Solo escucho el tic-tac. En la extrema oscuridad donde me hallo solo percibo el sonido de las manecillas que marcan el tiempo de mi muerte, de mi sombrío destino. Una pared aprisiona mis piernas y siento en mi costado derecho de mi espalda una profunda herida y la cavilla asesina, quizás ya oxidada por mi sangre lastimera. No sé cuantos días llevo escuchando el tic-tac, a veces me angustia, otras veces me adormece, fiel compañero, que me cuenta sus desgracias y alegrías, mientras mi garganta seca trata de cantar al compás de su hermoso tic-tac. Lloro con sus cuentos de terror, y río también con sus ocurrentes alegrías, tic-tac... tic-tac... es una música que nunca se olvida, tic-tac, es el ritmo de mi lucha, como música épica, que adorna mi último respiro. Me voy debilitando, disminuyendo mis fuerzas, mi lengua trata de recoger el sudor de mis labios, pero ya ni sudor produzco, entonces mi querido tic-tac me hace soñar que su sonido son claras gotas que caen de un delicioso manantial y sonrío porque bebo del liquido de su cadencia, de su extraordinaria armonía, tic-tac, tic-tac... Me despierto y ya no escucho el tic-tac, se apagaron las manecillas, ¿dónde te has ido? Y solo percibo el sonido arrítmico de mi pecho, disonante y disconforme de mi corazón triste y resignado que late tic-tac... cada vez más débil... tic... tac... tic... y muero apretando en mis labios el último tac queriendo escapar inútilmente de la muerte.
Una pequeña presentación
Los Mínimos y Máximos de Félix Esteves es una casa, un hogar, construido con amor, esfuerzo, dedicación y hasta con aburrimiento. Tiene muchas puertas donde todos pueden entrar. Tiene muchas habitaciones, donde de seguro en algunas podrás sentirte cómodo, y en otras, tal vez contrariado y hasta… por qué no… molesto. Sin embargo su propósito no es agradar ni molestar, no es ganar amigos ni enemigos… de todas maneras ambos son bienvenidos; su fin es mostrar y demostrar lo variopinto de una mirada, la pluralidad de una cosmogonía a través de mi “micromundo”, de lo exterior visto y sentido desde mi interioridad… es un grito contra la discriminación, es un arrullo de amor a la diversidad, es mi tarjeta de presentación como ser humano, como hombre, como gay y miembro de la comunidad LGBT... tal vez es algo más… no lo sé… aún lo estoy averiguando.
Félix Esteves
Amigos de Los Mínimos y Máximos
domingo, 25 de abril de 2010
TIC-TAC. El Sonido de la Muerte.
Solo escucho el tic-tac. En la extrema oscuridad donde me hallo solo percibo el sonido de las manecillas que marcan el tiempo de mi muerte, de mi sombrío destino. Una pared aprisiona mis piernas y siento en mi costado derecho de mi espalda una profunda herida y la cavilla asesina, quizás ya oxidada por mi sangre lastimera. No sé cuantos días llevo escuchando el tic-tac, a veces me angustia, otras veces me adormece, fiel compañero, que me cuenta sus desgracias y alegrías, mientras mi garganta seca trata de cantar al compás de su hermoso tic-tac. Lloro con sus cuentos de terror, y río también con sus ocurrentes alegrías, tic-tac... tic-tac... es una música que nunca se olvida, tic-tac, es el ritmo de mi lucha, como música épica, que adorna mi último respiro. Me voy debilitando, disminuyendo mis fuerzas, mi lengua trata de recoger el sudor de mis labios, pero ya ni sudor produzco, entonces mi querido tic-tac me hace soñar que su sonido son claras gotas que caen de un delicioso manantial y sonrío porque bebo del liquido de su cadencia, de su extraordinaria armonía, tic-tac, tic-tac... Me despierto y ya no escucho el tic-tac, se apagaron las manecillas, ¿dónde te has ido? Y solo percibo el sonido arrítmico de mi pecho, disonante y disconforme de mi corazón triste y resignado que late tic-tac... cada vez más débil... tic... tac... tic... y muero apretando en mis labios el último tac queriendo escapar inútilmente de la muerte.
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