Crawford Barton fue uno de los
tantos de miles de gays y lesbianas que llegaron a la ciudad de San Francisco
en las décadas de los 60 y 70 en busca de refugio, tolerancia y respeto por su
estilo de vida. En su rol como fotógrafo, capturó la esencia de ese
extraordinario lugar y de su tiempo, su
fotografía se convirtió en los testigos del florecimiento de una cultura
abiertamente gay en una de las ciudades más importantes de los Estados unidos.
Su trabajo fotográfico es la crónica del nacimiento del movimiento gay al oeste
de Norteamérica y la historia visual del “Gay American Dream”. Su archivo
fotográfico desdibuja las líneas entre el Arte y el Documental, entre lo “bellamente
pornográfico” y lo explicito sexual hasta la más tímida intimidad erótica,
entre lo personal y lo político,
Barton nace el 2 de junio de 1943, criándose en una comunidad rural fundamentalista en Georgia. Sus padres eran granjeros y en su mundo la homosexualidad no era aceptada y mucho menos si un hijo “padecía” de aquella “enfermedad” y pecado. El padre de Barton tratando de masculinizar a su hijo que era al muy estilo “Sissy” (maricón o marica) lo incitaba a los deportes, pero el niño termino odiando y temiendo las actividades físicas. Su madre una ferviente mujer religiosa creía que el rezo y la oración eran la solución para el delicado niño y lo asustaba diciéndole que todos los pecadores arderían en el infierno. De esa manera, la infancia y pubertad la pasó entre los temores religiosos, el maltrato paterno por su amanerado comportamiento, que lo convirtió en un ser tímido e introspectivo, escapando de la dura realidad sumergiéndose en un mundo imaginario donde empezó su maravilloso viaje con el arte. Después de graduarse de la escuela secundaria con excelentes notas, recibió una pequeña beca que le permitió estudiar Arte en la Universidad de Georgia. Por fin sería libre.
En la universidad, Barton se
enamoró de un hombre por primera vez, ilusionado hizo todo lo posible por
conseguir aquel “objeto de su afecto” pero no fue así, ese amor no fue nunca correspondido.
Barton tuvo algunos encuentros sexuales con algunos de los tantos estudiantes
de la universidad más vieja y más poblada de Georgia, pero aquel desaire hecho
por el primer amor lo mantuvo en una terrible depresión y después de un
semestre, desilusionado el joven se retira de la universidad y regresa a la
granja de sus padres.
Pero Barton ya había conocido el mundo y después de dos años infernales en el hogar paterno, bajo la mirada crítica de sus padres que le reprochaban su abandono a la universidad, a los 21 años se matriculó en la escuela de arte en Atlanta, allí hizo nuevos amigos y encontró para su energía sexual reprimida un escape en los bares gay de esa ciudad y clubes. Atlanta si bien era heredera de una cultura sureña racista y homofóbica, en todos los Estados Unidos estaba levantándose un movimiento gay importante que dieron luz y mayor esplendor en San Francisco en la costa oeste y en New York en el otro extremo. Barton no quiso esperar más, con su pequeña maleta, y una cámara de 35mm regalada por uno de sus amantes, emprende su viaje al “Sangri-La Gay”, es decir San Francisco, y parecía que lo estaban esperando, pues las calles, y bares, y la comunidad LGBT de aquel paraíso homoerótico se rindió a su lente y a su magia.
Barton se trasladó a la asoleada California a finales de la década de los 60 para dedicarse y entregarse a su arte y a su vida como un hombre abiertamente gay. A principios de 1970 fue establecido como fotógrafo principal de lo que se ha llamado la “Edad de Oro” del despertar gay en San Francisco. Él era tanto participante de ese despertar como un cronista de las aventuras de los hombres y mujeres homosexuales que luchaban por el derecho a una vida digna. Muchas de sus imágenes documentan la lucha de los homosexuales en San Francisco, las primeras protestas del movimiento gay, los desfiles del Orgullo Gay, las campañas políticas de Harvey Milk, así como artistas abiertamente gays como Sal Mineo y Winfield Paul o poetas como Lawrence Ferlinghetti. Barton también fotografío las zonas de cruising de San Francisco, los sensuales chicos que se amaban en los parques, o aquellos que sin pudor se vendían, todo era posible en la “Abierta” San Francisco. Barton documento con su fotografía a los hombres que se entregaban con furia a sus instintos homoeróticos entre las esquinas de Castro Street, en los frescos ventíscales de los diques de la ciudad, perpetuó con su lente los aguerridos o dóciles leader, a los travestis, y a los “bellos fantasmas y ángeles” que merodeaban por la noche en la ciudad; Barton y su cámara fueron testigo de los bares underground de Folsom Street, de los insistentes caminadores en busca de ardientes aventuras, de aquellos hombres gays en busca de un amor furtivo o duradero.
Pero Barton también utilizó a su círculo de amigos y conocidos como el objetivo de su arte, aquellos seres queribles y amados le inspiró su fotografía erótica más íntima y tal vez la más hermosa y erótica. El principal de estos sujetos fue su amante y compañero, Larry Lara. Así el fotógrafo supo captar la belleza masculina, la plenitud, la riqueza y complejidad del homoerotismo con el hombre que más amaba, Larry Lara se convirtió en su musa o mejor dicho en su Apolo, y lo retrato en diferentes formas captando la forma del amor gay y el estilo de vida de aquellas décadas de libertad sexual.
En 1974, el Young Museum presentó
el trabajo de Barton en un exposición titulada “Nueva Fotografía, San Francisco
y el Área de la Bahía”. Su obra atrevida, audas y sin complejos fue elogiada
por el New York Times. Otros críticos, sin embargo, lo etiquetaron como escandaloso
y vulgar, entre otros tantos descalificativos, pues muchos críticos como el
público que en general que fue a ver dicha exposición no estaba preparada
culturalmente y socialmente al franco homoerotismo y a la celebración insolente
y fresca de la comunidad gay que ofendió las sensibilidades de una sociedad
puritana y reaccionaria.
Además de su fotografía artística, Barton trabajó para el Advocate y el Bay Area Reporter, así como el San Francisco Examiner, Newsday, y Los Angeles Times. Un libro del trabajo de Barton, donde la figura masculina es la protagonista, y por supuesto el homoerotismo fue publicado en 1976. Sus fotografías también se utilizaron para ilustrar una colección de reminiscencias del Reverendo gay Malcolm Boyd, “Mirando hacia atrás con alegría” de 1990. Después de la muerte del fotógrafo se publicó “Days of Hope” por Ediciones Aubrey Walter.
Con más de sesenta fotografías en
blanco y negro, Days of Hope destila la esencia de la contribución de Barton
como fotógrafo. En estas bellas imágenes, tomadas en ese mágico pero corto
período, el artista demarca la línea de tiempo entre Stonewall y el comienzo de
la liberación gay y, por el otro, por el asesinato de Harvey Milk y la
aparición del SIDA. Barton supo presentar a San Francisco en la década de 1970
como una época de esperanza y posibilidad, de gran diversión y la libertad
duramente ganada, pero todavía en peligro. La intensidad de las fotografías proviene
de su conocimiento de las personas que retrato y fotografió, de la lucha
política por reivindicar los derechos gays, muchos de esos fotografiados están
muertos víctimas de la agitación política y la pandemia del SIDA que
caracterizó los finales de 1970 y 1980.
Barton una vez comentó como su
propósito en el arte de la fotografía:
“He tratado de servir como un cronista, como un vigilante de la gente”...
“de mi gente”… “para alimentar de nuevo la imagen de un estilo de vida
positivo, agradable - para ofrecer no sólo placer sino también orgullo.”
Mark Thompson, en su prólogo a “Days of Hope”, elocuentemente resume la contribución única de Barton y señala: “Crawford Barton nos deja un retrato de un momento seminal, bruñida con el pulido fino de la sensibilidad - un instinto al que nunca renunció”.
A principios de 1980, la
inocencia y el optimismo de los años 1960 y 1970 se esfumaron para siempre. La
era del Sida y la dura mano homofóbica de la era Reagan acabaron con el
“Sangri-La” Gay San Franciscano. El presidente estadounidense Ronald Reagan,
cuyo mandato coincidió con un bandazo general hacia la derecha de la política
en EE. UU. y con el aumento de la influencia del evangelicanismo, sólo comenzó
a hablar en público sobre el sida y la homosexualidad en 1987. A mediados de
los años ochenta, las actividades gays eran ilegales todavía en la mitad de los
estados y los esfuerzos de los activistas estaban tan concentrados en la crisis
del sida, y la descriminalización de la homosexualidad pasó temporalmente a
segundo plano y sólo se volvería a tratar el tema a finales de los años 1990.
Por Félix Esteves
No hay comentarios:
Publicar un comentario