Una pequeña presentación

Los Mínimos y Máximos de Félix Esteves es una casa, un hogar, construido con amor, esfuerzo, dedicación y hasta con aburrimiento. Tiene muchas puertas donde todos pueden entrar. Tiene muchas habitaciones, donde de seguro en algunas podrás sentirte cómodo, y en otras, tal vez contrariado y hasta… por qué no… molesto. Sin embargo su propósito no es agradar ni molestar, no es ganar amigos ni enemigos… de todas maneras ambos son bienvenidos; su fin es mostrar y demostrar lo variopinto de una mirada, la pluralidad de una cosmogonía a través de mi “micromundo”, de lo exterior visto y sentido desde mi interioridad… es un grito contra la discriminación, es un arrullo de amor a la diversidad, es mi tarjeta de presentación como ser humano, como hombre, como gay y miembro de la comunidad LGBT... tal vez es algo más… no lo sé… aún lo estoy averiguando.

Félix Esteves

Amigos de Los Mínimos y Máximos

viernes, 28 de febrero de 2014

LA GRAN BELLEZA... La serpiente se muerde la cola...


“La gran belleza”  es una metáfora abstrusa pero al mismo tiempo muy precisa de la decadencia. Pero no de esa decadencia que lleva a la extinción, sino de aquella que permite la renovación, el resurgimiento, aquella que consiente la auto-evaluación por medio de la crítica violenta  y la sátira brutal. El film que tiene como escenario una Roma antiquísima en su forma pero moderna en su energía es simplemente el reflejo de una Europa que se renueva por la capacidad de reconocer sus propias fallas, sus vicios y temores, pero también por la facultad de conocer pero sobre todo de entender su propia historia. El drama se nos presenta asimismo como un  uróboros  que simboliza el ciclo eterno de las cosas, también el esfuerzo eterno, la lucha eterna o bien el esfuerzo inútil, ya que el ciclo vuelve a comenzar a pesar de las acciones para impedirlo.

La película de Paolo Sorrentino nos abofetea con una fauna de intelectuales y artistas,  que presumen de ello, para saciarnos con su fatua banalidad al mismo tiempo  que se anteponen, luchan y se enfrentan entre ellos mismos, y que  contrastan su crepúsculo con el paisaje físico e intelectual del  arte italiano que fue, es y será producto de esa fauna que se devora a sí misma.  Gep Gambardella, protagonista de esta peculiar película, es el motor de ese ocaso, que se resiste a morir y busca entre el barroquismo, a veces divino y a veces petulante de las imágenes, la energía o tal vez la musa que le devuelva las ganas de seguir adelante. Así Gambardella va conociendo personajes que introduce en su mundo sin llegar a reivindicar su estilo de vida o proponerle un cambio que lo saque de la desidia y el ostracismo intelectual.

“La gran belleza”, devoto a la historia cinematográfica italiana y en especial del cine felliniano, con el toque existencialista de Antonioni , nos regala momentos alegóricos increíbles, por ejemplo el turista japonés que al ver una panorámica de la ciudad eterna muere aludiendo a la famosa frase “Roma o Muerte”, o la escena en que aparece una añeja pero bellísima y elegante Fanny Ardant, como un fantasma en la noche italiana, simbolizando a una Europa que a pesar de sus años sigue iluminando todo a su alrededor y dispuesta a seguir seduciendo y seguir siendo seducida. Se tiene que nombrar la mordaz escena del Botox,  O la escena de una jirafa que simboliza un ser superior, lo cual le hace ser más objetiva en su comprensión del mundo, Gambardella la admira y como ella  contempla las cosas desde un ángulo de mayor visión, pero en un instante el animal desaparece como desaparecen las ganas de seguir adelante del protagonista en ciertas ocasiones. Es también interesante la escena de la instalación fotográfica donde se muestra miles y miles de fotografías de una misma persona como las millonésimas formas de ser y de existir, e invitando a reconocer que simplemente no somos uno, sino lo variado en que nosotros mismos nos podemos convertir, somos los artífices de nuestra propia personalidad y nos podemos rehacer a nuestro antojo. Cabe mencionar, la escena poética de los flamencos, símbolo de las emigraciones, que se posan en el balcón del apartamento de Gambardella a carroñar los desperdicios de una bacanal de la noche anterior en homenaje a una mujer santa que con su soplo sacrosanto invita a las singulares aves poblar el cielo gris romano.

Pero el film no sólo es imagen, aquel festín visual está acompañado de unos parlamentos y diálogos  geniales, que acarician pero también hieren, porque Gep en su decepción no tiene pelos en la lengua y entre el habla y el pensamiento va soltando un discurso donde se mezcla la melancolía, la rabia y la desidia acumulada, pero todo dicho o contado con y como una exquisita reflexión.


 “La gran belleza”, tal vez la mejor película italiana de este siglo, es una cinta manierista, sarcástica, a veces simple, aunque nunca humilde porque es pretensiosa en el buen sentido de la palabra, así de presumida como son los romanos, que se creen, porque lo fueron, los dueños del mundo.

Por Félix Esteves.

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