De modo manifiesto
y claro, la Iglesia Católica ha arremetido
verbalmente en todos los sentidos (moral, política, jurídica y
conceptual) contra el colectivo LGBT. El Papa Benedicto XVI junto con la mayor
parte de su sequito se ha convertido en una especie de Torquemada enseñando
odio, prejuicios, intolerancia e ignorancia a sus feligreses con el propósito
de crear y acrecentar aún más la homofobia imperante.
En el 2008, el papa
Benedicto XVI crítica la solicitud de 66 países de la ONU que tratan de despenalizar
la homosexualidad en el mundo. Benedicto XVI criticó duramente a los homosexuales,
en el que calificó de grave amenaza para la humanidad la confusión de los sexos.
De nuevo en el 2010 en su visita a la ciudad española de Barcelona el Papa
atacó la legalización del aborto y el
matrimonio homosexual. Pero no era la primera vez que la Iglesia ataca a
nuestra comunidad, pero en este siglo que vivimos, con los avances científicos
y la implantación de los Derechos Humanos y el conocimiento real de las leyes,
esto parece inconcebible.
Si hacemos un poco
de historia reciente en el 2004 y el 2005 la Iglesia Católica intensifica su
discurso contra los derechos de los homosexuales, momento en el que salen a la
luz las primeras denuncias masivas de casos de pederastia en el seno de la
Iglesia. Estas acusaciones que alcanzan al propio Papa, quien viene siendo
apuntado como directamente responsable por organismos internacionales y
recientemente por jueces británicos, de encubrir los delitos de abuso sexual a
menores, como también violaciones y trato degradante a niños y adolescentes, y
que sabiendo de todo esto por informes redactados por los propios hombres de la
iglesia y que estaban en su poder desde los años 90, no tomo las medidas
necesarias encubriendo los casos, lo cual constituye graves violaciones a los
Derechos Humanos; esto fue cuando el
Papa actual, ejercía el cargo de prefecto de la Congregación para la Doctrina
de la Fe. Bajo su prefectura se dictaron escritos acerca de la postura de la
Iglesia Católica con respecto a las personas homosexuales (1986), y "Carta
a los obispos de la Iglesia Católica sobre la atención pastoral de las personas
homosexuales" (1992), y rechazando los proyectos de reconocimiento legal
de las uniones entre personas homosexuales (3 de junio de 2003), pero peor aún
y como dije antes, fue durante ese período que Joseph Ratzinger (Benedicto
XVI) encubrió a un sacerdote
estadounidense, Lawrence Murphy, sospechoso de haber abusado de unos 200 niños
sordos.
Cuando Joseph
Ratzinger llega a la cúspide papal en el 2005, convirtiéndose en el Papa
Benedicto XVI se agudiza la “cacería de brujas” y el Papa junto con varios
hombres de la Iglesia, especialmente de la curia española y latinoamericana comienzan
a remeter contra los avances conseguidos por nuestra colectividad gay,
especialmente el matrimonio y las uniones civiles. ¿Casualidad? Más parece
Maldad e Intolerancia aunada a utilizar a los gay y lesbianas como una cortina
de humo para tapar las acusaciones que tienen muchos de estos “santos señores”
de pederastas, pedófilos y abusadores sexuales.
Pero la Iglesia en
vez de asumir su responsabilidad sobre esos hechos punibles, culpa, como
siempre a los más débiles, nuestra comunidad, que no sólo tiene que luchar con
la homofobia ya imperante y el maltrato social y discriminatorio que sufre ese
amor que para ellos “sacrosantos” es innombrable, sino ahora tiene que
defenderse de las barbaridades de odio de la “nueva inquisición”.
Los nuevos
Torquemada realizan estudios, investigaciones y exploran en sus laberínticas
bibliotecas mentales hallando un único culpable para los delitos cometidos contra los
miles de infantes, y por supuesto ese “autor malévolo y maldito” somos nosotros
el colectivo gay. Sin embargo la realidad es que la Iglesia Católica quiere
desviar sobre nosotros la problemática existente en su propio seno, y es que la
iglesia está repleta de pedófilos. Sabemos muy bien, y lo saben ellos también,
que muchos, pero muchísimos de los sacerdotes, curas, obispos, cardenales y
tantos otros jerarcas católicos, sufren o padecen de esa patología conocida
como pedofilia, que además no tiene nada que ver con la sexualidad sana que la
comunidad gay y lésbica tiene como norte, como fin y que practica. Ellos, foco
infeccioso de pedófilos, aumentan su patología al verse encerrados entre sus
paredes y al practicar el celibato compulsivo, que no es nada sano ni para la
mente y el cuerpo, y que no obstante es norma defendida por la absurda
ideología católica.
Para la Iglesia Católica
es imperante y necesario esquivar y encontrar responsables fuera de su
multimillonaria institución, nosotros somos el blanco más fácil, pues ellos
saben que tenemos siglos y siglos de ser marginados, discriminados, vapuleados,
segregados y relegados por la sociedad. Siempre se halla al culpable del crimen
al “mayordomo”, al “negro”, al “pobre”, al “inmigrante”, al “sudaca”, al “marica”.
Aquel oscuro
movimiento que se hizo institución en el Medioevo bajo el auspicio y tutela de
la Iglesia Católica, la Inquisición, vuelve a renacer, no es que estaba muerta
o dormida, solo permanecía en el anonimato, esperando para arremeter de nuevo y
eliminar a todo aquello que pensara y piensa diferente o cuestionara o
cuestiona su verdad.
Pedro María Reyes
Vizcaíno, sacerdote de la Iglesia Católica, señala que la Iglesia no es
homofóbica, que sólo deplora el acto homosexual, más no a los homosexuales:
“La Iglesia condena los actos, no las personas. En
realidad esta cuestión se ha de enmarcar dentro del papel que se otorga a la
sexualidad en la doctrina de la Iglesia. En efecto, para la Iglesia Católica la
sexualidad tiene una función unitiva de las personas y se ha de relacionar
necesariamente con la función procreadora, que es su finalidad natural.”
Después el señor
Reyes Vizcaíno dice:
“Una persona con tendencias homosexuales no está obligada
a ser católica, pero si decide vivir su fe como católico lo hace sabiendo que
los actos que pudiera realizar siguiendo esa tendencia serían considerados
pecado en su religión, al menos en cuanto al hecho objetivo.”
¡Okey!, todo perfecto y
entendemos la posición de los Padres de la Iglesia y de la ideología católica,
pero porque entonces sí eso es sólo dentro de la iglesia y el catolicismo ¿por
qué se tienen que meter dentro de la autonomía de los gobiernos laicos que ya han
determinado el matrimonio gay como parte de sus estatutos civiles?
El sacerdote Reyes
Vizcaíno nos dice además:
“Los homosexuales a los que no les guste esta doctrina lo
que pueden hacer es vivir indiferentes frente a la Iglesia Católica, pero
pretender que la Iglesia cambie su doctrina en este punto es una intromisión
intolerable.”
Señor Reyes
Vizcaíno, para mí, Félix Esteves, y le aseguro que para muchos homosexuales y
miembros del colectivo LGBT, no nos es imperante y necesario practicar la creencia de
Dios dentro de una Iglesia que nos excluye y mucho menos pretendemos cambiar la
doctrina de su institución; en mi país, Venezuela, existe un refrán que dice “Hombre
que nace barrigón, ni que lo fajen chiquito” y otro que dice “Árbol que nace
torcido nunca su rama endereza”. Para mí la Iglesia Católica es un “monstruo barrigón”
que lleva en sus extrañas los más crueles pecados, para mí la Iglesia Católica
es un gran árbol torcido y seco que no da sombra, no pretendo enderezarle su
torcido tronco y sus ramas, sería demasiado fastidioso y además inútil. Realmente
se me hace indiferente su doctrina e ideología recalcitrante y reaccionaria.
El error de la
Iglesia Católica es querer echar para atrás los adelantos y derechos que hemos
alcanzado y que queremos alcanzar en el futuro. Canalicen su energía en
alimentar a los pobres, a curar a los enfermos, a sembrar amor como lo predico
Jesús.
En la actualidad, los
Estados modernos y el reconocimiento continuo, uniforme y progresivo de los Derechos
Humanos, nos da la libertad de ser quiénes somos y pretendemos seguir adelante
por la lucha de nuestros derechos, muchos homosexuales, gays, lesbianas,
transexuales y otros lo han logrado porque sus países se han alineado a la libertad
y al respeto ciudadano. Otros países, como Venezuela estamos aún en pañales,
todavía es un tabú en la tierra de Bolívar (el mayor pensador humanitario y de
los Derechos Civiles de la América Latina) las uniones civiles y el matrimonio
gay, pero estamos luchando para que ese sueño se haga realidad. La Iglesia
Católica Venezolana es parte de ese juego de negación a nuestros derechos:
“La Conferencia
Episcopal Venezolana rechazó el anteproyecto de ley para la Equidad e Igualdad
de Género que discute la Asamblea Nacional que incluye el matrimonio entre
personas del mismo sexo, o matrimonio gay.”
Queremos dejar
atrás el Oscurantismo Medieval de la Iglesia, ya no nos pueden quemar en la
hoguera, ni someternos a duras e indescriptibles torturas, no obstante continúa produciendo alocuciones, discursos,
disertaciones, epístolas, alegatos y proclamas de odio, de desaprobación, de intolerancia aferrándose a la idea de que
ellos son la palabra de Dios en la tierra, y que están por encima de las leyes
humanas.
Desgraciadamente,
en mi país y en todo el mundo existen y ostentan el poder muchos Torquemada, la Inquisición aún está
viva… tenemos que ir contra ella.
Por Félix Esteves
Eso que dice el sacerdote es pura hipocrecia. Cuantos sacerdotes hay que son homosexuales y lo practican. En la diocesis donde vivo en los Estados Unidos se por boca de uno que al menos la mitad son homosexuales y tienen o una pareja o andan en busca de relaciones ocasionales con otros hombres.
ResponderEliminar