SADAO HASEGAWA: El Exotismo del Sueño Homoerótico.

Sadao Hasegawa nació en un pequeño pueblo en el norte de Japón en 1945. Él era un muchacho introspectivo que tenía pocos compañeros de juego y encontró su mayor placer en las maravillas del mundo natural. Más tarde encontró la misma admiración en los mitos y las leyendas de los pueblos aborígenes de África, India, Tailandia y otros lugares en el sureste de Asia y empezó a coleccionar imágenes de todo aquello para después utilizarlo en su obra gráfica.

La multiplicidad de toda esa mitología y sus viajes por todos esos lugares le dieron una bella visión a su trabajo, además de agregarle un halo de misterio y exotismo a la implícita sexualidad masculina y al homoerotismo de su obra. Sadao no ve incoherencia en la yuxtaposición de una máscara africana, una creencia animalistas tailandesa, y los detalles de la esclavitud y la dominación japonesa.

Sadao no estaba interesado que su arte fuera la construcción de una filosofía integral y coherente o un testimonio de una religión. Él era un universalista que utiliza lo que le convenía para presentar su particular visión de la sexualidad masculina y su cosmogonía homosexual o mundo homoerótico.

Disfrutar del arte de Sadao es disfrutar de la variedad que se encuentran relacionadas con el tema de sus pinturas. El arte es una presentación de la visión del artista, de su realidad. Sadao vio la unidad en la diversidad y en el placer que se encuentra en la relación de la diversidad.

Su obra es puro erotismo gay, pero con un giro singular, a pesar de su inminente carácter japonés relacionado con el manga, la incorporación de otros derivados como el simbolismo de la mitología india o tailandesa, la invención psicotrópica detallada y el tipo de motivos angulares comunes tanto en la ilustración y el diseño de la década de 1980, hacen de su trabajo una mezcla embriagadora, que seduce y atrae a la exploración.

Sadao Hasegawa se suicidó en 1999, no dejo ninguna nota, solamente un retrato pintado por él del escritor japonés Mishima.

Por Félix Esteves