica quince años mayor que él. Estos personajes son “nómadas”, que viven de hotel en hotel, de ciudad en ciudad, entregados a la vida sibarita, compartiendo amantes, y ahogando sus penas en los “whiskeys on the rocks”, tratando de borrar el pasado lejano y el pasado reciente, sin ver atrás para no tener que pensar en el futuro.  


En dos historias de la década de 1940, Tennessee Williams presenta imágenes “subversivas” del deseo homoerótico. Tanto en “Un brazo” y “El deseo y el masajista negro”, revela el deseo homosexual a través de la agresión, la violencia, la muerte, e incluso el canibalismo. Estos relatos de veinte años antes de Stonewall, Williams tuvo la valentía de presentar el deseo entre hombres en un lenguaje semicodificado. Él utiliza metáforas, tropos, y un conjunto muy particular de imágenes y símbolos. Su lenguaje figurativo en estas historias se refleja el impacto de estas relaciones limitadas por la sociedad, pero que sin embargo las planteas como  opciones románticas. El resultado es una articulación de la homosexualidad que revela la caída de los marginados personajes, personajes que sucumben y son derrotados debido a las limitaciones de la sociedad y el desprecio por la intimidad homoerótica.

La relación entre el cuerpo y el dolor es el significante predominante gótico en “Un brazo” y “El deseo y el masajista negro”. Del mismo modo, algunas de las obras de Williams, como “Un tranvía llamado deseo” y “De repente, el último verano”, revelan una relación entre el deseo y violencia: sólo a través del contacto físico intenso y doloroso, son posible las conexiones emocionales, el dolor lleva al placer y viceversa, el dolor-sexo-placer son el camino a la culminación erótica orgásmica que tiene como fin la liberación que no es más que la muerte. 

En ambos cuentos o relatos Williams utiliza la semiótica gótica, especialmente en las significaciones de la oscuridad, la desesperación y la violencia a través del lenguaje figurado. “Un brazo” y “El deseo y el masajista Negro” están cargados con modernos adornos góticos: el ajuste como un lugar alejado de la luz del día y la convención social, un humor siniestro con un entorno de suspenso y la reestructuración dinámica de la relación amo-esclavo que prevalece en muchos textos góticos del siglo XIX. En estas historias, a través de personajes que se esconden en los refugios subculturales de Nueva Orleans, Williams revela las problemáticas del deseo sexual erótico entre hombres. De alguna manera estos personajes y sus deseos a veces “grotescos” pueden ser leídos como monstruosos, anormales, según los estándares convencionales, ya que se apartaban de los estándares de la sociedad. Para muchos escritores de las décadas de la posguerra, las historias de atracción del mismo sexo son inevitablemente historias de decepción y desastres, Williams no se separó de esa visión, lo que implica un fuerte temor cultural de la homosexualidad masculina en sus mundos contemporáneos. Muchos escritores hacen este tipo de asociaciones a través del uso de tropo gótico. Al igual que el vampiro o cualquier monstruo de la novela gótica clásica, en estas historias los personajes de Williams existen en los márgenes donde la muerte sólo proporciona una liberación.

Junto con el erotismo que domina la mayor parte del texto del relato “Un brazo”, la obra de Williams revela un discurso homofóbico imperante a mediados del siglo XX en la sociedad. La homosexualidad se explica como un cambio de estado, desde una posición adecuada en la sociedad a una inadecuada. El protagonista, Oliver,  un joven y hermoso granjero de Arkansas se casa con una mujer después de un escándalo sexual, se mete en la marina y comienza a trabajar como boxeador logrando el campeonato, pero un accidente automovilístico  lo desfigura, pierde su brazo, no obstante aquel defecto lo hace más hermoso y deseable, y empieza su periplo como un prostituto masculino como una forma de ganarse la vida. Pero Oliver ve el accidente más como un regalo, ya que puede disfrutar de su homosexualidad, pues siendo prostituto se gana la vida y al mismo tiempo disfruta de su verdadera sexualidad. Oliver es apresado, y desde  la celda de los condenados a muerte, oficia como un semidiós del deseo y de la derrota para cientos de admiradores, que lo cortejan por carta como a una estrella de cine, al final muere en la silla eléctrica. “Un brazo” marca el paradigma del reconocimiento, el deterioro y la destrucción del deseo hombre-hombre en una sociedad intolerante. Williams combina lenguaje gótico y el estigma cultural para enfatizar la percepción destructivas del deseo homoerótico. Al igual que el monstruo gótico del siglo XIX, el homosexual es creado, reconocido, temido, perseguido o condenado al ostracismo, y finalmente destruido. Oliver-desviado, deformado y loco-representa el deseo homosexual como enfermo y destructivo.

En “El deseo y el masajista negro”, el protagonista, un hombre blanco llamado Anthony, sólo puede cumplir su deseo a través del desarrollo de una identidad alternativa. Él vive dos vidas: en primer lugar como un empleado de cuello blanco que sufre “de una especie de vago dolor cerca de la base de su espina dorsal” y en segundo lugar como el hombre gay deseoso de ser poseído en una relación interracial sadomasoquista. En “El deseo y el masajista negro”, donde el terror se define y se limita a la intimidad homosexual de una forma brutal y sadomasoquista, en los baños subterráneos, donde las barreras sexuales no existen y los limites morales son desafiados a través de la violencia. Este relato, además de desafiar los convencionalismos de la heteronormativa también planteaba las relaciones interraciales cuando aún era o existía una separación o racismo en los Estados Unidos y más en los estados del sur.   
Anthony y el masajista ilustran un complejo engranaje de los opuestos. Anthony subvierte su deseo y expresa sus necesidades físicas a través de su fetiche oral, el masajista representa el deseo, pero no pueden expresar el deseo de sexo, sino sólo como violencia. En cierto sentido, los dos están perfectamente sincronizados: Anthony le gusta ser golpeado, y su masajista le encanta golpearlo, es la única manera de ser ganador en una sociedad que margina a los negros. Al final el masajista mata de placer (golpes) a Anthony y lo devora.

Otras dos historias merecen atención, “Caramelos duros” y “Los misterios del Joy Rio”. Los dos relatos son una variación sobre el mismo tema y emplean el mismo decorado, el Joy Rio, un teatro venido a menos y reconvertido en cine, en cuya parte superior mantenían encuentros esporádicos los hombres de la época. Tennessee retrata la homosexualidad de manera muy abierta. Aparece el deseo y ciertas vías y decorados en los que se materializa de una forma llamativamente evidente (en las obras de teatro y otros relatos las referencias suelen ser más veladas). En este sentido, son novedosas. Un deseo que aparece a la vez como nefasto, con consecuencias que se relacionan con la enfermedad y la muerte.

En “Caramelos duros”, un anciano se llena el bolsillo todas las mañanas con caramelos que más tarde cambia por favores sexuales, hasta un día en el que todo se tuerce. En “Los misterios del Joy Rio”, nos cuenta la relación de amor entre un relojero casi anciano y un jovencito mexicano, que, poco a poco, irá convirtiéndose en una réplica de su mentor. En ambos relatos celebran la búsqueda de placer, en ruinosas salas cinematográficas, de homosexuales algo o excesivamente viejos, que surgen como espectros de su propia soledad, para alcanzar los grandes sueños de sus vidas durante los minutos de sensualidad fugitiva, de placer efímero en las movedizas sombras de las butacas, arriesgándose a la violencia y a la policía.

En “La similitud entre una funda de violín y un féretro” se narra la llegada a la adolescencia de de una niña, su despertar sexual de ella y su hermano menor con la llegada de un joven que ensaya el violín con la chica, ya que mientras la joven tiene su primer enamoramiento adolescente, el chico descubrirá y explorara sus primeros instintos homosexuales. Un relato hermoso que muestra el amor filial y lo efímero de la belleza.
“The Knightly Quest” de 1966,  quizás uno de los mejores relatos de Tennessee Williams, esta hilvanado durante los duros años cuarenta y concluido a mediados de la turbulenta década de los sesenta, la obra es un mezcla de ciencia ficción y literatura gótica, donde el escritor no solo nos revela su percepción ideológica sobre el papel de resistencia política del “gay” en un sistema totalitario, sino que muestra algunas de sus estrategias contra-narrativas en la lucha contra el orden heterosexista y su heteronormativa. Williams al  optar el desenlace típico de la ciencia ficción del desastre total,  subvierte o contrapone la lógica del género popular favorito de la Guerra Fría. La amenaza ya no procede de marcianos u otros alienígenas o el ataque nuclear de los soviets, sino del propio sistema americano como el Estado que aniquila cualquier forma de “Ser Otro” o diferente, su disidencia o disconformidad. De igual manera, al convertir al homosexual, que representaba la “pureza del perverso multiforme” en el inconsciente colectivo de aquel entonces, en el superhombre éticamente superior de un mundo agónico y en el superviviente de una incierta utopía futura, Tennessee Williams concede un rol preponderante al “Monstruo” (el homosexual) como libertador del sueño americano de una independencia individual sin demarcaciones o límites.

Los Poemas de Tennessee Williams


Williams escribió desde el armario durante muchos años, con su homofobia interiorizada, con su deseo erótico por los hombres, y por los monstruos que poblaron su existencia marginalizada por el heterosexismo. Tennessee escribió así una profunda poesía llena de miedo y de dolor, de desesperación, que se balancea entre el deseo carnal y el amor puro, entre el odio por sentir ese deseo prohibido y por el placer de ser poseído u amado por aquellos jóvenes que buscaba en las zonas de cruising de mala muerte, su poesía está llena de metáforas que nos sugieren imágenes varoniles homoeróticas que se retuercen  entre las sabanas sucias de moteles y cuartuchos oscuros, entre subterráneos malolientes y bajo los puentes de las ciudades noctambulas, de hombres que se venden, de hombres que se entregan, de hombres que aman con miedo y aun así aman bajo la mirada inquisidora de una nación en una época ultrahomofóbica. Aquí les dejo algo de las bellas composiciones poéticas de este Caballero de las letras que marcó un hito en la forma de hacer teatro, de escribir los sentimientos humanos y de enfrentar al mundo pre-Stonewall – aunque sea con un tono homofóbico – sobre la realidad del mundo gay.



Por Félix Esteves