e inspira un letargo resignado y maleable;
Se despierta con ella sin hastío ni pesares,
con su música al alma que viajaba sin viaje.
que recibe la tierra como de un amante.
Es el puente que existe entre el cielo y la tierra
Y es como el copular que da paso a la carne.
El abono del río, alimento de mares.
Es la voz de la tierra, que secretea al follaje
la extraña melodía de una pauta sin clave.
reflejando el empaño de los claros cristales,
con la nota nostálgica de quien oye y no sabe
como es que ha revivido un deseo irrealizable.
y de antiguas heridas brota viva la sangre.
Es como si su canto retorciera en la base
la saeta dorada que nos vulneró antes.
que caminan traviesos hasta que el sol levante.
Son poetas del cielo que escriben en las almas
de un tintero luctuoso, que no quiere usarse.
¡Que eres germen de vida y nostalgia iguales!
¡Oh lluvia apacible que sobre las cosas caes!
¡Veme cual tierra infértil o romped tus bozales!
pues ante tu caricia aun los lirios se abren
y aun llueve en los ojos cuando suave tu caes
con tu rastro de gotas muertas en los cristales
Podemos decir que Francisco Perez es un poeta en nacimiento, pero con un desorbitante crecimiento, que se debate entre las aguas de las vanguardias y el difícil arte de la construcción poética de los grandes de principios del siglo XX y finales del XIX.
No hay comentarios:
Publicar un comentario