Recordó la noche que lo conoció, sólo con ver aquella foto vieja ya amarillenta, se le vino a la mente la boca de botón del joven que generosamente ayudo a su mamá y a él hace ya más de veinticinco años. Llegaron por casualidad a su puerta, y sin ningún motivo, solo por el aspecto de soledad y necesidad que llevaban, el muchacho les ofreció ayuda, a su madre al principio la colocó como servicio de casa, les habilito una habitación limpia y cómoda, y a partir de allí creció un lindo lazo entre ellos. El efebo con su boca de rosa asumió la paternidad tácitamente del niño, ya la mujer no era una mucama, eran como hermanos y socios, trabajan juntos en el taller de costura donde el joven se dedicaba a cumplir los sueños de las novias; pero el niño ahora todo hecho un hombre recordaba aquel diminuto y agraciado muchacho que les tendio la mano más como un padre: él fue el que lo acompañaba muy temprano al colegio; al llegar a casa, el chico de boquita pintada le ayudaba hacer las tareas, leían a Becquer, a Darío, a Byron, jugaban hasta el futbol aunque él no le gustaba mucho, mientras su madre con una sonrisa en los labios pero con mirada triste, desde su máquina de coser los veía compartir como padre e hijo.
Pasaron dos años, y ya no lo llamaba por su nombre, le decía papá, y fue este papá quién le enseño el amor, el respeto, la solidaridad, el compañerismo y quién le auguro con atino que sería algún día médico.
Una noche, escucho ruidos y vio que su mamá no estaba en su cama, entonces se fue al cuarto de su papá y ahí estaban los dos jugando, la madre hermosamente ataviada con una hermosa bata china y deslumbrantemente ya maquillada, ahora ella aplicaba carmín a los labios de su papá; se quedo escondido, mirando aquel juego excéntrico y maravilloso donde los dos parecían exóticas muñecas orientales.
Pero la felicidad aunque extraña no duro mucho, una tarde con escopeta en mano sorpresivamente llego el padre, el que lo engendró, a la casa con violencia de macho herido y golpeo a todo lo que se cruzó en su camino, su papá, el de boca de rosa, se enfrento con valentía, pero su diminuta figura de porcelana no pudo con el toro salvaje y armado que le propino sendos golpes en la cara y le rompió su boquita de delicada rosa inglesa y brotaban ahora pétalos rojos que cubrían la persa alfombra. El embravecido hombre tomo a la mujer por la cintura con uno de sus brazos y del otro al niño lloroso que miraba a su otro papá tirado en el piso como muerto.
Paso el tiempo y en la antigua casa no se hablo más del papá, el de la boca de rosa, el de Becquer, el de los cuentos de Quiroga, el que recitaba Sonatina de Darío simulando ser la princesa triste, el de Shakespeare que imitaba tanto a Romeo y a su amada Julieta, el que jugaba al futbol a regañadientes, el que lo llevaba al colegio en las mañanas, el que de noche junto con su mamá se vestían de coloridas mariposas, el que le enseño el respeto y el amor. Una vez más huyeron de la violencia y de los golpes, pero cuando llegaron a la casa de la felicidad extraña, ya nadie la habitaba, una vecina que los reconoció, les dijo que el joven había muerto, cuando la madre le pregunto de que había fallecido, la mujer le dijo "los doctores dicen que murió de eso... de eso que solo le da a ellos los raros... pero yo creo que se murió de tristeza, pues al ratito no mas de ustedes marcharse el cayo enfermito y no quería tomarse las medicinas"... Ambos lloraron y entre llantos y sollozos siguieron su camino desapareciendo del mapa del padre que lo engendró.
Del papá, el de boca de rosa, no se hablo más, y así sin querer paso al olvido. El joven se gradúo de médico gracias al esfuerzo de su madre que cosía lindos vestidos copiados de las grandes revistas. Después de su graduación se caso con una muchacha también de la facultad. Hoy se encuentra en el reten de la maternidad y mientras ve a su hijo a través del cristal, llego su mamá y le enseño la foto, la imagen sepia de aquel papá que había olvidado y entre sonrisas y escondidas lágrimas se prometió criar a su retoño con el amor, que aquel papá, el de boca de rosa, le enseñó a amar.
THE FATHER, THE ROSE´S MOUTH.
He recalled the night she met him, only to see that old photo and yellow, you came to mind the mouth of young button generously helped his mother and him for over twenty five years. They arrived by chance at his door, and for no reason, just for the look of loneliness and need that led the boy offered help to his mother at first placed as a service from home, they enable a clean and comfortable room, and from there grew a beautiful bond between them. The ephebe with his mouth rose tacitly assumed the paternity of the child because the woman was not a maid, were like brothers and partners and work together in the sewing room, but he remembered more as a father. He was accompanied to school early, arriving home the boy painted mouth helped him do homework, read to Becquer, Dario, Byron, played football until though he did not like much, while his mother with a smile on lips but with sad eyes from her sewing machine saw them as father and son share. Two years passed, and no longer called him by name, told her father, and was the father who taught him the love, respect, solidarity, partnership and who I predict to you one day would be wrong for a doctor.
One night, I hear noises and saw that his mother was not in his bed, then went to the room of his father and there were both playing, beautifully dressed mother with a dazzlingly beautiful Chinese gown and makeup, applied lipstick to her now the lips of his father, he stayed hidden, watching this eccentric and wonderful game where the two seemed exotic oriental dolls.
But happiness did not last long though strange one afternoon with a shotgun in hand suddenly came the father, who bore him to the house with male violence hurt and hit everything that crossed his path, his father, that of pink mouth, was faced with courage, but his tiny porcelain figure could not handle the ferocious bull armed propyne knocks him in the face and broke his little mouth and sprouting delicate English rose red petals now covering the Persian carpet . The enraged man took the woman by the waist with one arm and the other crying child who looked to his other dad lying on the floor dead.
Time passed and in the old house did not speak more than Dad, Rose's mouth, that of Becquer, the fairy-Quiroga, Dario Sonatina reciting the princess pretending to be sad, imitating Shakespeare both his beloved Romeo and Juliet, who reluctantly played football, which took him to school in the morning, which at night along with her mother wore colorful butterflies, which taught him respect and love. Once again fled the violence and shock, but when they reached the house of strange happiness, no one lived there, a neighbor who recognized them, told them the boy had died, when the mother had asked that died, the woman said "the doctors say he died of it ... that only gives them the rare ... but I think he died of sadness because after a while most of you do not leave the key enfermito and would not take drugs "... They wept and between tears and sobs went on their way to disappear from the map of the father who begot him.
From dad, pink mouth, not speak anymore and thus inadvertently step into oblivion. The young man graduated from medical school through the efforts of his mother who sewed beautiful dresses copied from the big magazines. After graduation he married a girl also on the faculty. Today is the retention of maternity and child while watching through the glass, came his mother and showed her the photo, sepia image of that father who had forgotten and hidden smiles and tears, promised to raise her offspring with love, that this dad, pink mouth, taught him to love.
Por Félix Esteves
Traducción al Inglés por: Félix Esteves