Es de suponer que en la sociedad romana de la antiguedad la primera novela fuera sobre amores homoeróticos. En el Imperio Romano la homosexualidad era una forma de vida, pero tuvieron que venir los Cristianos y su educastración para cambiar las ya antiguas reglas que desde los pobladores de la bella Atenas, Creta y todo el Mediterraneo existieron, y que hoy aún perduran, si bien hoy día la homosexualidad todavía sigue siendo un estigma. "El Satiricón" es una prueba más que la homosexualidad y la identidad homoerótica fue y es una realidad.
Para comenzar: sobre la novela y su autoría.
En la vasta e importante
producción literaria que nos legó la cultura grecorromana, apenas se encuentran novelas. Tal vez este fenómeno se deba a que una gran mayoría de los pobladores
de la antigua Grecia y Roma eran analfabetas, y el teatro era más asequible, ya
que al público le bastaba con escuchar, mientras la novela o narración escrita
debía leerse. Pasó así igualmente con la poesía, que los rapsodas vagabundos
recitaban en público.
El hecho es que en Grecia se
encuentran pocos ejemplos de novela, aparte de Longo (s. II), y que los romanos
sólo produjeron a Apuleyo (123/5 - en torno a 180), a algún otro y a Petronio
cuya obra “El Satiricón” es motivo
de este artículo. El título original de la obra es P. A. Satiricon libri, es
decir “Libro de las Sátiras”, aunque se ha popularizado simplemente como se
presenta desde bastante tiempo como “El Satiricón”. Las iniciales primarias con
que empieza el título original corresponden a su escritor Petronio Arbiter
(14/27 d. C. - ca. 65).
Parece ser que en la época en que
Petronio escribió la novela de inmediato gozó de un gran éxito popular,
incluyendo de una excelente acogida por
parte de los círculos intelectuales, sin
embargo la crítica se dividió; por ejemplo tanto Tácito como Quintiliano la
comentan en sus manuscritos, aunque supuestamente ni Tácito ni Quintiliano la
leyeron y sólo la conocían por los comentarios de otros. Es muy probable que no
le concediesen valor literario puesto que su estilo y su forma colisionaban con
todos los conceptos de moda de aquel entonces, y tal vez la juzgaron como una
especia de novelilla de mercado, como una Corín Tellado erótica o tal vez como
un Joaquín Belda, de aquellos tiempos.
Empero, “El Satiricón” no se
perdió y se conservaron ejemplares en plena Edad media, si bien estuvieron
ocultos celosamente, tanto por su erotismo como por ser una obra de un pagano.
Pero, no obstante, la novela se leía en los círculos más cerrados de la
cultura, pues existen varias referencias en distintos escritos, así como citas
del texto, aunque siempre en latín. En el siglo XII, por ejemplo el obispo de
Chartres lo menciona en varias oportunidades.
Existe una edición censurada de
mediados del siglo XVI que paso bastante desapercibida y, en conjunto, la obra
siguió ignorada por el público, hasta el punto de que numerosos eruditos sólo
conocían su título, pero la consideraban perdida. Por tal motivo cuando en 1664
apareció la primera edición de Pierre Petit se desató un escándalo, culpando al
editor de haberla falsificado. Petit se defendió alegando que había conseguido
un ejemplar en Dalmacia, durante un viaje y que había invertido años en traducirla.
Poco después del suceso, “El
Satiricón” se tradujo a varios idiomas con tanto éxito que se ha convertido en
todo un best sellers. Pero a pesar de que era una novela ya archiconocida, se
desconocía en realidad quien era el autor, pues Petronio Arbiter, que figuraba
como su autor era un desconocido y primero se tuvo que precisar la fecha de su
escritura. Ventajosamente, existen en la novela suficientes referencias
coetáneas para precisar su fecha entre los gobiernos de Calígula y Nerón; para
prueba este botón:
“Tras diez años de sitio encarnizado
que conmueven a Frigia,
Troya resiste aún, e irreductible
el valor de los griegos desafía.
Pero estos, escuchando del oráculo
la prudente consigna,
construyen un caballo gigantesco
donde mil combatientes se avecinan.
Ya la flota de Atrida dispersada
¡oh, Patria! crees que a la paz caminas,
y esperas el presente que a tus dioses
ofrecen y propician
tus sitiadores desleales. Pero
Laocoón, que aquella farsa presentía,
amonesta valiente a los troyanos
y a deshacer aquel caballo excita.
Para dar el ejemplo lanza un dardo
que a los pies queda de la mole equina
y aplauden los troyanos;
mas el prudente Laocoón afila
el hacha, y con golpe asaz certero
quebranta al monstruo griego, que vacila;
y mal seguros ya considerándose
los mil guerreros que en su vientre hacina,
dan un grito espantoso, que los frigios
creen precursor de males sin medida.
En efecto; el caballo apenas dentro
de los muros de Troya, el mar se agita,
se encrespa y se alborota con rugidos
indócil a Neptuno que lo guía.
La turba amedrentada
más y más se contrista al ver surgir del seno del océano,
donde Ténedos álzase, en la orilla,
dos monstruosas serpientes que hasta el cielo
levantan las espumas y salpican.
Causan horror y espanto con sus ojos,
que semejan a brasas encendidas,
y sus lenguas terribles
que como el filo de la espada brillan.
Dos niños, dos gemelos, del Pontífice
dulces prendas queridas,
que se hallaban tranquilos y contentos
en la playa jugando, son las víctimas
de los feroces monstruos, sin que el padre
que los ve perecer, triste, consiga
salvarlos, desdichado, del anillo
de las serpientes furias asesinas.
En esto, cuando toda
la turba conmovida
el dolor del Pontífice comparte,
se rompe el vientre de la mole equina,
y los guerreros griegos aparecen
y a los tristes sitiados acuchillan,
exterminando todo cuanto alcanza
con sus filos de acero la homicida
espada que cabezas de troyanos
siega como la hoz a las espigas.
Del sueño pasan a la muerte todos
los hijos de la Frigia,
y Troya es incendiada
y muy pronto a cenizas reducida.” 1
Este poema
incluido en la novela y que es el Capítulo LXXXIX, compuesto por el personaje
de Eumolpio sobre la Guerra de Troya, está basado o inspirado en la Troica de
Nerón, y se trata de una composición conocida como Troiae Halosis escrita en
senarios yámbicos. Nerón compuso un poema del mismo nombre, tal como lo indica
Suetonio en la vida de este emperador. Durante la época de Nerón eran comunes
los poemas y elegías dedicadas a Troya y a la vitalidad de sus héroes. Tal vez
es complejo inquirir el propósito de Petronio al agregar dicho poema en su
novela, quizás con ello critica de manera indirecta el método de la poesía
épica semejante al de la historia, pero, si esta crítica está en la boca de un
personaje a la vez ridículo, quizás sea una manera evasiva de mostrar un apoyo
al poeta épico sin dejar de burlarse de la cada vez más ridícula y burlesca figura
de los poetas inspirados. Así, cabe suponer que con estos versos Petronio
quería criticar, a un tipo de poetas, muy de moda en sus días, que, a pesar de
su apariencia pomposa, se inscribían dentro de un tono mediocre, la Troiae Halosis supone también una crítica
implícita a la moda de componer poemas insustanciales en yambos a la manera en
que lo hacía Séneca o el propio Nerón.
Petronio tampoco
trabajo con apuro su gran novela, según los estudios realizados por los
versados nos dicen que la versión original constaba de veinte tomos, por lo
tanto el autor fácilmente pudo haber comenzado a escribir desde los tiempos de
Calígula hasta prolongarse a los últimos años de Nerón. También hay que aclarar
que en aquel entonces existían por lo menos unas docenas de Petronios, sin
embargo su número se redujo a causa del Arbiter, y de estos solo quedaban dos.
La primera opción de los estudiosos fue la de Cayo Petronio Turpilano; este
señor fue un cortesano aficionado a las artes y las orgias, cosa que por
supuesto lo hizo uno de los favoritos de Nerón. De Cayo Petronio se dice que
era muy mordaz, ingenioso y elegante, y que no había nadie que no pasara
primero por el ojo revisor de este señor para darle el visto bueno o malo, por
lo que lo apodaron el arbitro: Arbiter Elegantorum. Al final, parece que este personaje sobrepaso
su poderío, y Nerón celoso lo mando a matar, pero Cayo Petronio al enterarse de
las intenciones del emperador romano se suicidó cortándose las venas, cosa que
le dio tiempo mientras moría de escribir una epístola sarcástica y punzante a
Nerón; aquí les dejo la versión novelesca del escritor polaco Henryx
Sienkiewicz que escribió en su libro “Quo
Vadis”:
“Yo sé, Oh César, que me esperas con impaciencia, y que tu leal corazón
de amigo fiel padece con mi ausencia. No ignoro que estás dispuesto a colmarme
de honores, a nombrarme prefecto de la guardia pretoriana y a mandar a
Tigelinus que vuelva a ser lo que a los dioses les deleitó que fuera: mula de
carga, en las fincas que heredaste después de envenenar a Dominicio; pero,
divino, tengo que excusarme”…
“Por el Averno, y más particularmente por las sombras de tu madre, de
tu esposa, de tu hermano y de Séneca, te juro que no puedo ir a verte.”
“La vida es un tesoro y me vanaglorio de haber sacado de él los
materiales con que he hecho, para disfrutarlas, las más preciadas joyas; pero
también hay en la vida cosas que no tengo resignación para soportarlas más.”
“No creas, te lo ruego, que me ha herido profundamente el que
asesinaras a tu madre, a tu mujer y a tu hermano; que me he indignado porque
incendiaras a Roma y enviaras al Erebo (Infierno) a todos los ciudadanos
honrados de tu Imperio; no, amadísimo nieto de Cronos: la muerte es la herencia
del hombre y no era probable esperar de
ti otras proezas.”
“Pero tener que soportar por largos años tu canto que me destroza los
oídos, ver tu barriga digna de Domicio, y tus flacas piernas dando grotescas piruetas
en la pírrica danza; escuchar tu música, oírte declamar versos que no son
tuyos, desventurado poetastro de suburbio, son cosas verdaderamente superiores
a mis fuerzas y a mi paciencia, y han acabado por inspirarme el irresistible
deseo de morir.”
“Roma se tapa los oídos por no oírte, y el mundo se ríe de ti y te
desprecia. En cuanto a mí, no puedo continuar abochornarme de tu nimiedad, ni
aunque pudiera lo querría. ¡No puedo más!”
“Los ladridos de Cerbero serán para mí menos fastidiosos que tu canto,
aunque a él se parezcan; porque, al fin y al cabo, como nunca fui amigo de
Cerbero, no tengo motivos para avergonzarme de sus ladridos.”
“¡Salud, augusto, y no cantes; asesina, pero no hagas versos; envenena,
pero no bailes; incendia, pero no toques la cítara!”
“Estos son los deseos y el último consejo del
Pero el Petronio que escribió
dicha carta no es el autor de “El Satiricón”. Algunos ingenuos que quieren
pasar por audaces dicen que el libro en cuestión fue en realidad la carta
escrita a Nerón, pero es una locura pensar que en pleno suicidio Cayo Petronio
pudiera escribir un libro de veinte tomos. Por otra parte si fuese él el
escritor lo hubiese hecho años antes de su muerte.
El otro supuesto autor y que a mi
parecer es el que más se acerca a ser el verdadero autor de “El Satiricón” es
el poeta Tito Petronio Arbiter, nacido en Marsella, y que vivió en tiempos de
Nerón y Domiciano. Tito Petronio era un profesional de la literatura y la
política que se preocupaba por las formas y maneras de escribir, por otra
parte, detrás de la novela “El Satiricón” hay un trabajo
escrupuloso y minucioso que nos dice que fue un artista de las letras y no un
cortesano como lo fue Cayo Petronio, tal como lo declara la siguiente cita:
“En favor de este, se alegan los
indudables conocimientos literarios que se exponen en la novela, que delatan
más al intelectual preocupado por su profesión, que al cortesano cínico y
frívolo que pretende distraerse. Además, como se verá, se trata de un trabajo
demasiado concienzudo para no ser obra de un profesional, aunque,
excepcionalmente, pueda darse el caso a la inversa.” 3
Aditivo a lo anterior, podemos
decir que como la acción no se desarrolla en Roma, sino en las provincias y
casi ninguno de los hombres son latinos, parece como si el literato hubiese
tenido interés en exponer la realidad del imperio, que no conocían en la
capital, donde, según hábito, se preocupaban tan sólo por lo sucedido en la
ciudad romana; y Tito Petronio era un hombre de la provincia preocupado por la
realidad de las olvidadas comarcas que conformaban el imperio Romano. Se dice
también que este Petronio era un hombre grande, con ciertas formas o maneras
vulgares que le hacían conocedor de la vida corriente y de un conocimiento del
pueblo y sus costumbres; el gran novelista y miembro de la Academia Francesa
Jean Dutourd nos dice acerca d Petronio:
“El auténtico Petronius Arbiter,
autor de El Satiricón, ha debido de ser un hombre corpulento y desaliñado, de
vida lóbrega, no muy rico, hijo quizá de un liberto, ciudadano subalterno en
todo caso, sin aventuras y sin historia, que murió en su lecho (y no en la
tina), por los sesenta y cinco años, después de haber publicado una veintena de
volúmenes cuya pérdida es irreparable”. 4
Sea Cayo Petronio o Tito
Petronio, o puede darse el caso que ambos sean el mismo, los expertos o peritos
en el tema no se han puesto de acuerdo sobre la autoría del libro; lo que si
podemos asegurar es que el autor de la novela “El Satiricón” es un hombre que
conoció el Imperio Romano desde su opulencia palaciega hasta la decadencia de
sus cortesanos, desde la naturaleza del pueblo dominado por los romanos hasta
la vulgaris de las provincias que
constituyeron el vasto territorio de la Roma imperial. “El Satiricón” es una
novela, la primera novela del mundo, que “sin querer queriendo” es el primer
testimonio escrito en ficción que narra en forma de prosa las aventuras de los
amantes homoeróticos.
La historia de “El Satiricón”,
específicamente en su versión editada, se puede dividir, según Hubert Zehnacker
y Jean-Claude Fredouille
5,
en cinco partes. La obra es narrada por su protagonista, Encolpio, que comienza
a narrar sus aventuras y a describir todo lo que vio y oyó, mientras que
permite a varios otros personajes exponer sus particularidades y expresar sus
opiniones dramáticamente. Las secciones supervivientes de la novela comienzan
con Encolpio que viajen con un amigo/amante Ascylto, y su joven sirviente y
también amante Giton. Aquí van las cinco
partes dadas por los autores Zehnacker y Fredouille:
Primera Parte: Las primeras aventuras: Los deseos homoeróticos de
Encolpio por su sirviente Giton y su encuentro con seguidores de Príapo. (Capítulos I -XXVI).
En el primer pasaje conservado,
Encolpio está en un pórtico de un pueblo costero de la Campania, que puede ser
Pozzuoli. Él da una conferencia sobre el
falso gusto literario, y le echa la culpa al sistema imperante de la educación
declamatoria (cap. I-II). Esto es respondido por un declamador rival, Agamenón,
quien traslada la culpa de los profesores a los padres (cap. III-V). Encolpio
descubre que su compañero Ascilto ha desaparecido del lugar y aprovechando una
turba de estudiantes que rodean
burlándose de Agamenón, escapa en busca de su amigo (cap. VI).
Encolpio localiza a Ascilto en un
burdel (cap. VII-VIII) donde se narran interesantes escenas homoeróticas:
… y se me acerco a mí un padre de familia de venerable aspecto, que se
ofreció a guiarme. Acepté. Cruzamos varias calles oscuras y estrechas hasta dar
con esta casa y entonces pretendió
comprar mi estupor con dinero, llegando incluso a suplicarme para que me
decidiese.” … “y el sátiro me empujaba hacia dentro con incontenible deseo. De
no resistirme con tanto vigor me hubieran ultrajado.”
“Nos dejamos convencer y entramos, cruzando varias habitaciones,
escenarios de lúbricas escenas. Cuando nos vieron, tanto hombres como mujeres
exageraron sus actitudes lascivas. De improvisto, uno de los hombres,
subiéndose la túnica hasta la cintura, saltó sobre Ascilto, lo tumbó en un
lecho y quiso violentarlo.” 6
Luego de esta aventura aparece el
sirviente y amante de Encolpio (cap. IX), que afirma que Ascylto le violó. Encolpio
le reclama a su huésped y amigo Ascylto su proceder y este le recuerda a
Encolpio como el mismo lo sedujo y lo hizo suyo: “¿Aún te atreves a alzar la voz,
tú que en cierto bosque me hiciste servir de Ganímedes, lo mismo que te sirve
ahora este muchacho?”7En el capítulo X Ascylto se disculpa y se despide
de su amigo y abandona la casa sin antes recordarle que tienen una cena en la
noche. Encolpio narra entonces:
“El amor me hacía desear una separación
inmediata. Hacía tiempo que deseaba librarme de tan molesta compañía para
entregarme, sin testigos, a los brazos de Giton. Mis palabras dolieron a Ascylto,
que en silencio, abandono la habitación.”8
Después en el capítulo XI
Encolpio se acuesta con Giton y en pleno acto sexual amoroso entra
sorpresivamente a la habitación Ascylto desenmascarando la traición de
Encolpio; Ascylto indignado se quita la correa y azota al amante infiel y le
dice: “Así no te separarás de tu hermano Ascylto”.8 Tengo
que aclarar que la palabra “hermano” es utilizada
frecuentemente en el libro para describir la relación amorosa entre ellos; no
es de extrañar que todavía hoy día muchos amantes homoeróticos se coloquen
parentescos ficticios para tapar su relación amorosa a la sociedad: “somos
hermanos” o “somos primos”, otros se hacen llamar “compadres”.
De los capítulos XII al XV se ven
involucrados en disputas por un robo y en los XVI al XVIII conocen a Quartilla,
sus doncellas y sirvientes, que conforman una secta devota de Príapo. En el
palacio de Quartilla, los tres hombres son torturados y al mismo tiempo
invitados a una bacanal donde se mezclan una opípara cena con los placeres
sexuales, culminando esta primera parte desde el capítulos XIX al XXVI.
Segunda Parte: Cena de Trimalcio. (Capítulos XXVI-LXXVIII).
Un día o dos después del comienzo
de la historia Encolpio y compañeros están presentes con Agamenón en una cena
dada por un liberto (esclavo emancipado) de enorme riqueza, Trimalchio, que
entretiene con extravagancia ostentosa y grotesca, a un número de hombres de su
propio rango pero menos prósperos. Después de preliminares en los baños y salas
(cap. XXVI-XXX), donde ocurre el primer encuentro de Encolpio con el anfitrión.
A la hora de la cena Trimalcio entran en el comedor de forma sorpresiva y
extravagante, cargado por sus sirvientes
que hacen alarde de la riqueza y la
pretensión de su sabiduría (cap. XXXI-XLI).
Trimalchio conversa entre los
invitados que al igual que el son libertos (XLI-XLVI). Hablan de las realidaes
de la época, sobre los tiempos difíciles, los juegos públicos, sobre la
educación de sus hijos. El autor expone como los “nuevos ricos” hacen
ostentación de sus riquezas con vulgaridad y pretensiones de sabiduría a sus
iguales y coetáneos.
Las comilonas se prolongan y
hablan de hombres lobos y brujas, de arte y todo lo relacionado con la vida de
los poblaciones de las provincias romanas. Desde el cap. XLVII hasta el LXXI el
libro se convierte en una crónica del pensamiento de aquellos hombres y sus
costumbres. Trimalcio discute con su
esposa Fortunata porque este besa en la boca a uno de sus sirvientes.
Encolpio y sus compañeros, por
ahora cansados, tratan de dejar los otros invitados, proceden ir a los baños,
pero son prevenidos por un portero (LXXII). Escapan sólo después que Trimalcio
intenta representar sus ensayos del funeral y la vigilias funerarias, en esta
parte los protagonistas logran escapar de la cena de Trimalcio (LXXVIII).
Tercera Parte: La decision de Giton, la venganza de Encolpio y su encuentro
con un poeta, la disputa por el amante en un baño-sauna. Capítulos LXXIX- XCIX
Encolpio, Ascylto y Giton,
regresan a su posada, pero Encolpio se duerme por haber bebido demasiado, Ascylto y Giton duermen juntos por supuesto
teniendo relaciones sexuales (LXXIX). Al día siguiente, (Cap. LXXX) Encolpio
despierta para encontrar a su amante y Ascyltos en la cama juntos desnudos. Encolpio
y Ascylto se pelean y deciden separarse, comienza la repartición de los bienes
y al final dejan la repartición del joven sirviente:
“Tomé a burla estas palabras, pero él, esgrimiendo su acero me dijo:
- No gozarás tu solo de esa prenda, sobre la cual pretendes tener absoluto
derechos. Necesito mi parte, o si no, esta espada me la dará.
Yo le imite , arrollando mi manto a la mano izquierda y poniéndome en
guardia. Mientras nos nos dominaba tan
miserable demencia, el desgraciado niño abrazaba nuestras rodillas
suplicándonos que no hiciésemos a aquella taberna teatro de una nueva Tebaida,
que no manchásemos de sangre fratricida nuestras manos, que poco estrechábamos al impulso de la más tierna
amistad.
- Si es necesario que alguien muera - decía - he aquí mi cuello
desnudo; ahogadme, degolladme con vuestras espadas. Yo debo morir, pues soy la
causa de que se haya terminado vuestra amistad.
A sus súplicas, envainamos las espadas, haciéndolo primeramente
Ascylto.
- He encontrado un recurso, dijo, para evitar discordias: Que Giton
elija al que prefiera; dejémosle que escoja libremente al que le plazca más de
nosotros dos para hermano.
Confiado en la antigüedad de mis
relaciones amorosas, que parecían unirme a él con una especie de parentesco,
acepté el partido y me remití al fallo de Giton; pero él sin vacilar, sin
parecer titubear un solo instante, escogió por querido a Ascylto. Fulminado por
ese fallo, no tuve ni la idea de disputarle a Giton y me dejé caer en el lecho,
donde me hubiera dado la muerte a no contenerme el pensamiento de aumentar con
ello el triunfo de mi rival. Orgulloso por el éxito, Ascylto salió, llevándose
el trofeo de su victoria, dejando a su antiguo camarada, compañero en la
próspera y en la adversa fortuna, solo y sin recursos, aunque todavía el día
anterior me llamaba su amigo, en país extraño.”9
Después de dos o tres días de
“guayabo” o frustración amorosa Encolpio decide vengarse y escoge su espada y
empieza su búsqueda para encontrar a los amantes, pero es conseguido por un
soldado que lo hace desarmar de la posible arma homicida (cap. LXXXI-LXXXII).
Después un poco más sosegado entra en unos baños y conoce a un viejo poeta, Eumolpo, a quien le cuenta su
desgracia amorosa (cap. LXXXIII-LXXXIV) y Eumolpo para consolar al desdichado
Encolpio cuenta cómo se enamoró de un joven en Pérgamo (cap. LXXXV-LXXXVII).
Después de hablar sobre la decadencia del arte y la inferioridad de los pintores
y escritores cuando ya son viejos (LXXXVIII), Eumolpo ilustra una imagen de la
captura de Troya con algunos versos sobre ese tema (LXXXIX). La conversación
termina cuando el poeta es golpeado por una lluvia de piedra, “aplausos” a la
cual el viejo poeta estaba ya acostumbrado (XC).
Encolpio invita Eumolpo a cenar a
la posada. Cuando va a los baños de la posada encuentra al joven Giton, que
pide que lo lleve como su amante. Encolpio finalmente perdona al joven, y cito exactamente el cap. XCI:
“Allí vi a Giton, triste y confuso, recostado contra la pared y
teniendo en la mano unas toallas de baño. Se adivinaba que no estaba satisfecho
con su servicio, y mientras yo le miraba para convencerme de que era él mismo,
advirtió mi presencia y volvió hacia mí su rostro, en el que resplandecía la
más viva alegría.
- Compadécete de mí – exclamó - amado mío; aquí no brillan las armas y
puedo hablar con franqueza: Líbrame de ese ladrón cruel, aunque castigues
duramente ese servicio; por más que bastante castigado estoy al verme privado
de tu afecto
Le ordené que cesara de quejarse para no atraer sobre nosotros la
atención de los curiosos, y dejando a Eumolpo en el baño, declamando uno de sus
poemas, por tenebrosos y fétidos lugares, saqué de allí a Giton y llegué con él
a mi albergue. En él sequé con ardientes besos las lágrimas que bañaban su
rostro, y durante algún tiempo la emoción nos impidió pronunciar una sola
palabra. Los sollozos quebrantaban el pecho de Giton.
- ¡Qué hombre tan indigno soy! – exclamé - Te amo a pesar de tu
abandono, y al buscar en mi pecho la herida que me produjiste, ni la cicatriz
hallo. ¿Por qué amores peregrinos me olvidaste? ¿Merecía yo semejante injuria?
- Viéndose amado Giton tomó una actitud más audaz.
Pero - proseguí yo - no quise otro árbitro que tú mismo para fallar
quién de los dos, si Ascylto o yo, te merecía. Sin embargo; ya no me quejo;
todo lo olvido si tu arrepentimiento es sincero.
Dicho esto, gemí derramando un torrente de lágrimas y Giton me fue
secando las lágrimas con su manto.
Sé justo, amado Encolpio - me dijo - apelo a la fe de tu memoria. ¿Te
abandoné yo, o me traicionaste tú? Con toda franqueza lo confieso: cuando os vi
armados a los dos, me puse del lado del más fuerte
Al oír una respuesta tan sensata, arrójeme a su cuello y besé su boca;
y para probarle que había vuelto a mi gracia y que le amaba tan tiernamente
como antes, le prodigué mis más dulces caricias.”10
Eumolpo llega de los baños y
revela que hay un hombre bien dotado (evidentemente Ascylto) que estaba buscando
a alguien llamado Giton (XCII). Encolpio no decide revelar la identidad de
Giton, pero el poeta desea acostarse con Giton y cae en rivalidad con Encolpio
(cap. XCIII-XCIV). Pero todo termina en una pelea entre el poeta Eumolpo y los
otros habitantes de la posada (cap. XCV-XCVI), que se termina gracias a la
intervención del procurador del distrito, Bargates. Ascylto llega con un
esclavo municipal a buscar a Giton, que se esconde a petición de Encolpius (XCVII).
Eumolpo amenaza con revelar que Giton está en la habitación de Encolpio
escondido, pero por razones de piedad y por deseo de poseer a Giton el viejo
poeta calla y termina por reconciliarse con Encolpio y Giton, y los tres planea
salir en un viaje marino junto con un criado contratado por Eumolpo, llamado
más tarde como Corax (cap. XCVIII-XCIX).
Cuarta Parte: El viaje en la nave del enemigo, el deseo de Trifena y la
llegada a Crotona. Capítulos C-CXXIV.
A bordo de la nave, Encolpio
tardíamente descubre que el capitán del barco es un viejo enemigo, Licas de
Tarento, que lleva de pasajera una hermosa mujer llamada Trifena, por quién
Giton no quiere ser visto, pues la mujer lo desea con locura (cap. C-CI). A
pesar de su intento de disfrazarse como esclavos Encolpio y Gitón son
identificados, el primero por su bulto y el segundo por su voz y belleza, y
vuelvo a citar, esta vez el capítulo CV:
Yo recibí con espartana nobleza los tres primeros azotes; pero Giton,
al primer golpe, lanzó un grito tan penetrante, que Trifena se conmovió,
creyendo conocer ella y sus damas la voz del paciente. Los mismos marineros,
condolidos y desarmados por la hermosura del muchacho, suspendieron los azotes,
abogando por él, con la mirada, ante Licas. Las sirvientas de Trifena, que se habían
lanzado hacia el niño al oírle gritar, exclamaron con grandes voces:
- Es Giton, ¡Giton!, suspended los crueles azotes. ¡Giton es, señora:
socorredlo! -
No bien hubo herido este nombre el oído de Trifena, siempre se cree con
facilidad lo que se desea, voló al lado del niño. Licas, que me conoció
perfectamente, no tuvo necesidad de oír mi voz para acudir a mi lado, y sin
pararse a examinar ni las manos ni el rostro, miró atentamente más abajo de mi
cintura, palpo el sitio con sus manos y se convenció de que era yo.”11
Encolpio habla en su defensa
(CVII), pero sólo después de una dura lucha son perdonados (CVIII) y la paz es
acordada (CIX). Para mantener los buenos sentimientos, Eumolpo narra la historia
de una viuda de Éfeso (CX-CXIII). En el capítulo CXIV la nave se hunde en una
tormenta y Encolpio, Giton y el viejo Eumolpo llegan a tierra con seguridad
(como al parecer hace Corax), se consiguen los cuerpos de los ahogados y entre
ellos estaba el de Licas al cual le hacen una pira (CXV).
Los compañeros caminan y
llega al barrio de Crotona, y donde los
habitantes son notorios agricultores y cazadores (CXVI). Los tres deciden
mentir sobre sus orígenes y se cambian los nombres. Eumolpo da unas
conferencias sobre la necesidad del elevado contenido en la poesía (CXVIII),
que ilustra con un poema de casi 300 líneas (incluido en completo en el texto)
sobre la Guerra Civil entre Julius Caesar y Pompeyo (cap. CXVIX-CXXIV).
Quinta Parte: La impotencia de Encolpio y el final. Capítulos
CXXV-CXLI.
Cuando se reanuda el texto, los compañeros
llevan aparentemente bastante tiempo en Crotona (CXXV). Una doncella coquetea
con Encolpio y le habla de lo hermosa que es su dueña Circe, que le pide sexo,
no obstante Encolpio es impotente, logrando solo erección cuando esta con Giton,
no obstate de regreso a su casa intenta tener relación con Giton, pero es en
vano, Encolpio es impotente (CXXVIII):
… “y para disipar toda sospecha le hice acostarse conmigo, tratando de
darle alguna prueba de mi amor; pero anhelante y sudoroso, tuve que desistir de
mis propósitos. Se levantó entonces con furia y reprochó mi debilidad, atribuyéndola a falta
de amor por él, añadiendo que ya sabía él desde hacía tiempo que otra persona
gozaba las primicias de mi virilidad.
- Mi amor - le dije - no ha desaparecido ni ha menguado; pero ahora,
creciendo la razón con la edad, moderan mi pasión y mis transportes.
- De ese modo - dijo burlonamente - te doy las gracias por amarme como
Sócrates. Nunca salió Alcibíades tan puro como yo ahora del lecho de su amo.”12
Circe y Encolpio se dedican a
buscar su cura contra la impotencia (CXXIX-CXXX). Cuando se encuentra a
continuación con Circe, ella trae consigo una hechicera llamada Proselenos, que tiene una cura mágica.
Sin embargo, al parecer fracasa otra vez al hacer el amor (CXXXI-CXXXIII).
Encolpio es tentado a defenestrar
el órgano que ofende, pero reza a Príapo en su templo de curación (CXXXIII).
Proselenos y la sacerdotisa Oenothea llegan. Oenothea, que también es una
hechicera, afirma que puede proporcionar la curación deseada por Encolpio y
comienza a cocinar (CXXXIV-CXXXVI). Mientras que las mujeres están
temporalmente ausentes, Encolpio es atacado por los gansos sagrados del templo
y mata a uno de ellos. Oenothea se horroriza, pero Encolpio le pacifica con una
oferta de dinero (CXXXVI-CXXXVII). Las brujas aplican varias pociones irritantes a él, y después de una pausa en el
texto esta Encolpio huyendo de ellas. De ahora en adelante, el texto se
convierte muy fragmentario. En los siguientes capítulos, Crisis la doncella de
Circe está enamorada de Encolpio pero el amor y el deseo de este solo son para
Circe (CXXXVIII-CXXXIX).
En los capítulos siguientes una
vieja matrona llamada Filomena pone a su hijo e hija con Eumolpo,
ostensiblemente para la educación. Eumolpo hace el amor a la hija, aunque
debido a su pretensión de problemas de salud requiere la ayuda de Corax.
Encolpio de alguna manera se cura de su impotencia cuando le hace el amor al joven muchacho dejado por
Filomena al viejo Eumolpo (CXL). Luego de saciar todos sus deseos en los
adolescentes, Eumolpo y Encolpio razonan sobre su falsa identidad en la ciudad
y en el peligro que corren al ser descubiertos, debido a la riqueza que afirman
que tienen y que no ha aparecido, la paciencia de los lugareños se está acabando. Eumolpo lee a los
crotoniatas su supuesto testamento donde invita a los herederos de su supuesta
fortuna a comérselo después de su fallecimiento. Algunos le creen pero otros no, y planean
descubrir el engaño de Eumolpo. Circe sabiendo los planes contra Eumolpo,
Encolpio y Giton, le avisa a Encolpio y este se fuga con Giton, abandonando al
viejo poeta, que muere en manos de los pobladores (CXLI).
La Importancia de “EL SATIRICÓN.
Además de ser la primera novela
escrita, la importancia de “El Satiricón” reside en su marcado realismo. El realismo se puede definir como la forma
literaria producida por el cálculo de los detalles en su exactitud con el fin
de sacar carácter. El hecho de que pueda ser feo y vulgar o la inversa, no hace
la más mínima diferencia. El realista contempla todos los objetos, entre
animados e inanimados que nos rodean con complacencia peculiar, y como estos objetos, cosas u otras formas
ejercen sobre nosotros una influencia constante y secreta y como nosotros nos
enfrentamos o nos comportamos frente a ellos, no obstante el mayor mérito del
realismo es narrar, contar, o relatar con exactitud todos esos fenómenos interrelacionados.
Los antiguos dieron poca atención
a esto, el hombre como héroe o el hombre como Dioses, para ellos, eran lo más
importante, el entorno no lo era. Desde
el punto de vista del medio ambiente, Petronio, en la mayor parte de su obra, les
dio importancia a sus protagonistas, pero nunca los desligó de su entorno, del
paisaje, de los objetos que rodeaban a Encolpio y sus amigos. Todo el episodio,
en los que figura Trimalció, ofrece una increíble abundancia de detalles. Las
descripciones son exhaustivas y minuciosas, pero el propósito principal del
autor no fue la descripción, era sacar a los personajes, para darle importancia
o poner en la picota a la aristocracia
romana, como una forma de diversión. Cicerón, al contrario, en su ensayo sobre Verres, presenta a esa misma aristocracia en toda su
brutalidad y codicia, pero de una manera demasiado absurda, demasiada adornada
que parece ficticia, para Cicerón tal vez era más importante la forma de contar
la realidad que la misma realidad en si.
En el continente formal las obras
literarias latinas se caracterizaron por su perfección: los autores desean
mostrar su ingenio y su manejo de la lengua; en este aspecto son deudores de
las escuelas de la Retórica, que contaban con ejercicios para desplegar la
narración de una acción completa. Por lo tanto las obras literarias de aquel
entonces eran solo entendidas en profundidad por aquellos que tenían una
educación. Pero Petronio, como lo hizo
después Apuleyo, complicaron la trama
con gran cantidad de aventuras, insertando en medio de la obra relatos
novelescos, independientes con entidad y valor artístico propios, y todo ello
sin que se deteriore el sentido del conjunto. Petronio agregó elementos comunes
al pueblo, su lenguaje, su forma de decir las cosas, sin construcciones
literarias complicadas, sin extravagantes formas literarias, sin tanta
retórica. Petronio hizo con “El Satiricón” la verdadera novela como la
conocemos hoy día. En “El Satiricón” confluyen y habitan las influencias de los
cuentos milesios, la sátira, el mimo, el romance, la aventura y las formas
comunes de decir con sencillez la realidad de las cosas.
Veinte siglos han pasado desde
que esta novela fue escrita, no obstante, podemos ver a nuestro alrededor
aquellos personajes divinos y grotescos, sencillos o seductores, vulgares y
comunes, bajo el barniz de la civilización de la tecnología y de “culture de la
finesse et du glamour”. El decadente Imperio Romano quizás no ha desaparecido,
sigue viviendo en las páginas de “El Satiricón” y en las pequeñas Romas que
existen en cada uno de nosotros.
Referencias:
3 Ignacio León, Jacinto. Prólogo: Roma, a varios siglos vista // En :
El Satiricón / Petronio. – Barcelona : Ediciones 29, (1975). – p. 11
4 Jean Dutourd. Préface // En : Le Satyricon /Petronio. – Paris: Libraire
Generale Française, 1960. – p. 15
5 Hubert Zehnacker et
Jean-Claude Fredouille. Pétrone dans Littérature latine. – Paris: Presses Universitaires
de France, 2005. – p. 248
Otras obras consultadas:
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