Una pequeña presentación

Los Mínimos y Máximos de Félix Esteves es una casa, un hogar, construido con amor, esfuerzo, dedicación y hasta con aburrimiento. Tiene muchas puertas donde todos pueden entrar. Tiene muchas habitaciones, donde de seguro en algunas podrás sentirte cómodo, y en otras, tal vez contrariado y hasta… por qué no… molesto. Sin embargo su propósito no es agradar ni molestar, no es ganar amigos ni enemigos… de todas maneras ambos son bienvenidos; su fin es mostrar y demostrar lo variopinto de una mirada, la pluralidad de una cosmogonía a través de mi “micromundo”, de lo exterior visto y sentido desde mi interioridad… es un grito contra la discriminación, es un arrullo de amor a la diversidad, es mi tarjeta de presentación como ser humano, como hombre, como gay y miembro de la comunidad LGBT... tal vez es algo más… no lo sé… aún lo estoy averiguando.

Félix Esteves

Amigos de Los Mínimos y Máximos

sábado, 28 de mayo de 2011

CRUZ SALMERON ACOSTA. El Poeta del Martirio.

Cruz Salmerón Acosta nació en la ciudad de Cumaná, estado Sucre Venezuela  el 3 de Enero de 1892. Su infancia transcurre siempre a la orilla del agua o mar adentro, entre botes, peces y atarrayas,  fue hecho de sal y mar, arena y sol, un niño y un joven sembrado en el mar, y un hombre a quien el mar lleno de melancolía y desconsuelo.

Salmerón Acosta fue un torturado poeta víctima del Mal de Hansen, designación romántica y casí poética de la lepra, dolencia que lo consumió desde su plena juventud hasta los 38 años de edad, cuando murió. Su enfermedad lo hizo trasladar a Manicuare, un pueblo a lo largo de la costa de la península de Araya y desde el cual se puede ver Cumaná.

Desde la postración en su cama dictó muchos de sus poemas cuando la enfermedad le impidió escribir. Su obra refleja la adversidad, la restricción y la angustia que le acompaño durante su vida. Desde el dolorido y amargado destierro  el poeta contemplaba el mar que tanto amó y que pleno sus poemas de tristeza, nostalgia, evocación, pesimismo y aflicción.

A los veinte  cuando cursaba estudios universitarios en la ciudad de Caracas le es diagnosticada la terrible enfermedad que lo postraría por  el resto de su vida. El poeta se refugia en una casa construida especialmente para él, sobre una pequeña colina a la orilla de su mar. Una casita-reclusorio, de un solo cuarto, con una sencilla cama individual y una tina de cemento para que se bañe cuando la invalidez ya no le permita hacerlo en su océano. A partir de entonces, toda su poética estará sometida al doloroso marco de su vida, al ámbito de su propio sufrimiento. Será el lugar de su destierro físico y espiritual; hoy, la casa es conservada con esmero por los jóvenes del Centro Cultural Cruz Salmerón Acosta, y tiene un museo en el lugar donde sus padres vivieron.

Cruz Salmerón Acosta muere el 30 de julio de 1929, pero de su corta vida nos lego una poesía tan hermosa como sufrida que al leerla nos inunda una desesperada y lúgubre melancolía. Su obra influenciada por  los arpegios poéticos de Rubén Darío (Nicaragua), por la pasión de José Martí (Cuba),  por los sonetos de Villaespesa y Valle-Inclán (España), por la nocturnidad de José Asunción Silva (Colombia), y a los grandes estilistas de la literatura, Rodó, Díaz Rodríguez y D’Annunzio.

Pero su exilio no lo hace un solitario generacional, su admiración por los poetas antes nombrados y su amor ferviente por la poesía medieval y de la renacentista castellana hace que su poesía no posea las características determinantes del movimiento modernista, que ya se iniciaba en Venezuela, tales como renovación métrica, léxico de efecto exotista, referencias a culturas lejanas, neologismos y la maravillosa orfebrería de la metáfora.

Su obra poética se enmarca en la etapa de la transición del clásico a la modernidad. Sencillez con dimensión mística de la palabra, recreando la belleza sonora de antiguas tradiciones rítmicas en el verso, la religiosidad y el imaginario medieval; la ingenuidad, la candidez, y el hipérbaton tan característico de la literatura española del siglo XV y del barroco, que invierte el orden normal de la frase, con armazones frecuentes cortando la frase final inacabada de un verso y continuándola en el siguiente, legado de la poesía medieval y del clasicismo renacentista.

Quizás lo que más caracteriza a la poética de Cruz Salmerón Acosta es su claridad de estilo, la plasticidad espontánea de las imágenes y la fluidez del numen en el lírico estuche del soneto. Así, como el predominio de conceptos como tormento, esperanza, amor, pesimismo y muerte, que lo acercan tardíamente con el romanticismo venezolano, siempre con la búsqueda religiosa como centro. En su poesía vemos un dolor sin agresividad, sin ironía, sin sarcasmo, sin desconfianza, sin rebeldía y sin reproche. El joven Cruz Salmerón Acosta que fue torturado por la lepra no sembró en su corazón odio y de su alma de hombre solitario y apasionado  únicamente broto una poesía que cuando se lee, “irremediablemente” ya no se puede olvidar.



Por Félix Esteves



Suplicio


Cuando vieron mis ojos tu silueta querida
acercarse a la puerta de mi eterna clausura,
me creí que volvía para mí la ventura
que perdí en los mejores abriles de mi vida.


Emoción inefable, dicha nunca sentida,
me causó la presencia de tu regia hermosura,
y tu sana alegría derramó su dulzura
en la inmensa amargura de mi alma dolida.


Ante tu despedida un dolor me exaspera;
ser para ti tan sólo un amigo cualquiera
a quien pueda olvidarse por cualquier otro amigo.


Y un profundo sollozo se me escapa del pecho,
porque en vano deseo levantarme del lecho
en que ha tiempo me angustio, para irme contigo.



Cielo y mar

En este panorama que diseño,
para tormento de mis horas malas,
el cielo dice de ilusión y galas,
el mar discurre de esperanza y sueño.

La libélula errante de mi ensueño
abre la transparencia de sus alas,
con el beso de miel que me regalas
a la caricia de tu amor risueño.

Al extinguirse el último celaje,
copio en mi alma el alma del paisaje
azul de ensueño y verde de añoranza;

y pienso con oscuro pesimismo
que mi ilusión está sobre un abismo
y cerca de otro abismo mi esperanza.


Piedad

No era ni amor lo que ella me tenía;
era tal vez piedad, lástima era,
porque mi oculta pena comprendía
y ella se compadece de cualquiera.

Hoy que voy recobrando mi alegría,
animado quizás de una quimera,
se va tornando mucho menos mía,
como si ella ya no me quisiera.

Yo sí he formado de mi amor un culto,
y en tanto aquí mi juventud sepulto
y la aureola del martirio ciño.

¡No me quites, Señor; mi sufrimiento,
si es que habré de perder con mi tormento
la conmiseración de su cariño!


Azul

Azul de aquella cumbre tan lejana
hacia la cual mi pensamiento vuela,
bajo la paz azul de la mañana,
¡color que tantas cosas me revela!

Azul que del azul cielo emana,
y azul de este gran mar que me consuela,
mientras diviso en él la ilusión vana
de la visión del ala de una vela.

Azul de los paisajes abrileños,
triste azul de los líricos ensueños,
que no calman los íntimos hastíos.

Sólo me angustias cuando sufro antojos
de besar el azul de aquellos ojos
que nunca más contemplarán los míos.

Cruz Salmerón Acosta

2 comentarios:

  1. Nacio en el Guarataro de Manicuare

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  2. cruz maría salmerón acosta, no nació en cumana, el nació en el sector de guarataro en manicuare. yo conoci a la mayoría de sus hermanos y hermanas...

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