En la década de los 80 del siglo
pasado cuando empezó la epidemia del SIDA/VIH, la situación de los contagiados
era precaria y casi todos aquellos que fueron infectados murieron al poco
tiempo, las expectativas de vida era muy
corta y la comunidad científica y médica hacían todo lo posible por conocer el
virus, curar las varias patologías que presentaban los contagiados y curar o
mejor dicho mejorar la calidad de vida de estos pacientes. Poco a poco los afectados
directamente por el virus, en su mayoría hombres gay, fallecieron y tanto la
prensa como la opinión pública empezaron a llamar el terrible mal como el
“Cáncer Gay”. Rápidamente el virus atacó
a todos y los centros hospitalarios de todo el mundo se vieron afectados con
nuevos pacientes que incluían mujeres, niños, abuelos y abuelas, hombres
heterosexuales, no obstante el estigma quedo para la minoría, aunque la
realidad hoy día es otra.
Con los años, la comunidad
científica y médica desarrollaron medicamentos potentes que hasta cierto punto han
domesticado el VIH / SIDA. En 1987, el gobierno de los Estados Unidos junto con
la Organización Mundial de la Salud
aprobó el AZT, el primer tratamiento eficaz contra el VIH. En 1995 llegó
el primero de los complejos de varias drogas cócteles antirretrovirales. Esto
marcó el comienzo de la era de la HAART, o "terapia antirretroviral
altamente activa." Las muertes por SIDA disminuyeron.
Pacientes con VIH tenían que
tomar pastillas a puñados, veinte o más al día. En el 2006 se aprobó Atripla,
el primer tratamiento con tres medicamentos en una tableta diaria única. Ahora,
las empresas farmacéuticas hacen alrededor de treinta medicamentos para el VIH
en cinco clases de fármacos, cada uno dirigido al VIH de una manera diferente.
Hoy, gracias a estos nuevos fármacos los pacientes con VIH puede vivir 30 a 40
años y más.
De igual manera nadie pensó que muchos de los pacientes o infectados que
empezaron su tratamiento a mediado de los noventa superarían los 50 años de
edad. Hoy, con el uso de las terapias antirretrovirales y siguiendo las
indicaciones médicas al pie de la letra los pacientes con VIH pueden llevar una
vida normal durante mucho tiempo aunque los informes médicos y científicos en
su mayoría indican que tener VIH lleva a una reducción de 10 a 5 años en la
expectativa de vida.
En el 2010 las estadísticas
médicas del Centros para el Control y Prevención de Enfermedades de Estados
Unidos y la Organización Mundial de la Salud reportaron que las personas
mayores de 50 años representaron aproximadamente:
Para el 2020, se espera que más
de la mitad de la población VIH positiva en
Estados Unidos tenga más de 50 años, mientras que en Canadá y Europa la cifra del 50% podría estar en la población
mayor de 65 años. Estos estimados impactan por varias razones substanciales: la
ancianidad del paciente versus la complicación de su cuadro clínico, así como
las nuevas infecciones que ocurren en pacientes diagnosticados, mayormente por
falta de protección al momento del contacto sexual.
Los infectados por VIH presentan un
proceso de envejecimiento prematuro; y existen similitudes entre la disfunción
del sistema inmune por la edad y el relacionado a la infección por VIH. El
proceso de activación inmune crónica contribuye al compromiso inmunológico de
los pacientes VIH positivos y de la población geriátrica no infectada. A
continuación presentamos los cambios en ambas poblaciones:
Reducción en tamaño y función del
timo.
Inversión de la proporción de
CD4/CD8.
Disminución de las células naïve
de CD4 y CD8.
Aumento de las células memorias
de CD4 y CD8.
Disminución de la capacidad de
proliferación de Células T.
Acortamiento de los telómeros.
El científico Steven G. Deeks y profesor
de medicina en la Universidad de California, San Francisco (UCSF), además
miembro de la facultad en el Programa de Salud Positiva (Programa de SIDA) en
San Francisco General Hospital teorizó las razones para explicar la inflamación
crónica en los pacientes VIH positivo, asociada con el envejecimiento
prematuro:
La presencia de replicación viral
residual, la expresión viral persistente (en nódulos linfáticos), la pérdida de
células inmunoreguladoras, la deposición de colágeno, la translocación
microbiana, la alta cantidad de patógenos (Hep B, Hep C, CMV) y la disfunción
del timo son responsables de la inflamación crónica residual. Al mismo tiempo,
estos factores promueven una ganancia subóptima de CD4 que, junto al proceso de
hipercoagulación, provocan una cadena de eventos no relacionados con el SIDA
que aumentan el envejecimiento prematuro y la mortalidad prematura de la
población con VIH.
La población envejecida
experimenta la infección por VIH como una condición crónica compleja, muchas
veces con múltiples comorbilidades. A eso, se añade el curso acelerado en el
desarrollo de condiciones relacionadas con la edad. La siguiente tabla resume
alguna de estas condiciones:
Los pacientes geriátricos tienen
mayor respuesta a la terapia antirretroviral que los jóvenes, probablemente
debido a una mejor adherencia. Sin embargo, la disminución natural del sistema
inmune asociada a la edad puede impedir la reconstitución de los CD4. Los
aspectos beneficiosos y perjudiciales del VIH en esta población se resumen en
la siguiente tabla:
Según estudios realizados
perennemente por varias instituciones científicas y médicas, entre ellas
CASCADE, demostró que, por cada 10 años de aumento en edad, la probabilidad de
desarrollar SIDA aumenta en 32%. La probabilidad de muerte aumenta en 47%. No se
debe olvidar que todo este proceso comienza con una identificación temprana del
VIH. Y los médicos deben ordenar una prueba de VIH, y toda persona responsable
debe hacerse la prueba de VIH más si ha llevado una vida sexual activa; la decisión
madura y responsable de someterse a la prueba de VIH es una manera de protección
general para ti, los tuyos y de la población en general.
SIDA y Sexualidad en la Vejez
El VIH/SIDA es un mal que no
perdona a nadie, todos estamos propensos a sus garras si no tomamos las medidas
necesarias o precauciones. Ya vimos
anteriormente que la población de adultos mayores o “viejitos” no escapan de
este mal. Pero a pesar de ese terrible dato estadístico cada vez más aumenta
los casos de SIDA en adultos mayores, y parece mentira que hablar de SIDA en la
población anciana, de vejez o longeva sigue siendo un tabú, a pesar que la
Organización Mundial de la Salud (OMS) indica que las personas de 50 años y más
infectadas con el virus “aumenta en el mundo”. La escasez de datos sobre la
prevalencia de esta enfermedad en la población longeva o adulto mayor, la falta
de campañas de prevención para esta población y de una política de
investigación médica y social por parte de los profesionales de la salud sobre
las conductas de riesgo manifiestan que los prejuicios sobre la sexualidad en
la tercera edad siguen reinantes, sin tener en cuenta que la cifra de mayores
de 50 años que contrajeron el virus es elevada, según la OMS.
Este fenómeno se debe a una mixtura
de factores que a continuación damos en el siguiente cuadro:
Hay muy poca información sobre
esta infección en adultos mayores, los datos están concentrados en la franja de
15 a 49
años, y una de las causas es porque los expertos de la salud no preguntan a los
pacientes mayores sobre sus conductas sexuales, mucho menos a las mujeres
mayores, la prueba de detección de SIDA no forma parte del examen rutinario y
no hay campañas de prevención dirigidas a la tercera edad. Existen muchas
barreras, la primera es que los profesionales de la salud no reconocen la vida
sexual de las personas mayores, como si después de la edad reproductiva no se
tuviera sexo, y esto no es así, gracias a pastillas como el viagra, ciallis, o
cualquiera a base de citrato de sildenafilo los adultos mayores (especialmente
los hombres) prolongan su vida sexual.
Por otra parte estos hombres longevos
o adultos mayores que recurren a estos fármacos para la erección eréctil van “encendidos” a burdeles (en el caso de los
heterosexuales) o saunas gays (el caso de los homosexuales), u otros lugares de
actividad sexual, donde suelen practicar el “sexo no seguro”, luego vuelven a
sus casas y contagian a sus parejas mujeres, en el caso de los heterosexuales o
gays de closet que son casados, o en el caso de los gays por supuesto a sus
parejas del mismo sexo.
Igualmente las mujeres ya
entradas en años y que no menstrúan también suelen recurrir a prácticas
peligrosas, pues al pasar la edad reproductiva suelen no utilizar el
preservativo o condón, arriesgándose a contrael el VIH.
Las investigaciones realizadas
por la OMS afirman lo anterior señalando que la actividad sexual parece ser la
principal forma de transmisión del VIH en las personas mayores. Con la
aparición de los fármacos que favorecen la erección masculina se prolongó la
actividad sexual de las personas mayores, pero no se generó la conciencia
suficiente sobre la importancia del uso del preservativo en esta población que es
menos propensa que las generaciones jóvenes a mantener relaciones sexuales
protegidas.
El estigma y la discriminación
El hombre gay, en su vejez y con
VIH enfrenta diversas formas de estigma y la discriminación. Además de la discriminación
por edad y el VIH fobia o Serofobia, también pueden sufrir por sexismo, el
racismo y la homofobia. Por ejemplo, los hombres adultos mayores gays forman la
mayor parte de la población con VIH de los países del tercer mundo y en los países
en desarrollo esta población se aproxima al 22%. Estos hombres pueden optar por
ocultar su orientación sexual a los proveedores de atención médica por temor a
las actitudes negativas. Ellos podrían encontrar la homofobia en los sistemas
de atención de salud y apoyo social, especialmente en los hogares de ancianos y
centros de atención.
Las mujeres de edad que viven con
el VIH a menudo experimentan un sistema de salud negando su existencia o no se
ajustan a sus necesidades. Estas mujeres ancianas, que por lo general descubren
tardíamente su situación como portadoras del VIH, sufren también discriminación
por parte de familiares y amigos que ven en el SIDA una enfermedad que solo
puede ser producto de la promiscuidad típica de las prostitutas y homosexuales.
Todas estas circunstancias
socavan los esfuerzos de prevención, atención, apoyo y tratamiento, y
contribuir al aislamiento social y la depresión.
Vejez, Envejecimiento y calidad de vida en los portadores de VIH
Toda persona infectadas con VIH y los adultos mayores que
son portadores del VIH, deben comenzar con la terapia antirretroviral
inmediatamente después de ser considerados como seropositivos. Por eso es
importante realizarse el exámen de VIH/SIDA. Para los pacientes de edad
ultramadura se deben manejar agresivamente factores de riesgo tradicionales
para la edad por ejemplo incorporar el uso de estatinas, aspirina y otros.
De igual manera los pacientes geriátricos
deben evitar antirretrovirales ofensivos y deben ser sometidos a exámenes que
detecten otras coinfecciones típicas o ligadas al VIH como la sífilis,
Hepatitis B y C. Asimismo se debe considerar terapias con base inmunológica:
antagonistas de CC5, interleukina 7, hormona de crecimiento.
En conexión a la eficacia del
tratamiento antirretroviral en los enfermos de mayor edad, el número de investigaciones
que han estimado la respuesta y evolución clínica y virológica en este tipo de
población es insuficiente. La capacidad de mejora parece ser similar a los
pacientes jóvenes aunque la regeneración
inmunológica habitualmente parece ser más lenta. Si bien hay tesis que afirman
no hallar discrepancias en cuanto a la supervivencia entre mayores y jóvenes,
otros estudios aseveran que se da mayor riesgo de muerte y de nuevas
infecciones oportunistas en la población geriatrica, aunque los pacientes con
más de 50 años suelen presentar niveles inferiores de carga viral plasmática.
De lo que no hay ninguna duda,
hasta el momento, es de una mayor toxicidad del tratamiento antirretroviral,
particularmente en lo que respecta a dislipemia, resistencia insulínica y
pancreatitis. No obstante, uno de los importantes retos clínicos en pacientes
de edad avanzada es la dificultad
de diferenciar síntomas
atribuibles a los
fármacos antirretrovirales y trastornos más propios del momento vital en
que se encuentran. Una posible explicación para la mayor toxicidad del
tratamiento antirretroviral en las personas de más edad
puede residir en
un diferente comportamiento farmacocinético de los
agentes empleados para tratar la infección por VIH.
Por otra parte es poca la
información sobre las características clínicas de los pacientes geriátricos con
VIH, en especial en el conocimiento de su situación emocional y su percepción
de calidad de vida. Muchas investigaciones garantizan que los niveles de
adherencia al tratamiento antirretroviral son mayores en la población de edad
más avanzada, si bien esto no es así
en aquellos pacientes que
presentan disfunciones
neurocognitivas. Sería de esperar que
las disfunciones neurocognitivas estén presentes en estos sujetos al unirse las
propias de la edad con el impacto del virus. En este sentido, un estudio señaló
que los individuos de edad avanzada con virus detectable en el fluido
cerebroespinal tenían el doble de prevalencia de deterioro neuropsicológico que
aquellos con niveles indetectables.
A pesar de la elevada adherencia
observada, las pocas evaluaciones que se han llevado a cabo sobre el estado
emocional en este tipo de pacientes indican que existe una mayor tasa de
sintomatología depresiva y de consumo de sustancias tóxicas (drogas y alcohol)
que en población seronegativa de la misma edad.
Uno de los estudios más amplios
desarrollados en este campo mostró que el 25% de pacientes con más de 50 años
refería sintomatología depresiva moderada o severa y un elevado número de
síntomas de carácter somático. Los pacientes con este estado emocional tenían
mayor carga de estresores vitales relacionados con el VIH, menos apoyo por
parte de los amigos y acceso reducido a los servicios sociales debido al
estigma del Sida.
También parecen frecuentes los
pensamientos suicidas asociados a estrategias de afrontamiento evitativas y a
una percepción de bajo apoyo social tras abrir el secreto de la
seropositividad. Las personas mayores pueden sentir de forma más intensa el
estigma de la enfermedad a través de sus propias creencias y las del entorno.
El apoyo social suele ser menor por el propio temor a comunicar la infección y,
cuando se comunica, la reacción de terceros suele ser más negativa y
censuradora. Así, se dispone de un menor acceso a organizaciones de apoyo y
recursos sociales.
Por último, es importante
diferenciar entre aquellos pacientes que, gracias a la eficacia de las
terapias, están prolongando su vida y aquellos que reciben el diagnóstico a una
edad avanzada. La actitud frente a la enfermedad y al tratamiento en estos
últimos puede verse seriamente comprometida debido a la habitual existencia de
creencias de carácter más tradicional que harán más difícil la aceptación de la
enfermedad y su tratamiento.
Por Félix Esteves.
Contundente y maravilloso texto.
ResponderEliminarGracias querido,Shalom.
Interesante estudio.
ResponderEliminarUn saludo.