Barton nace el 2 de junio de 1943, criándose en una comunidad rural fundamentalista en Georgia. Sus padres eran granjeros y en su mundo la homosexualidad no era aceptada y mucho menos si un hijo “padecía” de aquella “enfermedad” y pecado. El padre de Barton tratando de masculinizar a su hijo que era al muy estilo “Sissy” (maricón o marica) lo incitaba a los deportes, pero el niño termino odiando y temiendo las actividades físicas. Su madre una ferviente mujer religiosa creía que el rezo y la oración eran la solución para el delicado niño y lo asustaba diciéndole que todos los pecadores arderían en el infierno. De esa manera, la infancia y pubertad la pasó entre los temores religiosos, el maltrato paterno por su amanerado comportamiento, que lo convirtió en un ser tímido e introspectivo, escapando de la dura realidad sumergiéndose en un mundo imaginario donde empezó su maravilloso viaje con el arte. Después de graduarse de la escuela secundaria con excelentes notas, recibió una pequeña beca que le permitió estudiar Arte en la Universidad de Georgia. Por fin sería libre.
Pero Barton ya había conocido el mundo y después de dos años infernales en el hogar paterno, bajo la mirada crítica de sus padres que le reprochaban su abandono a la universidad, a los 21 años se matriculó en la escuela de arte en Atlanta, allí hizo nuevos amigos y encontró para su energía sexual reprimida un escape en los bares gay de esa ciudad y clubes. Atlanta si bien era heredera de una cultura sureña racista y homofóbica, en todos los Estados Unidos estaba levantándose un movimiento gay importante que dieron luz y mayor esplendor en San Francisco en la costa oeste y en New York en el otro extremo. Barton no quiso esperar más, con su pequeña maleta, y una cámara de 35mm regalada por uno de sus amantes, emprende su viaje al “Sangri-La Gay”, es decir San Francisco, y parecía que lo estaban esperando, pues las calles, y bares, y la comunidad LGBT de aquel paraíso homoerótico se rindió a su lente y a su magia.
Barton se trasladó a la asoleada California a finales de la década de los 60 para dedicarse y entregarse a su arte y a su vida como un hombre abiertamente gay. A principios de 1970 fue establecido como fotógrafo principal de lo que se ha llamado la “Edad de Oro” del despertar gay en San Francisco. Él era tanto participante de ese despertar como un cronista de las aventuras de los hombres y mujeres homosexuales que luchaban por el derecho a una vida digna. Muchas de sus imágenes documentan la lucha de los homosexuales en San Francisco, las primeras protestas del movimiento gay, los desfiles del Orgullo Gay, las campañas políticas de Harvey Milk, así como artistas abiertamente gays como Sal Mineo y Winfield Paul o poetas como Lawrence Ferlinghetti. Barton también fotografío las zonas de cruising de San Francisco, los sensuales chicos que se amaban en los parques, o aquellos que sin pudor se vendían, todo era posible en la “Abierta” San Francisco. Barton documento con su fotografía a los hombres que se entregaban con furia a sus instintos homoeróticos entre las esquinas de Castro Street, en los frescos ventíscales de los diques de la ciudad, perpetuó con su lente los aguerridos o dóciles leader, a los travestis, y a los “bellos fantasmas y ángeles” que merodeaban por la noche en la ciudad; Barton y su cámara fueron testigo de los bares underground de Folsom Street, de los insistentes caminadores en busca de ardientes aventuras, de aquellos hombres gays en busca de un amor furtivo o duradero.
Pero Barton también utilizó a su círculo de amigos y conocidos como el objetivo de su arte, aquellos seres queribles y amados le inspiró su fotografía erótica más íntima y tal vez la más hermosa y erótica. El principal de estos sujetos fue su amante y compañero, Larry Lara. Así el fotógrafo supo captar la belleza masculina, la plenitud, la riqueza y complejidad del homoerotismo con el hombre que más amaba, Larry Lara se convirtió en su musa o mejor dicho en su Apolo, y lo retrato en diferentes formas captando la forma del amor gay y el estilo de vida de aquellas décadas de libertad sexual.
Además de su fotografía artística, Barton trabajó para el Advocate y el Bay Area Reporter, así como el San Francisco Examiner, Newsday, y Los Angeles Times. Un libro del trabajo de Barton, donde la figura masculina es la protagonista, y por supuesto el homoerotismo fue publicado en 1976. Sus fotografías también se utilizaron para ilustrar una colección de reminiscencias del Reverendo gay Malcolm Boyd, “Mirando hacia atrás con alegría” de 1990. Después de la muerte del fotógrafo se publicó “Days of Hope” por Ediciones Aubrey Walter.
Mark Thompson, en su prólogo a “Days of Hope”, elocuentemente resume la contribución única de Barton y señala: “Crawford Barton nos deja un retrato de un momento seminal, bruñida con el pulido fino de la sensibilidad - un instinto al que nunca renunció”.
Por Félix Esteves
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