Una pequeña presentación

Los Mínimos y Máximos de Félix Esteves es una casa, un hogar, construido con amor, esfuerzo, dedicación y hasta con aburrimiento. Tiene muchas puertas donde todos pueden entrar. Tiene muchas habitaciones, donde de seguro en algunas podrás sentirte cómodo, y en otras, tal vez contrariado y hasta… por qué no… molesto. Sin embargo su propósito no es agradar ni molestar, no es ganar amigos ni enemigos… de todas maneras ambos son bienvenidos; su fin es mostrar y demostrar lo variopinto de una mirada, la pluralidad de una cosmogonía a través de mi “micromundo”, de lo exterior visto y sentido desde mi interioridad… es un grito contra la discriminación, es un arrullo de amor a la diversidad, es mi tarjeta de presentación como ser humano, como hombre, como gay y miembro de la comunidad LGBT... tal vez es algo más… no lo sé… aún lo estoy averiguando.

Félix Esteves

Amigos de Los Mínimos y Máximos

miércoles, 2 de marzo de 2011

LEONARDO DA VINCI: El Héroe del Intelecto.

Leonardo da Vinci representa como ningún otro ser humano en la historia el prototipo e ideal del genio. Muchos historiadores han calificado a Leonardo como la figura central del Renacimiento, por la genialidad con la cual se proyecto sin exagerar sobre todos los campos del saber y del arte en una Europa en el que se verificaban profundas transformaciones sociales, económicas y políticas que encaminan el mundo hacia la modernidad.

Sin embargo catalogar a Leonardo como el hombre típico del Renacimiento es un error. Su pensamiento y forma de ver las cosas lo ubica dos siglos después, quizás a mediados del siglo XVII y principios del XVIII, pero de hecho cada vez que uno estudia sus trabajos es difícil ubicar a este librepensador en una época y en una categoría.

Leonardo da Vinci, como todo hombre y artista que vivió en la Europa renacentista tenía las características de los humanistas y ese vigor reinante por el interés hacia la belleza y el movimiento, igualmente compartía con casi todos sus coetáneos esa megalomanía típica de los grandes maestros, y por supuesto tenía, y en grado sumo, el don de su época de registrar y condensar todo aquello que le llamaba la atención.

Pero Leonardo, por encima de todo, era un hombre curioso, característica que no era típica en el Renacimiento. La curiosidad del genio era insaciable, todo lo cuestionaba y se hacia miles de preguntas hacia todo lo que era sensible a su escudriñadora mirada. El cómo y el porqué eran naturales ya en cada uno de sus trabajos y en sus investigaciones, así copiaba, dibujaba, anotaba, indagaba, revisaba hasta contestar sus interrogantes, para volverse a replantear otra pregunta u otras incógnitas.

El objeto principal y quizás más insistente de toda aquella energía mental y de su curiosidad científica era el hombre, pero no él hombre visto como lo veían los renacentista, como el Dios y el objeto centro y medida de todas loas cosas. El hombre que más interesaba a Leonardo da Vinci, es el hombre como mecanismo, tal cómo reseña Kenneth Clark: “El objeto más insistente de todas esas preguntas es el hombre: no el hombre de la innovación”… “armado de ‘ingenio, razón y memoria como un dios inmortal’, sino el hombre como mecanismo.” (Kenneth Clark. Civilización. —Madrid: Alianza Editorial, 1969. Tomo 1: Pág. 204)

La vigorosa curiosidad de Leonardo le hacia preguntar como caminaba el hombre, porque lo hacia, de que manera se movían los músculos… de esa manera describe diez maneras de dibujar el pie, y en cada dibujo replantea y resalta los distintos componentes de su estructura. Leonardo investigo el corazón del hombre, indago sobre la vida del feto y su formación en el útero, se pregunto sobre el bostezo y el estornudo, sobre la sangre y sus componentes, y hasta exploro sobre la vejez y muerte. Este último ítem de fascinante curiosidad lo llevo a vigilar a un anciano que sobrepasaba los cien años y que estaba en un hospital de Florencia, allí espero con paciencia su óbito para poder examinar cada uno de sus órganos. Dibujó y plasmó mil veces cada una de sus partes, de sus venas, cada pregunta e interrogante pedía una disección y toda disección era un maravilloso dibujo, un dato científico.


Leonardo Da Vinci en sus exploraciones anatómicas y científicas descubrió más allá del ideal renacentista y humanista, su curiosidad le hizo ver al hombre, no como el Dios que elevadamente estaba colocado en la Europa de aquel entonces, el hombre de Leonardo era débil comparado con las fuerzas de la naturaleza. Mientras Miguel Ángel colocaba al hombre a la altura de Dios y Rafael resaltaba y glorificaba la divinidad de la inteligencia humana, nuestro héroe intelectual dibujaba a la tierra devastada por la naturaleza, pero aquellos dibujos no se complacían en el mero hecho del desastre mismo, simplemente eran estudios sobre la observación de la naturaleza y estudio paciente de la hidrodinámica.

La forma de ver el mundo de Leonardo sobrepaso el Humanismo y las virtudes de la inteligencia del brillante Renacimiento y su pensamiento todavía metafísico, él iba más allá de todo aquel ideal, él supo compaginar toda la filosofía del pensamiento de su época a su voluntad heroica de conocer la realidad de las cosas. Para Leonardo da Vinci parecía que no hubo nada de la mente humana que fuera capaz de dominar y armonizar.

Leonardo da Vinci, para mí, no fue simplemente un excelente pintor y escultor, fue y es el Hombre curioso, el reflexivo, el ingenioso, el que razona y duda, el que experimenta y aún se pregunta, es en total la suma de la existencia del conocimiento. Leonardo da Vinci nos descubre la pasión del alma por entrar en los confines del juicio, de la intuición, del discernimiento, de la percepción, del entendimiento, de la sapiencia y de la verdad, al traspasar los límenes de la belleza.

Por Félix Esteves

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