|
El Descendimiento. 1436.
Rogier Van Der Weyden (1399/1400-1464)
Oleo sobre Tabla.
Museo del Prado, Madrid. |
El Descendimiento de Rogier Van Der Weyden es sin lugar a dudas y sin miedo
a equivocarme como una de las mejores obras de carácter religioso y de la
Historia de la Pintura. Todo elogio y glorificación sobre esta obra se queda
corto cuando contemplamos el excelente trabajo de este pintor flamenco que
desplegó en esta patética y triste escena toda una gama de exquisitos matices y
de doloridas expresiones.
Pintado al óleo sobre tabla hacia 1436 para el gremio de los ballesteros
de Lovaina, fue creado como un tríptico, del que faltan los paneles laterales, no obstante el extenso panel
central (2,2 metros de ancho y 2,6 de alto) es una muestra sublime de la capacidad y del talento del
artista, al colocar los diez personajes de tamaño casi natural en dicho
espacio, logrando una composición asfixiante, pero conmovedora, donde el
espectador no tiene opción de desviar su atención a otra cosa que no sea el
sufrimiento representado en la obra.
La pintura representa un tema clásico en la iconografía de Cristo: el
Descendimiento de Jesús y la Quinta Angustia de María. Tiene forma rectangular, con un saliente en el
centro de la parte superior, en el que se encuentra la cruz y un joven
encaramado en la escalera, que ha ayudado a bajar el cadáver.
Rogier Van Der Weyden
nos presenta en el centro de la escena una cruz vacía, de la que se está
bajando el cadáver de Jesús, sostenido por un joven moro que se encuentra alzado
sobre una escalera al fondo, y por Nicodemo y José de Arimatea. Al mismo tiempo
los hombres que lo sostienen inician el proceso de envolverlo en el sudario,
mientras otra figura masculina, a nuestra derecha, lleva un frasco de
ungüentos. Este lateral de la tabla se concluye con el llanto doliente de María
de Magdala, mejor conocida como María Magdalena.
En el lateral izquierdo o en el otro extremo del cuadro, se encuentra la
Virgen María desmayada por la visión del cuerpo muerto de su hijo. El cuerpo de
la madre de Jesús es sostenido apenas por San Juan y una de las santas mujeres,
mientras, al fondo, otra santa mujer llora, reproduciendo los rasgos de pesar y
dolor de la Magdalena. El cuerpo de María está en la misma posición que el cuerpo
del Cristo muerto, representando un claro alineamiento, a modo de diagonales curvadas
que atraviesan la obra y dan un ritmo específico a la composición, pero al
mismo tiempo tratando de simular o darnos a entender que el dolor de ambos es
el mismo.
Hay un detalle importante y que muchas veces se escapa del análisis de
los espectadores, la posición o forma que toman los cuerpos de la Virgen María
y de Jesucristo imitan al de las ballestas, queriendo el pintor así homenajear
a los sponsor o patrocinadores del cuadro (Gremio de Ballesteros de Lovaina). A
su vez la forma de los brazos de María Magdalena imita igualmente aquella
forma.
El pintor presenta las diez
figuras colocadas sobre un fondo dorado, terminado con formas góticas en los extremos
superiores. En la parte inferior de la obra hay un atisbo de naturaleza, un
suelo real en el que aparece una calavera (símbolo de la muerte) y junto a ella
algunas plantas que crecen y que quizás predestinan o nos profetizan la resurrección
del señor.
Otro de los elementos hermosos del cuadro es la capacidad del artista para
manejar la paleta de colores, así vemos como dispone del rojo escarlata en contraposición
a
los azules del traje de María junto con el verde oliva de la Santa mujer de
atrás. El contraste de los colores se une a las sombras y luces que le dan una
profundidad y relieve virtual que nos parece en ciertos momentos que estamos
frente a una escultura.
De igual manera, la minuciosidad en los detalles, como el brocado en el
traje de José de Arimatea, y el cinturón de María Magdalena son de gran
perfección, sin embargo es en los rostros de los personajes donde el pintor
hace alarde de su talento en reflejar y pintar las variadas formas del dolor
humano: la angustia, la muerte, el llanto, la pena, la desesperación, la
tristeza, el desasosiego o la incertidumbre. El Dolor es representado en todas
sus constelaciones, a veces contenido en otros
casos explícito, en unos es dolor
místico y espiritual en otros parece
incluso dolor físico, pero en definitiva Weyden nos plasma magistralmente las
caras del dolor humano.
Por Félix Esteves
No hay comentarios:
Publicar un comentario