domingo, 28 de abril de 2013

CRIMEN Y CASTIGO DE LA HOMOSEXUALIDAD EN LA FRANCIA REVOLUCIONARIA Y NAPOLEÓNICA.


Las relaciones sexuales consensuales entre adultos del mismo sexo han sido legales en Francia durante doscientos veinte años, esto se debe a una serie de acontecimientos que empezaron con la Revolución Francesa, pero particularmente a la influencia de Jean-Jacques-Regis de Cambacérès que desempeñó un papel importante en la redacción de los códigos napoleónicos. Cambacérès, que adolecía de un "pequeño defecto" (petit défaut), un eufemismo de aquel entonces para adjetivar la atracción sexual al propio sexo, y que era conocido entre sus cercanos con el apodo de "Tía Turuleta" ,   provocó revuelo y burlas dentro de la conservativa época, no obstante también le hizo un héroe a generaciones posteriores de hombres gay, que acreditan a Cambacérès la despenalización de la homosexualidad en Francia.

La Asamblea Constituyente de 1789-91 fue de hecho la que derogó las leyes anti-sodomitas francesas en 1791, y la legislación napoleónica sencillamente incorporó esta reforma anterior. Por otra parte, el gobierno de Napoleón nunca demostró concretamente una tolerancia de la actividad homosexual. Decididos a hacer cumplir los más altos estándares morales en Francia, muchos de los funcionarios napoleónicos a veces ignoraron el inconveniente de que la ley no penalizara los "crímenes contra la naturaleza". Cuando consideraron un comportamiento sexual no convencional una amenaza para la moral pública, no dudaron en tomar medidas represivas contra pederasta y sodomitas, acordémonos que en aquella época de horror y sangre el término Homosexual o Gay no existían, no obstante trataremos de utilizarlos en ciertas ocasiones para refrescar los textos aquí expuestos.

Jean Jacques Regis de Cambaceres

Mucho antes del siglo XVIII, para los franceses las  palabras pederasta (hombre adulto que tiene relaciones sexuales con niños) y sodomita (hombre que se dedica a la sodomía o darse al coito anal) habían perdido su precisión etimológica y en el lenguaje común se refirió ampliamente a cualquier hombre que tuvo relaciones sexuales de cualquier tipo con otro hombre de cualquier edad. Estos términos se podrían referir más libremente a hombres y mujeres que se dedicaban a cualquier forma de cópula no reproductiva. Según una definición jurídica de la 1780:

"La pederastia o sodomía es el crimen de un hombre con un hombre, de una mujer con una mujer; incluso de un hombre con una mujer, cuando, por el libertinaje inimaginable,  no usan la ruta ordinaria de la procreación. " 1

La ley francesa tradicionalmente quemaba a los prescritos en la hoguera como el castigo apropiado para tales actos, es decir para los delitos de pederastia y sodomía. Los jueces, en representación de un veredicto y al imponer una pena, podrían citar el Derecho Romano ejemplificado en los Códigos de Teodosiano y Justiniano, y que luego fueron confirmado por Carlomagno, las costumbres medievales del derecho consuetudinario, especialmente las Reglas Morales de Saint-Louis de 1270 y varios siglos de precedente judicial.

En la práctica, sin embargo, las cortes de ley francesa juzgaron pocas veces de pederasta y sodomitas en la edad moderna y pronunciaron la sentencia de muerte incluso más raramente. Los hombres ejecutados por sodomía a menudo eran culpables de crímenes capitales adicionales. Por ejemplo, cinco de los siete sodomitas quemados en París entre 1714 y 1783 había cometido blasfemia, violación o asesinato. Las dos excepciones fueron Bruno Lenoir y Jean Diot, estrangulados y quemados por el verdugo públicamente en la Plaza de Grève, el 6 de julio de 1750, solo nada más por haber tenido sexo la noche del 1 de enero en la Rue Montorgueil, como lo explica la siguiente cita:

"La ejecución se llevó a cabo con el fin de hacer un ejemplo, tanto más porque se dice que este crimen se está volviendo muy común"... "Y porque estos dos trabajadores no tenían ninguna relación con la persona de distinción, en la corte o de la ciudad, y porque al parecer inculpaba a nadie, este ejemplo se hizo sin ninguna consecuencia". 2

La Libertad guiando al Pueblo.
Delacroix.
Sin embargo esta lección terrorífica apenas pudo poner fin a la actividad sexual ilícita en Paris del siglo XVIII, que a todas luces, contó con miles de homosexuales entre sus residentes. Michel Rey ha afirmado que algunos de estos sodomitas desarrollaron un distintiva "forma de vida"3 por el siglo XVIII, formando una comunidad de hombres de todas las clases sociales, cuya orientación sexual la definió una identidad colectiva. Los hombres gays de la Francia de aquel entonces utilizaron el cancaneo o cruising en las calles y parques, y se reunieron todas las noches en tabernas particulares destinadas a ellos.

Los hombres gays por lo general se movían o manejaban de forma amanerada, imitando el   refinamiento aristocrático, la  adopción de gestos afeminados y a veces la auto denominación con apodos igualmente femeninos que hicieron de ello todo un estilo de vida en esa población que cada vez era mayor, convirtiéndose en una importante comunidad. La policía acosó y arrestó  a menudo a muchos de ellos utilizando señuelos e  informadores pagados para tal fin. Nobles y acomodados sodomitas generalmente fueron puestos en libertad con una advertencia; el resto fueron detenidos generalmente por tres o cinco días, tal vez algunos por una o dos semanas. “Los magistrados raramente se molestaron en enjuiciar a los sodomitas arrestados en los tribunales.” 4

La revolución francesa trajo una mayor libertad para los gays franceses de aquel entonces. Los políticos revolucionarios intentaron rehacer la sociedad y el gobierno francés. Las reformas incluyeron nuevas leyes penales inspiradas por las ideas progresistas de la Ilustración en el crimen, la justicia y el castigo. La mayoría de los filósofos sostuvieron opiniones relativamente liberales sobre el comportamiento sexual no convencional. Incluso aquellos que no estaban de acuerdo con la sodomía criticaron las penas existentes como excesivamente duras. Otros argumentaron que castigar a los sodomitas sólo hizo más consciente al pueblo de los otros estilos de vida pecaminosa y era mejor dejar tapada la olla de las obscenidades. La mayoría de los filósofos de audacia, como Condorcet, Montesquieu negaron que la sociedad tuviera derecho a castigar la sodomía u homosexualidad, y que esta era en cierta forma legal y natural  siempre que ocurriera en privado y entre adultos que consienten. Algunos historiadores han afirmado que estas avanzadas opiniones directamente influenciaron la Asamblea Constituyente cuando omitió la pederastia y sodomía del Código Penal de 1791.

Napoleon Bonaparte.
De hecho, los legisladores nunca proporcionaron ninguna explicación por esta omisión, y ellos ni siquiera debatieron la filosofía de la  Ilustración o que dicha filosofía haya guiado a los legisladores, pero es más probable que la despenalización de la sodomía era simplemente una consecuencia fortuita e imprevista de su secularización del derecho penal. En su presentación del Código Penal recién elaborada para la Asamblea Constituyente, Le Pelletier de Saint-Fargeau comentó que prohibió sólo "los verdaderos crímenes"… y no…"los falsos delitos, creados por superstición, feudalismo, el sistema tributario y el despotismo". 5

Aunque Le Pelletier no incluyó en la lista de los crímenes creados por la superstición, que fueron  ligados o creados por la religión cristiana   (blasfemia, herejía, sacrilegio y brujería y muy probablemente también bestialidad, incesto, pederastia y sodomía), en estas ofensas anteriores, la legislación revolucionaria pasó simplemente que estos actos eran juzgados en silencio, por lo general no castigados u omitidos, aunque en la teoría merecían penas más severas.  

La Asamblea Constituyente realmente votó por dos códigos distintos en 1791. El Código Penal de 1791 (del 6 de septiembre al 25 de octubre) cubierto de delitos, es decir, faltas graves, por más de dos años de prisión y juzgados por un jurado en las cortes criminales, y  El Código de Policía Municipal y la Policía Correccional, más comúnmente conocido como la Ley del 19 al 22 de Julio de 1791, donde se especificaban los delitos menores, es decir, simples ofensas, y que eran juzgados  por simples jueces en los tribunales correccionales. Veinte años después, el Código Penal de 1810, que no debe ser confundido con el Código Napoleónico, un nombre generalmente reservado para el Código Civil de 1804, fue la combinación y revisión de las disposiciones del Código Penal de 1791 y la Ley del 19 al 22 de Julio de 1791.

El Código Penal de 1791 no incluyó ningún delito sexual que no fuera la violación, que la jurisprudencia francesa definió como un crimen cuya víctima era necesariamente femenina. Por otra parte, la Ley del 19 al 22 de Julio de 1791 declaró como ofensas públicas contra la decencia, aunque aludía muy indirectamente, a las relaciones sexuales de personas del mismo sexo en el Capítulo II, artículo 8 donde se declaró:

"Los acusados de haber cometido un ultraje público, por una ofensa pública contra el pudor de la mujer, por acciones indecorosa, por mostrar o vender imágenes obscenas, de haber alentado a libertinaje, o haber corrompido a jóvenes de ambos sexos, serán arrestados inmediatamente".

El Artículo 9 prescribe con una multa de 50 a 100 libras y pena de prisión de no más de seis meses para cualquier persona culpable de estos delitos, pero aquellos que anima el libertinaje o había corrompido jóvenes fueron castigados con una pena de prisión de más de un año. El Código Penal de 1810, que refleja el clima moral más riguroso de los principios del siglo XIX, era de ninguna manera enteramente reaccionario, pues en él no se mencionó la pederastia y sodomía. De hecho, cuando el gobierno hizo el escrutinio a tribunales penales de la nación en 1803 por sus observaciones sobre el anteproyecto del código, sólo dos de los setenta y cuatro tribunales, pidieron la inclusión o fijación de un artículo de penalización contra la sodomía o crímenes contra la naturaleza.

Dos artículos en el Código Penal de 1810 se hicieron eco del artículo 8 y 9 de la Ley del 19 al 22 de julio de 1791:

"Artículo 330: cualquier persona que  ha cometido una ofensa pública contra la decencia será castigado con pena de prisión de tres meses a un año y con una multa de 16 francos a 200 francos."

El otro artículo declaraba:

"Artículo 334:"… "cualquiera que ha cometido una indecencia, por despertar, estimular o facilitando habitualmente libertinaje o corrupción de los jóvenes de ambos sexos menores de 21"..., “podría ser encarcelado por seis meses a dos años y una multa de 50 a 500 francos."

El Código Penal de 1810 también amplió el artículo contra la violación, añadiendo como delito la agresión sexual contra un hombre o mujer. El Código Penal de 1791 (Capítulo II, Sección I, Artículo 37) castigó "la violación será castigado por cuatro años en trabajos forzados", mientras que el Código Penal de 1810 (artículo 331) lee:

"Todo aquel que comete el delito de violación, o comete cualquier otro acto de indecencia pública, consumado o intentado con violencia contra individuos de ambos sexos, será castigado con prisión."

Los Artículo 332 y 333 establece severas penas por el delito, incluyendo el encarcelamiento de por vida en ciertas circunstancias. En suma, la legislación aprobó durante la  Revolución Francesa y el periodo napoleónico no proscribir la pederastia y sodomía en sí mismos. Simplemente había criminalizado la agresión sexual, delitos públicos contra la decencia, aliento de libertinaje y corrupción de los jóvenes de ambos sexos.

Si el significado de la agresión sexual es evidente, la ley no presentó ninguna definición precisa de los delitos que dejaron a la interpretación judicial. ¿Pero incluyó las ofensas públicas contra la decencia pública la actividad sexual entre dos hombres? Un juicio en 1794 demuestra que la respuesta era en absoluto evidente. En la noche del 03 de febrero de 1794, una patrulla de la Armada detuvo a dos hombres en los Campos Elysées después de ser vistos en una posición comprometedora, semidesnudos y despeinados. Eran Etienne Rémy, un soldado de veinte años con licencia por enfermedad y Jean Mallerange, un constructor y arreglador de estufas de cincuenta años. En su juicio ante el Tribunal Correccional de París, los jueces declararon que era necesario saber si los acusados eran culpables del crimen contra natura. Por supuesto, no ha habido ningún tal delito en los libros desde 1791. El veredicto final del Tribunal, sin embargo, refleja la legislación vigente.

En 18 de marzo de 1794, el Tribunal, invocó la Ley del 19 al 22 de julio de 1791, encontró Mallerange culpable de delito público contra la decencia, fomentando el libertinaje y por corrupción al joven Rémy, y a Rémy culpable de fomentar el libertinaje del hombre más viejo. Los dos fueron condenados a un año de prisión. Mallerange y Rémy apelaron el veredicto. Cuando la corte de Apelaciones escuchó su caso el 28 de marzo de 1794, los jueces estaban perplejos. Señalaron que tal era el "horror inspirado por el delito de que se acusaron a Mallerange y Rémy" que ninguna ley hablaba explícitamente de sodomía e indicaron que el tribunal no tenía jurisdicción sobre él. Los jueces pensaban que la ofensa probablemente cayó bajo las disposiciones sobre delitos públicos contra la decencia en la Ley del 19 al 22 de julio de 1791, pero el texto no mencionaba específicamente sodomía y por lo tanto la interpretación de dicha ley y del caso tenía que ser expuesta a una única autoridad.

Por lo tanto, el Tribunal de Apelaciones suspendió el juicio hasta la respuesta de la Convención Nacional, en cuanto a su jurisdicción y en cuanto a la sentencia contra el crimen en cuestión. El 28 de abril de 1794, el Comité de la Convención sobre legislación se negó a dar a los jueces la dirección buscada, declarando lacónicamente que el Comité ha considerado que las consideraciones morales debían evitar el informe. Los documentos revelan nada más sobre el caso: ni el veredicto final de los jueces, ni el destino final de Rémy y Mallerange.

Lo que sucedió en 1794, también ocurrió a principios del siglo XIX donde los tribunales correccionales condenaron a pederastas y sodomitas por delitos públicos contra la decencia en el mismo terreno que hombres y mujeres que tuvieron relaciones sexuales en público. En junio de 1803, por ejemplo, el Tribunal Correccional de Le Blanc (Indre) condenó a dos vendedores ambulantes a un año de cárcel tras declararlos a los dos hombres culpables haber cometido ofensas públicas contra la decencia en la vía pública. La misma sentencia se dictó en 1813 en el caso de un hombre y una mujer que la policía encontró copulando en la noche en una calle de París. Es decir, no se castigó el acto sexual homosexual en sí, si no el hecho de ejecutarlo en la vía pública, al igual que el acto sexual heterosexual.

Las disposiciones legales contra la fomentación del libertinaje y la corrupción de jóvenes de ambos sexos fueron aún más problemáticas. La mayoría de los Juristas acordaron que en 1791 y 1810 los legisladores pretendieron penalizar sólo la prostitución infantil. Esta interpretación restrictiva del texto significó que no era coercitiva a las relaciones sexuales entre adultos y niños y que eran o fueron totalmente lícitas. Las generaciones posteriores mostraron menos tolerancia hacia los adultos que tenían relaciones sexuales con niños. En abril de 1832, enmiendas al código penal tipificó como delito las relaciones sexuales con niños y niñas menores de once años; treinta y un años después ocurrió una modificación en mayo de 1863 que estableció la edad de consentimiento a los trece años. En agosto de 1942, el gobierno de Vichy aumento la edad de consentimiento para las relaciones homosexuales (pero no heterosexuales) a 21 años.

El régimen de Vichy no criminalizó la homosexualidad per se, pero reintrodujo en la legislación francesa el concepto de "crimen contra la naturaleza", que la Asamblea Constituyente había suprimido en 1791. El Gobierno Provisional del General de Gaulle confirmó este cambio reaccionario en enero de 1945. Sólo desde agosto de 1982 la edad de consentimiento en Francia ha sido a la misma, 15 años para las relaciones heterosexuales y homosexuales. Excepto durante los años 1942 hasta 1982, la ley francesa desde 1791 ha tratado como delitos sexuales sin importar el sexo o la orientación sexual de las personas involucradas. Pero este enfoque aparentemente tolerante e imparcial en el derecho penal nunca significó que los legisladores, burócratas y magistrados condonaron o perdonaron las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo. Como un diccionario legal explicó en la década de 1830:

"Los diversos actos que sólo hemos repasado, sin embargo vergonzoso y culpable pueden ser, ya no aparecen en nuestra legislación penal"... "el legislador se limitó a penalizar actos indecentes que llevaron a cabo en público, actos de corrupción en los menores y la violencia contra la persona"... "acciones, cometidas en privado, muchos de ellos oculto por un velo grueso (del secreto), no molestan abiertamente a la sociedad que al no conocerlos y hacen daño sólo a los autores, o quienes degradan. Por otra parte, ¿puede la justicia procesarlos sin peligro?"… "¿Qué haría para desenmascarar tantos abismos ocultos, tantos misterios vergonzosos? ¿La Moralidad beneficia estas revelaciones viles?"… “¿Y entonces, cuáles serían las consecuencias de las intervenciones del Estado? ¿No sancionar la Inquisición del juzgado de instrucción en la vida privada de los ciudadanos?"... "en una palabra, ¿abrir el Santuario del hogar?" 6

Este pasaje justifica la despenalización de la pederastia y sodomía puramente por motivos prácticos: la dificultad la labor policial en las actividades o delitos bien escondidos, el escándalo resultante del juicio público y la amenaza a la privacidad personal de un estado excesivamente celoso. Al mismo tiempo, presenta la pederastia y la sodomía como nada menos moralmente repugnante.

Las primeras sociedades occidentales modernas más o menos perseverantemente han condenado la homosexualidad, pero las razones de esta hostilidad han cambiado con el tiempo. La legislación moderna  proscribió la sodomía como una ofensa contra Dios. En el siglo XVIII, un período de "desacralización" y "laicización", el "pecado de sodomía" fue redefinido en términos seculares como un "pecado contra el orden, el estado y la naturaleza". Otra mutación ocurrió en el siglo XIX: la medicalización de perversiones sexuales. Los médicos empezaron a describir la homosexualidad en términos médicos como una aberración y una enfermedad incluso. La ciencia médica en los días de Napoleón, sin embargo abordó el tema con evidente disgusto y la sodomía todavía se consideró principalmente como una violación del orden natural y una ofensa a la sociedad. Como un médico declaró en 1781:

“Este delito contra la naturaleza, que es probablemente tan rara como vergonzoso, no se trataría, diría casi de seguro, una obra de medicina forense, si los tribunales no tienen la ocasión de sancionar a los reos que se supone que lo cometieron”… “en consecuencia, el doctor no está obligado a certificar tal rareza o vergüenza, examinándolos y  certificando que fue una práctica voluntaria o no.” 7

Otro médico describe la sodomía en 1813 como un "crimen que ofende la naturaleza y los miembros de la sociedad, y que no puede ser reprimida con la suficiente rapidez." 8

El público en general en el período de la Revolución Francesa  y la Época Napoleónica – en la medida que se documenta su opinión – compartió esta antipatía, de que consideraciones religiosas parecen totalmente ausentes. En 1805, cuando varios soldados apresaron a dos pederastas en Chartres, una de las tantas personas que vieron cuando fueron atrapados in fraganti les grito a las víctimas que eran unos corruptos de la moral pública. En 1806, en Issoudun, el padre de un niño de trece años que presentaba una infección anal les gritó a las autoridades que era necesario echar del pueblo a los corruptos que corrompen a los niños. En 1812, el obispo de Valencia demostró menos preocupación por la naturaleza pecaminosa de la sodomía que por la amenaza que plantea a la sociedad y a la reputación de la iglesia, cuando le pidió al Gobierno que lidiara con un clérigo que había sexualmente abusado de unos niños.

Pero este tipo de llamadas para las medidas gubernamentales contra pederastas y sodomitas no fueron tomadas en cuenta en las reformas penales de 1791 y 1810. La represión sistemática no era legalmente posible. Aunque los agentes de la policía aún acosaron a sodomitas en París en la víspera de la Revolución Francesa, de 1791, según una enciclopedia de jurisprudencia, "estos señores disfrutaron sus maneras y gustos libremente."  El acoso o persecución no oficial, sin embargo, continuó, y la policía se iba a los lugares de cancaneo o cruising como los Jardines de las Tullerías para atrapar a los hombres que ellos mismos describían como "hombres que se complacen mutuamente"

En la tarde del 25 de marzo de 1792, un batallón de voluntarios apostados en el Palacio de las Tullerías consiguieron a un grupo de hombres que tenían sexo entre los árboles y capturaron a un joven, Alexandre Coindé, un sirviente doméstico de veinte años, quien fue entregado a un juez de paz, no obstante no existen datos ni escrituras de un juicio y menos de una condena por parte de las autoridades. Informes de la policía de París comenzaron a mencionar las actividades de pederastas y sodomitas otra vez solamente en 1798 a 1799, esencialmente como evidencia de la inmoralidad sin precedentes en la capital.

La policía lamentó su incapacidad para detener la creciente ola de desenfreno. En mayo de 1798, un Comisario de policía denunció los "viles abismos" de los pederastas que se dieron cita todas las noches en los jardines del Palais-Royal. Asimismo las autoridades se quejaron de que las leyes eran insuficientes para controlar tanto la prostitución femenina y la masculina. En abril de 1799, se escribió una queja de un agente que informó que algunos ciudadanos estaban indignados sobre los pederastas que supuestamente acosaban a los hombres respetables, mientras que los centinelas divertidos no hacían nada para detener este comportamiento objetable. Otros informes de estos años hacen mención de la Rue Saint-Fiacre, donde los gays de aquel entonces hacían cruising.

Casi no hay informes como éstos en el Paris  napoleónico, excepto uno de septiembre de 1804, según la cual cada noche patrullas a lo largo de los Campos Elíseos detuvieron regularmente a hombres y mujeres que eran prostitutas o pederastas o carteristas. Es lógico suponer que el cancaneo o cruising gay pasó en el París Napoleónico tanto como en el pasado o en el futuro, los homosexuales probablemente adecuaron todos estos lugares a sus necesidades y a las circunstancias de la sus épocas, las fuentes documentales desde el siglo XVIII mencionan los Campos Elíseos, el Palais-Royal, las Tullerías y los diques cercanos por el Sena como los centros de cancaneo gay y desde entonces hasta hoy día sigue esta costumbre, y la falta de informes policiales de los siglos XVIII y XIX sobre dicha actividad en París sugiere que la policía ya no molestaba a los homosexuales o no la reprimían.

Los archivos de la policía napoleónica revelan más sobre pederastia y sodomía en las provincias que en París. Unos veinte expedientes documentan casos de hombres solitarios y algo patéticos, generalmente sacerdotes o maestros de pueblos remotos, acusados de abusar de niños locales y adolescentes. Pequeñas comunidades de sodomitas existieron probablemente no detectados en muchas ciudades de provincias. La policía descubrió estas comunidades en Chartres y Issoudun, ciudades de diez o 12 mil habitantes.

Por ejemplo los padres de la ciudad de Issoudun habían expresado su profunda conmoción cuando informaron de las actividades de pederastas y sodomitas en su ciudad en 1806; así la investigación judicial en Issoudun se centraron en cinco hombres (cuatro pederastas de clase media y el posadero que les había alquilado habitaciones), aunque, según algunas informaciones existían en aquel entonces cuarenta pederastas – predominante de la clase trabajadora y comerciantes – vivieron en la ciudad. El Ministro de Justicia intervino desde París y suspendió y prohibió  cualquier juicio a los implicados, arguyendo que si en verdad era necesario reprimir tal vicio era demasiado peligroso para la moral pública juzgar sin tener pruebas contundentes y seguras que pudieran crear un abismo judicial.   En su lugar refirió el caso al Ministro de policía, que sin tener pruebas suficientes solo exilio a los cinco hombres de a diferentes ciudades por lo menos a 200 kilómetros de Issoudun. Por lo general la policía utilizaba el exilio interno como una forma rápida, eficaz y discreta para lidiar con los disidentes políticos y alborotadores de todas las tendencias.

Napoleón había fijado tal política del gobierno después de un escándalo anterior en Chartres en la primavera de 1805. La figura central en este caso era un farmacéutico llamado Louis Nicolas Millet.  Infelizmente casado Millet llevó una vida sexual gay oculta. Mantenía relaciones sexuales con prostitutos de la calle y con soldados jóvenes que pernotaban en la ciudad. Muchas de sus aventuras sexuales eran encuentros de una sola vez, pero algunos duraron varios meses, y llevaba igualmente una relación amorosa a largo plazo y sincera con su ayudante en la farmacia. Millet pertenecía a una comunidad pequeña y estrecha de sodomitas en Chartres. Tuvo contactos con otros hombres gays  en París y así participó en una subcultura aparentemente generalizada, similar a la "forma de vida" que Michel Rey descrito en París del siglo XVIII.

Un soldados que era un sastre de regimiento llamado Louis Fonteneau,  en el último invierno de 1805, fue atacado sexualmente por un enmascarado en un baile de carnaval, ataque que solo se limitó a una caricia en las nalgas. El sastre-soldado ofendido por tal ofensa preparo un pequeño grupo de soldados y se iban a los bares y calles de cancaneo y cruising en busca de víctimas. Él mismo se hacía pasar por gay para atrapar a los ingenuos, así conoció a Louis Nicolas Millet y Lubin Cassegrain, que era el compañero habitual de placeres homoeróticos del farmacéutico. Fonteneau invitó a Millet y Cassegrain a unirse a él en una habitación de un hotel, en la tarde del 13 marzo de 1805. Era una trampa. Fonteneau, ayudado por sus compañeros, golpearon a los dos hombres y luego los llevaron a la calle, donde fueron llamados sinvergüenzas y sodomitas. Los magistrados quisieron cobrar a los soldados de asalto criminal, hasta que se reveló las razones del ataque. En cambio cobraron a las dos víctimas (Millet y a su amante Cassegrain) como ofensores de la moral y corruptores de los jóvenes.  

Este incidente menor de "ataque a los gay" en Chartres provocó un debate jurídico entre los abogados fiscales y defensores y el caso se presentó directamente a Napoleón. La controversia se centró sobre el significado preciso de los artículos 8 y 9 de la Ley del 19 al 22 de Julio de 1791. Guillard, el fiscal del Departamento de Eure-et-Loir, le resultaba imposible creer que las leyes, como algunas personas parecen pensar, permanecían silenciosas en el tipo de delito en cuestión. Reconoció que la legislación vigente no mencionaba realmente la sodomía como un delito, pero atribuyo este silencio a la pudibundez de la Asamblea Constituyente, que había evitado la palabra tal vez por respeto a la decencia pública. No obstante, insistió Guillard, que los artículos 8 y 9 de la Ley del 19 al 22 de Julio de 1791, la sodomía estaba tácitamente prohibida, porque la sodomía era por su propia naturaleza, una de las más horrendas violaciones de  las "buenas costumbres". Además, Guillard, advirtió, que si la ley no permitía el enjuiciamiento de los arrestados pederastas y sodomitas, estos causaría una nueva jurisprudencia que entonces liberaría a juzgar nuevos casos del delito, una situación que claramente el fiscal encontró absurda e inaceptable.

Henri-Simon-Thibault Poullin de Fleins, de la Fiscalía de Chartres, desafió a argumentos de Guillard punto por punto. Poullin desmintió la noción de Guillard de que la Asamblea Constituyente intentaba criminalizar la sodomía. Poullin también rechazó cualquier intento de interpretar el artículo 8 y 9 tan ampliamente como sea posible, Guillard había justificado alegando que de lo contrario pederastas y sodomitas queden sin castigados. Poullin señaló que tampoco la legislación tipifica como delito la bestialidad, que no era menos asqueroso que la sodomía, pero nadie había pensado estirar el significado de los artículos 8 y 9 para poder aplicarlos a este acto. En su opinión, pederasta y sodomitas estaban en abierta rebelión contra el orden social. Eran por lo tanto en la disposición del soberano, que era el único investido con la autoridad para determinar el destino de los rebeldes. Guillard había advertido que si los tribunales no podían  condenar a estos hombres, irían a la libertad. Después de enunciar sus principios generales, Poullin llegó a la conclusión de que el caso contra Millet y Cassegrain ya había recibido demasiada publicidad en Chartres.
El broche de oro final retórico se refirió a la costumbre medieval de cometer una copia del registro de ensayo al fuego junto con los condenados sodomitas. Poullin simplemente significó que no exista ningún juicio, y que en cambio Millet y Cassegrain debían ser entregados a la policía.   Guillard, quien insistió en que la ley proscribe la sodomía, y quería probar que Millet y Cassegrain eran sodomitas en los tribunales . Poullin, quien sostuvo que la legislación vigente no cubría sodomía, sostuvo que la policía podía castigar sin embargo Millet y Cassegrain por romper el pacto social de las buenas costumbres. No se pusieron de acuerdo, los dos fiscales remitieron el caso contencioso al Ministro de Justicia. El ministro dudó en tomar una decisión final en un asunto tan delicado sin consultar a Napoleón.

Los enemigos de Napoleón acusaron muchas veces  a este de mala conducta sexual, incluyendo incesto con su hermana Pauline y "Hábitos socrático" con algunos amigos, no obstante  ninguna evidencia confirma las polémicas acusaciones.  Recientemente, el Dr. Frank Richarson apoyó  esos rumores afirmando que Napoleón fue de hecho bisexual. Richardson puso a Napoleón "en el centro de la Escala de Kinsey, llegando al punto siete de dicha escala que lo ubica en el intervalo o intermedio entre el homosexual exclusivo y el heterosexual exclusivo, aunque negó que Napoleón actuó siempre por sus impulsos homosexuales latentes: "Habría sido absolutamente ajeno al carácter de Napoleón estar inclinado exclusivamente  a la sodomía".9 Las especulaciones de Richardson se basan en interpretaciones más bien inverosímiles de fuentes además dudosas.

Si Napoleón era homosexual o bisexual, ciertamente no estaba familiarizado con los hombres que si lo fueron. Los conoció como compañeros en la escuela militar, probablemente en el ejército durante su carrera militar y sin duda entre quienes le sirvieron. Cambacérès fue discreto, pero él no podía mantener sus inclinaciones en secreto y Napoleón incluso le bromeó acerca de ellos. 10 José Fiévée, uno de los consejeros cercanos de Napoleón, incluso no ocultaba sus inclinaciones. Como prefecto del Departamento de Nièvre de 1813 a 1815, Fiévée vivió abiertamente con su amante, el escritor Théodore Leclercq y se jactó: "Cuando uno tiene un vicio, uno debe saber cómo usarla." 11 Lo que sí parece cierto es que Napoleón era algo homofóbico pero trato de controlarla y en la vida pública no hizo ningún acto o demostración de su aversión. Esta actitud, la decisión de Napoleón en tal asunto de Millet, que entró el 17 de julio de 1805, en una de sus reuniones semanales con el Ministro de justicia, Napoleón aclaro que si bien Francia era un país que se ocupaba de corregir los delitos y que la naturaleza ha demostrado que existían tales delitos pero en poca frecuencia, los escándalos de dicho proceso judicial solo tendería a multiplicarlos y que era mejor darle a dicho proceso otra mirada y otra dirección.

Vemos como el emperador aquí,  había expresado opiniones algo convencionales, no obstante al pedir "otra dirección" indicó que Napoleón prefirió dejar las ofensas sexuales que las manejara la policía, en lugar de por el sistema de Justicia Penal. La policía podía reprimir eficazmente sin publicidad y sin escándalo, o simplemente no ocuparse de dichos delitos por ser insignificantes para la Legislación del imperio. Al final, por razones que desconocemos, la policía dejó libre a Millet, el farmacéutico no pasó un solo día en la cárcel y pudo regresar a su farmacia en Chartres. Pero la decisión de Napoleón en el caso de Millet tuvo consecuencias de largo alcance, porque determina el papel de la política oficial en los años venideros. El Ministro de Justicia resume la posición del gobierno en 1806:

"Probablemente deberíamos consideramos que es una buena medida de precaución que nuestra legislación moderna no ha clasificado entre los delitos y faltas de un vicio contra la naturaleza, que las antiguas leyes sancionadas con la pena máxima. El Código de Policía de Correccionales contiene sólo una disposición vaga en contra de aquellos que cometen un delito contra la moral pública, que, en su caso, puede aplicarse a individuos acusados ​​de sodomía y la pederastia, cuando el azar o la malicia revelan las públicas determinadas circunstancias escandalosas de su vida privada; pero la investigación y el enjuiciamiento de tales hechos es probablemente no es menos peligroso y no menos perjudicial para la moral de dejar el crimen impune. Sin embargo, una investigación secreta que sea, no pasará mucho tiempo antes de que el público conoce sobre el tema. En una pequeña ciudad, se convierte en el tema de todas las conversaciones, sino que despierta todas las pasiones " 12

El caso del cura del pueblo en Normandía en 1811 demuestra cómo las autoridades por lo general tratan de incidentes potencialmente escandalosos. El sacerdote sodomizó a un niño a quien preparaba para la primera comunión. Él le dijo al niño "que era una penitencia y que debía mantenerlo en secreto, como un secreto de confesión". Pero el chico se lo dijo  a su padre y a sus tíos, que cogieron al cura en el  acto.  Un funcionario del Ministerio de Justicia redactó una carta para la firma de su ministro. Se instruyó a los magistrados locales, a pesar de su reticencia expresada a presentar cargos formales, para enjuiciar al sacerdote en virtud del artículo 331 del Código Penal, que penaliza asalto sexual.

En la carta redactada por el funcionario se recomendaba que el juicio y el escándalo que este produciría asustaría, por un castigo justo, a las personas que estarían dispuestas a traicionar de esta manera la confianza de los padres y la santidad del ministerio.

El ministro de Justicia vetó estas recomendaciones y no envió la carta. En lugar de ello remitió el caso al ministro de policía y el prefecto de Calvados. El prefecto inicialmente propuso encarcelar al sacerdote por "varios años" y desterrarlo definitivamente de la región. Al final, el obispo fue transferido a la diócesis vecina de Bayeux.  Si Millet en Chartres y el sacerdote en Normandía sufrieron muy poco de la justicia policial, no todos los pederastas y sodomitas que fueron agarrados por las autoridades eran afortunados. En París, por ejemplo, aunque la policía no patrullaba las zonas de cancaneo o cruising como antes, y muchos policías se hacían de la vista gorda, el prefecto de la policía hizo someter a crueles castigos a los pocos pederastas y sodomitas que cayeron en sus manos. Algunos de estos hombres habían cometido delitos contemplados en la legislación, pero la mayoría no había violado ninguna ley existente.

En 1804, por ejemplo, los agentes de policía en busca de bienes robados en el apartamento de Philippe-Jacques Bergerat de veintiocho años de edad, se toparon con su correspondencia amorosa con Henry Duhem de treinta y cinco años de edad. El prefecto de la policía declaró que tal inmoralidad bien atestiguada en las cartas, debía ser castigada y que los involucrados debían ir a la cárcel.  Y así lo hizo, ambos hombres fueron presos por siete semanas pero en cárceles diferentes para evitar que siguieran con su romance. Bergerat en Bicêtre y Duhem en el asilo de St. Denis, luego fueron desterrados a ciudades diferentes.

En 1805, la policía detuvo a François-Joseph Tumerel de treinta y seis años de edad, , maestro de escuela en las afueras de Bourg-la-Reine, por tener relaciones con dos de sus alumnos de nueve y diez años durante la noche en el internado donde trabajaba. Tumerel confesó su culpa pero que a veces su imaginación era más fuerte que su voluntad y que había actuado inconscientemente. El prefecto de la policía encarceló a Tumerel durante un mes en Santa Pélagie y luego lo desterró a Lyon. En 1806, la policía atrapo a un  joven de 18 años por sodomita y por prostituirse en las calles de Paris, el joven alegó que lo hizo porque tenía dos meses sin trabajar y que el hambre y la necesidad lo obligaron a cometer actos contra natura por dinero; el prefecto no lo apresó, sin embargo lo desterró de Paris y lo envió a su ciudad natal.

En 1809, la policía se enteró de que Pierre Vincent, que tenía una renta privada, y Bastien Trequet, un camarero, ambos con  antecedentes penales por pederastia, vivían juntos en la Rue du Cherche-Midi, y cuyo estado de convivencia tenían escandalizado a todo el vecindario; el prefecto de la a policía ordenó a Vincent mudarse a la casa de su madre en Marsella y envió a Trequet a la localidad bretona donde su padre era un granjero respetado. En el mismo año, la policía detuvo a Pierre Henry de veintinueve años de edad, por haber corrompido sexualmente a un niño de trece años. Henry era un relojero oficial que había llegado recientemente de Vesoul. El prefecto de policía lo envió de vuelta a Vesoul con la petición de que las autoridades locales lo mantuvieran bajo estrecha vigilancia. En 1811, agentes de la policía encontraron a dos jornaleros, Julien Pierre y Jean Stikens, teniendo sexo en las murallas, cerca del bulevar Amelot. El prefecto de policía los encerró durante un mes en Bicêtre.

Todos estos casos fueron efectuados bajo la legitimación del prefecto de la policía de Paris, que actuó exclusivamente en su propia autoridad, las penas infligidas notablemente similares en todos ellos: varias semanas en la cárcel y / o expulsión de París. Ni siquiera se distingue entre pederastas cuyo comportamiento fue consensual y privado, o los que cometieron indecencias públicas o en el abuso infantil. Todos los funcionarios en otros lugares de Francia típicamente reaccionaron de la misma manera, lo que puede sugerir que el sexo con los niños no se consideraba entonces como cualquier delito aberrante, sino como otras formas de la actividad sexual no convencional.

La intención original de la Revolución y de la legislación Napoleónica  era el control de los actos públicos, dejando a los privados y consensuados encerrados en las cuatro paredes donde se realizaron. El prefecto de policía, sin embargo, castigó incluso la conducta sexual privada que juzgaba escandalosa o inmoral. Los prefectos de los departamentos franceses hicieron lo mismo. Después de consultar con el ministerio de la policía, impusieron sanciones administrativas a pederastas y sodomitas que llegaron a su conocimiento: como en París, un par de semanas en la cárcel y luego el destierro.

En sólo una instancia hizo un prefecto acto con la gravedad excepcional. En diciembre de 1809, la policía arrestó en Versalles a Pierre Barbier de sesenta y seis años de edad, , un sastre jubilado, por "conducta disoluta" tras crear un disturbio público por pelear con un hombre más joven. Barbier había pasado la noche con otro hombre, que le robó el reloj y el dinero mientras dormía. Según los archivos históricos Barbier era un borracho incurable que seducía con regularidad a los jóvenes de dudosa reputación con vino y el dinero. Barbier terminaba acostándose con aquellos chicos y estos terminaban siempre robándole, cosa que enfurecía por supuesto a Barbier y terminaba peleándose con sus amantes ocasionales. Estas reyertas habían ocasionado que Barbier terminara siempre en la prefectura, además que una vez fue conseguido en acto de fornicación homoerótico en un parque antes de la Revolución Francesa, y lo cual le valió en aquel entonces su exilio de Versalles. Por los repetidos antecedentes penales de sodomía Barbier fue condenado a cuatro años de prisión en una orden ministerial eclesiástica, pero sin cargos de sodomía sino por libertinaje y por alteración del orden público.

De hecho, las cortes napoleónicas raramente tuvieron ocasión de tratar de pederastas y sodomitas. Hubo sólo cuatro ensayos conocidos, tres de los cuales participan hombres que cometieron abusos sexuales con niños.  El profesor Jean Claude Alméry, acusado en uno de estos ensayos, se trasladó de una ciudad a otra en el sur de Francia, expulsado cuando su interés sexual por sus alumnos llegó a ser demasiado obvio. Una noche en octubre de 1807, obligó a su sirviente de dieciséis años de edad, a tener relaciones sexuales. El joven sirviente huyó a Avignon y denunció a Alméry a las autoridades, y levanto cargos contra él.

Un alto funcionario del Ministerio de la policía, señaló que "la naturaleza de la ofensa"... "no permite enviarlo ante los tribunales", no obstante Alméry fue encarcelado durante seis meses sin juicio. Por razones desconocidas el juicio siguió adelante de todos modos. El 08 de enero de 1808, el Tribunal Correccional de Aviñón condenó a Alméry a un año de prisión y una multa de 500 francos, la pena máxima disponible bajo los artículos 8 y 9 de la Ley del 19 al 22 de Julio de 1791. En cualquier caso, la prisión no reformó a Alméry, que tenían relaciones sexuales con otros reclusos hasta que las autoridades carcelarias encerraron en confinamiento solitario al reo en cuestión.

El tono criticón y chismoso de la correspondencia u documentos oficiales del caso de  Alméry es típico de las opiniones expresadas sobre otros hombres acusados de pederastia y sodomía, ya sea con niños o con adultos que consienten. El caso Alméry ejemplifica una persistente y profunda antipatía hacia la sexualidad no convencional en la Francia del siglo XIX. Los legisladores de la Asamblea Constituyente despenalizaron la sodomía en 1791, pero este cambio no lo hizo socialmente aceptable. A lo menos, se hace suponer que los legisladores no tenían ningún deseo de modificar las actitudes del público. En el mejor de los casos conocidos de pederastas y sodomitas en la Revolución y la Francia napoleónica se reunieron con tolerancia sonrientes de su sabor peculiar.  Y en el peor de los casos, los hombres homosexuales fueron víctimas de violencia física a manos de quienes sin saber actuar fueron obligados a actuar por un decreto administrativo que emana de las autoridades del estado. Sin embargo, esta situación constituye una gran mejora en su condición.

El antiguo régimen no había quemado a muchos sodomitas, como para acabar con toda Francia, pero había quemado lo suficiente para hacer sentir temor y terror. Con los cambios que se hicieron en la Revolución Francesa y en la Era Napoleónica las cosas cambiaron, no tanto como se quería, pero los hombres gays o los pederastas y sodomitas como eran llamados, todavía sufrieron represión ocasional después de 1791, claro, ya no tenían  que temer a la estaca y al ardiente fuego, y mucho menos a la guillotina (la nueva arma de la justicia) que se utilizó solo en caso de traición a la patria y asesinato. Por otra parte, el número de casos documentados de represión es extraordinariamente bajo para un imperio de 30 millones de ciudadanos durante un período de veinticinco años. La inmensa mayoría de los franceses homosexuales de aquella época vivieron su vida sexual totalmente libre de acoso policial y enredos legales.

Paradójicamente, el prejuicio social contra la sodomía a menudo se utilizó en cierta medida para proteger a los hombres acusados de otros delitos sexuales que eran castigables bajo la ley. Porque el gobierno eludió las consecuencias funestas de exponer sus viles acciones al escrutinio público, y se los les dejó a la policía y a los prefectos departamentales. Cuando la legislación no criminalizó a los actos socialmente estigmatizados, como las relaciones sexuales consensuales entre hombres adultos en privado, y no se impuso ningún castigo por decreto administrativo, los prefectos y oficiales departamentales, como la propia policía ejercio su fuerza arbitrariamente y muchas veces injustificadamente.  

En el caso del orden, sin embargo, administrativamente,  las sanciones impuestas fueron mucho menos graves que las sentencias dictadas por los tribunales.  Las ofensas públicas contra la decencia trajeron un año en prisión. Lo mismo hizo el abuso infantil, como en el caso de Jean-Claude Alméry. Después de 1832, cuando las enmiendas al código penal hizo del abuso  sexual infantil equivalente a la violación, el crimen trajo mucho más duras condenas de muchos años en trabajos forzados. Además, a mediados de siglo XIX, la policía francesa comenzó una vez más a frenar el cancaneo o cruising homosexual en las ciudades. El acoso sistemático continuó sin cesar durante más de un siglo. Para las muchas ambigüedades del período, y de sus vacíos legales, la era revolucionaria y napoleónica fue una época de relativa libertad para los homosexuales, especialmente en comparación con años antes de 1789 y después de 1840 o 1850.

Los homosexuales franceses hoy celebran su triunfo por conseguir el matrimonio gay o matrimonio igualitario, sin embargo los Conservadores han estado quejándose violentamente sobre la decisión de la Asamblea Nacional,  a los conservadores, reaccionarios, ultraderecha y a sus facciones fascistas hay que recordarles que lucha de los Derechos Humanos empezó en Francia en 1790 y perduró hasta principios del siglo XIX, sin embargo, la lucha de muchos ciudadanos no ha terminado, no solo en Francia sino también en la gran mayoría del planeta donde el colectivo LGBT batalla a diario para ser reconocidos como individuos iguales a todos los demás, como ciudadanos de esta gran aldea global. Una de las cosas más hermosas gritadas y llevadas en el corazón durante la Revolución Francesa fue aquel lema que dice: Liberté, Égalité, Fraternité … Hoy más que nunca ese decir es válido y tenemos que hacerlo nuestro. 


Referencias

1 Pierre Jean Jacques Guillaume Guyot. tepertoire Universelle et raisonne dejurisprudence civile, criminelle, et beneficiale. Paris, 1785. Vol 13, pag. 60 / 61.

2 Maurice Lever. Les buchers de Sodome. Historie des Infames. Paris, 1985. p. 283.

3 Michel Rey. Ceremonies secretes, l'historie 63. Paris, 1984. p. 103

4 Maurice Lever. Ob. cit. p. 261.

5 Louis Michel Le Pelletier. Rapport sur le project du Code Penal. En Archives Parlamentaires du 1781 a1860. Editores J. Madival et E. Laurent. Paris, 1968. Num. 26, p. 321.

Adolphe Chevau and Faustine Helie. Theorie du Code Penal. Paris, 1837. Vol. 6, pags. 110, 112.

7 Francoise/Emmanuel Fodere. Traite de medecine legale. Paris, 1813. Vol 4 pags. 374.

8 Ibidem. p. 76.

9 Frank Richardson. Napoleon Bisexual Emperor. London, 1972. p. 72.

10 http://es.wikipedia.org/wiki/Jean_Jacques_Cambaceres

11 Joseph Tulard. Fievee, conseiller secret de Napoleon. Paris, 1985. p. 8

12 Dossier C2|1394. Reporte du Ministre de justice a Napoleon.  Paris, 1806.




Fuentes de internet


Otras fuentes consultadas:

Copley, Antony. Sexual Moralities in France 1780-1980. Routledge. London and New York, 1989.

Dean, Carolyn J. The Frail Social Body Pornography, Homosexuality, and Other Fantasies in 
Interwar France. University of California Press. Berkeley, Los Angeles, and London, 2000.

Gunter, Scott. The Elastic Closet A History of Homosexuality in France 1942-present. Palgrave 
MacMillan. New York, 2009.

McCaffrey, Enda. The Gay Republic Sexuality, Citizenship and Subversion. Ashgate. Burlington, VT and Hampshire, England, 2005.

Nye, Robert A. Masculinity and Male Codes of Honor in Modern France. University of California Press. Berkeley, Los Angeles, and London, 1993.

Nye, Robert A. “Sex and Sexuality in France since 1800.” p. 91-113 in Sexual Cultures in Europe Natural histories. editors Franz X. Eder, Lesley Hall and Gert Hekma. Manchester University Press. Manchester and New York, 1999.

No hay comentarios:

Publicar un comentario